Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 16 de enero de 2024

Ventajas de tener un elefante en casa

 


Siempre que me preguntan por mi animal favorito yo contesto que es el elefante. Y que, si yo pudiera, tendría un elefante. Esto le hace mucha gracia a la gente que, como mucho, tiene un perro o tiene un gato, o incluso un canario, un conejito, una tortuga o un hámster, pero que no se le ha ocurrido en la vida que el mejor animal de compañía es un elefante. 

Por eso voy a explicarlo. Voy a hablar de sus ventajas, o sea, de todo lo bueno de tener un elefante.

Primera ventaja: la evidente, salta a la vista, el tamaño. Un elefante siempre es de grande a muy grande, así que no se te puede perder nunca porque ya sería raro que se te despistara un elefante por el pueblo o el barrio, siempre lo vería alguien. 

Olvídate así de esos problemas que tienen los dueños de otros animales y esos cartelitos desesperados que ponen a veces por la calle: “Fuffy perdido, se recompensará, llamen al teléfono…” y la foto de Fuffy, sea perro o gato, al lado, como si fuera un delincuente de película del Oeste. 

Cuánto drama con las mascotas perdidas, madre, cuántas lágrimas...  

Pues bien, con un elefante esto no puede pasarte. Te evitas el disgusto de que se te pierda, también la pesadez de buscar la foto de frente y de perfil de tu mascota, para que se vea bien en los carteles, de hacer las fotocopias e ir pegándolas por las farolas o los árboles del barrio, el dinero de la recompensa, etc., etc., etc.  Porque no se te va a perder en la vida un elefante, sencillamente: o sea, menos preocupación y un ahorro importante.

Segunda ventaja: la trompa. Las personas nos hemos acostumbrado a dos piernas y dos brazos y ya. Que no digo que esté mal, que son muy convenientes las cuatro extremidades. Sólo digo que la trompa del elefante tiene diversas utilidades y que nos puede valer a los humanos.

Sirve, por ejemplo, para que él se duche o tú ducharte. Porque el elefante coge el agua con esa trompa grande y tú te pones debajo mientras el agua cae... ¡qué gozada! Yo esto lo he visto en alguna película, creo, y me ha encantado. Con un elefante tienes siempre una ducha portátil.

“Es la hora de la ducha” dice tu madre o tu padre… pues tú te vas al patio, a la terraza o al jardín y allí el elefante te ducha en un pis-pas y no tienes que andarte peleando con tu hermano o hermana que si te duchas tú, que si me ducho yo, que si me tocaba a mí, que si es que tú tardas demasiado. Nunca habrá peleas por la ducha con un elefante en casa. Y es mucho más divertido que ducharse en el cuarto de baño.

Tercera ventaja: la memoria. El elefante, que lo he leído, tiene una memoria prodigiosa y recuerda todo. Claro está que es complicado llevarte el elefante al examen de lengua o matemáticas y que te sople la solución, pero puede enseñarte sus trucos para memorizar, que estoy segura que puede compartirlos si le tratas bien y eres amable.

Pero, además, a mí, que se me olvida a menudo que tengo que hacerme la cama cada mañana o ponerme a hacer lo que tengo que hacer antes de que se haga tarde, que siempre voy renqueando, un elefante me vendría genial como secretario: seguro que así no se me olvidaba nada, tendría a mi elefante siempre recordándomelo. "Aurora, que son las cuatro y no te has puesto a...". "Aurora, que hoy es jueves y la fecha límite de entregar esto es... mañana." 

Cuarta ventaja: las orejotas grandes. ¿Para qué pueden servir esas dos orejas enormes? Atención al verano: con esas orejas se acabó la necesidad de aire acondicionado. Te colocas al lado del elefante y le pides, por favor - siempre hay que tratar al elefante con una gran educación y mucho cariño, son seres extremadamente delicados- que te abanique un rato. Y en diez minutos el aire está circulando y tú notas el fresquito.

