Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

miércoles, 30 de marzo de 2011

"Niña mimada" (y 7. El postre esperando)

“Tú no querrás ser una niña mimada, ¿verdad?”


Cada mañana me miro en el espejo y me vuelvo a hacer la misma pregunta. Suena también aquel “Caprichos no” exigente de mi infancia.

Como mi abuela, soy capaz de saber antes que otros qué pasa y me atrevo a nombrarlo, aunque a veces me cueste y tiemble algo. Una mujer abre los ojos con sueño, también con curiosidad y esperanza. Soy yo, no hay nada más ni nadie a esas horas en la casa. Está la que soy, Laura, Laura sola y de frente, mirando.

La vida está ahí para no darnos aquello que queremos, lo que en secreto tanto deseamos. A veces puede ser una ilusión pasajera, otras es algo constante que late con fuerza al compás del corazón, cuando la soledad es un hueco que crece y se hace más amplio. Entonces te sorbes los mocos y caen todavía unas lágrimas. Sin rabia y con calma sé bien que ahora ya puedo decir "No, abuela, yo no soy una niña mimada" mientras me siento en la mesa de los mayores y como con apetito lo que cada día hay en el plato. Quizás en lo alto de la alacena aún me aguarda el postre con la tapa aquella de cristal sin que yo pueda todavía alcanzarlo.


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(Final de "Niña mimada", el relato completo está en Trabalibros. Gracias por la lectura y por los comentarios).


martes, 29 de marzo de 2011

"Niña mimada" (6. Vermont)

“No soy mujer para ti, Juan. Lo sabes ya, como lo sé yo…”

Le estaba haciendo un favor adelantándome. Si hubiera sido otro tipo de mujer, habría dejado que fuera él quien tuviese que dar el paso o esperar una infidelidad suya para romper con una causa de por medio como tantas veces se hace por pereza o miedo. Pero no soy así. Es la clarividencia de mi abuela o su fortaleza que también he heredado. O puede que sea mi orgullo, otro tipo de temor o la falta de ganas para empeñarme en algo o en alguien, la autosuficiencia de fondo que Juan me reprochaba: saber que puedo llegar a bastarme sin nadie a mi lado a pesar de la soledad que desde pequeña arrastro.

Pasamos aquel último fin de semana juntos en Vermont en casa de unos amigos sabiendo los dos que aquello se terminaba. Pudimos no hacernos reproches ni daño, tratarnos con algo que parecía amor. Quizás lo era. Gracias a ello conservamos el cariño y la amistad veintitrés años después. No nos vemos mucho, pero nos llamamos de vez en cuando. “¿Cómo vas?”, “He estado fuera estos dos últimos años”, “No, no salgo con nadie últimamente”, “Sabes que puede contar conmigo para lo que quieras…”

Juan me ayudó mucho. Es cierto que era otro niño más caprichoso y mimado. Con las mujeres no fue una excepción. Una vida sentimental sin asentar, con continuos vaivenes a sus casi cincuenta años, es la confirmación de lo que vi en él y me hizo dejarle. De cerca, en la intimidad, un caprichoso común, un tonto global de los estándar, o los simples vagos o diletantes, suelen ser más fáciles para la convivencia que alguien como él, siempre más complicado. En cambio, Juan tenía un peso distinto, más matices y profundidad, y una soledad interior temblorosa y profunda que te hacían amarle. El vacío, la desnudez de fondo y esa tristeza lenta que descubres en algunos hombres en apariencia inquebrantables es lo que te hace quererles cuando ya no estás enamorada.


Él fue mi primer novio serio, el que me habló sin tapujos, a la cara. Me hizo sentarme a la mesa como los demás, como los adultos de verdad, y comer con ganas, sin necesidad de que me lo pidiesen o esperaran. Quizás no con las maneras que mi abuela hubiera deseado, comiendo de todo, incluso potaje, que me horrorizaba. Juan, estoy segura, se lo habría dado a mi perra Tana sin que se enterasen los mayores, y, encima, quedando bien, poniendo luego los codos en la mesa con su sonrisa desafiante.

Era así Juan y no ha cambiado apenas. Hoy lo recordé al verle en las páginas salmón del País en una entrevista que la hacían, su debilidad bien a salvo tras las palabras, siempre pocas y contundentes sentando cátedra.


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Fragmento de "Niña mimada", texto completo en Trabalibros.


"Niña mimada" (5. Maldita consciencia)

Pronto acabé por descubrir que Juan era también otro tipo de caprichoso y que, a pesar de su fachada, compartía con los tontos globales algunos modos y maneras. Por aquel tiempo no tenía todavía dinero porque estaba devolviendo el préstamo del máster. Tampoco contaba con un padre bien situado al que acudir. Ambas circunstancias parecían hacerle diferente y mejor, un hombre de verdad frente a tanto niñato, pero también más ambicioso por conseguir lo que otros teníamos por nacimiento. Era así un caprichoso en cierto sentido maduro, adulto, acostumbrado a hacer su santa voluntad porque la había entrenado a conciencia. Sin embargo, la seguridad que esgrimía hacía aguas como la de un niño pequeño si no conseguía lo que quería o se le llevaba la contraria por poco que fuera. Ese tomarse como una traición personal o deslealtad el más mínimo disenso le hacía inestable en sus afectos y difícil de tratar. Él mismo terminaba así por distanciarse bruscamente o acababa por alejar de su lado a los que le apreciaban de veras, incapaz de aceptar que se le podía querer sin intereses, acostumbrado como estaba a que todo tenía un precio y a pagarlo él de su bolsillo habitualmente.

Supe todo esto relativamente rápido, al poco de vivir juntos me di cuenta. De mi abuela Marta heredé esa rara consciencia de ver pronto a un hombre aún estando enamorada de él hasta los huesos. Es una bendición que me evita en el largo plazo males mayores, también una maldición que impide el ciego amor y la felicidad que proporciona la falta de conocimiento.

