miércoles, 29 de diciembre de 2010

Cada amanecer es un milagro



Plenas Navidades, recuperar el sueño natural, volver a dormir sin nada, esto es, a soñar como antes soñaba, es para dar gracias. Veo amanecer hoy y se me saltan las lágrimas, y eso que no estoy en el campo. Solo diviso el sol detrás del jardín del Olivar del Castillejo. Con él unas pequeñas nubes blancas que desaparecen al poco rato. La ciudad está hoy menos ruidosa aunque en Madrid hay demasiado ruido siempre. Desayuno un café rápido porque viene luego C. y lo haremos con calma.

Día de los inocentes ayer, caí en una pequeña inocentada. Me hizo gracia. Quizás soy inocente en algún sentido, más bien ingenua todo el tiempo y especialmente a ratos. Quisiera tener la piel fina, sea la de niña o la de anciana. Necesito una piel más fina para vivir y escribir. Tendré que buscar la hidratante adecuada, rosa mosqueta, aceite de jojoba o argán, vitamina C, mejor de herbolario. El principio activo es lo que cuenta, su concentración, me lo dijo una farmaceútica hace años. Pagamos a veces cifras exorbitantes por cosmética cuyo principio activo está en más alto porcentaje en otra crema sin marca, desconocida, y mucho más barata.

Recuerdo los atardeceres en el Boalo, la Maliciosa azul y fría, esa oscuridad de la noche sin farolas. La echo de menos. También al silencio, a la soledad, todo eso acrecentado o quizás solo sin amortiguación, como es a veces en el campo, a pelo, sin nada, o con mucha menos parafernalia. Como el sueño natural que viene o no viene, es corto o largo y, como es, debería bastarme.

La luz artificial tiene muchas ventajas, nos vemos y podemos seguir trabajando. A la vez hay algo que es extraño, lo dice la palabra: artificial. Compré ayer bombillas de bajo consumo, son caras, pero más cara va a ser la subida de la luz. Tengo que ser pragmática. Sigo preparando clases. "High Maintenance" está ya colgado aquí para quien le interese leer el relato de 5 cócteles con tequila y 2 coñacs solos, a palo. Desde aquí agradezco al Ayuntamiento de Coslada, a Beatriz, de la biblioteca, muy especialmente, y a la Asociación la Bufanda, su amabilidad, su acogida y, por supuesto, el accésit.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Las grullas, pues (Gracias)



Noche cerrada, conduzco de Báguena a Madrid de vuelta. Fui a ver a mi amiga Olga y, de paso, a las grullas de Gallocanta. Me vuelvo con miel y jabón que me regalan sus padres y Yin, un libro de Antología de poetas de Aragón donde ella está incluida, otra de las alegrías de este año que acaba.

“Come, come”, insistía su madre. Qué gusto tener una madre que te dice que comas.

Vi a las almendras primero colgando en los árboles, ya desnudas de hojas las ramas, y luego recogidas, extendidas en el suelo, en el piso más alto de la casa. Y las cajas de las abejas, los bastidores de madera, los aparatos de acero inoxidable, todo impecable en los corrales. "Vd. está entretenido aquí, ¿eh?". "Sí, siempre hay algo que hacer" me respondió su padre.

Se estaba muy bien, calorcito alrededor de la mesa, sin poder acabar casi. Y Viggo Mortensen en la tele porque, más allá de los programadores de la Sexta, Dios es grande y sabe cómo alegrarme la vida, además de con un buen día en el campo, que ya es bastante.

Olimpia en el corral primero, luego la dejamos dentro. Le dieron de comer -hasta a escondidas, menudos son- cosas ricas de las que conmigo no cata, huesos de chuletas de cordero asado. Cómo no le va a gustar ir de viaje. La gata desapareció y mi perra a sus anchas poniendo cara de "pobre, mi ama no me alimenta, dadme algo… ustedes, vosotros, que soy una perra adoptada, que paso hambre… " Esta perra tiene más cara que espalda.

Un día espléndido de sol de invierno y frío, encinas desperdigadas, chopos de vez en cuando, cerros a manchones de verde seco, y la tierra de parda a muy roja, abierta en los sembrados, a la espera.

Me pasé no tres pueblos, sino veinticuatro. Tuve que volver hacia atrás. Lo hice en paralelo al ferrocarril, por la NII y junto al río Jalón. Fui por pueblos que no conocía, Somaén, Jubera y Lodares, ni un alma en la calle. Luego ya cogí bien la desviación, Alcolea del Pinar y después Molina de Aragón, más piedra y adobe donde a una le gustaría pararse. Llegué tardísimo a Gallocanta. Y les había hecho madrugar, en fin, una prueba muy importante de amistad, gracias.

Nos acercamos a ver a las grullas, pero poco rato, nos esperaban. Las vimos con los prismáticos. Ahí estaban, elegantes y largas, en esa laguna que es un espejo plateado donde andan con sus patas delgadas y meten el pico en el barro para alimentarse. Luego seguí a mis amigos por un camino de tierra casi, de Gallocanta a Báguena por Berrueco y Tornos. Más abajo quedaba Tornos de los Sisones, así que también debe de haber sisones por aquí, otro pájaro que creo que es familia de las avutardas.

Daba gloria sentir esas soledades, el agua corriendo o helada en los huecos, en las sombras, campo, campo y más campo. Al entrar en Báguena nos paramos en el antiguo lavadero y en el puente romano, luego A. me señala una casa con artesonado en el tejado, precioso. Qué frío se pasaba antes, a pelo casi lo sufrieron nuestro abuelos, un frío casi atávico. Hablamos por la tarde en el bar de la crisis y el paro. Quizás tengamos que volver a vivir como antaño en los pueblos si en las ciudades no hay trabajo. Pero ya no será igual, ahora hay muchas más comodidades, no todo es a fuerza y tira pa'lante.

Me vuelvo a Madrid a pesar de la noche cerrada con el corazón calentito, me lo han cuidado.

