No conozco personalmente a Antonio Castillo Algarra, pero me habló de él uno de mis hermanos y empecé a seguirle en redes sociales hace años. Descubrí así la Asociación para la Libertad y las Artes Baltasar Carlos, interesantísima en sus actividades y, con ella, varias iniciativas culturales que promueven, entre otras, el teatro. Con lo que a mí me gusta el teatro.
Me perdí por diversas razones “Oro y Plata de Ramón” y la
representación de “Más acá de los romances” en Alcalá de Henares hace unos
meses, así que me propuse que, sin falta, este pasado sábado 17 iba a asistir ─sí
o sí─
a la representación de “Más acá de los romances” en el Real Coliseo de Carlos III
en San Lorenzo del Escorial.
Disfrutamos todo. Lo pasamos en grande. Me emocioné escuchando algunos de los romances que yo aún pude oír cantar en mi infancia a mi abuela. Sí: en los 60 todavía se cantaban en algunas casas, en los pueblos desde luego. Luego, en mi adolescencia, se los oímos a Joaquín Díaz, que tanto nos gustaba.
Me reí también con la obra: qué falta (nos) hace el humor
fino (y qué bien puesto está en este caso).
Pero, sobre todo, me quedé admirada. Y muy agradecida. “Qué belleza”. No pude menos que mandarle ese
mensaje a Antonio nada más acabar la obra.
“Más acá de los romances” es “un retablo biográfico musical”,
que así dice en el folleto, escrito por Antonio Castillo Algarra e Ignacio
Rodulfo Hazen. Es el relato –pero sí, efectivamente un retablo, qué bonitos los retablos,
por Dios─
de una doble historia de amor, la de Ramón Menéndez Pidal y María Goyri y la de
su afán, su trabajo, el de ambos, por recuperar el Romancero.
Está contado inicialmente desde un Ramón ya anciano y viudo
que habla con su hija Jimena. A partir de ahí hacia atrás, ocho actores ─elegantísimos,
medidos, versátiles, con y en gracia en el pleno sentido de la palabra─, texto,
canciones, baile, todo ensamblado, hecho con cuidado, nos cuentan y cantan algunos
romances y la historia de Ramón y María.
Mi agradecimiento y admiración por lo que han hecho For the fun of it junto a la Baltasar Carlos con “Más acá de los
romances” es precisamente por el cuidado, que es el amor que se pone en algo.
Cuidar es ya mucho. Cuidar realmente lo es todo. Cuidar es a veces lo único y más importante que vamos a hacer en nuestra vida. Cuidar a una persona, cuidar una casa, cuidar de lo que se trate. Para sostener lo que sea hace falta cuidarlo. Y en este caso, sin solemnidad, sin grandilocuencia, como lo que es nuestra historia, nuestro legado, sin pretender, “reivindicar” nada. Sólo re-cordar –que es volver a pasar por el corazón–. Cuidar y re-cordar.
La historia, la literatura, no se merecen petardeos ideológicos, creo que tampoco intelectualidades. Madredelamorbendito, la cantidad de petardos que hay de todo tipo con todo lo que (hay que, podemos) hacer. Y nada, que nos enredamos. En fin.
Finura de oído, de vista y de corazón. Admiración, asombro, reírse (también) encontrándonos a nosotros
mismos en el pasado. Porque somos hijos y nietos del Romancero, como lo somos,
en otro grado, de la Iliada.
¿Qué me gustó más? Es muy difícil decirlo. Dos cosas muy
sencillas, como “pequeñas”: la recreación de Ramón y María andando por
Castilla, el baile “de los arbolitos” (que me recordó todo el encanto del
teatro escolar, y esto no es un desdoro, es toda una alabanza) y ese juego hombre-mujer,
esa especie de reloj de dos caras, con motivo del romance de la doncella
guerrera. Escenográficamente (como ocurre también con el vestuario) no puede
estar más eso… cuidado. En fin, una gozada.
Coda:
Cuando empecé el Máster de Humanidades en la Francisco de Vitoria el año pasado el
profesor Salvador Antuñano nos habló en la primera clase de la importancia de “el
legado”: conocerlo, valorarlo, transmitirlo y, en la medida de nuestras
posibilidades, acrecentarlo. El legado cultural, el español, el hispano, el
occidental, en fin, varios.
Más adelante, otra profesora, Victoria Hernández Ruiz,
emocionada –como sólo puede hablar un buen profesor, apasionadamente de lo que
ama─
nos contó del Romancero.
En otra clase el profesor Clemente López González nos
explicó la ruptura de la cultura entre “baja” y “alta” que se produjo con la
Ilustración en España.
Me he acordado de todos ellos, de lo muchísimo que les
gustaría esta obra, así que les he escrito: profesor, no deje de ver esto, no
puede perdérselo, por favor, vaya.
Ahora hace falta que teatros, ayuntamientos, no sé,
universidades, a quien corresponda, lo incluyan en sus programaciones, porque “Más
acá de los Romances” es un tesorito sobre un tesoro nuestro grande. Un tesorito cuidado. Es mucho, de verdad, es
muchísimo. Es lo más importante: cuidar algo.
2 comentarios:
Yo asistí a la representación de la obra también y no puedo estar más de acuerdo con los comentarios que la has dedicado.
Antonio tiene un gusto maravilloso. Pero es que además la compañía es estupenda. Muy fan.
Publicar un comentario