"Juan, no te puedes poner así conmigo", "Juan, creo que no tienes razón en eso", "La vida no es justa, Juan, no es cuestión sólo de esfuerzo o mérito, simplemente las cosas no siempre son como queremos que sean”, “Que no te siga a tu ritmo, el que tú tienes, no significa que no te quiera”…

Desde que empecé a ver cómo era, apagada la fascinación inicial que sentí por él, hasta que rompimos, pasaron varios meses, un año aproximadamente. Fue algo lento y sin grandes roces, una deriva indolora y suave. Las discusiones iniciales dejaron paso a los silencios. Durante ese tiempo él también descubrió aspectos en mí que no me gustaban nada. Algunos quedan, otros han sido amortiguados por el tiempo.

"No es timidez lo tuyo, es que eres demasiado orgullosa para fracasar, Laura...", "Te faltan ganas o verdadera necesidad, por eso no tienes ambición y no te empeñas lo suficiente”, “Has nacido con muchas cosas y gratis...".

Tú te bastas a ti sola, ¿sabes?, serás siempre una niña rica, por eso desprecias tanto a los que se afanan y te consideras mejor que ellos …"

"La vida está para mancharse, y tú no puedes salir limpia, Laura..."

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Fragmento de "Niña mimada", el pdf completo está en Trabalibros.

lunes, 28 de marzo de 2011

"Niña mimada" (4. Juan y los tontos globales)

Me fascinó Juan. Parecía fuerte y admirable, libre e independiente. Su vitalidad desbordante hipnotizaba. Reunía además ese algo de chico malo, que tanto atrae a algunas mujeres, con lo mejor de los hijos de los cachicanes de la finca de mi abuela: hacer lo que le daba la real gana poniéndose al mundo por montera. A la vez, tenía el sólido entrenamiento de los que avanzan exigiéndose a sí mismos, sin presión o demanda alguna externa, simplemente porque ellos quieren. También era listo de natural. Estaba allí en el mismo banco de inversiones que yo, pero él por méritos y un curriculo impresionante a sus veintisiete años, nada de favores de familiares o conocidos.

Juan no paraba. Donde otros llegaban a duras penas él iba sobrado por ganas y horas que echaba, por su pasión y dedicación. Quería llegar a algo, a alguna parte, una ambición natural que él alimentaba febrilmente con una actividad sin descanso, nunca nada era lo bastante, lo suficiente. Logrado algo, no se relajaba, pasaba a lo siguiente sin pausa y sin disfrutar lo que había conseguido, permanentemente insatisfecho.

Había de todo en aquella época en Nueva York: los que valían y venían como Juan, estudiaban con beca y trabajaban con esfuerzo y sin recomendación, a pelo; otros muchos como yo, nada brillantes, pero laboriosos y constantes, incluso tercos, conscientes de la suerte de tener una oportunidad como aquella; y, luego los vagos, niños mimados en su mayoría, a quienes muchas veces, ante los pésimos resultados académicos en suelo patrio, se les había acabado por enviar al otro lado del charco para que volvieran con un máster, un curso en una universidad rara o una experiencia profesional incierta y casi inexplicable, lo que fuera que acabara teniendo valor en territorio español por puro desconocimiento.

“Tontos globales”, Mara, mi primera compañera de piso, los calificaba así. Y luego predecía su éxito “Y éstos que, además de no saber nada, tienen ganas de subir y figurar, ya verás qué bien se colocan al volver, aunque no sepan hacer la o con un canuto, ya verás, Laura, los puestos que tienen... Algunas personas en España piensan que solo por decir cuatro palabras en inglés y haber estado fuera ya vales. Hay muchos tontos y de muchas clases en todas partes, y los tontos globales van a arrasar en cuanto lleguen..."

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"Vale, Juan, vente al apartamento, pero no se puede enterar mi familia, por favor, se llevarían un disgusto de muerte… Si lo llega a saber mi abuela…"

Fue muy rápido todo entre el fogonazo fulgurante del enamoramiento, ese sol y neblina que te rodea, y mi soledad de niña huérfana, que era muy amplia, inmensa. Mara se marchaba además y yo no podía con todo el alquiler por mi cuenta. Vino todo rodado. Recuerdo la ilusión de aquella mudanza y los primeros días de convivencia, la sensación de llevar por fin una vida adulta y plena, el amparo que me producía tener un hombre a mi lado, en mi casa, en mi cama, su cuerpo en el mío protegiéndome.

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(Si quieres la versión completa de "Niña mimada" está en pdf en Trabalibros, aquí)

domingo, 27 de marzo de 2011

"Niña mimada" (3. Shopping )

Recién acabada la carrera me mandaron a Estados Unidos. “Hay que quitarle el pelo de la dehesa” sentenció tío Joaquín, “esta niña tiene que salir de España, ver mundo y trabajar". Mi padre dejaba que su familia, tan variada, interviniera en nuestra educación, él al margen desde la muerte de mamá, vencido e inapetente a su manera. Viví en Nueva York tres años, un descubrimiento y una gran pasión desde entonces. Salí del pequeño mundo en que tantos ambientes en nuestro país, provincianos o no, acababan por convertirse. El mío no era una excepción.

“I'm still paying the loan for the university...” Los estadounidenses ponen a sus hijos a trabajar temprano. Es un modo de educar distinto al español, da igual de quién seas hijo ni el dinero que tengan tus padres. Todos mis compañeros americanos del banco se ganaban la vida de un modo u otro desde los dieciséis años. Acabado el instituto, a veces antes, tenían un empleo los fines de semana, los veranos. Sin excepción todos habían contribuido a pagarse la universidad. También vivían desde la mayoría de edad por su cuenta. Pero eso no impedía que hubiera caprichos y caprichosos, lo eran de manera diferente.

Habíamos estrenado los 80 y yo había sido educada en la contención en el gasto y en la posesión, algo debido más al contexto de España, aún sobrio, que a los medios de tu familia, todos gastábamos menos. Llegué a Estados Unidos y me quedé impresionada: el armario de una americana media era inabarcable, repleto de ropa, tres veces más que el mío. Yo no sabía que se pudiera tener tanto ni que cupiese. Eran ellos mismos, mis compañeros, no sus padres, los que se concedían mil y un caprichos alentados por ese ambiente general de consumo sin parar, inédito entonces para una española nacida en los 60. Siempre había algo que comprar en alguna parte, el shopping formaba parte del ocio, de la vida entera. Todo era grande además: platos de comida a rebosar que no había quien acabase, cocacolas de dos litros que se tomaban una tras otra como si fuera agua corriente. Y todo también demasiado, porque en general era más barato o se ganaba más que en Europa en aquel tiempo: cinco barras de labios en vez de dos, aparatitos para cualquier tarea en la cocina, en el baño, en el garaje, cachivaches por doquier, a reventar a menudo estantes y cajoneras, a veces casas enteras en un desorden permanente por saturación.