Así que gracias, pues, Olga y familia, muchísimas gracias.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Sin pie del árbol, a pequeños pasos

Hubo inundación en el sótano de la casa de mi madre esta primavera. Los trasteros se abrieron, nos sacaron las cosas y luego las pusieron en los lugares equivocados. He perdido el pie del árbol de Navidad. Compré hace ya más de diez años un abeto artificial para evitar el trasiego y el gasto de comprar uno vivo cada temporada. Ahora no sé qué hacer, cómo sostener el árbol. Esta tumbado, vencido, en el suelo. Fui a un chino a ver si vendían pies sueltos de abetos artificiales, a Casla, al Corte Inglés, y nada, no hubo manera. Llegó mi hermano J. y se lo dije, preocupada. Me contestó, "tranquila, sobreviviremos sin árbol, sin el pie". Da gusto poder apoyarse en los hermanos.

El Belén tiene a San José con el brazo pegado. Debió de romperse al guardarlo en enero de este año y Josianne lo pegó sin decir nada. Al niño le hice una mantita de lana a punto de arroz para taparle. Ponemos el Nacimiento en la terraza y, aunque está cubierta, daba frío verle. Mucha vela, un farol y flores blancas, una tela adamascada amarilla preciosa, pero a mí me gustan esos belenes populares con ríos, peces, pastores, cabañas y hasta señores que cagan o una mujer con pavos. Lo tendré uno de estos años.

Por sorpresa, no sabía nada, me enteré por google que "Fernanda, las magnolias y el Rey Mago", la selección de 50 entradas de este blog publicada por Ediciones Siltolá, está en ebook en versión electrónica. Lo ha colgado la editorial, no ha sido un pirata. Por si interesa a alguien, aquí puede descargarse, está a un precio muy razonable.

Por mi parte, y con el beneplácito de Coslada, colgaré aquí o en una plataforma adecuada "High Maintenance", el relato corto que fue accesit del concurso del ayuntamiento. Será gratuito bajárselo, eso lo tengo claro: han editado el libro con todos los que fuimos premiados, pero no lo van a vender, sino a distribuirlo por bibliotecas y sitios similares. Así que, lo cuelgo en breve por si acaso alguien lo quiere leer.

"High Maintenance" trata sobre un mexicano que trabaja en las Vegas en un hotel y casino en el que va progresando. Cuenta el alto mantenimiento que llevan esos lugares, donde, si falla algo, hay que arreglarlo para que esté todo impecable, sin una mota, sin una mancha. Salen algunas mujeres de esas que son muy caras, que gastan mucho y necesitan que los hombres se gasten en ellas todo el rato -"high maintenance ladies" les llaman-. También va sobre el tiempo, el esfuerzo y la atención constante que lleva tener hijos, mujer o marido, una familia, vaya. David C. (Reyvindiko) y Reyes O. (Mirna) me inspiraron este relato y a ellos, y a sus hijos, aunque no sean mexicanos sino malagueños, está dedicado con admiración y cariño, son geniales.

En fin, "High Maintenance" es un cuento de 26 páginas en 5 cócteles con tequila (Mexican Mule, Margarita, Cosmpolitan, Bullshot, Tequila Sunrise) y, en medio, dos coñacs solos que el jefe del casino bebe a palo seco, sin mezclarse con nada ni con nadie.

Así que sin pie pero con pequeños pasos sigo en esto de escribir.

Estoy acabando "Abuelitas Malditas" estas Navidades. Lo tengo a huevo. Es cierto que ya no está mi madre, pero a los ancianos, como a los pobres, de alguna manera siempre los tendremos a nuestro lado. Así que es fácil escribir sobre viejos que querrían ser acratas.

Felices Navidades a todos.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Villancico de la menopáusica



Llego al portal buscando más que nada el fresco. Jesús, ¡qué calor tengo!, ¿por qué me puse cuello vuelto?

Me río con los pastores. Lloro con San José. Y acabo discutiendo con los reyes en plena Nochebuena.

Le pregunto a María que si ella pasó por esto, (14 + 33, hago cuentas).

El niño Jesús mientras tanto se divierte con mis vaivenes.

Arriba y abajo. Aserrín, aserrán. Ea, ea, ea. Como si te meciera por dentro. Tú siempre en mi cuna. Y que todo lo demás se mueva.

martes, 21 de diciembre de 2010

A la luz de diciembre (esperando a Dios y al fontanero)

Subo a la sierra, son las cinco pasadas. Conduzco con el sol de diciembre en los ojos y la perra detrás que duerme. Encinas y pinos, chopos un poco más lejos. J. y S. me esperan en Parquelagos. Me he quedado mirando la luz de diciembre, envuelta en ella, solo unas nubes muy pequeñas como borregos. Como es habitual, me pierdo al entrar en la urbanización y casi me la doy por no estar atenta. Bueno, sería una muerte poética.

Me acuerdo de la pregunta en broma que le hacía a mi madre cuando salíamos. “Mamá, ¿qué prefieres, cultura o naturaleza?” Tocaba así museo o, cuando no estaba muy mayor, viaje o paseo. Respondía siempre, “Como la naturaleza nada…”. Pues eso. Ya la tienes toda y eternamente. Verás lo infinito y lo muy pequeño, el big bang y los corales, la selva en directo, todos los colores que no percibimos porque están en el fondo del mar o porque nuestro ojo humano no puede.

Llego a casa de mis amigos. Conozco a la madre de S. Lee el periódico de cabo a rabo como hacía mi abuelo. Noto que han pintado la casa, está acogedora con su chimenea y ese rosa claro, me siento en la mecedora de la abuela de J. A las siete y media me vuelvo. Siempre mejor que te echen de menos que de más. He hecho cocido por la mañana. Lo dejé en el tendedero. Está mejor de un día para otro, se liga y espesa. Además así se puede desgrasar algo. Quito la capa esa blanca con la espumadera.

El lunes trabajo fuera. Luego baño a Olimpia en casa. Acaba como la chica de Pantene, como Sara Carbonero, pero en perra, el pelo negro, brillante y precioso. Vienen M. y X. a comer. Luego de nuevo trabajo y a la tecla. Me duermo ya solo con medio Orfidal. A ver si para después de Navidades puedo hacerlo a pelo.

Me levanto hoy y sigo escribiendo. Es adviento. Yo espero a Dios estos días, pero también al fontanero que, naturalmente, no viene.

La luz es blanca y triste. Nada que ver con la del domingo. Llueve, más bien jarrea. Creo que voy a hacer pimientos rellenos para M J. “Por mí no te molestes”, me dijo. No es molestia. Cocinar me entretiene entre texto y texto, la preparación de clases y otros trabajos.

