Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

lunes, 20 de abril de 2020

Ni campamento ni nada (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 1)



Esta niña tiene una neumonía, no está ni para campamento ni nada.

Así ha empezado este verano de 2010, con la peor noticia que una puede imaginarse casi después de que se mueran tus padres.

Había acabado el colegio el jueves y yo seguía tosiendo, acatarrada y muy cansada. Las notas bien, como todos los años, aunque mi padre siempre pone peros y dice que soy un poco vaga. Como este curso estaba jugando en el equipo de balonmano y hemos quedado subcampeonas, por eso pensó mamá que lo que me pasaba era que se me habían juntado los estudios con el deporte, que había tenido demasiado. Pero no era eso, tenía algo diferente a un catarro mal curado y cansancio.

Me llamo Elvira y tengo casi doce años. Estoy escribiendo porque ahora solo puedo hacer eso y leer, tengo que quedarme en la cama. No me he ido a Estados Unidos al final. Es posible que no vayamos a Mallorca como todos los veranos si no me pongo bien antes. No puedo bañarme en la piscina de abajo, no puedo salir, solo descansar, comer mucho y leer o escribir “sin fatigarse” dijo el doctor Ramón, que es amigo de papá y el que nos ve a mí y a mi hermano.

— Esta niña además está demasiado flaca ¿cómo no me la habéis traído antes?...

Mamá miró al doctor con esa cara de culpabilidad que tan bien le sale.

Ramón, la niña ya sabes que es delgada como su padre, no sé, no le dimos más importancia, ha comido como una lima hasta hace bien poco. Sólo está desganada desde hace unas semanas, eso es lo que más nos ha preocupado…

Placas, análisis y no sé qué más. Nos pasamos toda la mañana en el hospital donde papá trabaja, aunque él sólo apareció al final y habló con su amigo aparte.

Mamá desesperada, con un viaje a Grecia que tenía con la universidad, papá dijo que él desde luego no podía quedarse todo el día en casa, que tenía la consulta tanto la de la mañana como la de la tarde hasta los topes. Tesa, nuestra cuidadora, se iba de vacaciones a ver a su familia a Ecuador porque en teoría Jaime y yo no íbamos a estar. Yo me iba a Hartforden (Connecticut) cinco semanas, y él a un campamento en Soria catorce días, que es donde se ha ido tan contento. Sólo quedaba tía Marta en Madrid a mano. Así que papá llamó a su hermana y le explicó todo, y luego le pidió el favor, le oí como puso la voz esa de pedir que le sale genial.

Marta, te necesitamos, ¿podrías tú quedarte al menos con Elvira las dos semanas que Ana va a estar fuera?

Así que vino tía Marta a casa. Se instaló en el cuarto de los invitados donde estuvo hace años y aquí estamos ahora las dos, ella, que es mi madrina, y yo, su ahijada y su sobrina favorita por otra parte, lo cual no es mucho, porque sólo estamos mi hermano, pero algo es algo. Apareció sin su gato, afortunadamente, Chesire se quedó en su casa seguramente protestando.

— Lo que nos falta es un gato en esta casa.

Papá se lo puso claro, no le gustan nada los animales. A mí sí me gustan los perros, pero nada los gatos, me dan mucho asco. Así que vino tía Marta un día antes de que mamá se marchara. Llegó con un traje de esos de flores que le gustan tanto, el pelo recogido por el calor que hace en Madrid con un pasador de cobre muy moderno, las sandalias de colores y las uñas de los pies pintadas, señal de que está enamorada, según dice mi padre. Y debe de tener razón, porque desde que llegó mira el móvil a cada rato, o sea, que seguro que está pendiente de alguien.

Yo estaba empezando a aburrirme el segundo día en la cama a pesar de que tía Marta me hace mucho caso y me cocina cosas que me gustan, cuando hoy por sorpresa ha venido la señorita Julia, que es la mejor profesora del colegio, o al menos la que a mí me gusta más. Se enteró por tía Marta de que estaba mala y antes de irse de vacaciones me hizo una visita y me trajo un cuaderno grande, nuevo, hojas crema y tapas rojas.

La señorita Julia nos lee en voz alta en el colegio, dice que es muy bueno y no sólo para los niños pequeños. Así nos ha leído a Ana María Matute, a Sánchez Ferlosio y a otros muchos autores españoles de cuentos y relatos. Después de leer ella en voz alta se hace un silencio en la clase que nadie nos atrevemos a romper, tan metidos estamos en lo que ella ha contado. Bueno, lo que ella nos ha contado que cuenta el que escribe, claro. No sólo es que son buenas historias, es la entonación que pone y lo que disfruta la señorita Julia con cada frase y con cada palabra.

He pensado que podías escribir algo mientras estás en la cama en vez de tanto estar pendiente de esas bobadas de las redes sociales… Y a mano, que es otra cosa, nada de ordenador, escribir como se escribía antes, a mano, luego ya lo pasas al ordenador.

2 comentarios:

El alegre "opinador" dijo...

Qué relato más hermoso... ¿No se acabará aquí no? ¿Tendrá más partes, no?
Besos.

Máster en nubes dijo...

Tiene más partes, gracias, a ver si sale, primero a mano, luego a máquina... como Elvira.