“Me llamo Juan Rodríguez Alcázar, trabajo en la planta cuarta, nos hemos visto ya, ¿no?” En una fiesta del trabajo se presentó. Yo, tímida, observaba como era lo habitual un paso atrás, de lejos. Claro que ya me había fijado, él siempre riéndose y rodeado de gente. Lo que no sé todavía es qué encontró en mí. Nunca fui guapa y allí sólo era una niña bien de las muchas que las familias españolas con posibles empezaban a enviar a Norteamérica, habitualmente callada y, desde luego, nadie especial en esa ciudad con chicas y mujeres de todo el mundo interesantes y distintas, muy para gustar, atrayentes.

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Extracto de "Niña mimada", relato completo en pdf en Trabalibros.

sábado, 26 de marzo de 2011

"Niña mimada" (2. La abuela Marta y los hijos de los cachicanes)

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Era lo peor que se podía ser a finales de los 60 en mi familia, una niña mimada. Las había en el colegio, no muchas. Niñas que querían ser el centro de atención, acostumbradas a que sus padres cedieran a sus caprichos y a quienes tenían en jaque. Montaban la de san quintín si no conseguían lo que deseaban. Nadie podía con ellas, eran unas cursis, unas remilgadas y todo lo que me espantaba ser. El capricho y el deseo constante han sido una forma de debilidad insoportable para mí, algo de lo que avergonzarse y ocultar bien dentro si se tiene. Había también niñas malas, pero tenían su gracia tan procaces y deslenguadas como eran, esas mayores que fumaban a escondidas en el patio y soltaban de vez en cuando un taco con precisión y cierto estilo mundano. No estaba bien ser así, pero eran, sin comparación, mucho mejores que las mimadas.

“Les consientes demasiado” oí una vez que le decía la abuela a mi padre. “Es lo normal en tu situación, y te comprendo, pero no les haces ningún favor. A los niños hay que saber decirles que no. Tienes que aguantar el chaparrón de que tus hijas lleguen a pensar, o incluso a decirte a la cara, que no las quieres porque les niegas algo. Hasta entonces, hasta que aguantes ese reproche o su odio pequeño, no sabrás lo que es ser padre."

Ahí estaba ella, su madre, para educarnos, niñas huérfanas, pero no por eso mimadas, Dios no lo quisiera. Ser mala era atrayente, pero, sobre todo, yo quería ser como los hijos de los cachicanes, los guardas de la finca, a su aire haciendo lo que les daba la real gana, descalzos, sin horario ni obligaciones aparentes. “¿Y por qué no puedo yo ser como ellos?” “Porque ellos no tienen lo que tú tienes” era la respuesta invariable.

Crecí envidiando a esos niños libres y adorando a mi abuela a la vez, temiendo también su mirada azul y certera que traspasaba.

“Tu abuela es toda una señora” decía María con devoción. Así llegué a creer hasta que fui mayor que las señoras de verdad bebían jerez a media tarde, usaban bastón y eran capaces de notar lo que ocurría en el interior de las personas y qué se podía esperar de cada una de ellas. Mi abuela tenía una clarividencia rayana en lo prodigioso. Viuda también como mi padre a edad muy temprana, ese modo de llegar a conocer a los demás no sé bien qué era, si algo natural o la experiencia de haber tenido que sacar adelante sola negocio, finca y familia. Lidiar desde joven con tanto, sin el apoyo de un hombre, y en un mundo hostil a una mujer como lo fue la España de los años 40 y 50, le hizo desarrollar algo que quizá ya tenía de nacimiento: la capacidad de saber rápido lo importante y la fortaleza de seguir esa intuición sin que el deseo o la esperanza nublara su conocimiento sobre algo o alguien, la realidad siempre de frente y con su nombre puesto.

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(Extracto del cuento "Niña mimada", está completo en Trabalibros)

viernes, 25 de marzo de 2011

"Niña mimada" (1. El potaje)

“Caprichos no.”

La abuela Marta presidía la mesa, papá medio ausente en la otra cabecera y nosotras cuatro, las niñas, a los lados.

“Si no te lo comes ahora, lo tendrás para cenar. Y si sigues así, volverás a comer en la cocina…”

Era una advertencia más que me repetía la madre de mi padre para hacerme reaccionar. Acababa yo de cumplir los diez años, la edad en que se nos permitía compartir desayuno, comida y cena con los mayores en el comedor, un paso importante y anhelado. Yo comía fatal, no sólo poco, es que no me gustaba nada, un martirio era alimentarme con lo que fuera, salvo lo dulce, lo único que admitía con ganas y sin resistencias. Volver a la cocina significaba una humillación completa y yo quería estar en el comedor aquel de muebles oscuros y grandes, feos, con los adultos de una vez ya. Bastante malo era ser el último mico de la casa, la pequeña.

Tomé rápido las cucharadas finales que me faltaban de aquel potaje, uno de los platos que más me costaban, con sus espinacas nadando, el huevo duro deshecho y repugnante, las zanahorias y el bacalao, todo un asco. Era viernes de Cuaresma. María desde una esquina del cuarto me daba ánimos con la mirada. Tana, echada al lado de la chimenea, me observaba también, prohibido acercarse a la mesa, siempre a distancia los perros.

“Tú no querrás ser una niña mimada ¿verdad?” era la reconvención final y habitual de mi abuela, en esa ocasión yo a punto de llorar por vergüenza. Los demás esperaban pacientemente a que yo acabase. El postre, buñuelos para compensar el rigor del plato único, en la alacena, cubierta la fuente con una tapa de cristal, yo no alcanzaba a verlo.