Se me ocurren muchísimas más ventajas de tener un elefante, pero solo voy a enumerar dos más:

1.               Transporte “sostenible”, que dicen ahora, y por “tracción animal” (tracción animal = ir en cualquier medio de transporte que no implique una máquina, sino un animal, como es el caso y como seguramente se desplazaban nuestros tatarabuelos) y, encima, no contaminante. Olvídate de la bici; tú imagínate llegar al cole montado en el elefante o ir a ver a los abuelos en elefante: impresionante, todos se quedarían mirando. 

2.               No habrá quien se meta contigo porque un elefante impone. No hay que ser NUNCA el abusón de clase, pero tampoco hay que permitir NUNCA que seáis tú u otros la víctima: un elefante ayuda a que te respeten a ti y a los demás, es “disuasorio” -disuadir es convencer de no hacer algo a alguien-. Si hay algún chulito o chulita en el cole o en el barrio un elefante puede ser clave para evitar que se metan contigo o con otros. “Eh, que yo tengo un elefante…” y se callan. Fíjate lo que te digo: no hará falta ni decirlo, lo sabrán.

No quiero aburrirte ni insistir en lo que creo que queda ya claro.

Quizás ahora me digas…

Perooooooooo…

¿Cómo se mete un elefante en casa?

¡Que es un animal grandísimo, como tú has dicho!

¡Que además caga unas plastas enormes y asquerosas, que lo he visto en el zoo!

¡Que come una barbaridad y bebe aún más!

¡Que vivimos en pisos pequeños o, en todo caso, en casas donde no cabe de ninguna manera un elefante!

Ehhh… que todo eso ya lo sé yo. Y, sobre todo, tú también lo sabes.

Pero es que aquí yo sólo quería contarte las ventajas de tener un elefante, esas en las que quizás nadie ha caído antes, y que son indudables, como ha quedado demostrado. Para los inconvenientes (inconvenientes son las “cosas malas”, las “dificultades”) hay ya mucha gente que puede escribir libros enteros o dar conferencias larguísimas… Hay estantes llenos de libros sobre “por qué no tener un elefante en casa” y profesores muy serios hablando sobre el tema, departamentos de universidad dedicados enteramente a este tema...

A lo mejor hay que pensar sobre las ventajas no sólo de un elefante, sino, no sé…  ¿de tener un cocodrilo en casa?, ¿un león?, ¿una jirafa?, ¿una mariposa?, ¿una tarántula?... 

¿Y de tener una casa en el fondo del mar?, ¿y si viviéramos en los árboles, como los monos? ¿y si voláramos, unos bajo y otros alto?

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NOTA:

Este cuento es un ejercicio para la asignatura de Literatura infantil y juvenil que estoy cursando. Es lo que se llama "cuento" nonsense (tontería).  Está escrito para ser contado oralmente a niños de 6-7 años, mejor representándolo (y tengo que encargar a alguien una "marioneta" de un elefante, si alguien sabe de alguien que la pueda hacer, que me lo diga, que se la encargo). 

La vida está llena de "elefantes", animales a los que admiramos pero que nos parecen “poco prácticos” (esto lo diría un adulto, una madre). 

Los niños tienen la capacidad de ver el mundo no “sólo” en sus inconvenientes -que los adultos tenemos siempre presentes- sino en esa parte i-lógica y genial del que no tiene que lidiar con la realidad de frente y de modo constante. Pueden hacer un fantástico a-parte. 

Y esto es ese relato: un a-parte juguetón donde el pacto con el lector infantil es evidente, no son tontos los niños (de ahí el final, por si se creen que la autora los trata como tales, nada más lejano). Ya saben ellos los inconvenientes, pero quieren (necesitan) jugar. A mí me encanta el juego, por cierto. 

Brindo por los elefantes en casa. ¿Quién no tiene un elefante en su vida, en su casa?

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