Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

lunes, 25 de enero de 2021

Con lo que hay

Recibo el número de "Naves en llamas" sobre la Iglesia Católica que había visto de refilón, pero que se me olvidó encargarlo, me lo recordó F. Leo un poco, pero como me deprimo, me pongo a cocinar, que no me deprime nada, aunque a veces no me salga. La cocina, como los pájaros, es una fuente de alegría constante. 

He hecho un puchero canario que me recomendó Ana y para el que pido ayuda porque veo que hay muchas recetas diferentes (¿calabaza o batata? ¿calabacín? ¿judías verdes? ¿garbanzos o judías?, lo del maíz o piña que dicen en Canarias sí lo tengo claro). Pregunto a una del lugar: "se hace con lo que hay". Bendita cocina tradicional que tanto nos ha alimentado, lo que hay en el huerto, lo que hay en la casa. Vamos a necesitar mucho cocinar con lo que hay. Los problemas vienen cuando se quiere cocinar con lo que no hay. 

También hago unas alubias con puerro e hinojo. Es que veo una receta de crema bretona, que me parece riquísima, y decido que por qué no hacerla sin que sea puré, mantener el puerro y además poner hinojo, que para mí es gloria pura, me encanta su sabor en crudo o cocinado. Me salen  pelín claras, aunque las dejo reposando, así que las tengo que componer o trabar mejor con otro invento, anchoas en lata pasadas por la batidora con un poco de alubias y el caldo. Ya veremos cómo están. 

Hago por primera vez gallina en pepitoria -había hecho pollo, pero no a su madre o hermana- y me acuerdo de la abuela de la gallina de marras porque tardo 2 horas en cazuela de hierro y 7 en crockpot, me tengo que ir a dormir y no puedo estar esperando. Eso sí, luego está de escándalo.  

Escribí hace tiempo un cuento sobre niñas mimadas,  triunfadores que se empeñan en serlo (y lo logran, claro) y esa rara consciencia que algunas personas tienen, un sexto sentido para poder ver a pesar del entusiasmo (del enamoramiento, lo que tú querrías que fuera algo o alguien, es igual, como quieras llamarlo). 

También es verdad que ante lo mismo o los mismos unos ven zeta y otros ven alpha. Y que, cómo me explico un historiador cercano, vemos -o interpretamos- aquello que podemos ver o interpretar, aquello para lo que estamos preparados por experiencias pasadas, por nuestro imaginario, etc.: un marino español veía una sirena donde el del lugar veía un manatí, pongo por caso. El marino no había visto un manatí antes, pero sí le habían hablado de las sirenas, y es posible que viera alguna representación de una sirena, así que asignaba esa categoría a lo que tenía delante, para él era inimaginable un animal como un manatí y, en cambio, las sirenas formaban parte de su mundo, de lo "esperable". 

Estoy con Mary Eberstadt y con las novelas de Salisachs, prolífica como pocas, desde octubre la leo. Hay mucho que admirar de la Salisachs escritora, y no sólo es esa constancia escribiendo, esa dedicación y minuciosidad. 

Deberíamos escuchar más a los mayores. Cuelga un tuitero este vídeo de dos ancianos de un pueblo de Soria de hace años y veo una relación con el otro vídeo que me pasó ayer el líder querido, el documental sobre el libro de Richard Werner que pongo abajo. 

Sí, con lo que hay, no con lo que no hay y nos inventamos. 






miércoles, 20 de enero de 2021

Con admiración

 La constancia. La paciencia. El ser guapa (por favor, ¿por qué no? ya sé que no es mérito "propio", pero ser guapa es estupendo). El ser inteligente (igual que ser guapa: se viene con eso). El saber unir. El saber dar un mandoble a tiempo (también, faltaría menos). Saber hacer croquetas a la primera. Saber escribir una novela. Tener una casa bonita y bien puesta. Poner una mesa bien con 4 perras. Saber entretener a niños con 2 bobadas. Saber concentrarse en medio del caos. Saber de campo. Saber de historia. Conocer muy bien la historia de tu pueblo. Coser bien. Hacer punto bien. Estar en política cuando en tu casa estarías divinamente y tienes un trabajo que te gusta y te ganabas la vida genial antes, has perdido intimidad, tranquilidad, etc. Ser sujeto de toda crítica por ello y de la incomprensión de tantos "buenos" que te dan leccioncitas y levantan la naricita, llevarlo con paciencia o llevarlo, simplemente. 

Ser carlista. Ser coherente. Ser de izquierdas y ser honrado, creértelo, no ser un cara de la vida. Decir la verdad aunque te cueste amigos, trabajo, dinero, prestigio. Decir no 300 veces cuando a tu alrededor, incluso los que quieres, te dicen que cedas, que todo el mundo cede. Ser minucioso, perfeccionista, cuidar las costuras internas de algo aunque nadie lo vea. 