“¡No, no quiero ser una niña mimada, claro que no quiero!” Lo dije con rabia, casi gritando. Las lágrimas de indignación me caían mientras me retiraban el plato sopero vacío. Podía ser una niña sin hambre y sin madre, pero desde luego no quería ser mimada de ninguna manera. Era una ofensa hiriente que me hacía lloriquear de furia sólo porque alguien lo insinuase, mucho más mi abuela y allí, en mitad del comedor, todos presentes y callados como muertos. Solo Tana parecía reaccionar ante mi enfado puesta en pie y gimiendo como yo, solidaria con mis sentimientos.

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(Este es el inicio del relato "Niña mimada". Quienes queráis leerlo completo podéis hacerlo en
Trabalibros aquí)

lunes, 21 de marzo de 2011

Primavera, y no solo en El Corte Inglés

Días espléndidos el sábado y el domingo. Los castaños de indias y las acacias (falsas, creo, las de verdad son las mimosas que ya rompieron) a punto de florecer en Madrid.

Me escribió la semana pasada Jesús Dorda, que vive en la sierra, contándome que por el puente medieval entre Colmenar y Cerceda volaban aviones y golondrinas el pasado 12 de marzo.

Espero que Irene me diga cuándo llegaron los vencejos a Madrid capital, ellos marcan el buen tiempo aunque sea con intermitencias.

Desde Sevilla me contaron que olía a azahar. Retablo comentó sobre el campo de Jaén que olía diferente y una curruca que vio atareada y alegre.

Hoy, 21 de marzo, es día de la poesía, además de que oficialmente entra la primavera. Si hubiera tiempo una visita al Botánico o al Museo Romántico estaría bien. Pero no puedo, nuevos papeles y tareas me tendrán presa.

Antes era partidaria del otoño. En Madrid tenemos poca primavera, hay cambios demasiado fuertes, unos fríos que se nos meten hasta mayo y luego, de repente, el calor.

Ahora me doy cuenta que un buen día de primavera, solo uno, es suficiente.

sábado, 19 de marzo de 2011

Intriga y literatura





Vuelvo a la residencia y leemos. Toca Soria, aunque "El santero de San Saturio" de Gaya Nuño está descatalogado según me dicen los libreros de Lé. Gonzalo me recuerda que dejé a la mitad a la Mayorazga de Bouzas de la Pardo Bazán, está intrigado. ¿Qué pasará con ella, tan imponente, esa mujer de genio y carácter montando a caballo por montes y pueblos? Tendrá que ser el próximo jueves, olvidé ese libro de cuentos, esta vez no lo traje.

La intriga, qué importante. Bien me lo aconsejaba José Julio Perlado, fundamental mantener al lector interesado en la historia, con ganas de más, de leer la siguiente página y otra, y otra, y otra. ¿Qué pasa ahora?, ¿qué va a pasar? No poder dejar la lectura y dan las 2 de la mañana. Claro está que a veces, bien lo vimos en la tertulia los mercuriales hace ya un mes con Azorín, algunos autores son descriptivos y gustan.

Llevo a O’Henry, también recomendado por Jose Julio en su día, el cuento del regalo de los Reyes Magos. Les parece bonito, pero Gonzalo me dice que ya sabía lo que iba a pasar desde las primeras páginas. A mí me ocurre lo mismo con las series de televisión y muchas películas, sé por dónde van a ir y eso me hace interesarme menos o nada.

Angelina cuenta sobre Machado y su estancia en Soria. Hoy han bajado 10 personas, parece que va interesando esto de la lectura vinculada. Lee Angelina y también otra señora, Julia creo que se llama. Resulta que es de Soria y pariente lejana de Leonor. Hablamos.

Leemos “La Chucha”, uno de los cuentos de intriga -así los han editado- de Emilia Pardo Bazán, amor entre un preso y quien de modo invisible le cuida, otra reclusa del presidio de al lado, final impresionante. También algo de mi amado Stevenson, fabulas y pensamientos, original, vividor, alegre hasta en las sombras.

Metí entre las lecturas a Zink, medievalista francés y sus cuentos del Juglar de Nuestra Señora, el que da título al libro y el de Miserere tui. Creo que les han gustado.

El próximo jueves toca Toledo, traeré algo de Marañón, una leyenda de Becquer, buscaré más en casa. Y “Diario de Adán y Eva” de Twain, lo tenía prestado y no me acordaba, pero ya lo he recuperado.

Me quedo pensando en la intriga al escribir. ¿Cómo lograrla?, ¿cómo mantenerla y dosificarla? ¿Qué enseñar y cuándo, qué ocultar y hasta dónde? El iceberg del que me hablaba Perlado, el que escribe sabe pero no muestra todo lo que sabe. Escribir no es solo descubrir, describir y contar, sino ocultar, velar, insinuar. Bendita elipsis y silencio, entreabierta la puerta, los visillos echados. Como esa pausa en un buen blues, una gozada. Chill out siempre, destensar y callar un rato. Creo que en música hay un paralelismo, una cosa es lo descriptivo y otra las repeticiones cansinas que ya no aportan nada. Gran parte de la música actual es así, dos por dos, sabes ya lo que van a contar y cantar.

Cierta dosis de intriga es necesaria. Hace todo más interesante el no saber qué va a pasar, desear ver qué hay en la siguiente página.

PS: Llevé la guía de aves de Peterson. Vimos el abejaruco del que escribía Muñoz Rojas en "Las cosas del campo". Creemos que hay un picapinos en el jardín de Ecoplar en Aravaca. Vamos a intentar verlo, no es tan fácil. Algunos pájaros no se dejan ver así como así ... Es parte de su encanto.

jueves, 17 de marzo de 2011

Nunca más volveré a pasar hambre. Vida Perra XIV (El hombre tranquilo o mano con mano)







Ya sé que es la frase de Escarlata O´Hara porque yo también he visto “Lo que el viento se llevó”, aunque mi película favorita es la de "Up" con los perros esos que hablan por los collares, o, ya puestos, "Very Important Perros" o "La verdad sobre perros y gatos". Bueno, me enrollo, al grano.

