Como con mis mejores amigas del colegio. He aprovechado que
tenía esta tarde una presentación de un libro para que esa comida que tenemos
sea este jueves. Aprovechamos también que mi marido tiene trabajo en Madrid y,
de paso, quedamos con A. a cenar, los hijos son hijos siempre, aunque no lo
sean.
Hace un sol espléndido y comemos fuera. Me llevan luego en
coche por Serrano con tanta gente elegante, tantos escaparates y esos
edificios imponentes. Oigo misa en Gran Vía –más, más edificios imponentes- y
voy andando con calma y mucho tiempo Fuencarral arriba, otro tipo de público. Madrid
es esto. Y más, desde luego.
Una se adapta rápido a vivir alejada y (supuestamente, ja,
ilusa) sin ruido. Pero sé que hay
algo que no es nada bueno en ese sentirse extraña(da) y ajena.
Es jueves y se expone el Santísimo en muchas iglesias. Me
decía mi madre que una de las cosas que más le emocionaban de París era la
basílica del Sagrado Corazón en Montmartre. Ahora me pasa en Madrid lo que a
ella.
Ante algunas opciones políticas me encuentro como aquel “había
entusiasmo, pero no indescriptible”. No es escepticismo, ni, espero, ser un
cenizo, pero creo que todo es más hondo y que llevará y lleva mucho, muchísimo
tiempo. Es una labor de orfebres y no (sólo) de líderes o partidos, me parece. Y a mí me
preocupa mucho y lo primero la fe de los que me rodean, la mía para empezar.
Tengo que hacer la reseña de "La restauración del la cultura cristiana" de Senior. Tres veces
llevo leído el libro. Y, en paralelo, he leído otros que puedan arrojar un poco
de luz. No me fío de mi propio entusiasmo o de deslumbramientos primeros. No los quito, son estupendos, pero dejo que pase un tiempo y los templo.
Si me miro por dentro sé que basculo entre la mundanidad y ese (querer) apartarse para protegerme, precisamente porque sé lo fácil que es acabar
comulgando con ruedas de molino. Lo hablaba con una amiga. El éxito o el
reconocimiento –el que sea, grande o pequeño- se cuela. Es tan agradable ser popular y gustar a la gente. Por eso creo que
entiendo algunas enmiendas que parecen a la totalidad, que son radicales, dicen,
pues bueno. Raíces, naturalmente.
Estupenda la presentación del libro de Scruton. Da gusto escuchar a hombres
sensatos y con sentido del humor. Creo que me va a gustar el libro. Sí, conservar
lo que merece ser conservado, desde luego. Pero no es podar sólo ni
fundamentalmente, es ir a la raíz primero, creo.