martes, 30 de junio de 2009

Banquetes y festines


Supongo que a los que nos gusta comer tanto, nos gusta todavía más la preparación y la sobremesa. No sé, pero tengo la sensación de que disfrutas tanto con las vísperas, aunque nos lleve cierto trabajo, como con la octava que toda fiesta grande tiene.

Salvo enfermedad, desconfío del que no le gusta comer, del que no disfruta, me da mala espina. Otra cosa son las dietas que hoy siguen casi uno de cada dos hombres, y tres de cada cuatro mujeres a veces. Pero me encanta que se la salten en mi casa, y tengo que decir que suelo hacer todo lo posible para que lo hagan, o al menos que disfruten "del verde" y de lo hipocalórico todo lo que puedan y más.

Me estoy acordando estos días del musical de La Bella y la Bestia, la canción del festín me hace mucha gracia. El maitre del restaurante, siempre atento, es un candelabro, la Bella se sienta a disfrutar un banquete francés, la repera. También pensé en la película El festín del Babette sobre el texto de Karen Blixen, una de las historias que creo que son más católicas. Y eso que Blixen era danesa y luterana si mal no recuerdo.

Hacer un hueco para que se sienten quienes lleguen, sean quienes sean, sacar no dos platos, tres o cuatro, derroche, puede ser, pero ¿qué sería de nosotros sin cierto derroche en la vida? No todo está medido, a Dios gracias y menos mal.

Qué mala es el hambre de todo tipo, pero a veces es malo también comer sin hambre, por hábito o costumbre, como inapetente y despreciando lo que hay, mordisqueando y dejando el plato casi lleno.

Y en cambio qué felicidad hincarle el diente a una pierna de cordero cuando tienes hambre, ganas, y no dejas ni las raspas haya lo que haya, hasta el final. El sueño de toda cocinera. Más que palabras de agradecimiento y alabanzas, que se lo coman todo es lo que más gusta. "¿Y ya no queda más? ¡Qué pena!¡ joé, tíos, que habéis repetido tres veces!"

Qué razón tiene la oración "Dios, da pan a quienes tienen hambre y... hambre a quienes tienen pan" que vi en un blog y criticó alguien por considerarla poco ortodoxa en su segunda parte. Casi me bato en duelo. Bueno, realmente me batí de furia que me entró, y a primera sangre. Qué mal hice, allá cada cual con lo que no desea ni pide a Dios, seré idiota.

Qué importantes son las ganas.

PS: Hace unos dos años se publicó en España el cuento del Festín de Babette de Blixen. Noemí Villamuza, genial siempre, me encanta, es la autora de las ilustraciones (las que figuran aquí son la portada y una muestra para abrir boca ;-). Está en editorial Nórdica y se puede encontrar aquí.

lunes, 29 de junio de 2009

La alegría de arponero



Leí este fin de semana Topicario y arpones contra el pensamiento simple de Jesús Cotta. Me he reído mucho, especialmente cuando algunos tópicos, ¡tantos!, me resultaban cercanos y propios. Quien esté libre de tópicos, o de nada, que tire la primera piedra.

Más que lo políticamente correcto o incorrecto, el pensamiento único, o ni siquiera el débil, lo que impera es el tópico. Un tópico es un ejemplo del pensamiento simple, o sea, tonto, quizás su paradigma o más digno representante. Es más cómodo pensar "a través" de los tópicos -o sea, no pensar- que hacerlo por cuenta propia, que siempre es más difícil y además puede acarrear el mohín o el disgusto de unos, de otros o de todos juntos y/o sucesivamente, por eso nos cuesta. Los tópicos son propios de las tribus, cada una tiene los suyos, también se comparten algunos. Y cualquier tribu da más calor que la soledad de la independencia.

Lo que más me ha gustado del libro de Cotta es su alegría. Podría decir sano cachondeo, que creo que le cuadra más, la verdad, pero todavía tengo prejuicios, hasta en el lenguaje. Y los prejuicios son padres de los tópicos, según me he enterado, qué le vamos a hacer.

Tengo la sensación de que identificar tópicos, como hacen Cotta y sus arponeros, dejarles y dejarnos al aire, desnuditos, es muestra de libertad, lo que proporciona al parecer una saludable alegría. No del que se ríe de los demás, sino de los endebles taburetes en los que nos podemos sentar todos, cada uno los nuestros.

Cotta muestra que las patas de los tópicos no sujetan bien y que se quiebran en cuanto se sopla un poquito, no hace falta mucho, como hizo el lobo a la casita de palitos de Los 3 cerditos. Aunque sea un lobo amable como es el caso.

