Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Ser o Estar

Yo prefiero siempre el estar al ser, mejor dicho, con los años he venido a concluir que quiero estar más que ser.

Supongo que filósofos y gente que sabe de estas cosas me mirarán con displicencia, pero tengo un poema de no se quién, en un libro que no me acuerdo cómo se llama -jolín, pues qué bien cito de memoria- pero que son de poemas a la Virgen María que resume algo precioso: María simplemente estaba.

Lo he leído también un un blog que recomendaré, porque ahora no sé ni cómo se hace esto aquí soy neofita y no sé poner un hiperlink, ya aprenderé.

A veces a lo único o lo más o lo más importante que puede aspirar uno es a estar, en toda la plenitud y diversidad que tiene el verbo.

A ver si me explico.

Yo lo que soy es lo que soy, y eso no lo voy a cambiar, tampoco quiero, pero tampoco me interesa ni indagar en el ser... Soy mujer, no estoy mujer. En estos momentos de la vida -perdona, Blanca- ya no me interesan los esencialismos ni mucho menos, Dios me libre, el juego de si la mujer se hace o se nace: me parecen supérfluos, tontos, me aburren. Ya sé que hay cosas con mucha tela, pero paso, me perdonarán amigos varios. Y del género a la especie, Homo Sapiens, pues me pasa igual. Insisto que no es una cosa académica ésta, es más de prêt a porter lo que me pasa.

Ultimamente me doy cuenta que el estar es importantísimo. Desde el cuarto de estar de mi casa, hasta el estar... guapa (que no serlo, hay lo que hay), estar agradable, abierta, alegre. Estar con mi madre. Estar con mis amigos. "Estoy para lo que quieras" decimos, a veces lo decimos de verdad. A veces es la cosa más importante que decimos. Y es la cosa más importante que hacemos, quizás la única importante. Un marido está con su mujer mientras pare, una madre está con su niño enfermito mientras le baja la fiebre, estuviste conmigo en esa tarde infernal en la que me sentía sola, acompañamos a esa amiga en esa noche interminable de velar a su padre, estuvimos con ella.

Estar entusiasmada, enfadada, insoportable, agradable, alucinada, interesada. Estar a partir un piñon con alguien. Estar sola, estar acompañada, estar casada, estar soltera, estar integrada, estar conectada.

No somos, somos poca cosa, pero muy poca. En todo lo demás, estamos.

Para nada significa esto que una no quiera grandes sueños ni aspiraciones ni trabaje por ellas. Pero sabe que todas ellas una vez cumplidas no van a añadir nada a lo que ya soy, a los ojos de Dios soy, simplemente soy, y no hay más tu tía. Y para quienes nos quieren, ellos ya saben bien quiénes somos, nada les vamos a revelar.

No es una conformidad, una resignación, un querer tirar la toalla. No es nada de eso. Es saber que no vamos a añadir ni un centímetro a nuestra estatura, en ningún sentido.

En cambio si me concentro en el estar, que no puede ser más diverso, estoy segura que voy a ser más yo. Estar más y mejor cuando estoy... trabajando, leyendo, amando.

Dios mío, qué ausente estoy incluso cuando escucho a quienes quiero. No estoy, estoy en otra parte. Bien lo sé.

Cuanto menos me concentro en el ser más soy de verdad la que soy. Palabra. Cuanto más vueltas das a si eres así o asá, a si los hombres son o dejan de ser mientras las mujeres son o dejan de ser, o los niños, o los ancianos, menos pendientes estamos de verdad de estar con unos y otros, con cada uno. Cuanto menos teoría sobre quiénes somos -no digo la gente de la Universidad, que tendrá que estar en ello si se dedican a filosofar-, cuanto más aproximación pragmática al hecho en si, narices, de estar cuando estoy, mejor.

No es ser veleta, no es estar presa de la acción, no es no tener una meta o un objetivo. Es desgranar lo único que tenemos de verdad que es el instante, hoy, ahora. No es mi yo futuro (hola compañeros de coaching!) es sobre lo que estoy haciendo en este momento y sintiendo este momento, sin culpa por lo que hice ni proyección sobre un futuro que no sé si vendra, si será mejor o peor y sobre el que no voy a preocuparme.

Estar enamorada (con suerte), acogotada (me he prometido no poner tacos o palabras malsonantes), paralizada. Dejar fluir sin temor el estar: no pasa nada. Tener en cuenta que lo que soy ya lo sabe Dios. Siempre, antes y mejor que yo. Y que los esfuerzos por ser mejor y no fastidiar a los demás ni a uno mismo (a menudo coinciden, más a menudo de lo que se piensa) suelen saldarse en mejores resultados si ni siquiera te propones ser mejor, sino estar mejor. Mala cosa tener tan claro el ser cuando el estar se practica mal.

Me he metido en un jardín ... y no sé dónde estoy. No se me ocurre ponerme a pensar en el ser ni de broma, empiezo por donde puedo, por lo diario, encontrar una senda clarita y abrirme paso, porque da igual si soy o no soy, ni esencialismos varios.

Cierra esta tarde un cielo de nubes maravillosas que no podré captar con mi cámara. No soy buena fotrógrafa. ¿Lo ves como el verbo no trae cosa buena?

1 comentario:

María dijo...

Pues estoy de acuerdo contigo. A veces nos perdemos en intentar averiguar quiénes somos, en cómo somos, en cómo querríamos ser... y se nos va el tiempo del estar con otros, del estar felices o simplemente contentos, del estar tristes, del estar vivos...

Bonito post Máster