Estoy contenta.

Purcell y la Señora Kirkby con Vdes. Se lo pondré al fontanero en el caso de que venga. Y eso que solo he pedido un presupuesto. Ay.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Por qué me gustan las Navidades (sin ánimo de molestar a nadie)

1. Por lo que Hojas de Roble escribe en su bitácora. No se puede decir mejor, más sencillo ni con más sustancia. Después de eso todo lo demás que escribo aquí es bobada.

2. Porque aunque echo de menos a quienes me faltan, les siento más presentes estos días. Porque en la soledad estoy acompañada y protegida. Todo más en carne viva en Navidades y, por eso, más suave.

3. Porque en estas fechas a veces se ven mejor las necesidades ajenas. Porque hay gente generosa y silenciosa que hace mucho por los demás, a ellos muchas gracias.

4. Porque se puede celebrar sin consumir a destajo. Porque nadie me obliga a entrar en la vorágine.

5. Porque los niños están más en casa y, aunque pueden dar la vara, me hacen gracia. Según un amigo mío, esto nos pasa especialmente a los que no los tenemos y los vemos a cierta distancia, de visita (lo dice con la boca chica, una broma que hace).

6. Porque pongo el Nacimiento y el árbol, adorno la casa y está más agradable. Porque cocino un poco más rico –y bebo, eso también- y lo celebramos alrededor de una mesa familia y amigos (catorce este año). Los que vengan siempre caben.

7. Porque escribir la carta a los Reyes Magos es emocionante. Me hace ilusión esperar a que traigan lo que pedí, ¿quién sabe si este año?...

8. Porque tiene su aquel despedir un año con lo bueno y malo que tuvo. Y a la vez, cada 31 de diciembre recuerdo que tengo más cerca la vida que nunca pasa. Así que el tiempo corre a favor, nunca en contra. En el “mientras tanto”, la verdad, se intentará disfrutar al máximo y sufrir lo menos posible, aunque no siempre salga. Por todo eso, viva el año que acaba y el que empieza, ambos.

9. Porque siempre hago propósitos para el año nuevo y pido deseos. Porque los primeros no siempre los cumplo, la voluntad me falla, así que vuelvo a intentarlo o no, según me da el aire. Porque los segundos se cumplen unas veces sí y otras no, y está bien en los dos casos. Mis buenos propósitos y deseos creo que hacen reír al niño Jesús, a su madre, a San José y hasta a los Reyes Magos.

10. Porque no todo son matemáticas y nada es exacto, salvo lo que se celebra en Navidades, que es exactamente pequeño y por ello desmesurado.

Por todo eso me gustan las Navidades, sin ánimo de molestar a nadie.

PS: Así que, como canta Melody Gardot, "Have yourself a little merry Christmas", que tengáis unas pequeñas felices Navidades.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Noche de chicas (SOS: Cándido necesita un fagot)

Me dice N. que va a ver a A. Decido animarme a pesar de que salir el viernes por la noche me da pereza, demasiada gente, ruido, escándalo. Además me encuentro tan a gusto en casa que me cuesta ir a dónde sea, sea domingo o martes. Pero la perspectiva de ver a dos amigas después de varios meses es más fuerte que mi vagancia.

Cojo el metro y me encuentro de nuevo con Cándido, el que toca el fagot. Hablamos. Tiene plaza ya en una orquesta, la ha ganado, pero necesita un fagot, el que tiene está en un pésimo estado. ¿Alguien tendría uno para prestárselo? Le digo que voy a ponerlo en el blog y que a lo mejor alguien, por una de esas casualidades, tiene uno y puede dejárselo para que él toque. El teléfono de Cándido es 634082871 , por favor, si alguien conoce a alguien con un fagot le haría un favor enorme, si no, seguirá tocando en Cuzco con el suyo, que es viejo y un desastre. Y él se merece tocar en una orquesta con un fagot decente.

Sigamos.

Salgo del metro. SMS de A., están ya en un bar de la calla de la Palma. Entro, qué bien, vacío, es pronto. Todavía podemos hablar y escucharnos. A. es la creadora de la teoría de la "empatía global," lo cual para la vida sentimental es un desastre. Si todo el mundo te da pena y eres tan comprensiva, al final lo que hay es mucho cara dura. Nos reímos y queda A. en ser "estrella invitada", como en los telefilms americanos, en este blog con seudónimo, claro, a ver si luego en mitad de una reunión de trabajo la reconocen. N. ha dejado a la niña con su padre, van a cambiarse de casa. Solo pensar en una mudanza con niños me da urticaria. Me pongo las gafas para ver qué está leyendo el camarero, es “Un millón de muertos”. Hablamos de Chaves Nogales cuyo libro estoy acabando, “A sangre y fuego” es excelente. A. me recomienda a Cercas. N. lee muchísimo. ¿De dónde saca el tiempo con una niña tan chica? Seguimos hablando de libros y de aquel “¿Y tú todo esto te lo has leído” memorable, luego de los lenguajes distintos. N. explica que hay un hecho constatado: cuando una mujer habla el hombre que tiene a su lado puede sentirse desbordado por lo que ella dice, entender solo una pequeña parte, un 20% como mucho, sin mala voluntad, no porque no oiga o no escuche. Es así, no pasa nada, no hay que darle más importancia, son diferencias sexuales. Vuelve el camarero, pedimos de comer aquí, hay hambre. Sigue sin venir gente, qué gusto los sitios vacíos.

Continua la noche. Ka opinión de la crisis nos divide, pero no discutimos aunque políticamente estemos distantes. La incoherencia de nuestras vidas con lo que pensamos es pasmosa. Por ejemplo, la partidaria del libre mercado y conservadora es la que menos tiene y la que más insegura vive, la que más riesgos toma, y eso que debería ser la que teóricamente tiene más pasta o un puesto de mando. Si eres partidaria del capital, por lo menos que luzca algo, digo yo ¿no?. En fin, la vida es así. N. dice que deberíamos saber hacer algo con las manos, que estamos vendidos desde el momento en que abandonamos la agricultura, los oficios, que una crisis es más soportable si la gente sabe cultivar algo y alimentarse. A. dice que esto es temporal, un ciclo, además no parece nada dispuesta a dejar la ciudad y los zapatos de tacón. Al final creo que estoy más de acuerdo con N. y el anarquismo libertario verde y simpático, aunque realmente mi conclusión es que si es por autogestión lo primero que necesito es alguien fontanero, electricista y manitas en casa o que me enseñe, ya con eso me bastaba. El cultivo de hortalizas lo dejo para más adelante (las tomateras y los calabacines de Boecillo este verano fueron un desastre).

