Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 8 de septiembre de 2009

Con


Con tiempo una puede llegar a saber quién dará y cuándo, aunque hay sorpresas a veces. Lo mejor es tener gente habitual, que la conoce a una. No siempre dan los mismos, es verdad, y hay gente que si hoy da a uno, mañana dará a otro. Pero lo normal es que quien da, dé con cierta frecuencia y a varios. Y quien no da, no dé nunca ni a nadie.


Luego hay quienes te piden un pequeño servicio. Vigilar a la perra atada a la puerta, por ejemplo. Yo me quedo con una negra, peluda y muy buena. Con perro además parece que te dan más, a veces no saben si esa perra es mía o de la dueña. Muchos de nosotros tenemos perro por eso, pero además porque acompañan mucho y, como duermen tanto, no se aburren de las horas a la espera, cuando tienen que estar quietos y sin molestar.

Mario, el Cantinflas, me enseñó ese ofrecerme para pequeños favores que hacen que algunos se sientan mejor al darnos unas monedas, que mueven a otros a hacerlo a cambio de algo que necesitan: ayudar a bajar el carrito de la compra o unas bolsas, a subir a una señora que va en silla de ruedas, o guardar un paquete hasta que salgan. De vez en cuando pregunto si necesitan ayuda en casa, por si saliera algo, pero sé que es difícil que quienes me ven así en la calle me cojan como interna, no se hacen idea.

A veces han intentado buscarme otro tipo de trabajo, pero yo hago también cuentas y sé que con lo que me pagarían, sin casa y sola, estaría casi igual que pidiendo en la calle y con menos libertad. Al final, lo comido por lo servido, no vale la pena. Se me pasó ya la vergüenza esa del principio. O encuentras trabajo pronto al empezar en esto, o luego ya es difícil por todo. No sólo es que no te lo den, es que te acostumbras, te acomodas o resignas. Llega un momento que ya realmente ni esperas ni tampoco buscas de verdad, estás cansada, hecha a esto.

4 comentarios:

Fcº Javier Barbadillo Salgado dijo...

A poco que tengamos, siempre hay de sobra. Una moneda transferida de nuestro bolsillo a una mano desconocida puede ser la demostración palpable de que, con menos, se puede vivir. Podemos nosotros y, claro está, pueden ellos.

Lo que es imposible es que este mundo se sostenga sin solidaridad. Grande o pequeña, una ayuda es siempre una ayuda. Y, a quien ayuda...se le disipan las dudas. De eso, no me cabe la menor.

Un abrazo

Capitán dijo...

Es duro pensar en la imposibilidad de cambio, en el acomodo. Y lo que es peor, pensamos que sólo les ocurre a otros.

La serie es magnífica.

Un saludo

Máster en nubes dijo...

El refrán me ha encantado, Javier. "A quien ayuda, se le disipan las dudas"... algunas y otras nacen de la ayuda también. Un abrazo.

Capitán, oye, es que me lees el pensamiento, qué curioso. El acomodarse pasa con todo, en muchas ocasiones ¿verdad?. Me alegro de que te guste la serie, me cuesta un poco ¿sabes?

sunsi dijo...

"Con" mucho primor. Bordado y libre de laísmos...

Es una pena creer que no hay regreso. Pero es verdad. El pozo es tan profundo y tan oscuro que no hay cuerda que sirva para subir de nuevo.

Una pena pensar que habitamos en el mismo planeta que ellos...

Besos.