Tras más de dos años con la cámara que me regaló Gonzalo -cuyo manual de instrucciones sigo sin leer- me he puesto a ordenar las fotos de pájaros en el ordenador.
Clasifico por especies conocidas, las más habituales que veo, las que tengo claras y he fotografiado mucho en Ávila o Carnota: tarabillas, colirrojos, herrerillos, carboneros, garzas, grullas, jilgueros, gorriones (sí, ahí todos juntos: comunes, morunos, molineros), pinzones, cigüeñas, cormoranes...
Hay luego otras carpetas con camachuelos o alcaudones donde solo tengo un par de fotos. Fue fácil reconocerlas aunque solo las haya visto una vez.
Pero los archivos más abundantes son batiburrillos desordenados que titulo "escribanos y otros", "aves del mar y otros". Así tengo varios.
En esos cajones de sastre descubro nuevos pájaros. Una collalba, por ejemplo, que me había pasado desapercibida en Carnota. Unos que creo una pareja de pardillos en Ávila, él ya con esa mancha roja que le sale en el pecho a los machos en primavera.
A mí antes la primavera no me gustaba tanto. Prefería el otoño. Pero ahora disfruto más de los pocos días de primavera que tenemos en Ávila antes de los rigores del verano. Son de quince a veinte días de verde intenso en el campo, con cierto atraso respecto a Madrid o El Escorial, para pasar luego al amarillo, los pardos y ocres y el verde encina tan elegante.
Hago cuentas y caigo en que, en cualquier estación del año, los días de sol aquí son más que los nublados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario