Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 12 de mayo de 2009

El placer de enseñar y apoyar 1)




Hace unos nueve años me llamó una amiga que daba clases en una universidad privada.

Llevaba trabajando yo en comunicación unos diez años, tenía mi propia empresa y colaboraba con otras, así como con entidades del tercer sector (léase organizaciones sin ánimo de lucro) de diverso tipo. Y más cosas, siempre estoy metida en cien cosas, los vagos estamos siempre metidos en más cosas que los trabajadores, lo tengo comprobado. Otra cosa es que las hagamos bien.

Me propuso algo insólito: dar clases en una universidad. Había hecho los cursos de doctorado, la tesina y tenía el DEA (no la tesis, sigue pendiente, ¡ay!) Era todo un reto, por eso quise. Nada como aceptar desafíos para vivir con más ganas.

Me entrevistó luego el decano, un tipo majo que no duró allí ni dos años, y me dijo que adelante. Pasé ese verano preparando clases como una burra. Leí del orden de 20 manuales de la materia o afines, quince de fuera. Consulté con colegas, también con otras persona de fiar, estudiantes incluidos.

Sabía lo que tenía que enseñar porque la materia, una troncal de Ciencias de la Información, era el ámbito de mi trabajo. Al final escribí un manual muy de andar por casa propio, 200 páginas, con sus prácticas y todo. Sé que ha servido para otros profesores que lo han utilizado con y sin mi nombre, me es ya igual. Pasé dos años en esa universidad, tres en otra. Hice otro manual en plan casero porque quise tener otra asignatura. Daba 1 de cada 4 clases en inglés, coordiné dos seminarios. Adapté al castellano otro manual americano, con todos los casos y las entrevistas enfocadas a nuestro país para la editorial Pearson.

Todo para nada.

Bueno, sí: lo pasé genial. Y conocí gente.

Lo pasé estupendamente en clase y mejor en la tutorías, a pesar de los sofocones, un poco peor en cambio en otros sentidos.

No tengo lo que hay que tener para estar en algunos sitios, quizás en demasiados. Tampoco, espero que no suene a chulería, necesito de la universidad ni económicamente ni como carrera, ni como reputación, no me interesa en ninguno de esos sentidos.

Es otra cosa lo que busco y lo que quiero al enseñar a otros.

Carezco además de constancia y de paciencia y de otras muchas cosas que debiera tener, eso también.

Pero en cualquier caso todo ello, malo, bueno o peor, me acaba por dar una libertad enorme y la utilizo.

Cuanta más libertad tienes, más quieres.

El caso es que se me hizo un regalo monumental el día en que empecé a dar clases, aunque en la estructura de la universidad, privada o pública, no pegue ni con cola y tenga que ir en otro plan, no pasa nada.

El hueco se lo hace uno en todo, en la vida, en la profesión. Sin miedo. Lo que no quiere decir que no haya dificultades ni un precio, a veces caro, que se paga siempre.

Es un decir lo del miedo, porque devolví aquel día de septiembre de mi primera clase hasta la primera papilla de un ataque de responsabilidad que me entró, cosa que me sucede todavía cuando me enfrento a algo nuevo.

Sin embargo, cada vez que doy clases me lo paso tan bien, disfruto tanto, que vuelvo a dar gracias por ese regalazo que me hicieron a finales del siglo pasado.

Decidí en el 2006, tras cinco años dando clases en la licenciatura, que no podía con todo. Con la intensidad de trabajo que supone la consultoría junto con las clases en la universidad tal y como se planteaban entonces. Quizás más bien con el nivel de exigencia propia con que yo me las planteaba, es posible. A lo que se sumó muy especialmente mi desesperación al ver que mandan los que nunca plantean problemas y los que yo, posiblemente de modo injusto, juzgo como incompetentes. Una combinación de varios factores es lo más probable.

"No quiero ni puedo hacer coches coreanos, en cadena, a mí me gustan los Rolls Royces, el trabajo artesanal".

Siempre "haciendo amigos" al despedirme de algunos sitios. Tengo la mala costumbre de hacerlos de verdad en los lugares donde no voy a sacar nada. Entre los alumnos, por ejemplo.

15 comentarios:

Modestino dijo...