Y esto es lo segundo que más me ha gustado del libro, que es casi lo más importante. Que se puede no tener compasión alguna por los tópicos y tantos lugares comunes, vengan de donde vengan, arponearlos sin remilgos, sin miedo y con la contundencia de un capitán ballenero y, precisamente por eso, tener un profundo respeto por las personas, por cada una.

Uno no es sus tópicos. Identificar y mostrar la falsedad de los segundos no es meterse con la persona. Justo lo contrario a lo que se suele entender, otro tópico muy extendido: criticar algo es criticar a alguien. Y así no hay quien hable de nada, no vaya a ser que alguien se ofenda y se lo tome personalmente, vaya por Dios.

El libro de Cotta creo que demuestra que quien identifica tópicos, se ríe de ellos y los desmonta sin aparente esfuerzo, es alguien que respeta a las personas, a los individuos, a dos de las cosas que más hombres nos hacen. Es levantando esa liebre -da hasta pena la pobre, tan agazapada a veces está- de los tópicos buenistas, de los educativos, de tantas vacas sagradas e infundadas de unos y otros, de los tópicos de la historia, de la moral y costumbres, de otros de economía y política, como podemos honrar a la inteligencia y a la capacidad de ejercitar la libertad de pensamiento. O sea, al pensamiento. A las personas en definitiva, que somos eso, inteligencia y libertad. Y más, por supuesto.

O sea, que al final la firmeza del artillero contra esas "ideas" que no son tales, sino simplezas y lugares trillados y comunes, revela más respeto real, bastante más ternura, humanidad y comprensión de fondo, más corazón en definitiva, que el guante de seda, formal y melifluo, fofo, del "todo es respetable" bajo el cual se desliza a menudo el desprecio interior por las personas cuidadosamente oculto por un barniz de corrección pública, que no privada. Paparruchas.

Inventariar algunas tonterías, clásicas o modernas, vestidas de rotundas afirmaciones, elevadísimas o pedestres pero siempre inapelables -eso son los tópicos en definitiva-, mostrar con la inocencia de un niño y el choteo de un fauno jugueton por qué no se sostienen, dejando a salvo a las personas, que pensamos y decimos estupideces o nos enrocamos en nuestros tópicos todos los santos días, es lo que con tanta gracia hace Jesús Cotta en Topicario. Espero que haya segunda parte.

Seguro que el autor es bien recibido en algunos lugares y peor en otros, o irá por épocas. Es buena señal llegar a ser, y hasta estar, un poco incómodo a veces. Y una suerte tener ese desparpajo compatible con la amabilidad siempre ex corde de Cotta, tan presente en el libro como también en su blog. No hay que perderse ninguno de los dos.

Sana envidia que me da, para finalizar con otro tópico, faltaría más.

(El libro está publicado por Editorial Almuzara, tiene 181 páginas y se puede encontrar aquí)

A la salud por el agua


Estuvieron en casa Pepa y su marido hace ocho días, aprovechamos para ir al Bosque, el balneario que hay en Matalpino. Ya lo había probado este invierno con Patrapa y Stefanie, tres mujeres juntas tomando las aguas tienen tiempo para reírse, montar varios negocios en su imaginación, hundirlos también y enfrentarse al final a un cocido sin ningún tipo de remordimiento.

En esta ocasión con el calor de junio el famoso SPA (salute per l'aqua, creo que se dice en italiano) nos dejó todavía más tirados de lo que estábamos, la tensión por los suelos, siesta para el capitán y para mí y para Pepa estudiar el examen de catalán que tenía el lunes.

El Bosque es toda una institución por la zona, ahora hay otros balnearios en Moralzarzal y creo que en Colmenar Viejo, pero el del Bosque fue el primero y es estupendo. Sola no voy, me parece como mal disfrutar de él sin nadie, pero con amigos me encanta.

Se empieza por la terma romana, 15 minutos si aguantas, si no, 7 y 7, o 5, 5 y 5, y en las pausas y al final piscina de agua helada. Cada uno se flagela como puede, la piscina estaba de morirse hace unos meses, te dolía hasta el alma, llorabas, pero con Pepa y su marido no nos dio ninguna impresión. Claro que Pepa es asturiana y eso prepara para la frialdad del agua.

Luego la piscina de chorros de presión, comienzas por abajo, tobillos, y vas por el circuito con los chorros por las piernas, caderas, tripa, espalda, hombros, cabeza y acabas con un chorro por todo el cuerpo casi tumbada, una gozada.