Vamos a tomar la penúltima a otra parte, ay, Dios mío, ya son las 11 … ¿Por qué ponen la música a tope? ¿Qué necesidad hay de que no podamos hablarnos? Comienzo a bostezar y deciden llevarme al metro. N., como es madre, me recomienda que no hable con extraños, que tenga cuidado con la tos, que me abrigue, y que me vaya a la cama en directo. Da gusto con las amigas, una se siente cuidada.

PS: lo del fagot a ver si se puede. A lo mejor alguien conoce a alguien que a su vez conoce a alguien, etc... Es Navidad , ¿no?, podría ser como un cuento hecho realidad, es verdad que lo necesita y que si no, no puede ocupar la plaza…

jueves, 16 de diciembre de 2010

Jugar a lo grande (Todo o nada)




Mariana Zayas Rodríguez de Almenara suspira de nuevo. Acaban de cambiar de juego, ahora toca un tute subastado. El otoño queda fuera tras los visillos bordados. Ella y sus tres tías comparten el calor del brasero y la camilla con una funda de ganchillo blanco. Cuatro puñaditos de garbanzos, el de Mariana se hace cada vez más grande. Lo tiene muy fácil.

Se coloca bien las gafas y gana otra vez. Así llevan toda la tarde, media vida casi.

“¿Un mus antes de irnos”? propone tía Amelia. Pasa otro rato largo.

Vuelve a ganar Mariana ahora de pareja con Eulalia Martínez de los Castillos Grandes, tía Lali. Pero Marianita hace tiempo que no se encuentra entre las cuatro paredes de la casa familiar. Vuela ligera, escapa más allá del pueblo, asciende por los pinares, atraviesa los trigales y cruza los mares.

Se imagina en una partida clandestina en Detroit. Hombres con tirantes que fuman y sudan a pesar del aire acondicionado, muchos dólares arrugados, bourbon a raudales, ella misma agradablemente borracha. No, tampoco es esto. No bastan el alcohol, el dinero o el riesgo de ser descubiertos por la policia. Ni siquiera es suficiente ser la novia de Tom Elías Gardner que la tiene como una reina. Los mejores y los peores hombres acaban siendo como tres tías solteronas y ancianas, previsibles y tiernos, dan ganas de abrazarles.

Otro escenario, venga, vamos a intentarlo.

Un casino en la Costa Azul, rien ne vas plus, todo al rojo o al 24, cada vez más fichas que el croupier arrastra hacia ella. Moño perfecto italiano, cartera plateada de mano, ropa interior de la Perla y Sean Connery para completar el cuadro, "por ti dejo yo al British Empire y al espionaje".

De nuevo sabe Mariana que nada importante se juega cuando se viste de largo y se tiene un Aston Martin bien aparcado . El portero le da las llaves y ella se marcha dándole las gracias. Todo sobra de nuevo: el pelo impecable, el bolso caro, el traje de firma, la seda acariciando su cuerpo y la mirada de 007. "¿Dónde está el juego?" sigue ella preguntándose.

Acaba la tarde de cartas y se van tía Amelia, tía Julia y tía Eulalia calle abajo. Cierra Mariana el portón, apaga la luz del farol del patio. Cantan en ese momento los pájaros. Sube las escaleras. Entra en la antigua habitación de sus padres. Busca la llave del cuarto cajón de la mesa del despacho. Lo abre. Allí está en el fondo, negra, vieja y preparada. Comprueba algo. Corre las cortinas y el jardín oscuro del otro lado se cuela. Coloca delante del balcón el sillón y se sienta con las piernas ligeramente separadas. Espera. Suenan las campanadas de la iglesia, nueve, luego el silencio.

Hay un solo espacio negro que por eso es blanco. El hueco de la vida tiene pocas posibilidades, cinco contra una exactamente, ruleta castellana. Ahora no es un maldito sucedáneo. Algunas viejas en la plaza se santiguan al oír el disparo."Bendito sea Dios, ¿qué ha pasado?"

Mariana Zayas Rodríguez de Almenara sigue adelante.

Jugará a lo grande para siempre.

O todo o nada.
PS: Lo publiqué este verano tras el curso "In the bones", vuelvo a hacerlo con agradecimiento a Javier Carbajo, Olga Romanillos y Anita Mannsbert; por los 5 supensos y el aprobado en las supervisiones, por sus orientaciones y ánimo. Ellos solo quieren que juguemos a lo grande. Agradecida también a mis compañeros de Grupo Duero: Mar, Catalina, Francesc, Mercedes, Raul, Juan, Marisa y Esther. Y a Roxane Loiseaux, por su apoyo los últimos cuatro años. "Quiero" es la palabra.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Tana adolescente (adiestramiento de perros... y dueños)


Necesito pienso para Olimpia, se me ha acabado y lo compro siempre a un amigo de A., que lo vende más barato. A. me dice que me lo baja él. Sin decirme que vendrá acompañado, se presenta en mi casa con Tana y Otto, otro nuevo perro que tiene, un bóxer también pero atigrado. Este tipo de sorpresas me encantan. Me pongo a saltar en plena calle de la alegría que me entra al ver a Tana, mi antigua perra, a la que no pude educar. Ella es ahora más feliz porque es una perra educada. La educación no solo hace felices a los demás, a quienes nos rodean, sino al propio sujeto educado, en este caso un animal, que vive mejor si está bien adiestrado. Pero ay, qué gracia me hace, ahora Tana no está mayor, sino adolescente y reta a mi amigo, su dueño, como si fuera una joven de quince años, “a ver hasta dónde me aguantas”. A. ni se inmuta, ni sube la voz, solo con la mirada y el gesto la domina. Pero el tira y afloja dura a veces un poquito más, o sea, todo adolescencia. La muy perra se me acerca a mí, me busca, me recuerda, sabe que soy la parte débil, y yo me derrito de afecto.