Toda una historia personal. No tengo más experiencia en la Universidad que mis cinco años de Derecho ... y ya han pasado 29 de ellos. Mi recuerdo se limita a la certeza de no haberlos aprovechado suficientemente. Pero intuiyo que el de la Universidad es un mundo complicado, tendente a la endogamia y a los codazos mutuos.

Y en las privadas, no se .... tiendo a pensar que hay cotos cerrados.

sunsi dijo...

Enseñar es una de las tareas más duras, Aurora. Admiro a los que empiezan y duran hasta el final. A los que, a pesar de todo, siguen pensando que siembra que algo queda. Y de esos queda pocos, por desgracia.

Besos

lolo dijo...

Enseñar y apoyar, dices.
Lo imagino como un placer. Si consigues hacer las dos cosas. De uno en uno, y de cerca.

Así en principio, me corta un tanto, menuda persona importante. Si no te hubiera leído como alguien tan pegado a la tierra, tan cercana, tan cierta...



Yo doy clases también...a los niños de Primera Comunión. Y me gusta, aunque esté siempre incordiando con que hay que cambiar las estructuras, llegar a todos, y adaptarnos a las necesidades reales...a las carencias reales.

Soy la más antigua de las que "enseñan" y ahora que los niños ya no saben ni santiguarse, me parece aún más bonito lo que hacemos y una pena para sus padres...que se lo están perdiendo, y se lo digo, no creas.

Me conecta con una realidad que me gusta y me preocupa, y bueno, es una forma de estar ahí, en el mundo de puertas afuera. Dejé mi trabajo profesional al venir los niños.

Pero sobre todo me llena cuando se acercan y me saludan aquellos que fueron enanos de siete años y se sentaban en la última fila.
Algunos me dan un beso.

Seguiré hasta que me echen por aburrimiento.

Olga Bernad dijo...

El problema es que generalmente tenemos una pasión, una cosa para la que servimos, pero eso no quiere decir que sirvamos también para todo lo que la rodea. Al final, la vocación ("el nombre que le dimos a nuestra dignidad" la llamó Gil de Biedma en un poema) vive en nosotros por encima de las vicisitudes (y de los entrevistadores:-): de una forma u otra, tú te las arreglas para enseñar y para comunicar, que es para lo que sirves. Así será siempre.
Un beso.

Pelapollos dijo...

Hace ya unos veinte años di clase en una universidad privada (eran cuestiones de ingeniería). Como en tu caso, no lo necesitaba ni por dinero ni por proyección profesional.

La verdad es que el nivel y la motivación del alumnado resultaron bastante deficientes, pero siempre tuve la suerte de disfrutar de cuatro o cinco alumnos a los que les veías brillar los ojos según les ibas contando nuevas cosas. Ese brillo compensaba de sobra la cruz de soportar a los que lo único que perseguían era el aprobado copiando o mendicando.

Pelapollos dijo...

Por cierto, como tú, llegué hasta el DEA y ahí me quedé con la "revolución pendiente" de la tesis por delante ... :-(

ana dijo...

El contexto de las cosas a veces no está en consonancia con las cosas mismas. La universidad es una especie de jungla. Un "gueto" para unos pocos a pesar de ser universidad...
... y Olga hoy lo ha descrito muy bien. Servimos siempre para algo, y ahí está. De un modo u otro, lo ejercemos.

Es divertido repasar algunos de nuestros pasos en la vida profesional. Siempre, algo bueno queda.

Saludos.

Sinestesia Gastronómica dijo...

Jajaja, sólo digo " soy un ejemplo de ex alumna y ahora amiga".

Ah, el miércoles vamos a cenar al Rest.Alfredo. Por si te apetece venirte, claro si estás por Madrid.

Besin

sarracena infiel dijo...

A mi me encanta dar clases; supongo que es porque me pagan ¡por escuchar me!

El mundillo de la docencia universitaria es otra cosa; salvo excepciones, que las hay, con una notable concentración de necios con birrete.

Creo que reproduce los peores defectos de nuestra manera de ser.

Claro que al lado de necios y políticos varios, sin alharacas, auténticas joyas.

Son los menos, pero salvan los muebles de los demás.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Te hablan de hacer amigos, y es verdad.