Hace ya más de 6 meses que no escribo en el blog, no me dejaba ni acercarme. Ni comer ni dejar comer, de eso sé un rato. Como de atar perros con longaniza, ya me gustaría a mí que fuera el caso. De hecho estaba pasando más hambre que el perro de un maestro de escuela de los de antes, a régimen me tenía, ella también más flaca por el duelo, el trabajo y las preocupaciones de papeles y dinero. Hasta que llegó él, el hombre tranquilo, qué gran descanso.

Ha tenido mucha suerte mi ama, no es fácil. Su historial era penoso en líneas generales, no por nada, es maja pero torpe sentimentalmente hablando: donde ponía el ojo la pobre se estampaba, aunque salía rápido, cabeza tiene y no se enreda con la persona que no es la adecuada. Así que solo pensando en la actuación divina el 1 de enero este año y en la materna, por eso de que en el cielo toda madre es doblemente madre, se puede entender lo que ha pasado y que a mí me beneficia tanto y que se inició a través de las nuevas tecnologías y Edarling, un sistema fantástico. ¡Nunca más volveré a pasar hambre! tal y como se juro Escarlata. El hombre tranquilo trabaja en alimentación de perros. No digan Vdes. que nos ha ha tocado la lotería a ambas, vamos.

Él quiso conquistarme desde el primer momento: me trajo galletitas, luego huesitos, mientras el muy ladino se iba acercando. A eso se le llama adorar al santo por la peana. Lo vería un ciego, pero no mi ama que, como además es cegata de lejos y de cerca, no se enteraba.

Que si un cine, que si dos, que si cuatro, que si te ayudo a buscar piso, a tu disposición estoy todo el sábado, que si chuletón en El Escorial o teatro, misa en su barrio, y yo detrás en el coche, que ha sido mi hábitat natural en este ritual de cortejo humano, esperando a que salieran del cine, del restaurante o de la parroquia de San Jorge o de San Fernando. Yo esperando con huesito, pero esperando. Santa Olimpia de Chamartín me llamaran cuando me beatifiquen, prometo conceder favores varios.

Resumiendo, que es gerundio: está ella feliz con el hombre tranquilo y yo también, aunque ligeramente celosa, a qué negarlo. Son muchos años y no voy a dar señas de cambios, de líder de la manada mi ama tenía poco o nada, pero ahora llega él. No es que mande en exceso (a la mujer y a la cabra, soga larga), pero me tiene más a raya. Bueno, nadie es perfecto, dicen en "Con faldas y a lo loco". Supongo que ella lo sabe aunque esté en las nubes. Puso bien el nombre mi ama a esta bitácora, Máster en nubes. Ahora sabe mejor de lo que habla. Por allí se anda con el hombre tranquilo, mano con mano. Quererle es fácil.




PS: 17 de marzo, día de San Patricio, patrón de Irlanda. En el corazón siempre Beara.

domingo, 13 de marzo de 2011

El fin del mundo (todo vuelve, tipos de antes) ("Si hay Dios, todo está bien. Si no hay Dios, todo está mal")

Hablo con mi hermano J. y tenemos la misma sensación al ver las imágenes de Japón, la lengua de agua tragándose tierra, personas, casas. Entre el fin del mundo y la biblia, esas proporciones o dimensiones inabarcables, el Armagedón, el desastre.

Acabo los cuentos de Clarín y me pongo a buscar nuevos textos para las siguientes semanas al hilo de dónde son los residentes y qué les puede interesar. Quizás sea algo de humor lo que necesitamos, Jardiel Poncela, Tono, Mihura, hay una selección en la biblioteca de la residencia que podíamos utilizar. De la de mi padre saco una segunda edición de las obras completas de los hermanos Machado encuadernada en piel roja, páginas de papel biblia, ejemplar 1258 de 3000, año 1951. Me dijo Angelina que para Soria, que es “el tema” de la lectura del próximo jueves (hemos programado para 2 meses aproximadamente), leyéramos naturalmente a Antonio Machado. Coloco los libros que vamos a ir leyendo estas semanas por separado: Soria, Toledo, la Alcarria, Galicia… Desde Gerardo Diego a Machado, "El santero de San Saturio" de Gaya Nuño, Marañón, Cela, Cunqueiro… ¿se puede disfrutar tanto? Al releer te das cuenta: todo vuelve, o quizás nunca se marchó, estaba.

Lo hablé ayer con Angelina y Gonzalo. Quizás vuelva esa España pobre y miserable. Quizás algunos tipos de antes –el poeta o el maestro al que no le alcanza, el cesante- nos vuelvan a visitar remozados. Es posible que nunca se fueran del todo, un velo ligero de progreso que no era tal, solo dinero, nada más que euros inflados, debajo la nada. Poco peso, muy poco, superficial el baño. Pero si fue superficial ¿no éramos también en muchas cosas grandes?

Por un lado Internet y google, el ipad y el móvil, el mundo al alcance de la mano y, de otro, la pobreza que se palpa a poco que una se fije, que repare. Los comedores de Madrid, Martínez Campos y otros, a rebosar, hombres vestidos con una teba ahora pobres vergonzantes, no son ya emigrantes recién llegados. El otro día en Huelva estuve con unos ecuatorianos que quieren volver a su patria, todo problemas, ¿cómo se ganaran la vida? Solo trabajaron en la fresa, y con ese bagaje ¿qué harán? Sus hijos ya jóvenes y también sin trabajo, dos generaciones en paro.

“Es el fin del mundo como lo conocimos” me dice Gonzalo. Ese pequeño mundo de afluencia, de riqueza, de opulencia en muchos casos, se desmorona al menos en España. Nada volverá a ser como antes o pasaran muchos años. No hay trabajo y el fondo todavía no lo hemos tocado, corrupción a mansalva e ineptos gobernando. Simple odio: unos bárbaros, unas bárbaras, entran en una capilla católica en la universidad.

Todo está ya escrito, dicho y desde luego que consumado. El cuento de Clarín “Cambio de luz”, “Si hay Dios, todo está bien. Si no hay Dios, todo está mal” repetía Jorge Arial (¿el propio Clarín quizás? Creo ver al autor en el personaje). Me acuerdo de amigos esta mañana de domingo. No quiero perder la esperanza. No puedo perderla. Y mucho menos estando en contacto con personas jóvenes o mayores: no puedo transmitirles desgana, hastío, negrura de alma.