Ser alegre. Reírte de tu sombra. No tomarte jamás en serio o pocas veces. Estar para todos y siempre. Echar una mano sin que te lo pidan, no esperar a que te lo pidan, adelantarse. No querer ser protagonista ni lucirse. Dar cancha al otro, alegrarse de que él pudo lo que tú no pudiste quizás injustamente. No ir de víctima ni de incomprendido. Pedir ayuda para que el otro se sienta que cuenta y porque eres humilde y crees que los demás pueden aportarte siempre. Estar sujetando cimientos sin que nadie lo vea. Pasar muchos apuros económicos sin quejarse. Confiar en Dios cuando todo se desmorona y cuando todo va estupendamente. 

Me paso la vida admirando a gente. 



lunes, 18 de enero de 2021

La mesa celestial

En mi casa se bendecía la mesa, pero la bendición que se ha quedado en mi cabeza, y la que utilizo habitualmente, es la que me enseñaron en el colegio:

Bendice Señor estos alimentos que por tu bondad vamos a tomar

Amen

El rey de la gloria eterna nos haga partícipes de la mesa celestial

Amen

Durante años yo rezaba "la glorieta celestial" sin darme cuenta que era gloria y no glorieta. 

El caso es que doy vueltas a la mesa celestial, al banquete al que estamos llamados y nos espera. Las doy porque cocino todos los días y es algo que me centra, algo que empiezo y acabo. Es una alegría poder acabar algo. 

Las doy también porque creo que en este mundo hay en estos momentos mucho de todo y el ámbito de la cocina y la comida no iba a ser menos: hay blogs, recetas, programas de tele, gourmets, gourmands, cocinillas y cocineros, instagram. En todo hay hoy de todo y mucho siempre, un abigarramiento. 

En paralelo, tenemos bulimia, anorexia, gente que no tiene ni idea de comer y se atiborra de lo que sea y también gente que no tiene qué poner encima de la mesa. Convive lo que llaman food porn -esa etiqueta de fotos de comida, tela etiquetar así- con nuevas ortodoxias exigentes (veganos, vegetarianos, ketos, comida "real", en fin, 200 reglas). Ahora hasta han descubierto el ayuno, en fin. 

Todo vuelve o está, ¿pero cómo vuelve o está? Exasperación y desenfoque, me parece. Necesito orden, yo, que soy el caos permanente. 

Creo ver que detrás de todo esto está Dios y lo que somos, alma y cuerpo, y para lo que estamos hechos aquí y cuando muramos, esa mesa celestial a la que estamos llamados, la gloria eterna (que no glorieta). Resucitará nuestro cuerpo, el mismo cuerpo que alimento, el que me duele. 

Para empezar, hay un anhelo de ser saciados -somos hambre-,  de compartir también -nada hay como que venga a comer gente o ir a mesa puesta a casa de alguien, qué suerte-. 

Leo mucho de esto. Crecen los libros del estante que he dedicado al tema. 

Pienso un poco. 

Desde las hierbas amargas que nos recuerdan nuestra esclavitud en Egipto hasta el cordero sin mancha, la matanza por San Antón (precisamente hoy), Santo Tomás de Aquino -que era gordo según recuerdo por la novela de Louis de Whol, cómo me gusta que fuera un gordo tan gordo doctor de la Iglesia-, el ayuno o la abstinencia, la cocina de los monasterios, la de la lumbre en cualquier casa modesta, la manzana aquella, el "vosotros sois la sal de la tierra", el milagro de los panes y los peces. 

Tengo que leer más de la teología del cuerpo. Estoy dando vueltas, rumiando como una vaca. 

 






domingo, 17 de enero de 2021

Lectura furtiva de "Feria"

Todo el mundo es importante y cada uno es de su padre y de su madre, aparte de las diferencias de, por ejemplo, edad, educación, experiencia vital, gustos, manías, intereses, etc. Como creo en esto de verdad, me parece que es maravilloso que existan tonos diferentes al escribir. Porque más que lo que se cuenta, del argumento o argumentos -sea ficción y desde luego no ficción- el tono es la clave para llegar con lo que se cuenta. 

El tono lo es todo escribiendo. 

Bendito sea Dios por el mandoble de una o la amabilidad de otro. Todo es bueno. 

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Hago una lectura furtiva de Feria de Ana Iris Simón. Llamo lecturas furtivas -que tengo algunas- a aquellas en las que no es un libro comprado, sino que lo leo en la biblioteca a trozos (sin sacar el ejemplar, lo hacía hace tiempo porque me gusta estar en la biblioteca, voy, cojo un libro y leo allí). También esas otras en las que es un libro que regalo luego (y leo yo antes rápidamente) como éste. 

Lo siento, he comprado dos ejemplares y ninguno era para mí. No me daba el presupuesto, así que lectura furtiva de Feria (a toda mecha, tuve un día solo, pero también un viaje y aproveché el tiempo).

