Olvídate así de esos problemas que tienen los dueños de otros animales y esos cartelitos desesperados que ponen a veces por la calle: “Fuffy perdido, se recompensará, llamen al teléfono…” y la foto de Fuffy, sea perro o gato, al lado, como si fuera un delincuente de película del Oeste.
Cuánto drama con las mascotas perdidas, madre, cuántas lágrimas...
Pues bien, con un elefante esto no puede pasarte. Te evitas el disgusto de que se te pierda, también la pesadez de buscar la foto de frente y de perfil de tu mascota, para que se vea bien en los carteles, de hacer las fotocopias e ir pegándolas por las farolas o los árboles del barrio, el dinero de la recompensa, etc., etc., etc. Porque no se te va a perder en la vida un elefante, sencillamente: o sea, menos preocupación y un ahorro importante.
Segunda ventaja: la trompa. Las
personas nos hemos acostumbrado a dos piernas y dos brazos y ya. Que no digo
que esté mal, que son muy convenientes las cuatro extremidades. Sólo digo que
la trompa del elefante tiene diversas utilidades y que nos puede valer a los
humanos.
Sirve, por ejemplo, para que él se
duche o tú ducharte. Porque el elefante coge el agua con esa trompa grande y tú
te pones debajo mientras el agua cae... ¡qué gozada! Yo esto lo he visto en alguna
película, creo, y me ha encantado. Con un elefante tienes siempre una ducha
portátil.
“Es la hora de la ducha” dice tu
madre o tu padre… pues tú te vas al patio, a la terraza o al jardín y allí el
elefante te ducha en un pis-pas y no tienes que andarte peleando con tu hermano
o hermana que si te duchas tú, que si me ducho yo, que si me tocaba a mí, que
si es que tú tardas demasiado. Nunca habrá peleas por la ducha con un elefante
en casa. Y es mucho más divertido que ducharse en el cuarto de baño.
Tercera ventaja: la memoria. El
elefante, que lo he leído, tiene una memoria prodigiosa y recuerda todo. Claro
está que es complicado llevarte el elefante al examen de lengua o matemáticas y
que te sople la solución, pero puede enseñarte sus trucos para memorizar, que
estoy segura que puede compartirlos si le tratas bien y eres amable.
Pero, además, a mí, que se me olvida a
menudo que tengo que hacerme la cama cada mañana o ponerme a hacer lo que tengo
que hacer antes de que se haga tarde, que siempre voy renqueando, un elefante
me vendría genial como secretario: seguro que así no se me olvidaba nada, tendría
a mi elefante siempre recordándomelo. "Aurora, que son las cuatro y no te has puesto a...". "Aurora, que hoy es jueves y la fecha límite de entregar esto es... mañana."
Cuarta ventaja: las orejotas grandes.
¿Para qué pueden servir esas dos orejas enormes? Atención al verano: con esas
orejas se acabó la necesidad de aire acondicionado. Te colocas al lado del
elefante y le pides, por favor - siempre hay que tratar al elefante con una gran
educación y mucho cariño, son seres extremadamente delicados- que te abanique un rato. Y en diez
minutos el aire está circulando y tú notas el fresquito.
Se me ocurren muchísimas más ventajas
de tener un elefante, pero solo voy a enumerar dos más:
1. Transporte “sostenible”, que dicen ahora, y por “tracción animal” (tracción animal = ir en cualquier medio de transporte que no implique una máquina, sino un animal, como es el caso y como seguramente se desplazaban nuestros tatarabuelos) y, encima, no contaminante. Olvídate de la bici; tú imagínate llegar al cole montado en el elefante o ir a ver a los abuelos en elefante: impresionante, todos se quedarían mirando.
2.
No
habrá quien se meta contigo porque un elefante impone. No hay que ser NUNCA el abusón
de clase, pero tampoco hay que permitir NUNCA que seáis tú u otros la víctima:
un elefante ayuda a que te respeten a ti y a los demás, es “disuasorio” -disuadir es convencer de no hacer algo a alguien-. Si hay algún chulito o chulita en
el cole o en el barrio un elefante puede ser clave para evitar que se metan
contigo o con otros. “Eh, que yo tengo un elefante…” y se callan.
Fíjate lo que te digo: no hará falta ni decirlo, lo sabrán.
No quiero aburrirte ni
insistir en lo que creo que queda ya claro.
…
Quizás ahora me digas…
Perooooooooo…
¿Cómo se mete
un elefante en casa?
¡Que es un
animal grandísimo, como tú has dicho!
¡Que además
caga unas plastas enormes y asquerosas, que lo he visto en el zoo!
¡Que come una
barbaridad y bebe aún más!
¡Que vivimos
en pisos pequeños o, en todo caso, en casas donde no cabe de ninguna manera un
elefante!
Ehhh… que todo eso ya lo sé yo.
Y, sobre todo, tú también lo sabes.
Pero es que aquí yo sólo quería
contarte las ventajas de tener un elefante, esas en las que quizás nadie ha
caído antes, y que son indudables, como ha quedado demostrado. Para los
inconvenientes (inconvenientes son las “cosas malas”, las “dificultades”) hay ya
mucha gente que puede escribir libros enteros o dar conferencias larguísimas…
Hay estantes llenos de libros sobre “por qué no tener un elefante en casa” y
profesores muy serios hablando sobre el tema, departamentos de universidad dedicados enteramente a este tema...
A lo mejor hay que pensar sobre las ventajas no sólo de un elefante, sino, no sé… ¿de tener un cocodrilo en casa?, ¿un león?, ¿una jirafa?, ¿una mariposa?, ¿una tarántula?...
¿Y de tener una casa en el fondo del mar?, ¿y si viviéramos en los
árboles, como los monos? ¿y si voláramos, unos bajo y otros alto?
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NOTA:
Este cuento es un ejercicio para la asignatura de Literatura infantil y juvenil que estoy cursando. Es lo que se llama "cuento" nonsense (tontería). Está escrito para ser contado oralmente a niños de 6-7 años, mejor representándolo (y tengo que encargar a alguien una "marioneta" de un elefante, si alguien sabe de alguien que la pueda hacer, que me lo diga, que se la encargo).
Los niños tienen la capacidad de ver el mundo no “sólo” en sus inconvenientes -que los adultos tenemos siempre presentes- sino en esa parte i-lógica y genial del que no tiene que lidiar con la realidad de frente y de modo constante. Pueden hacer un fantástico a-parte.
Y esto es ese relato: un a-parte juguetón donde el pacto con el lector infantil es evidente, no son tontos los niños (de ahí el final, por si se creen que la autora los trata como tales, nada más lejano). Ya saben ellos los inconvenientes, pero quieren (necesitan) jugar. A mí me encanta el juego, por cierto.
Brindo por los elefantes en casa. ¿Quién no tiene un elefante en su vida, en su casa?
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