Es mejor solo la cebolla cortada con el ajo picado que se haga lentamente en aceite de oliva, bien pochada. Luego perejil fresco y abundante. Después el pimentón sin que se arrebate. Quizás entonces un poco de tomate, pero poco. Y enseguida los fideos, que deben de quedar empapados en aceite, como si éste sobrara algo. Entonces apagas el fuego y puedes dejarlo esperando.
Cuando vienen a comer, no antes, añades el agua que soltaron las almejas al abrirse en una sartén aparte. Y echas más agua a ojo a los fideos para que se hagan. Vas añadiéndola según lo piden y van chupando. Un chorrito de vino blanco también viene bien. A fuego vivo tarda unos 9 minutos, depende del agua, del tipo de fuego y de la pasta.
Los fideos deben de quedar ligeramente caldosos, el aceite y el agua bien ligados en salsa, que se pueda mojar pan, hecha la pasta pero nunca pasada.
Justo al final echas las almejas, mejor no antes, porque si se hacen con los fideos a mí me parece que pierden tanto tiempo en agua. Así que las abro aparte y las echo a la pasta justo casi cuando ésta se ha hecho y lo dejo reposando unos minutos.
Antes de los fideos tomamos tomates frescos de los que saben. No puedo decir de dónde los saco porque me han dicho que es secreto y solo me lo venden a mí y otros pocos.
Tengo otros –3 grandes- que me dio el marido de Araceli, que tiene una huerta muy cuidada al lado de casa: manzanas, tomates, lechugas de varias clases, zanahorias, pimientos, ciruelas, judías verdes, etc. En fin, un huerto como yo quisiera y Dios manda.
El marido de Araceli es el que ha puesto una campana en un árbol para despiste mío.
Yo la oía desde el jardín y pensé que tenían una cabra. Me tenía un poco extrañada porque dentro del pueblo solo Carlos tiene ovejas y en otra época cabras.
El marido de Araceli está tumbado en el huerto, y cuando se acercan los pájaros mueve con el pie la campana. Trabaja como nadie, pero en la siesta es cuando vienen los estorninos a comerse el fruto de su trabajo. De ahí el misterio de la campana que nos ha tenido unos días cavilando.
El marido de Araceli me dijo muy serio mientras me daba esos tomates con el culo bien partido, como a mi me gustan, feos y prietos, con los bajos a cicatrices: “Yo soy agricultor. Habré trabajado 17 años en otro lado. Pero lo que soy es agricultor, que es lo que me gusta."
Así tiene su huerto, pimpante. Sin abonos ni fertilizantes artificiales, todo natural. Ya contaré cómo fueron sus tomates porque los tengo como oro en paño esperando a otros invitados. Beber y comer bien preferiblemente en compañía, se disfruta más si cabe.
5 comentarios:
qué suerte tienes con lo de los tomates, Aurora.
Besos.
¿Y cómo haríamos para convencer a L.? Venga, vamos, ¿puente de octubre? Un abrazo, JM
Y una pregunta importante, tu pelas alguna vez los tomates? Hay en mi casa un disenso al respecto, según sea la piel, dicen.
Prueba a añadirle a los fideos en el último hervor una ramita de hierbabuena .
Yo también tengo un vecino que protege sus frutos, brevas e higos en su caso, pero les pone la radio a los pájaros para mantenerlos entretenidos e informados.
Un beso muy fuerte. Cuando pases por mi casa te voy a hacer una cazuela de fideos con pintarroja que te vas a chupar los dedos.
Lolo, qué alegría tu visita, me pasa igual, hay escuelas. En ensalada hay personas que los pelan, como para el gazpacho. Yo no los pelo nunca, ni para hacer salsa, pero creo que no es lo fetén. Besos, guapa, ¿playa?....
Qué buena idea, Mirna... Con ese avance me dejo caer rápido ;-)A mi la hierbabuena me gusta mucho, besos a todos, guapos...
Publicar un comentario