Luego el jacuzzi, otros quince minutos o así, y después el baño turco, también 15 de golpe o con pausas, como la terma romana, en la piscina heladora que esta vez no era tal. También pasamos por un pediluvio que te hacía ver las estrellas, eso de andar por guijarros que se te clavan en los piececitos es de fakires, no de personas, pero dicen que es muy sano.

El turco es lo que más me gusta, parece que estás en una película de espías y vas a pasar la fórmula secreta al bando contrario en mitad de la niebla y el vapor. Para terminar ducha escocesa que es algo como muy calvinista, agua caliente y luego fría de morirte, empezando por los pies y acabando por la cabeza. Y de fin de fiesta una ducha de aromas. Con Patrapa y Stefanie no noté nada, esta última vez sí que olía más, la piel se quedó de cine.

Al final zumito de naranja tumbados y mirando a la sierra, al jardín. Y nos tomamos luego una cerveza, demasiada salud para un solo día.

Jo, qué bien se puede vivir. Repetiremos algún día. Me acordé no sé por qué del libro de Mike Spike, How to be decadent.

Ay sí, a veces hay que ser un poco decadente si el tiempo y la autoridad no lo impiden, y mimarse un poquito, a los amigos también.

domingo, 28 de junio de 2009

D. Jaime de Mora, los carlistas y el PC y 3)


El partido era el PC, no había otro partido, o si lo hubo fue mucho más tarde. En el PC estaba todo el mundo que hacía algo. "¿Has leído a Marx?" Tuve que reconocer que no recién llegada a la universidad. Era lega en marxismo, tonta del bote, muy rara. Al parecer, todas las chicas habían leído a Marx y sabían quién era Trotsky y todo el mundo quería hacer la revolución o al menos la democracia.

Me acuerdo el primer día de la Facultad de Derecho, un cartel enorme "Abandonad toda esperanza los que aquí entréis", como para animar a cualquiera.

Las asambleas de Facultad. Allí oí por primera vez que una decisión de huelga nos vinculaba a todos. "Vincular", lo he vuelto a leer en el Topicario de Cotta, y me he acordado. Yo no había oído ese sentido de la palabra: nos obligaba a todos. O sea, que al final una asamblea de 100 tipos donde se decidía por 30 hacer huelga y 70 se abstenían "vinculaba" a toda la facultad de más de 1000 alumnos.

Redimir culpas. Me acuerdo de una buenísima amiga, de derechas de toda la vida su familia, título nobiliario por más señas. Y ese sentimiento de culpa tan español que se torna coartada para que la gente te pase por encima: tenía que hacerse perdonar y ser aceptada. Lo cual se hacía a veces a través de la activa militancia política, se hizo más roja que nadie. Pero sobre todo, también había cierta redención por cierta militancia que podemos llamar vital: la cantidad de tíos que ligaron en la época gracias a la culpa y al miedo de ser tachada de fascista o estrecha, tanto daba.

Leí La vida exagerada de Martín Romaña de Bryce Echenique y empecé a verlo con otros ojos, con la risa siempre se entiende todo más, creo.

Al final está siempre Inés. Y a menudo un tío al que le mandan escribir sobre los sindicatos pesqueros peruanos cuando a él lo que le nace es hacer sonetos y ligarse de una vez por todas a Inés, que es una "ahora sí y ahora no" y se las está haciendo pasar canutas.

Lo más verdadero que había era que a los hombres les gustaban las mujeres, y a las mujeres los hombres.

Y lo demás, la política, la democracia, estaba muy bien y podía ser muy cierto, muy loable y muy interesante. Pero lo más verdad era lo más elemental, donde caben pocos engaños. O muchos, según se mire, pero con menos vueltas.

"Doña Inés del alma mía, luz de donde el sol la toma". Y el pobre Bryce cayéndose de la camota leyendo a Marx con Inés. La vida misma, oiga.

sábado, 27 de junio de 2009

D. Jaime de Mora, los carlistas y el PC 2)


Yo no entendía muy bien qué era ser carlista en los años 70, pero mi padre tenía varios amigos que lo eran, o lo habían sido. El caso es que mi primer baile fue con un carlista amigo de mi padre, navarro, Emilio Huarte. Estábamos en Alcocebre, de vacaciones, su familia y la mía, y con trece años me sacó a bailar, me encantó el detalle y me acuerdo de su porte, tan elegante y tan caballero. Si no, no me acordaría y todavía me acuerdo, más de treinta y cinco años después, Dios le bendiga.