Me encanta el libro, me apasiona, es muy verdad, es auténtico. Y lo es -creo- porque no "pretende" nada, y menos embelesarse con qué bien escribo, cuánto sé de esto, o ir de víctima, o decir mira qué escena erótica estoy escribiendo, o hacer un ajuste de cuentas, cosas últimamente muy petardas (y comunes) de la literatura digamos que contemporánea o del momento. 

Ya, cierto. Con todo eso habrá veces que se llegan a escribir cosas buenas, pero yo creo que pocas, francamente. 

Ana Iris Simón ha escrito desde una sencillez que hoy diría que es rara para el panorama de pretenciosos y postureos que es la literatura (la literatura es un reflejo de lo que somos, o sea). 

Resuena lo que leo en mí, nacida en 1961, podría ser su madre. Y no es que resuene: me emociona. Me río también. Me río mucho. Y pienso en mi infancia totalmente diferente, pero tan igual en cierta manera. En mis padres. En mis abuelos. En mis hermanos. En las casas en las que hemos vivido y en los barrios donde estaban. También en los veranos. 

Parece que esto que escribo sobre Feria contradice el primer párrafo y ese "hay tonos diferentes para personas diferentes", etc. Pero no lo hace. Porque quizás la sencillez es el tono que llega siempre. A todos. O a muchos al menos. A una gran mayoría de personas. 

Así que, aunque no lo hice intencionadamente (compré el libro para regalos porque me lo recomendó EGM, pero no lo había leído yo antes, hay personas de las que me fío a muerte), esto supone un experimento "de rebote": un ejemplar va a un familiar de menos de 30 que trabaja en marketing digital -una moderna, vamos a llamarla así a la pobre, se va a reír cuando se lo cuente-  y el otro a la persona que viene a casa a limpiar, de mi edad, lleva trabajando desde los 12 años, la persona más buena que yo conozco, muy lectora, por cierto. Ya contaré qué les ha parecido. Estoy segura de que les va a entusiasmar a ambas. Que va a resonar también en ellas. Una ya me ha llamado emocionada (la otra tiene el regalo pendiente). 

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Me compro -porque una fuga de agua y 5 viajes a Valladolid y sus respectivos fontaneros, administrador, vecinos, geófonos, etc, lo merecen y no he tenido Reyes por no vernos, snif- el libro de Julia Child sobre cocina francesa y el de Nestor Lujan sobre gastronomía. 

A veces pienso que soy muy feliz. Pero tengo mucho trabajo pendiente, así que lo soy menos. 

Pereza y agobio se entremezclan. 





lunes, 4 de enero de 2021

El huevo de más

 Vuelvo a hacer algo que se me resiste, unos años me sale perfecto y luego, de nuevo, mal. Esta vez "además", despistada, pongo un huevo de más (que era para pintarlo, no para la masa), así que estoy venga a amasar a mano y no acaba aquello de quedar como debe, está demasiado húmedo, pringoso. Como me extraño, vuelvo a repasar la receta. Y caigo. Puedo tirar la masa o aprovecharla. Decido que no están los tiempos como para tirar nada. Y ahí me quedo mirando tras la puerta del horno a ver qué pasa. El roscón sale casi sin centro, pero de sabor está bueno. Esta es mi vida cocinera y no cocinera, un continuo hacer y volver a hacer y que las cosas salgan o no salgan.

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Luchar contra lo mismo que te hace alcanzar el "éxito" -sea lo que sea esto- o te hace buena o pasable en algo. Porque es lo mismo que, si no lo dominas, si te pasas, si te apoyas en ello demasiado, te acaba por pasar peaje. La rapidez que hace que en 10 minutos soluciones algo puede acabar siendo precipitación o un modo de posponer con pereza sabiendo que al final sacas el trabajo. Y escribiendo es igual. ¿Cuál es mi mejor virtud o mi talento? Pues eso mismo, si tiras de ello demasiado, puede acabar por esclavizarte. 

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Sólo dos propósitos en este año: poder dormir, recuperar el sueño, sin el cual no soy nada. Dormir bien, dormir sin adjetivos diría, dormir, es el punto de partida. El otro es estar de verdad donde estoy.  

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Curt Jurgens de Miguel Strogoff en una película de los 50. Unos uniformes preciosos, unas batallas donde, según Gonzalo, no luchan los extras como debieran, van como sin ganas. Pero ay ese movimiento de masas, tantos caballos, todo sin apoyo electrónico, de verdad. 

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Hago 3 kilos de granola para regalos, me paso toda una tarde. Cuando llegue la factura de la luz me voy a caer de espaldas. Hago costillas de cerdo en el crokpot, siempre hay que: a) Dejarlas marinadas tiempo antes; y  b)Dorarlas bien, tostarlas, antes de meterlas en el aparato.