Olimpia mira la invasión y pide caricias, es la edad seguramente. Me dice A. que ni me mueva, que los tres perros tienen que arreglarse entre sí en el espacio doméstico. Les daremos atención cuando nos salga de un pie y a quien queramos. Los perros piden, pero nosotros somos los amos y no accedemos a lo que nos demandan, es un tema de principio. Ay, Dios mío, qué mal me sale esto. Lo que me pide el cuerpo es rascarle las orejas a Tana, hacerle caso a Otto para que no se sienta de menos y no dejar que Olimpia tenga celos. Pero por lo visto así les pongo nerviosos y el equilibrio natural que ellos tienen que generar bajo nuestro liderazgo (será el de A., el mío es inexistente) se interfiere. Es mejor pasar totalmente, a nuestra bola los humanos. Me cuesta, pero me freno. “No des cuando te pidan, mucho menos te adelantes o muestres tu entusiasmo, tú siempre menos…”. Curioso, coincide A. con expertos en otros ámbitos.

Hablamos de proyectos y trabajos. A. es un figura en lo que hace con los perros (y sus dueños), me pide que suba a verle dar clases y lo que Tana hace en ellas. La utiliza de “guía” con otros perros a los que está adiestrando. Los perros son animales de manada, así se crían y educan mejor. Tana, aunque sea adolescente y tenga arranques, tiene muy buena energía, es muy útil como apoyo en una clase de adiestramiento. A. tiene ahora 6 perros propios, creo, y 2 residentes, en internado mientras los adiestra. Es como Cesar Millán mi amigo, pero encima más guapo. Estoy convencida que todos sus proyectos en el área van a salir adelante porque A. se mueve despacio, con paso seguro, en calma y centrado. Vamos a colaborar si Dios quiere.

Cuando se van nos miramos Olimpia y yo. Hay 36 kilos de pienso en la despensa, durará más allá del verano. Me ensayo a ser dueña consciente y, aunque me ponga la pata encima para que le haga mimos, sigo escribiendo esto y no le presto atención. No sé cuánto durará ser una buena ama. Aprieto los dientes y me digo “menos, Aurora, siempre menos…” Los perros son una constante en mi vida, una buena compañía siempre.

martes, 14 de diciembre de 2010

Máster en Nubes

Tumbada en el suelo, una chaqueta o la mochila de almohada. Miro al cielo y a las nubes que pasan. Estoy cerca de un árbol, debajo de un pino en Valsaín, o en el Pindo, al lado de un castaño. O no, estoy en la playa de Carnota, en Costa Ballena, o en mitad de Monfragüe, muy cerca del Salto del Gitano. O quizá es en la sierra de Guadarrama, en Irati o en la península de Beara o en Gallocanta.

Las nubes se mueven, entran por el norte y avanzan. Sigo tumbada, las observo, blancas, grises a veces, amarillas, azuladas, rosas y naranjas al final de la tarde.

Huele a jara o a tomillo, a veces a mar, otras a tierra mojada. Estoy vestida y abrigada, o casi desnuda, recién salida del agua. No uso toalla, siempre me seco al aire.

Miro a los pájaros. Gaviotas que planean, herrerillos que saltan de una rama a otra, carboneros, colirrojos tizones en una valla, hortelanos, quizá en lo alto un milano con sus manchas blancas en cada ala y esa cola para que no le confundan con nadie o una pareja de buitres leonados. También correlimos que avanzan rápido a pequeños pasos, avefrías en invierno, verdes, blancas y azuladas de tan negras como son. Incluso una vez una garza a lo lejos, inmovil, gris, elegante. Yo siempre observando pájaros.

Pasa una mañana, pasa otra tarde, llega la noche. Sigo mirando al cielo, clavada en el suelo de arena, de hojas, húmedo o seco, más duro o más blando. Sale ahora una luna redonda y blanca que se esconde de vez en cuando entre las nubes. Tengo un sueño algo inquieto y largo. Me despierto de repente. Es un día claro, despejado, una mano me ayuda a levantarme. Es la de mi hermana o la de mi padre. Ahora la de mi madre.

"¿Has dormido bien?" "¿Te has graduado ya en ese Máster en Nubes?"

Contesto que no, que ni me presenté a los exámenes, que no estudié por pereza. Aunque no falte un solo día a clase y nunca dejé de contemplar a las nubes ni a los pájaros, entretenida siempre.

lunes, 13 de diciembre de 2010

A ver hoy qué se come en esta casa (Lucía)



Abierta la nevera, medio cuerpo metido en ella, Lucía busca en el cajón de verduras con pocas esperanzas. Tienta el fondo casi vacío, qué desastre. Coge lo que hay, lo palpa, media cebolla envuelta en un papel albal, dos pimientos a medio cortar y un tomate ya arrugado, pero no parece malo. “¿Con esto vamos a comer?” Recuerda también que había un tupper en alguna parte con restos de pollo. Los dedos lo buscan en el estante de en medio. La otra caja de plástico grande es la del puré del niño. Abre la tapa y mete la nariz olisqueando las dos pechugas fritas que quedaron. No han pasado más de 4 días en el frigo, se podrá comer, no huelen a agrio. Semana sin tiempo para comprar nada, lo harán el fin de semana. Les llevará la hermana de Mario, es más fácil.

Se apoya en la mesa, pone la tabla. “Venga, todo cortadito, a la sartén, de aquí saco yo un plato…”. Al ritmo de la música de la radio son guillotinados cebolla, tomate y pimientos. La mano izquierda de Lucía a un lado, sujetando lo que se corta pero a distancia. El cuchillo en la derecha, siempre muy afilado. "Hay más accidentes por cuchillos que no cortan bien que por los que cortan" le decía su madre cuando la enseñó a cocinar. "Y tú tienes que tener el doble de cuidado que los demás", agregaba. Luego abre el armario de abajo. Es ya un movimiento automático. Extiende el brazo hasta el fondo, lo estira, hace ruido, quiere una sartén mediana.

Suena el minutero mientras tanto. “La pasta debe de estar ya, voy a probarla.” Coge una cuchara del cajón, quiere atrapar a un macarrón. Se ayuda con la espumadera que tenía colgada en la pared, caza uno. Lo sopla varias veces, lo prueba. Está hecho, ligeramente duro, al dente. Bien, así le gusta a Mario. Aparta entonces la cazuela del fuego. Cuela en el fregadero los macarrones con cuidado de no quemarse, poco a poco. Es fácil que salpique el agua y que una se abrase. Vuelve a ponerse cara a la cocina. Comprueba con la mano de nuevo los interruptores de los hornillos de la vitro, vale, uno apagado y el otro encendido al dos. Espera un rato dando vueltas a la sartén, parece que ya está más blando al tacto de la cuchara de madera. Acerca una cucharada a la nariz y luego a la boca, un poco tiesecito mejor. Hace falta añadir sal, y, luego, en dados, el pollo, que se caliente un rato, ya estaba hecho de antes. A la derecha pone siempre los ingredientes, en fila, siempre a ese lado. Como le enseñaron, el orden en la cocina es básico, si no, no te acuerdas y estás todo el rato tocando, palpando, extendiendo las manos, dudando. Te haces un lío y tardas más. Y puede ser un desastre.

Lucía lava el cazo y la sartén, bien frotados con las lanas de aluminio, incluso la parte que no se ha manchado. Más vale pasarse que dejarse algo sucio. Sin ver no se sabe bien cómo los has dejado. “Este Mario podría ayudar algo, que digo yo que para eso somos dos en esta casa, “Mario, Mario, ¿la mesa está puesta? Anda, que comemos ya…”

Aparece Mario. Se cruzan en la cocina como dos barcos nocturnos que emiten señales. No se miran, no se rozan siquiera. Él saca platos, cubiertos y vasos para colocarlos en la mesa. El perro sigue en el cuarto de estar, tranquilo, tumbado, el arnés fuera. Dos bastones blancos y plegados descansan en la mesa de la entrada junto a un carrito de niño también cerrado.

Son las dos y cuarto. Justo el tiempo para comer y volver al trabajo. Luego a la guardería a recoger a Pablo. No hay luz apenas este 6 de diciembre. Pero ellos siempre con las luces apagadas hasta que traen al bebé, "sus ojos", como dicen los mexicanos en sentido de cariño, y en el real en este caso. Siempre muy abiertos los tiene el niño a sus dos años. Valen por suyos y los de sus padres.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El club de los poetas vivos (Mercuriales, gracias)

Hace poco más de un año estaba yo en Sevilla por trabajo y hablé con Javier Sánchez Menéndez. “Pues si estás aquí esta noche, te vienes a la tertulia de los Mercuriales, que es hoy precisamente”, me dijo. “Hombre, no, Javier, que sois todos señores, que no pego nada, os lo agradezco muchísimo, pero…”. No hubo manera, siguió insistiendo. Y allí que fui, al hotel Las Casas del Rey de Baeza un miércoles de noviembre. Me sentí cómoda de inmediato.

Después de aquella cena siguieron invitándome. Así que, si tengo la menor ocasión (y/o el dinero), y gracias a la generosidad de mi amigo J. y de Toi, que me acogen en sus casas, me acerco cuando puedo. Lo paso estupendamente y aprendo. Gracias a la tertulia ya sé lo que es una lira, más allá de lo que tocaba el rey David, por ejemplo. También me río. Se leen textos propios o ajenos, se escucha –es curioso, la gente no se interrumpe-, se habla en serio y en broma, se discute (poco, salvo que salga el tema del velo, un poner). A veces al final, y muy esporádicamente, se cuenta algo verde que yo no suelo entender, me temo.

Son el club de los poetas, pero éstos están bien vivos, son alegres, una señal de vitalidad inequívoca, que con la que está cayendo, a mí me parece necesaria y la aprecio. He tenido así el gusto de ir conociéndoles un poco, 6 tertulias que he asistido, creo. Cada uno con su tono y estilo, los Mercuriales son personas interesantes, con algo que decir, que contar, en poesía, con un cuento, en su blog, hablando, con fotografías y hasta callando a veces. Creo que el silencio de algunos es otra forma de decir que tienen. Y siempre son unos auténticos caballeros. ¿Qué hago yo en esta tertulia? No tengo ni idea. Quizás soy como la mascota o la buena obra del mes que hacen, el siente un pobre a su mesa, como en la película Plácido, pero en moderno.

Ayer tuvimos los premios Mercuriales de Plata que se entregaban a García Barbeito y Morante de la Puebla. Esta vez las consortes de los Mercuriales estaban invitadas y yo muy contenta por la ocasión, tenía ganas de conocerlas y compartir la mercurialada argentea. Vamos, hombre, por Dios, menudas prendas, que decimos en Madrid. Y eso que faltaron algunas. Y algunos: Ridao, Javier, os echamos de menos; Arjona, todavía no te conozco y espero conocerte. Lo pasamos fenomenal, muy buen ambiente, hablaron Juan Antonio, José Manuel, Jurado y Barbeito, estupendo. La crónica completa la contará Juan Antonio y otros que lo hacen mejor y más corto que la que suscribe esto. La sala de la entrega y la biblioteca, preciosas. Y cupimos todos gracias a las gestiones de Amelia: lo que vales, reina.

Bueno, lo cierto es que solo quería agradecer públicamente a ese club de poetas vivos que son los Mercuriales la alegría cada vez que bajo a compartir tertulia con ellos.

Ya les dije, caballeros, que Madrid les espera a Vdes. y a sus mujeres. Fue un placer conoceros. Cuando quieran hacemos aquí la tertulia y, por supuesto, programa paralelo para las señoras, como en los congresos. Sus mujeres siempre primero.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Flores en invierno

Tener flores en casa es una manera de alegrarse la vida. Ahora, en invierno, más. Hay quienes prefieren el tiesto y otros la flor cortada, partidarios los primeros de la tierra y, sobre todo, de la mayor duración de la flor; los segundos, entre los cuales me encuentro, de no tener que regar, y hasta de lo efímero, aunque haya que cambiar el agua según predican los cánones.

El clavel es muy español y quizás por eso está muy olvidado. Pero es muy bonito con esos pétalos tan arrebujados y peculiares, sus tallos finitos con nudos breves y hojas delgadas, ni son hojas casi. Yo compro clavel rojo reventón, de gitana, y me quedo con ganas de gladiolos, que es otra flor muy española y como de chica de Celia Gámez.