El caso es que luego he ido a dar con otros del perfil que yo asocio al carlismo, también a un dinero viejo, o más bien, para ser sincera, a menudo a ningún dinero -habitualmente, digo - pero sí, ¿cómo lo diría?, a una especie de formas educadísimas, nula capacidad para los negocios tal y como hoy los entendemos -o la vida moderna empresarial, o incluso no empresarial, pongámoslo así-. O sea, no son carlistas, pero son como "tradicionalistas". ¿no?

Un caso fue un compañero mío de trabajo en un departamento de comunicación de una ONG. No era carlista, pero daba en cierta medida el tipo. Habitualmente un departamento de comunicación, sea de empresa o de donde sea, debe ser de lo más activo, sin tiempo ni para ir al cuarto de baño. Pero a este personaje, encantador, educadísimo, hoy dedicado a la literatura y adláteres, se le paseaba el alma por el cuerpo en opinión, naturalmente, siempre muy parcial de alguien como yo que ha sido formada en gran medida por los yanquis. Tengo que reconocer que realmente me ponía a 100, no entendía cómo alguien podía pretender vivir tan bien. Y lo lograra, tengo que decir, porque lo lograba, un 10 para el señor.

El susodicho Gabriel, llamémosle así, era encantador, hubiera sido de hecho un fantástico señor feudal, cuidando de sus vasallos estupendamente, esto lo he comentado con varios amigos y todos estábamos de acuerdo. Gabriel era una de las personas más buenas que yo he me he encontrado, y se las ha arreglado al final para vivir como él quería, de tonto ni un pelo. Me alegro mucho, porque buena persona es un rato, pero es como sacado de otro mundo que ya pasó, no viejuno ni casposo, simplemente fuera de ese frenesí laboral que suele caracterizar a la empresa privada, al menos lo que yo conozco. También como por encima de otras luchas mundanas.

Vivir de la literatura no creo que viva todavía, pero está en camino, publicando en buenas editoriales, lo que me parece envidiable. Me alegro mucho por él, la verdad.

Otro amigo carlista de mi padre fue a la cárcel por los sucesos de Montejurra. Al salir estaba totalmente arruinado, no sabía hacer nada digamos que "de provecho", que le permitiese ganarse un salario, y cada vez que lo invitaban a comer se ponía contentísimo, tanto él como su mujer. Vivía en un pedazo de casa estupenda en el mejor Madrid pero efectivo no tenía un duro. Bueno, buenísimo, pero no lo habían educado para trabajar, sino para otra cosa.

Digamos que en los años 60 y 70 nos educaron a muchos -y a muchas- para trabajar, luego quizás ya se empezó a educar para triunfar,, se olvido eso que se llama la "ética o cultura del esfuerzo", o simplemente se dejó de educar, todo puede ser. Cosa complicada esa la de tu naturaleza, tu educación, tus capacidades y luego el mundo donde nos toca vivir y a dónde van a parar nuestros huesos laboralmente hablando.

jueves, 25 de junio de 2009

D. Jaime de Mora, los carlistas y el PC 1)

Me acuerdo todavía un día que mi padre me dijo "En todo país tiene que haber un Jaime de Mora". Eran los años 70, no había llegado la democracia, y yo era una preadolescente creyente en cierta ética del trabajo. Lo normal para alguien con un padre pluriempleado y una educación donde la pereza no estaba bien vista.

Me dejó patidifusa su afirmación viniendo de donde venía. Pero mi padre tenía esas aparentes contradicciones, más teóricas que prácticas, bien es cierto, que son las que creo que pueden hacer de la educación algo humano y cálido.

Para los menores de 40 años que no sepan de quién hablo, Don (era Don) Jaime de Mora y Aragón era el hermano de la reina Fabiola de Bélgica, una especie de bon vivant que por lo visto hizo algo por Marbella, la promocionó. Realmente no sé muy bien ahora qué hizo de verdad al final y qué no. Pero da igual, es lo de menos casi.

El caso es que tenía bastante fama de cara dura, quizás lo era. No sé, el caso es que intrigada le pregunté que por qué tenía que haber gente que no daba un palo al agua o vivía de las rentas o de la fama, eran unos caras ¿no? Me parecía francamente mal que hubiese gente así y desde luego que insólito el comentario en su boca.

