Día de la Inmaculada, antiguamente se estrenaba si se podía, era un día especial. Tener algo nuevo, ir de compras, era algo puntual. No se había inventado la actividad de las compras en si como una forma de ocio y diversión.
Cojo el teléfono y llamo. Me salto al centro de atención al cliente, un horror, tan pesado como el de Movistar o Vodafone, “si es un problema técnico, pulse 1; si desea nuevos servicios, el 2; para cualquier otra petición, diga “3””. Conozco el truco, lo aprendí rápido para que no me pongan a la espera con una musiquilla celestial. Siempre en directo, faltaría más.
Tarda en contestar. No oye bien. Estará lejos, pienso. Luego tengo que hablarle más alto, dice que no modulo bien y hablo para el cuello de la camisa.
-“Mamá, que felicidades, que nos acordamos mucho de ti. J. te ha comprado una flor de Pascua y …”
-“Ya, ya, no sabes cómo me alegro de que me llames, la verdad…”
-“¡Pero si te llamo todos los días! Y mañana y tarde a veces, ¡cómo eres, mamá!... Es que se te olvida…”
-“Huy, pues será eso, que me olvido yo…” dice nada convencida, con mucho retintín. “Bueno, dime, ¿cómo vais vosotros?” No hay preocupación, solo saber.
-“Pues nada, seguimos adelante, qué vamos a hacer. Pero te echamos mucho de menos,¿eh?, muchísimo, mamá, muchísimo… ¿y tú?...”
-“Pues yo muy bien, francamente, muy entretenida estoy. Hoy vienen a merendar para celebrar mi santo tu tía Mari Carmen, tu tío Alberto, tus abuelos, mucha gente más… y por supuesto están tu padre y Luisa…”
Se hace silencio y de repente me suelta de sopetón “Y tú … ¿vendrás por aquí?”
Me quedo helada con la pregunta, ese tic de mi madre, su ¿vendrás?, ¿vendrás?, ¿vendrás? Lo cierto es que no tenía ninguna intención de ir. La echo en falta, un hueco negro que nadie puede llenar, pero me gusta estar aquí y no tenía pensado ir a merendar con ella aunque sea su santo hoy… Me quedo callada sin saber bien qué decir.
-“Bueno, que no te preocupes, ¿eh?, que acompañada estoy…. Y tú tendrás que hacer cosas, lo entiendo, ya vendrás otro día… “
Noto ese tono de mi madre, su leve reproche, mitad amor, mitad vejez, en sordina ya. Mejor cambio de tema.
-“¿Y qué les vas a dar? … No habrás hecho mucho,¿eh?, que luego siempre te sobra, mamá, y estás comiendo bizcocho, buñuelos y sandwichitos hasta el juicio final”. Realmente no he estado oportuna y lo sé, ni en un sentido ni en otro, se me ha escapado.
-“¿Me estás riñendo ya? Que no, que he hecho lo que creo que se van a comer... Y que te dejo, que no tengo tiempo y van a llegar…”
Mi madre nunca ha sabido hablar por teléfono. Es la edad y que es de Valladolid. El teléfono solo para dar recados, poco más. Me ha colgado sin poder decirle adios y que la quiero. La he llamado por su santo y casi reñimos otra vez, por Dios.
Coloco la flor de Pascua en el centro de la mesa. Este fin de semana voy a sacar lo de Navidad. Decoraré la casa de amarillo para variar. Y escribo a los Reyes. Y compro lo del 24, que somos 12 a cenar. Si lo dejo para el final estará todo carísimo.
Se lo tengo que contar todo a mi madre, a ver qué le parece lo del amarillo y el menú. Mañana vuelvo a telefonear… para seguramente discutir.Luego me dice que no llamo, lo que hay que oir. Seguimos igual.
PS: Sin mi madre no habría podido escribir "Abuelitas malditas", ver el incio aquí. Ella fue la inspiración, aunque no sea Inmaculada Torredelmar, sino alguien que, pudiendo mandarme a la porra, no me mandó. La novela, ya acabada, la colgaré entera en la red como regalo de Reyes o Navidad. Espero que guste.
Me has emocionado mucho.
ResponderEliminarBesos, mi querida Aurora.
Juanma, el único servicio de atención al cliente que yo admiro de verdad -y te lo he dicho ya - es el de Renfe, no es por ser pelota, es la verdad... Ahí sí que no hay esperas ni nada, un abrazo. Ya podían aprender hasta los de arriba, por Dios.
ResponderEliminarSacas ternura hasta de vodafone, hija. Y me haces llorar. Pedorra.
ResponderEliminarMUy buen relato; natural y sencillo. como la vida misma.
ResponderEliminarUn abrazo.
La vida misma. Hay un enorme trozo de valentía en esas palabras. Gracias.
ResponderEliminarVolverá su voz a tu recuerdo numerosas veces. Será como volver a estar de nuevo. La memoria de quienes nos precedieron se torna entonces el más vital de los puntos de referencia que hoy somos.
ResponderEliminarMe acabo de cambiar a Orange, Lolo. Una cosa es la literatura y otra la realidad.
ResponderEliminarEn cualquier caso me alegro de que llores, relaja mucho llorar.
Don Josef, creo que Vd, es muy amable conmigo. Se lo agradece esta pobre huerfanita, como de cuento de Navidad, a la luz de una cerilla ya.
Anónimo, gracias por su visita.
Anónimo, el ADN está, las maneras, la educación, el agradecimiento, la admiración... y a la vez, la propia identidad, el haber cortado el cordón umblical sin sentirse mal por ello. Es la vida y lo natural. Echándose de menos creo que las dos.
Sin palabras.
ResponderEliminarUn beso, Aurora
Tal cual, como la vida misma. Sabes retratar la realidad de una forma tan sencilla, dulce y que transmite tanto... mi madre es también de las del uso del chantaje a través del tono de voz... "No, no vengas, quédate ahí en Madrid, total, ya viene tu hermano" o "no, no, tú sal, ya me quedo yo aquí sola con rita" (rita es su perra, jaja)
ResponderEliminarAurora, te mandé un mail la semana pasada, ¿No te llegó? Tal vez tengo mal tu dirección, ¿Cuál es la buena? Nos tenemos que tomar algo ¡ya! Tengo ganas que me cuentes acerca de proyectos y demás.
Un beso
Irene
Julio, un abrazo de vuelta, qué gracia tus fotos en el blog.
ResponderEliminarIrene, yo creo que te escribí. Lo voy a mirar, tenemos que hablar, ¿vale? Un abrazo y gracias por leer y comentar. Del chantaje moral hay mucho que decir, es relativamente fácil caer en él. Un abrazo, guapa.