Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

domingo, 15 de septiembre de 2024

Septiembre, el manso

Salimos a andar Marta y yo. La temperatura ha bajado bastante, así que quedamos a una hora "impropia" para el verano que aun es, las cinco y media de la tarde. Más que la hora, es el día lo que me pesa. Siempre ando mejor a primera hora de la mañana, un paseo son esos 8 kilómetros casi hasta Brieva si lo hago temprano. Si es después de comer ya me cuesta algo. 

La foto es de Trofeocaza
Pese a la hora nos encontramos a una liebre. La ve Marta primero y me avisa. Esas marcas negras en unas orejas largas y erguidas, la pose de boxeadora, se queda quieta mientras la miramos y luego echa a correr. Es preciosa. 

También vemos un zorro echado en mitad del camino. Se despereza al notarnos y cruza tranquilamente la valla para meterse en el campo. Nada mal para este horario intempestivo en el que hacíamos a todos durmiendo. 

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La Hna. M. Jesús es una monja "portable", como de bolsillo. Pequeñita, ojitos claros, ella ha movido la Adoración en la Capilla de las Nieves en Ávila. 

Hablo con ella de vez en cuando, me llama o la llamo. El otro día me quejaba yo de que a veces me canso de ser yo la que llama a tal o cual conocida. Le contaba que no quiero ser pesada y que al final acabo ya por no llamar si no veo (creo) que hay interés por la otra parte. Ese undécimo de no molestar de los Igea pesa algo, en fin. Y va y me dice ella "pues yo ya sé que tengo yo que ser la que llame a la gente", y añade "si Jesús pensara eso, no estaríamos donde estamos". En fin, tiene razón, la gente tiene muchas cosas que hacer habitualmente, también hay mucho tímido o tímida, hasta solitarios o quejosos que no llaman por si molestan, en fin, muchas razones. 

Quizás es mejor pasar por pesada (y pesar)  ponerse a tiro siempre, que sepan que estás. 

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Se desliza septiembre y acabo algo que me ha tenido muy ocupada. A veces creo que mido mal mis fuerzas, que me sobreestimo. O peor, que me sobrestiman. Ya está acabado. Descanso dos días, estoy agotada. 

Es un mes precioso éste en Ávila. También en Carnota, donde nos regalaron unos días brillantes "mejor que el verano", me comentó una paisana. Cuarenta minutos es lo que aguanta mi perra Anita andando, una hora si hay sombra. No puede subirse luego al coche, le queda alto, tenemos que comprar una rampa.

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Manso septiembre, apagándose el verano, con sus días ya más cortos, con ese campo agostado de la dehesa y con el verde perenne en Carnota ya afortunada y maravillosamente solitaria. Oí otra vez a los faisanes al caer la tarde y luego ya a varios zorros por la noche chillando (los chillidos que yo oigo en Carnota de los zorros es algo como el 3, 6 y 7) 

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Comemos de barbacoa con unos amigos. He descubierto el vacío, el corte argentino ese de carne, una maravilla, bien de precio y sabrosísimo. También  llevé chuletitas de lechal, un lujo total -y excepcional, hacía años que no las tomaba- que disfrutamos. Como tengo confianza luego me eché una maravillosa siesta en casa ajena. Qué bien se está cuando hay confianza. 

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