Cultura, fe y amor. Siempre hay milagros. Lo dice también Antonio Machado. Llega G. a casa.

viernes, 11 de marzo de 2011

"'¡Adios, Cordera!" en lectura vinculada


Ayer comenzamos a leer en voz alta en la residencia Ecoplar de Aravaca. Hablo en plural porque espero que seamos más lectoras en breve. Gonzalo C., amigo de mis padres, y su mujer, Angelina, viven allí. Al ir a visitarles un día pensé que podía ser un buen lugar para iniciar lo que venía pensando. Me hicieron el favor de comentárselo a Marta, la que lleva las actividades de la tarde, y ella, junto a la dirección, me dijeron que adelante. Iremos todos los jueves de 5 a 8, lectura general y por habitaciones, vamos a ver cómo sale.

Gonzalo es una de las personas más cultas que conozco. Trabajó con mi padre muchos años, se querían a rabiar, los dos lectores impenitentes e interesados por todo. Es asturiano y sugirió que empezásemos por Clarín. Busqué en casa y no encontré cuentos suyos. En principio vamos a leer textos cortos, que se puedan iniciar y acabar en la tarde. Así que ayer mismo me fui a la librería de mi barrio, la que han montado antiguos empleados de Crisol, "Lé" se llama. Siempre saben qué aconsejarte, da gusto. Compré por 5,95 euros los Cuentos de Clarín en Debolsillo (edición de José María Martínez Cachero, estupenda introducción, por cierto).

Tengo que reconocer que no había leído “Adios, Cordera” y que ayer, tras dejar el coche que se me estropeó en mitad de la Ciudad Universitaria (lo dejé allí tirado, no podía llegar tarde), solo pude dar un vistazo rápido al cuento en el taxi. Luego realmente lo leí por primera vez en voz alta en la residencia. Mal hecho, casi me echo a llorar con Cordera en mitad de la lectura, me emocionaba a medida que avanzaba. Veía a la vaca, a Pinín, a Rosa, al tren, al poste del telégrafo con sus casi tazas de porcelana (jícaras), a todo el cuadro que pinta Clarín, qué tristeza y, a la vez, qué gozada. Luego por la noche lo volví a leer en casa, acogedor regazo maternal el de la vaca, unidos luego animal y hombre en el destino por la carne que reclaman pudientes y patria.

Tras la lectura Gonzalo explicó lo que era el cucho y otras palabras en bable, el modo en que una casa asturiana de las de antes acogía a personas y animales. Da gusto escucharle, siempre sabe algo que tú no sabes. Leímos después a la Pardo Bazán, un par de cuentos, uno triste y otro alegre que acaba en boda ("El décimo" creo que se llamaba). Dejamos a la mitad el de la Mayorazga de Bouzas, la ves a caballo, otra escritora Dña. Emilia como la copa de un pino. Se sumaron a la lectura más personas, una señora de Cuenca, otra de Toledo y una jerezana. Seguimos con Muñoz Rojas y "Las cosas del campo" (hablamos de los abejarucos, voy a llevarles una guía de pájaros). Luego Victor de la Serna y su "Nuevo viaje por España", segunda parte (la ruta del calatraveño que empieza por Quintanar y Puerto Lápice). Por último, algo de Eugenio D’Ors sobre Marzo (está en unos cuentos filosóficos que compré suyos el pasado otoño).

Vine feliz a pesar de que no sé qué le pasa al coche, me vendría de pena una avería de las caras. La próxima semana vamos a leer sobre Soria. Angelina es de allí y así luego nos cuenta sobre la provincia, la ciudad y su historia. Ella me sugirió que leyera a Becquer, tengo que buscar en la librería de mi padre.

En cualquier caso quedé con Marta, y esta mañana con Gonzalo, que vamos a hacer un programa de lecturas para que así sea más “vinculada”, no sólo como dice Antonio Rodríguez en su blog y en su escuela (lectura proponiendo el texto, "respirando" a las personas, mirándolas, etc…) sino, también, para que haya luego conversación, participación, palabras que el texto promueve y que unen, de eso se trata.

De todo esto seguiré informando en esta bitácora. Por cierto, agradecería mucho las sugerencias sobre lecturas, mejor cortas, cuentos, relatos y poesía para leer en Ecoplar Aravaca. Si he descubierto "Adios, Cordera" a mis años estoy segura que me quedan otras sorpresas muy agradables. La vida se abre. Gracias, Ecoplar, y gracias a Antonio Rodríguez del que espero seguir aprendiendo sobre lectura vinculada.

miércoles, 9 de marzo de 2011

De migas, pollos y chipirones quemados


Fui a comer hace dos semanas a casa de Miriam. Me puso de aperitivo migas con uvas, buenas hasta decir basta. El caso es que me animé a hacerlas. Mi abuela Aurora me contaba que cuando era pequeña en Almadén, donde su padre trabajaba en las minas de mercurio, los pastores las tomaban con lagarto, la proteína que tenían más a mano. Las ovejas que cuidaban no podían matarse así como así.

Como las sopas de ajo las migas son comida de campo, de cuando éramos pobres en España. Junto a las gachas y otras recetas tradicionales hechas con menos y nada alimentaron a generaciones enteras de españolitos, mal comidos pero fuertes y resistentes los que salían adelante, no hace falta más que ver las fotografías de nuestros antepasados.

“Niña, ponte recta en el caballo” nos gritaba mi tío Fernando al dar clases de equitación, “parece mentira que seáis de la generación del Pelargón y no la del garbanzo machacado, así nos criamos nosotros y no nos quejábamos tanto...” Hasta los años 60 comida de pobres, y eso cuando se comía en España. El pollo, según recordaba mi madre, se tomaba en escasas ocasiones, eran de granja. La industria avícola estará denostada pero gracias a ella comemos. Mi tía Tere, que en paz descanse, nos trajo un pollo de verdad de Rueda hace unos años. Lo sacamos a la mesa y el pollo, el muy desgraciado, parecía que había hecho aerobic con Jane Fonda, no pudimos hincarle ni el tenedor de duro como estaba.

