Pronto acabé por descubrir que Juan era también otro tipo de
caprichoso y que compartía con algunos de aquellos “tontos globales” de Mara
ciertos modos. No tenía todavía mucho dinero, estaba devolviendo el préstamo
del máster a duras penas. Tampoco contaba con un padre al que acudir para pedir
dinero o solucionar problemas. Ambas circunstancias le hacían diferente, un
hombre frente a tanto niñato, también más ambicioso por conseguir lo que otros
tenían de nacimiento.
Era así Juan un caprichoso en cierto sentido maduro, adulto,
acostumbrado a hacer su voluntad porque la había entrenado a conciencia y nada
se le había regalado. Pero la seguridad que esgrimía hacía aguas en cuanto no
conseguía lo que quería o se le llevaba la contraria. Ese ansia por no se sabía
bien qué, nunca contento por dentro, inquieto pensando en la siguiente jugada,
acababa por hacerle imposible para quienes le queríamos. No, desde luego, para
los que veían en él alguien perfecto de quien aprovecharse, con quien crecer a su
sombra, tan fácil era engañarle si le bailabas el agua. Esos permanecían bien
cerca como parásitos mientras él no se daba ni cuenta. En cambio, nos
reprochaba nuestra supuesta falta de apoyo al resto, se distanciaba y al cabo del tiempo nos alejaba .
Yo supe todo esto relativamente rápido, a los pocos meses de
vivir juntos. De mi abuela Marta heredé esa rara consciencia de ver pronto a los
hombres, aun estando todavía enamorada, queriéndoles. Es una bendición que me
evita males en el largo plazo, pero también una maldición que me impide ese
ciego amor que tantos años de felicidad puede llegar a proporcionarnos si
continuamos en el resplandor del enamoramiento.
"Juan, no te puedes poner así conmigo",
"Juan, creo que no tienes razón en eso", "La vida no es justa,
Juan, no es cuestión sólo de esfuerzo o mérito, simplemente las cosas no
siempre son como querríamos tú o yo”, “No todo lo podemos tener cuando lo
deseamos, Juan”…
Desde que empecé a ver cómo era, apagada la fascinación
inicial que sentí por él hasta que rompimos, pasaron unos pocos meses. Fue algo
lento y sin grandes roces, una deriva indolora y suave. Durante ese tiempo él
también descubrió cosas en mí que no me gustaban nada, pero que estaban.
Algunas quedan todavía. En otras él me hizo cambiar porque yo era entonces más dócil por dentro
y por fuera.
"No es timidez lo tuyo, es que eres demasiado orgullosa
para fracasar, eso es lo que te pasa, Laura...", "Te faltan ganas o
verdadera necesidad, por eso no tienes ambición, no te empeñas”, “Has nacido
con muchas cosas y gratis, te basta así con ir tirando de lo que tienes, de lo
que se te ha dado...", "Eres una vaga en el fondo a la que le es
fácil juzgar a los demás que luchan porque tienen menos”, “Tú te bastas a ti
sola, ¿sabes?, serás siempre una niña rica, Laura, por eso desprecias a los que
se afanan tanto como yo…" ,
"Dices que no quieres hacer daño a nadie,
pero es cobardía. Es a ti a quien no quieres que le hagan daño, no te engañes,
es más cómodo siempre estar dos pasos atrás como tú estás..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario