Falta apenas una hora para la inauguración y estoy hecha un flan, vaya nervios. Vuelvo
a revisar todo en el centro, ese negocio por el que tanto he trabajado y en el
que he volcado toda mi ilusión hasta ponerlo en marcha, mi sueño. En orden el recibidor y la sala de espera, el
cóctel de bienvenida listo mientras un par de camareros trajinan en la pequeña cocina
del fondo a la izquierda. Las tres habitaciones destinadas a tratamientos de
cara o cuerpo con los aparatos recién comprados, con sus camillas tan
confortables, todo en blanco inmaculado, resplandeciente. A la gente le gusta
la limpieza, y al final el blanco es el mejor color. Reúne pulcritud, elegancia
y sensación de descanso, justo lo que pretendo.
Luego la iluminación, me he gastado mucho dinero en ella porque creo que
es importante el modo de poder dar luz o quitarla, incluso que ésta pueda
adquirir un color, una tonalidad verde, azul o rosa proporcionando distintos
ambientes. Todos los focos son, además, graduables. Permiten desde la casi
penumbra hasta un sol radiante, como si tuviéramos luz natural, algo que en
este local, un bajo con dos sótanos, sin ventanas ni huecos apenas, parecía
impensable hace unos meses.
Me decoraron el centro con plantas artificiales, verde en abundancia, por
todas partes orquídeas, flores tropicales y helechos falsos que dan color, pero
de los que no hay que ocuparse, ni regarlos ni podarlos. Siempre estarán ahí, perfectos.
He cuidado también del olor y escogido el mejor aroma: pequeñas
piedras de ámbar envueltas en papel de seda colocadas cerca de los radiadores.
Así desprenden una fragancia que te envuelve, un perfume intenso y a la vez
discreto.
Para rematar hemos instalado unas fuentes de agua que cae y corre por unos
canales en todo el pasillo, a ras del suelo. El rumor de ésta, tan relajante,
junto con la música de fondo, que se oye también en todo el centro, suave y sin
estridencias, acaban por dar ese tono que quiero para mi negocio y casan bien con
el lema de mi establecimiento, ese eslogan
que me sugirió Juanjo, un buen amigo y cliente, publicitario:
“Mandy,
Bienestar y Belleza”
Ay, qué nervios tengo ya por la inauguración de este centro. ¿Llegarán
muchos o pocos? ¿Vendrán solo los del barrio o de la ciudad entera? ¡Qué ganas
de que todo empiece de una vez, qué ganas tengo!
Me voy acercando a los cuarenta años, una edad más que suficiente para
abandonar en lo que estoy desde los diecinueve. Tras un tiempo de darle vueltas,
se lo comenté primero a Pablo, el hombre en el que más confío en cuanto a apoyo.
No por nada, es que él es el más fijo, el permanente, todos los jueves por la tarde
viene. Llevamos juntos desde 2007 y me ha
cogido cariño. Yo sé que le venía
rondando la idea esa de que yo me retirase y me dedicase sólo a él y a nadie
más. De hecho, me lo comentó varias veces, me tentó con lo de una tienda.
(El relato entero de "Mandy, Bienestar y Belleza", 1 de la Serie "Clasificados", está aquí si lo quieres...)
3 comentarios:
Recibo con alegría este relatop tan nuevo y tan blanco. A ver, a ver...
Gracias por colgarlo, Aurora.
*relato...
Comenté en el escrito 7 y he vuelto a donde debía, este primer capítulo.Me parece ameno. Voy a por el segundo.
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