Las astromelias no existían en las floristerías españolas hace veinte años. Casi papel seda son sus pétalos, parece que van a aguantar nada. Pero qué va, son agradecidas, duran casi dos semanas si estás al tanto del agua. Y si les cortas el tallo. Como todas las flores, las astromelias se mantienen si les vas cortando un poquito, si sangran, viven más así. Esto me parece muy romántico. Las flores son como damas del siglo XIX, como amores imposibles o muy desgraciados, cuanto menos me quieres, cuanto más daño me haces, más te amo y no puedo dejarte aunque me queje, sigo en el vaso.

Luego están las rosas, las tradicionales, las perfectas, se venden cuando todavía son capullo y tienen mucho predicamento entre novios o maridos que no saben bien qué regalar. Les ves mirando y mirando en la floristería. No saben si atreverse con algo diferente. Al final van a lo seguro, a qué arriesgarse: 17 rosas rojas, 14 rosas blancas. Y tú sabes que hay algo que ha durado 17 años o 14 meses, qué suerte.

Hay más, mucho más, en la floristerías de mi barrio, porque el mundo de la flor se ha renovado y hoy encuentras como flores algo que no se consideraba antes, y otras que parecen recién creadas, de laboratorio, algunas como pequeñas coliflores coloreadas o bolas moradas que son, por lo visto, un tipo de cebollas. También girasoles y gerberas, como margaritonas al fin y al cabo, unos rurales, las otras de ciudad desarrollada. "Me quiere, no me quiere....", ponte a deshojar un girasol o una gerbera, puedes echar la tarde.

Y ya que estamos, no podemos olvidar el verde, las hojas. Un buen ramo de flores no es nada sin el acompañamiento de las hojas de camelia carnosas y brillantes, o de helecho, o esas otras largas y grandes, brillantes, no recuerdo como se llaman, pero son las hojas de las plantas que hay en los conventos de monjas de clausura. Y las que se llaman costilla de Adán o monstera, entre primitivas y sofisticadas, algo de modernista y selvático tienen. Y esas otras flores blancas pequeñitas, como confeti, que también hacen de fondo del ramo, lo construyen, le dan empaque.

Huy, esto ha salido muy largo. Otro día sigo con las flores. Hay tema para rato.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Pero tú, ¿vas a venir?

Día de la Inmaculada, antiguamente se estrenaba si se podía, era un día especial. Tener algo nuevo, ir de compras, era algo puntual. No se había inventado la actividad de las compras en si como una forma de ocio y diversión.

Cojo el teléfono y llamo. Me salto al centro de atención al cliente, un horror, tan pesado como el de Movistar o Vodafone, “si es un problema técnico, pulse 1; si desea nuevos servicios, el 2; para cualquier otra petición, diga “3””. Conozco el truco, lo aprendí rápido para que no me pongan a la espera con una musiquilla celestial. Siempre en directo, faltaría más.

Tarda en contestar. No oye bien. Estará lejos, pienso. Luego tengo que hablarle más alto, dice que no modulo bien y hablo para el cuello de la camisa.

-“Mamá, que felicidades, que nos acordamos mucho de ti. J. te ha comprado una flor de Pascua y …”

-“Ya, ya, no sabes cómo me alegro de que me llames, la verdad…”

-“¡Pero si te llamo todos los días! Y mañana y tarde a veces, ¡cómo eres, mamá!... Es que se te olvida…”

-“Huy, pues será eso, que me olvido yo…” dice nada convencida, con mucho retintín. “Bueno, dime, ¿cómo vais vosotros?” No hay preocupación, solo saber.

-“Pues nada, seguimos adelante, qué vamos a hacer. Pero te echamos mucho de menos,¿eh?, muchísimo, mamá, muchísimo… ¿y tú?...”

-“Pues yo muy bien, francamente, muy entretenida estoy. Hoy vienen a merendar para celebrar mi santo tu tía Mari Carmen, tu tío Alberto, tus abuelos, mucha gente más… y por supuesto están tu padre y Luisa…”

Se hace silencio y de repente me suelta de sopetón “Y tú … ¿vendrás por aquí?”

Me quedo helada con la pregunta, ese tic de mi madre, su ¿vendrás?, ¿vendrás?, ¿vendrás? Lo cierto es que no tenía ninguna intención de ir. La echo en falta, un hueco negro que nadie puede llenar, pero me gusta estar aquí y no tenía pensado ir a merendar con ella aunque sea su santo hoy… Me quedo callada sin saber bien qué decir.

-“Bueno, que no te preocupes, ¿eh?, que acompañada estoy…. Y tú tendrás que hacer cosas, lo entiendo, ya vendrás otro día… “

Noto ese tono de mi madre, su leve reproche, mitad amor, mitad vejez, en sordina ya. Mejor cambio de tema.

-“¿Y qué les vas a dar? … No habrás hecho mucho,¿eh?, que luego siempre te sobra, mamá, y estás comiendo bizcocho, buñuelos y sandwichitos hasta el juicio final”. Realmente no he estado oportuna y lo sé, ni en un sentido ni en otro, se me ha escapado.

-“¿Me estás riñendo ya? Que no, que he hecho lo que creo que se van a comer... Y que te dejo, que no tengo tiempo y van a llegar…”

Mi madre nunca ha sabido hablar por teléfono. Es la edad y que es de Valladolid. El teléfono solo para dar recados, poco más. Me ha colgado sin poder decirle adios y que la quiero. La he llamado por su santo y casi reñimos otra vez, por Dios.

Coloco la flor de Pascua en el centro de la mesa. Este fin de semana voy a sacar lo de Navidad. Decoraré la casa de amarillo para variar. Y escribo a los Reyes. Y compro lo del 24, que somos 12 a cenar. Si lo dejo para el final estará todo carísimo.

Se lo tengo que contar todo a mi madre, a ver qué le parece lo del amarillo y el menú. Mañana vuelvo a telefonear… para seguramente discutir.Luego me dice que no llamo, lo que hay que oir. Seguimos igual.

PS: Sin mi madre no habría podido escribir "Abuelitas malditas", ver el incio aquí. Ella fue la inspiración, aunque no sea Inmaculada Torredelmar, sino alguien que, pudiendo mandarme a la porra, no me mandó. La novela, ya acabada, la colgaré entera en la red como regalo de Reyes o Navidad. Espero que guste.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Esperanza (el mantel)

Viajera en tránsito cada mañana. Cuando el ánimo no acompaña, ni tampoco el exterior, húmedo y tristón, solo se puede sacar calor de donde lo hay. La esperanza es un bien, aunque es interesante la diferencia que el inglés hace entre to hope, to wait, to look forward y to expect. Recuerdo “Great expectations” y esa pena que te dejaba en el alma. Antes que la fe se pierde la esperanza, creo yo.

