Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Durante



Durante la noche pasan cosas, duermas por detrás de Bravo Murillo o te quedes en este barrio. La noche es tan larga, sobre todo en invierno, que tienes que acostumbrarte a ella, a lo que trae.

Lo primero es la oscuridad, pero también esa luz, la de las ciudades, si te quedas al aire libre, en un subterráneo, en un cajero o un portal. A la vez que está oscuro y da tristeza, hay esa luz artificial que no se va hasta que amanece. Si fuera noche cerrada como en el campo sería mejor,  porque no es la luz que hay dentro de una casa, que ilumina pero que la apagas tú cuando quieres, sino la de las farolas o la de algunos letreros, ahí permanente, todo el tiempo. Y no hay quien duerma a veces.

No sólo molesta a los ojos, es que hay un ruido que llegas a oír, el de la electricidad, de las bombillas o yo qué sé, que suena cuando ya quieres silencio, a las cuatro, las cinco, o las seis de la mañana, como un zumbido de fondo de abejas que no para, bizzzzzzzzzzzzzzz. Por eso se rompen las farolas y algunas luces, para poder pegar ojo y acabar con ese sonido. Tampoco me acaban de gustar del todo los cajeros por lo mismo, demasiada luz para dormir. En cambio, Jaime, que está en la calle como nosotros, pero que no pide nunca, es donde prefiere estar por la noche.

Jaime es grande y alto, calvo y de ojos azules, tendrá unos cincuenta años y escribe sin parar. Lleva siempre una mochila donde va guardando todos sus cuadernos de tapas azules con papel blanco y de cuadritos. Durante el día se coloca a la salida de una iglesia o de un supermercado. Lo hace por costumbre y como por compañía, no porque quiera nada, se ofende si le dan. Allí escribe mientras puede, mañana y tarde, luego ya en un cajero donde tiene luz cuando anochece y puede quedarse sin llamar la atención.

Algunas personas les choca el verle escribir sin parar o cuando rechaza el dinero y le preguntan. El cuenta que vive en la calle porque quiere, que no necesita nada y que escribe desde que se marchó de casa. Que no aguantaba a su mujer y que prefirió irse antes de tener un disgusto de los serios. Lo dice así tan tranquilo y sin darle importancia, que impresiona más. A la gente a veces les acaba de parecer bien la decisión de Jaime, eso de que viva en la calle y se dedique a sus cuadernos en vez de armarla. Y asienten como si estuvieran de acuerdo con él ,en cómo él lo razona: mejor irse de casa y escribir, que hacer daño y sin remedio.

2 comentarios:

José Miguel Ridao dijo...

Éste es, sin desmerecer el resto, el que más me ha gustado de la serie hasta ahora. Gente como Jaime da mucho que pensar.

Lo de la luz artificial es terrible, en las ciudades se ha perdido la oscuridad, y en el campo se está en vías de perderla. La oscuridad se ha perdido / en la noche de los tiempos.

Un abrazo.

Máster en nubes dijo...

Gracias, José Miguel.

Jaime es real, hay una parte de cuento pero lo del mendigo escritor es cierto, y lo de sus diarios robados, y lo de que no aceptaba dinero y más cosas que no cuento para no aburrir, sería demasiado. Lo de la luz que les molesta a algunos, también es cierto.

Como dices en el campo también se esta perdiendo, aunque donde yo vivo todavía puedo colocar el telescopio.

Gracias y un abrazo.