Tener flores en casa es una manera de alegrarse la vida. Ahora, en invierno, más. Hay quienes prefieren el tiesto y otros la flor cortada, partidarios los primeros de la tierra y, sobre todo, de la mayor duración de la flor; los segundos, entre los cuales me encuentro, de no tener que regar, y hasta de lo efímero, aunque haya que cambiar el agua según predican los cánones.
El clavel es muy español y quizás por eso está muy olvidado. Pero es muy bonito con esos pétalos tan arrebujados y peculiares, sus tallos finitos con nudos breves y hojas delgadas, ni son hojas casi. Yo compro clavel rojo reventón, de gitana, y me quedo con ganas de gladiolos, que es otra flor muy española y como de chica de Celia Gámez.
Las astromelias no existían en las floristerías españolas hace veinte años. Casi papel seda son sus pétalos, parece que van a aguantar nada. Pero qué va, son agradecidas, duran casi dos semanas si estás al tanto del agua. Y si les cortas el tallo. Como todas las flores, las astromelias se mantienen si les vas cortando un poquito, si sangran, viven más así. Esto me parece muy romántico. Las flores son como damas del siglo XIX, como amores imposibles o muy desgraciados, cuanto menos me quieres, cuanto más daño me haces, más te amo y no puedo dejarte aunque me queje, sigo en el vaso.
Luego están las rosas, las tradicionales, las perfectas, se venden cuando todavía son capullo y tienen mucho predicamento entre novios o maridos que no saben bien qué regalar. Les ves mirando y mirando en la floristería. No saben si atreverse con algo diferente. Al final van a lo seguro, a qué arriesgarse: 17 rosas rojas, 14 rosas blancas. Y tú sabes que hay algo que ha durado 17 años o 14 meses, qué suerte.
Hay más, mucho más, en la floristerías de mi barrio, porque el mundo de la flor se ha renovado y hoy encuentras como flores algo que no se consideraba antes, y otras que parecen recién creadas, de laboratorio, algunas como pequeñas coliflores coloreadas o bolas moradas que son, por lo visto, un tipo de cebollas. También girasoles y gerberas, como margaritonas al fin y al cabo, unos rurales, las otras de ciudad desarrollada. "Me quiere, no me quiere....", ponte a deshojar un girasol o una gerbera, puedes echar la tarde.
Y ya que estamos, no podemos olvidar el verde, las hojas. Un buen ramo de flores no es nada sin el acompañamiento de las hojas de camelia carnosas y brillantes, o de helecho, o esas otras largas y grandes, brillantes, no recuerdo como se llaman, pero son las hojas de las plantas que hay en los conventos de monjas de clausura. Y las que se llaman costilla de Adán o monstera, entre primitivas y sofisticadas, algo de modernista y selvático tienen. Y esas otras flores blancas pequeñitas, como confeti, que también hacen de fondo del ramo, lo construyen, le dan empaque.
Huy, esto ha salido muy largo. Otro día sigo con las flores. Hay tema para rato.
Ahí están los pensamientos, aguantando los inviernos, al aire. Como si fueran filósofos alemanes del XIX.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
PS: ¿Ha leído la biografía de Juan Belmonte de Chaves Nogales?. Aunque no le gusten los toros, que no lo sé, es un libro apasionante. Hay dos ediciones: la de Alianza y la de Libros del Asteroide.
Huy, me encantan los pensamientos, morados, amarillos, blancos, los chicos y los que son mñas grandes... son fuertísimos pese a la apariencia, resisten muchísimo. Y me ha hecho mucha gracia su comparación con los filósofos alemanes del XIX, tiene Vd, mucha gracia. Retablo, vuelva Vd, ¿eh?, una cosa es que yo me atreva a comentar en su blog por todo lo que sabe y otra que Vd. no me visite por mi casa, ¿vale?
ResponderEliminarTomo nota del libro, son fan además de Ediciones el Asteroide, el libro de cuentos de Chaves Nogales sobre la guerra me está gustando...
Gracias por la lección de floristería. Debo reconocer que no estoy al día en esos menesteres.
ResponderEliminarUN abrazo.
Me encanta leerte, Aurora. Y gracias por la música de Melody Gardot -no la conocía. Un beso desde Dublín.
ResponderEliminarBueeeno, besos y flores para tí...mi querida Aurora.
ResponderEliminarA mi me encantan las flores. Soy de las que no riega jajaja más que por pocas ganas, porque soy muy despistada, y al final acabo comprando siempre ramos para el jarrón de la mesa del salón. Me gustan sobre todo las labiadas y los crisantemos, será porque soy de ambientales y estudié una asignatura de botánica, me fastina lo complejas y delicadas que son esas flores que pretenden ser mariposas...
ResponderEliminarUn beso!
Irene
Moderato, muchas gracias por su visita, yo es lo que me cuentan las florists, las hay que saben muchísimo, te quedas fascinada...
ResponderEliminarJuanma ¡no puede ser que no estuvieras en los Mercuriales! Te echamos de menos... De verdad ¿cuándo se te va a poder ver? Y.-... ¿qué tal los escritos? Un abrazo.
Irene, las labiadas son preciosas pero ahora no recuerdo cuáles son labiadas, los nombres concretos de flores labiadas... Los crisantenmos son los de los muertos y los japoneses ¿no? Hablamos.