“Maneja bien tus expectativas”, “no esperes demasiado”, “no esperes lo que no cabe esperar”. Vale, bien. Pero quiero seguir siendo una mujer con esperanza y escribir así. Está el horror oscuro y helador, la aspereza y dureza del mal fuera y dentro, en mi interior, la falta de amor, mordiscos, dentelladas, heridas abiertas que sangran y duelen. Y la soledad, siempre la soledad. Pero también hay más: caricias por sorpresa, una pisada delicada, alguien que mira y ve, un te quiero que es verdad. Todo acaba por ser una mezcla singular y, por eso, humana. Es humano esperar.

“Cuentos felices ”, me sugirió JC. Estoy en ello, serán “Cuentos casi felices” quizás. De la felicidad de un anuncio o el final feliz impostado, falso, hasta la amargura, el escepticismo y la enmienda a la totalidad vital, ¿más pose que realidad?, me parece que hay un espacio donde moverse que no es la ilusión o el entusiasmo, bengala que dura un suspiro, nada más.

La esperanza es un lugar que tiene manchas, migas y arrugas porque se usó, tal y como acabó el mantel de ayer después de cenar. Desde ese mantel que está como está, a ver si le puedo adecentar, se puede mirar y escuchar, poner de nuevo la mesa con cuidado, invitar otra vez a ver si alguien se quiere sentar. También escribir, ¿por qué no?

Sigo con Melody Gardot. Reconocer que uno se ha enamorado da esperanza también, aunque no se tenga. (Canta "Baby, I am a fool").

PS: Viene I. a tomar el aperitivo y me dice que la esperanza parece hoy poco literaria. Vaya por Dios.

domingo, 5 de diciembre de 2010

El chopo desnudo (amarillo, ¿dónde estás?)

En Padre Damián, en la finca que ocupaba el chalet de los Paz y donde se construyó luego un edificio de más de diez pisos, siguen en pie varios de los árboles del antiguo jardín de antes, entre ellos un gran chopo que monta guardia. Detrás de ese solar está el Olivar del Castillejo que aloja a la Fundación del mismo nombre y que da a la calle Menéndez Pidal. Damaso Alonso vivió por allí. Le recuerdo a él y a su mujer, Eulalia Galvarriato, ella siempre de gris, con su diadema de terciopelo negro, menudita, con su ir y venir a la parroquia de San Fernando hasta que murió.

El chopo está ya totalmente desnudo, pero nos ha dado un otoño precioso de verdes que se vuelven amarillos que cambian en su intensidad y permanecen todo lo que pueden y más, alegrándonos de la lluvia otoñal, en contraste con esas nubes grises y tristonas que a veces hay. Mirarle cada mañana te ponía de buen humor. Hasta la semana pasada mantuvo el chopo algunas hojas, aguantando como podía. Hace ya cinco días el viento acabó por dejar sus ramas largas y delgadas como venas hasta principios de abril, calculo yo.

Antes que el chopo, la hiedra que cae sobre el muro del garaje también nos dio sus mejores colores, de verde a rojo encendido, granate y un rojo amoratado al final. Ella trabajó desde septiembre a octubre. Entonces es cuando tomó el relevo el chopo, depende del calor, pero hiedra y chopo nos acompañan hasta que el frío acaba por entrar.

Los plataneros que se plantaron mucho más tarde, en los sesenta o así, cuando esto que era campo pasó a ser ciudad con el Estadio Bernabeú, son los últimos en dejar caer sus hojas, todavía están. Los barrenderos tienen mucho que hacer con ellos, sacan esas máquinas aspiradoras y no hay quien pare del ruido.

Yo sé que en febrero, si hay suerte, por la calle Juan Ramón Jimenez brotará una impresionante mimosa. En esa esquina, que al doblar sopla un viento que te echa para atrás porque da a norte, es un milagro invernal su amarillo descarado y juvenil. Antes, en enero, las primeras flores en abrir eran las camelias de la tienda Búcaro que, el año pasado, con la crisis, cerró y nos dejo sin esos arbustos de su entrada de hojas lustrosas y flores delicadas. Así que habrá que esperar a febrero a que haya algo amarillo por aquí. O no. Acabo de decidir que voy a decorar toda la casa esta Navidad en amarillos, con limones, membrillos o peras, todo lo que encuentre o me invente de ese color, el color del sol.

Hoy es el segundo domingo de Adviento y seguimos cada día con menos luz. Lluvia, como canta Melody Gardot, rubia por cierto.

PS: Sobre los amarillos de otoño Javier Barbadillo ya escribió aquí en su día. Gracias, Javier, te iba a pedir prestada una foto, no sé cuál me gusta más.


sábado, 4 de diciembre de 2010

Entre el caos y Ángel (heroica serenidad)



Me quedo en Madrid este puente. Necesito preparar clases, trabajar, escribir, y no estoy para gastos. Medito con J. tras el yoga, me da paz y también concentración. Quedo en unirme a J. y S. el domingo en su casa para algo parecido pero distinto. Además del individuo, la persona, y la acción, el trabajo, por simplificar la cuestión, creo en la oración y en la comunidad. Me parece que no hace falta pensar igual o creer en lo mismo para trabajar juntos y en su caso para rezar.

Ayer me llama mi hermano a las 8.30 pm desde México para ver qué pasa con lo de los controladores. Me duermo oyendo la radio, todo un país en jaque. Es lo que nos faltaba, un empujoncito más hacia el caos. Me despierto con las mismas malas noticias sumado al “tema” de Marruecos. Escuchar a Arias Salgado, ex embajador en Marruecos, entrevistado por Luis del Pino la semana pasada fue esclarecedor.

En éstas veo el vídeo de Ángel, un policía nacional que acudió en auxilio de uno que se cayó en el metro de Madrid. No estaba de servicio, por cierto. El vídeo es impresionante por la serenidad heroica o la heroica serenidad que demuestra. Creo que nuestro país necesita de las dos por igual. Y entre los que están teóricamente de servicio, más. Es un ejemplo Ángel y da esperanza y ánimo. A mí por lo menos me lo da.