Desayuné migas con tocino, chorizo y huevos el sábado y domingo. Quizás este fin de semana las haga si me sobra pan. Luego hablan de lo sano de la dieta mediterránea, tiene guasa. Sano no sé, pero rico y para aplacar ese hambre que te entra al mediodía, una maravilla al alcance de cualquiera.

Hoy es Miércoles de Ceniza, ayuno y abstinencia. Hay hambre porque además al calentarlos he quemado los chipirones rellenos que hice ayer con mucho cuidado. Si escribes, no cocines; si hablas por teléfono, otro tanto (mil disculpas, Maria José, por el improperio que he soltado al aparato). Y no aprendo, vuelve a pasarme una y otra vez hasta que queme la casa. Menos mal que Olimpia ladra cuando hay humo, es un detector relativamente barato.

martes, 8 de marzo de 2011

El mujerío revisitado con desconcierto (Postales desde Pekín, 1995)



Debería escribir sobre la mujer, no sé ya si es a solas o con el adjetivo de “trabajadora”. Es el día, ¿no?, pero me da cierta pereza y vergüenza. En el 95 estuve en la conferencia de Pekín de la idem (mujer, se entiende). Escribí a mi familia unas postales -3, las encontré estos días haciendo limpieza- mostrando parte mi desconcierto que, desde entonces, me acompaña de modo intermitente en este ... ¿tema?

Yo dudo a menudo por principio o sistema, aunque también tengo algunas opiniones y convicciones. Es compatible todo, me parece. Copio lo que dije hace 16 años. Me temo, como decía Julio ayer, que todo vuelve, da casi miedo.

Postal número 1 (la foto es de un palacio en Pekín entre nieblas)
Queridos todos y en especial mamá:
Llevo 5 días en Pekín. Esta postal es muy “mona”, sin embargo no refleja el caos de esta ciudad ni su aspecto: una extensión interminable de avenidas donde conviven los rascacielos más horrorosos con edificios de los años 50 de lo más triste. Es la ciudad de las bicicletas y los coches que hay –un tráfico increíble- son casi todo taxis o coches oficiales de empresas… mas algunos autobuses atestados de gente.
En fin, poca poesía y nada que ver con “El último emperador” en plan estético. No parece que haya mucha miseria, pero sí pobreza y una neblina permanente, una humedad del 80 % y algún que otro rojo (el color, se entiende) que destaca entre los carteles (les encanta el color rojo, el rosa chicle y el azul purísima).

Postal número 2 (foto del palacio con la foto de Mao a lo grande, noche, luces)
Como decía, en los carteles que hay traducidos los chinos nos recuerdan (en inglés) la amistad eterna entre los pueblos y nos dan la bienvenida a las 70.000 (¡¡¡!!!) mujeres que hemos venido a la IV Conferencia Mundial de la Mujer convocada bajo el lema “Desarrollo, Igualdad y Paz”. Todo muy bonito, ea. Los chinos son muy amables y educados, pero hacerse entender en inglés es complicadísimo. Ayer (día 30), dio comienzo el Foro de ONGs situado a 50 km de Pekín. Nosotras, como ONG observadora, esperamos a la conferencia que empieza el próximo lunes. Hay follón, un inmenso follón de ideas e ideologías. Una se acuerda de la maldición de Babel. Por un lado, feministas de toda índole, (continúa en la 3)

Postal número 3 y última de la serie (foto ruinas de Pekín, sol pequeño, cielo lechoso o contaminado, no se sabe…)
… ecologistas, pacifistas, grupos pro-vida, cristianas “militantes”, neo-conservadoras, fundamentalistas, lesbianas y, en medio de todo esto, nosotras, que no sabemos muy bien dónde situarnos. Creo que es una buena experiencia, pero dudo que los medios de comunicación vayan a transmitir con justicia lo que aquí se debatirá. También dudo que los debates se vayan a centrar en lo importante. Por otro lado dudo sobre lo que sea lo importante. En fin, creo que dudo mucho y no sé si éste es el mejor estado de ánimo para asistir a una conferencia internacional. ¿O sí? Me acuerdo mucho de vosotros y en especial de mamá y de Luisa.
Aurora
......................

No salí del hotel apenas. Estuve los 10 días estudiando el documento de la conferencia –era muy ingenua, lo sigo siendo-, preparando papeles, trabajando como una negra. Asistieron, entre otras, Teófila, Cristina Almeida y otras muchas políticas con tiempo suficiente para ver Pekín y comprar en el mercadillo lo que pudieron (la afición a la compra hermana a muchas mujeres al parecer). Lo pasaron en grande todas ellas, se divirtieron y volvieron a España encantadas de la vida. España presidía la UE por aquel tiempo. A mi me fascina esto de la clase política: siempre están sonriendo y riéndose. No como otras que volvimos francamente perplejas (era mi primera vez en una conferencia de Naciones Unidas, y la última, tuve suficiente).

16 años después sigo con ese desconcierto, con muchas de las dudas y algunas de las convicciones de aquel tiempo. Continuo pensando que el desarrollo económico es el mejor amigo de las mujeres si les llega. Quizás es una simplicidad esto, pero creo que gracias a él hay servicios médicos, alimentos, agua potable, educación y empleo, algo que beneficia a todos, también a las mujeres que suelen sufrir de modo especial dichas carencias (pobre y mujer, doblemente pobre frecuentemente). Supongo que tendrá que ser sostenible, pero desarrollo desde luego. Me parece así ver que hay más desigualdad entre una mujer etíope y yo que entre un hombre español y yo. Las hermandades y los guetos -sean de mujeres o de lo que sean-, las asociaciones "solo para mujeres", me repatean, lo digo como lo siento.

Respecto al "resto" –igualdad de oportunidades en un mismo medio, maltrato, etc.- me llevaría tiempo escribir. Sobre algunos temas que creo importantes, me interesan o simplemente me divierten, ya lo he hecho aquí y no quiero repetirme en exceso.

Tengo la sensación sin embargo de que "la causa de las mujeres" –si puede llamarse así, sería de la dignidad humana que a todos compete- está siendo utilizada en Occidente, y en especial en nuestro país, a menudo como parapeto de la ineptitud personal que no conoce género ni fronteras. Es más así mujerío que feminismo, una cosa populachera, frívola, cursi hasta la muerte , sin peso, lugar común, un tópico de lo políticamente correcto que, personalmente, me produce entre vergüenza y rabia, algo así como cuando Telecinco habla de la libertad de expresión: me los tiraría al cuello. En boca de semejantes mujeres y hombres cualquier causa pierde prestigio, fuerza, acaba siendo como ellos: una frivolidad sin fundamento.