También te han dicho ya lo de historia personal y así es tu Cuaderno. Una puerta abierta.

Un abrazo Aurora.

lolo dijo...

" el nombre que le dimos a nuestra dignidad ", nos dice Olga que dice...

Voy a pensarlo, sigo pensándolo.


Y sí, un repaso por nuestra vida profesional sería divertido. Ilustrador, yo diría.

Máster en nubes dijo...

Lo dicho en el el número 2 de esta entrada hoy, perdonad todos, he estado de viaje y con el ordenador bastante irregular, no sé si podré acabar este comentario ;-)

Modestino, de la universidad yo conozco sólo la privada directamente y por solo 5 años y la pública por haber estudiado allí y por algunos amigos y familiares. Coincido con tus 2 apreciaciones, la verdad, y algo más, pero ya sería largo y hay mucha gente que lo va a decir mucho mejor que yo seguro.

Sunsi, yo también admiro a mucha gente, de colegios, institutos, universidad, etc. Y del mismo modo también creo que por muy diversas razones en todos los lugares puede haber gente que ha tirado la toalla, que no puede más, o que unas veces sí y otras no, y también aprovechados y cara duras. Como en otros lugares.

Lolo, no he entendido bien el inicio de tu comentario pero sí he dado la impresión de darme importancia perdona, porque para nada es así. Sólo la de currarse las cosas y tomárselas quizás demasiado en serio, eso sí. Y desde luego puedo asegurarte que precisamente lo que no me importa es ser "importante", sino hacer cosas que me gusten y en las que creo ;-) Y admiro a las personas que son capaces de eso mismo pero encima son constantes, pacientes y no tiran la toalla. Como tú seguramente.

Olga; efectivamente, al final, en casi todo, uno acaba haciendo lo que quiere verdaderamente, dentro de un orden claro, para lo que servimos.

Pelapollos, no sé quién eres pero sí que eres alguien cercano a mí. Gracias por la foto del otro día, ´muchas gracias. Y por todo lo demás. Me gustaría estar más cerca de las personas, no en distancia geográfica, que también ;-), en la emocional.

Ana, qué te voy a decir a ti de temas vocacionales. Todo queda. Y desde luego que a ti se te nota presencialmednte y virtualmente las 2 vocaciones tuyas, la de cuidar... y la de escribir ;-) No es mala combinación, es envidiable.

Sarracena, dar clases a veces como dice un buen amigo mío es tener una "audiencia cautiva" ;-). Ahí tienen que aguantarte el rollo los pobres ;-) En fin. Y muy de acuerdo en lo que dices.

Raquel, gracias, eres amiga, es cierto. Y estoy para pocos movimientos el resto de esta semana, estoy agotada por dentro y por fuera.

Javier, ha sido una alegría conocerte, mucha. Gracias por tu tiempo y por el café. Y por todo lo demás, eres muy generoso.

Lolo: Olga da en el clavo o yo no sé si además es que tenemos ella y yo afinidades no sé si selectivas, electivas o qué ;-) La dignidad, eso es, la dignidad...

lolo dijo...

Por si volvieras...

Lo de "importante" era una broma, y que no sé callarme ni debajo del agua.

Porque no me digas tú que contar yo lo de mis niños, que no pegaba ni con cola...hay que ser...cotorra.

Me ajuntas, vale?

Máster en nubes dijo...

Lolo, no estoy enfadada con nadie y menos contigo. Solo agotada, pero con otro día más de descanso estaré bien si Dios quiere.

Un abrazo
Aurora

lolo dijo...

Ayyyyyyyyyyyyy! ¡Si estás ahí!

Me acuerdo un montón de tí, como otros, seguro. Y se me ocurren muchísimas cosas que decirte...

La primera es que ni se te ocurra volver a conectarte, que hagas silencio de verdad, que lo estás haciendo fenomenal y que te des una tregua sobre la tregua, un regalo sobre la necesidad, y que estires el descanso y la paz de dentro y de fuera todo lo que quieras, y un poco más.

Que comas bien y caliente, si es en bandeja con mantelito individual, con copa, con vino, despacio...

Yo que sé, taaaaantas cosas se me ocurren que me voy a callar.

Venga, sssshhhhhhhhhhhhhh