Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Voz y tono


Este es un país de gente chillona y maleducada. A veces aún sin chillar, el tono y la contundencia de muchas palabras implican o, al menos sugieren, impaciencia y una cierta pretensión de querer arrasar con quienes tenemos delante.

En vez de responder con tranquilidad a nuestro interlocutor que nos habla muchas veces de modo suave, nos lanzamos a expresar nuestras demandas u opiniones como una metralleta, como si nos hubiésemos sentido agredidos, lo que suele provocar que el otro entre en la misma dinámica y al final no se entienda nadie.

No se miden las palabras ni el daño de una expresión desabrida y dura.

Hablamos literalmente a voces. Incluso cuando no lo hacemos parece que reñimos al otro. La idea o el argumento suelen ser lo de menos, lo realmente vital en esas voces y tonos es la chulería, algo netamente español.

Es como cuando un perro mea alrededor para señalar su territorio: dejo mi chorrito de pis no vaya a ser que no reconozcan quién ha estado aquí ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!

Se ve en los bares, en los debates de televisión y radio, pero se ve también y desafortunadamente en las reuniones de amigos y hasta en cómo se presenta una persona.

Hay gente incluso que cambia una agradable y original apariencia por lo que puede ser simple y llana mala leche. Son los que piensan que mejor que te tomen por borde antes que pasar por tonto, lila o meapilas. Se elige el ladrido y el tono exigente aunque no seamos conscientes de ello.

A veces nos sobra literatura y nos falta buena educación o algo más difícil de adquirir: bondad. Puede también que tomarnos menos en serio. Al menos en apariencia. ¡Qué tristeza darse cuenta que una cae a menudo en el arrebato que no lleva a ninguna parte! ¡Qué evidente la debilidad interior de quienes preferimos ganar no se sabe bien qué antes que ceder elegantemente el paso!

Por eso, cuando un hombre no necesita mostrar armas ni sugerir siquiera que las tiene, dialécticas o de cualquier tipo, se ríe de él mismo, contigo y de tí sin darse ninguna importancia es cuando sabes que ese tipo tiene algo que decir, de verdad. Gracias, Nacho, por las cervezas y la conversación.

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