Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

domingo, 11 de septiembre de 2022

Pobreza de España

Hace años en mi familia (extensa) teníamos un dicho: no hay como ser la (o el) pobre "oficial", ese o esa al que los demás compadecen siempre por su situación. Situación que puede llegar a ser un comodín -una palanca-... para algo. 

Y sí. Hay personas que son las pobres "oficiales" por algo. 

Bueno, en mi opinión somos todos bastante pobres siempre en general y por tramos. Pequeños, a veces miserables, dignos de compasión todos y en todo caso. No hay nadie que no sea pobre. 

Pero hay grados de pobreza. Y, sobre todo, hay grados de pudor al publicitarla. Y desde luego al utilizarla

Porque más allá de la misericordia y amabilidad que todo ser humano merece (porque somos todos pobres de solemnidad en cualquier caso), resulta que hoy el victimismo arrasa. 

El ir de víctima, el hacer un puñetero chantaje en muchos caso, el servirse... de lo que sea -fundamentalmente de dar pena por algo- para lograr algo. Fundamentalmente que te hagan (algo de) caso. 

Entre estos pobres, cuyo título sólo es comparable a la grandeza de España (así lo decíamos en casa con cierta guasa, fulanito tiene nivel, es "pobreza de España"), la "mosquita muerta con pobreza de España declarada" es un singular espécimen que merece párrafo aparte. 


No hay como ir de pobre damisela... enferma, abandonada o abrumada por no sé qué terribles pesos que el resto de la humanidad no soporta ni ha soportado... para que te hagan caso. 

Las mosquitas muertas han ejercido una atracción atávica y tradicional sobre el sexo opuesto. Hay caballeros aún, pero también caballeros que no se paran a pensar un poco, vamos, un rato. 

Las revistas femeninas, también gran parte del feminismo militante de reciente hornada, viven en gran medida de esto: en vez de esa espantosa palabra de "empoderar" a alguien  -darle un meneo y una palmada en el hombro, se dice en mi barrio- y decirle que pa´lante y que tú puedes, guapa (y ayudar, por supuesto),... pretenden que otras vivan con el eterno ay... Y sobre todo: del eterno ay. 

El eterno ay de cómo me salió este maromo...

El eterno ay de yo, que tengo esta enfermedad que no tiene nadie...

El eterno ay de que como tengo 50 años ya no intereso a nadie (profesional, afectivamente, rellene Vd. lo que crea oportuno)...

Pasa. 

Hay que tener cuidado siempre. Temple se llama. Sentido del humor también. 

La queja femenina es más antigua que la Tana. El diablo sabe bien lo que hace y cómo y a quién se lo hace. Y las mujeres somos distintas a los hombres. Esto de la víctima y la queja es muy nuestro, lo sé porque soy señora. 

A los 30. A los 40. Solteras y casadas. Viudas. Con hijos crecidos. Con hijos infantes. 

Negaos a tener ese titulo de pobreza militante. Negaos. 

Niégate a dar pena.  Mejor dicho: niégate a utilizar esa pena, no seas... mala. 

Tranquilas, todos somos dignos de dar pena por temporadas o a ratos. Todos. Todas. Pero NUNCA debe utilizarse eso como arma. 

Los pobres, los pobres de solemnidad, tienen la dignidad para aceptar (y pedir) que te echen una mano... y, a la vez, para no hacer nunca palanca con ella.

Y a las mosquitas muertas se les espanta, no dejas que te chupen la sangre. Se lo podría decir a varios, pero espero el encuentro personal con un vino por delante. 

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