“Y si somos las mejores bueno y qué” que se esgrime como lema, curiosamente, por quienes no han dado un palo al agua y no tienen más carrera que la poltrona política, se apoya en la sonrisa del "compañero" (de partido o lo que sea) con idéntico aval y eslogan, está de moda y no cuesta esfuerzo. Al final va a ser cierto: todos igualmente ... lelos (y lelas). A la igualdad por la estupidez, ida y vuelta, algo tan repugnante como a la igualdad por la Visa, otro modo de liberación femenina al uso últimamente, otra pena.

Y sin embargo… yo celebré hoy el día de la mujer trabajadora porque, a pesar de lo anterior, sé que en la causa de las mujeres hay muchos logros tras esfuerzos de mujeres y hombres muy competentes, algunos retrocesos lamentables y, desde luego algunos avances pendientes. Aunque en esto, de nuevo, sigue habiendo diferencias más globales que de género y por el momento es mejor ser mujer en Occidente, o yo al menos lo prefiero. Sé que no está de moda decir esto, pero es lo que he visto y lo que veo. Con dudas al fondo siempre sobre algunos temas y algunas convicciones al respecto.

lunes, 7 de marzo de 2011

Nidos variados (Primavera entre nevadas)



Los tengo bien localizados en Alberto Alcocer, unos cuatro enfrente del Ministerio de Economía y Hacienda, que ya son ganas de hacer nido con vecindario tan inquietante. Es lo que tiene el invierno, que al desnudar ramas y dejar a los árboles de hoja caduca –plataneros en este caso- coritos, que diría mi abuela, se ven los nidos con más facilidad ahí en lo alto. Supongo que son de urracas, el pájaro urbano ahora omnipresente y perseguidor de perros, o al menos a Olimpia la tienen fichada. Colocarse bajo un árbol y escuchar a la urraca es todo uno, “fuera, fuera, animal peludo y negro, que éste es nuestro territorio”. ¿Estarán ya criando? Creo que no, que es más tarde.

El otro día en el Escorial, yendo por la carretera de Galapagar, un camino más entretenido que el de la A6 hasta Guadarrama, me entretuve mirando a los nidos de cigüeña que por allí andan, creo que no se marchan. Eso de por San Blas, que cae por febrero, la cigüeña verás, me parece que ya está superado en algunos lugares. Estas aves se quedan con nosotros todo el año. Y las ves ahora no volando, sino andando en la tierra, hasta en Aldeamayor, cerca de Boecillo, estaban, picando en lo húmedo, entre el verde que despunta con el sol este que nos sale tras las lluvias y nevadas, superadas las nieblas invernales que se instalan en Valladolid. A los extranjeros las cigüeñas les parecen exóticas, casi africanas, nosotros nos hemos acostumbrado, pero son tan bonitas, tan elegantes.

Todavía recuerdo cuando vi en Monfragüe una cigüeña negra con mi madre, fue impresionante, el año 1994, si mal no recuerdo, estupendo viaje extremeño que hicimos ambas. “Crotoneo” es el ruido que hacen al chasquear esos picos naranjas o amarillos que tienen las cigüeñas, es oírlas y animarte. "Clas, clas, clas, clas...." cielo azul, verano, y las cigüeñas crotonando.

PS: Hoy a las 4 y algo nació Esther, hija de Eva y Luis, bienvenida al mundo. Ha sido la buena noticia del inicio de la semana, esperemos que haya más, que estamos todos necesitados de buenas noticias... Dios proteja tu vuelo y el de tus padres, pequeña Esther.

viernes, 4 de marzo de 2011

Lavajos


Conduciendo por la antigua nacional VI (la A6 está en obras en 20 kilómetros casi), cruzo Ávila y Segovia intermitentemente y descubro no sólo Labajos, el pueblo, sino lavajos, muchos, los hay también en Valladolid, y hasta en Salamanca, me parece.

Ha llovido y el campo, aunque mantiene el pardo invernal, verdea. El agua extendida, retenida a veces en una leve hondonada del terreno, forma una lámina sin profundidad, charcos amplios parecen, a lagunas no llegan. Eso son los lavajos, charcas que quieren ser lagunas pero no pueden. Los da esta tierra y cada vez quedan menos.

Campos sembrados a mi derecha e izquierda, la hierba, ¿cebada?, crece. Donde hay agua suele haber pájaros que beben o buscan alimento. Me paro para mirar con los prismáticos. Me tiro al suelo para observar mejor. Hace un frío que pela. Sé que no llegaré a tiempo al registro de Olmedo, pero tengo la tarde del jueves y todo el viernes. Sopla el viento.

¿Chorlitejos y correlimos? Alguien más a lo lejos blanco y pequeño, sin manchas... ¿qué será?, ¿una cigüeñuela? He perdido vista con el portátil. Mi propio vaho empaña las gafas que chocan con las lentes de los prismáticos, mierda. Me voy a quedar helada aquí. Me meto de nuevo en el coche, pongo la calefacción fuerte. Olimpia se duerme.

A unos kilómetros antes de llegar a Olmedo paso otro lavajo que alguien hizo secar hace tiempo, tenía agua hasta en verano, cosa rara porque muchos desaparecen durante meses. Entro en el pueblo. Son las dos y diez, que venga por la tarde, me dicen en el registro, pues vale.

Llego a casa de mis tíos hacia las 3. Me dan cariño, unos canelones de muerte y un lomo adobado al whisky del que pido la receta inmediatamente. No ponen nada en el cine que nos interese a mi tía y a mí y que no hayamos visto, la del cisne nos da pereza. Otro día iremos.

PD: Por lo visto el término "lavajos" se emplea en tierras de Medina y el de "bodones" por Olmedo, lo dicen los autores del blog Valladolid, rutas y paisajes, una maravilla que descubro al escribir esta entrada cuando llego a Madrid y busco fotos y referencias.