Mi padre me explicó que no todo el mundo estaba hecho para trabajar de 9 a 5, o por cuenta ajena, o en una oficina, una fábrica o el campo. También me dijo que además muchos vagos al final acababan currando mucho más que los trabajadores oficiales y que una cosa era la actividad y el movimiento y hasta el esfuerzo y otra, distinta, el trabajo.
Me sugirió también que a veces es mejor incluso que determinada gente no trabaje, o que trabaje poco tal y como lo entendemos el resto de los mortales. Que el afán por hacer no es siempre bueno, y que incluso puede ser muy peligroso. Y que una sociedad sana es la que permite que haya cierta variedad y no corta a todo el mundo por el mismo patrón, ni tampoco juzga, deja espacio. No era mi padre nada partidario de la igualdad.

Luego he comprobado qué razón tenía.
PD: Después de la loa al polígono tenía que escribir algo totalmente al revés.

martes, 23 de junio de 2009

Polígonos e intriga


A las afueras de las ciudades, incluso aquí, en mitad de esta sierra comida por las urbanizaciones, hay lugares desconocidos para quien ha trabajado toda su vida pisando moqueta.

Los polígonos tienen a veces nombres inauditos, "Capellanía", por ejemplo.

A menos de media hora de mi casa, donde vivo con las vacas como vecinas y no oigo un ruido, tengo industria para dar y tomar, aunque sea ya en el último escalón de distribución. Son cerca de 3 polígonos.

Fui a uno hace unas semanas con Juan Carlos, mi manitas, y encargamos que nos cortesen unas barras de hierro para hacer escalones y poder bajar a la depuradora sin riesgos. Un euro. Luego compramos cemento, yo no había comprado en mi vida cemento. La chica que nos atendía tenía empapelada su pared con fotos del Duque. No el de toda la vida, John Wayne, sino el tipo ese de la tele. Hicimos unas risas.

Hoy nos acercamos a Collado Villaba, enorme el polígono de allí. Sube un marroquí con unas tenazas de dar miedo y desmonta parte de la bomba de la piscina. Le sonrío con admiración como si fuera un mago.

Si no hiciese tanto calor me daría una vuelta para ver más de todo eso que no sé qué es y para qué sirve. Tengo interés y curiosidad por el mundo del polígono y esas cosas tan ajenas, lejanas e importantes. Me intrigan, la verdad.

"¿Y para qué dices que es esto?" Pregunto con algo en las manos que no tengo ni pajolera idea de lo que es. Y ese máster en realidad que es Juan Carlos me va contando, le tengo frito. Son nombres extraños y funciones que yo no había imaginado y que vuelvo a olvidar una vez me lo explican. Como la caldera de mi casa. Es un misterio todo.

Te das cuenta que no conoces nada de esa vida material, física, la que hace tu casa, las calles, lo que a veces no se ve pero acaba por sustentar casi todo.

Quizás todos esos componentes que venden en los polígonos sean al final más alma que materia.

Yo sólo muevo papeles. En fin. Polígonos.

lunes, 22 de junio de 2009

Contar(lo) para vivir


"Vivir para contarla", así tituló García Márquez su autobiografía, la de los primeros años.

Desde luego que uno quiere vivir para contarlo, pero también contamos para vivir, es otra manera de verlo.

Mi hermano Paco me contó, valga la redundancia, un chiste el otro día.

Se hunde un transatlántico y se salvan Claudia Schiffer y un marinero. Acaban de únicos náufragos en una isla desierta, por supuesto paradisíaca: aguas cristalinas, selva que te mueres, espléndido sol. Hay tanta gente que describe tan bien islas que no voy a ponerme a ello.

Pasan los días, las islas unen mucho, la supervivencia más, la soledad ni te cuento, y pasa lo natural en estas circunstancias: Claudia y el marinero acaban por vivir un "tórrido romance" que diría el Hola.

Sigue la vida, siguen sobreviviendo y amándose, unas veces más de lo primero, otras de lo segundo, según la disponibilidad de alimentos y la luna, también del carácter de ambos.

Pero un día Claudia encuentra un poco mustio a su marinero.

"Cariño, ¿qué te pasa?" , pregunta la alemana solícita.

"Nada, mi amor, que tengo algo que pedirte y no me atrevo", responde el marinero, pongamos que es italiano, queda mejor.

"Pero, por Dios, dime, dime, yo estoy aquí para hacerte feliz" le anima ella.

"Mira, verás, es que tengo una fantasía sexual y no sé, no sé cómo decírtelo..."

"Nada, nada, tú dime... "

"Mira" - responde el marinero- "pues es que te imagino vestida de marinero y no sabes cómo me pone".


"Huy, hijo, eso está hecho", la alemana tiene arrestos para esto y para lo que la echen.

Coge Claudia y se va a la cueva donde habían guardado los restos del naufragio, encuentra un antiguo uniforme del Perla del Mar y se lo pone. Le está estupendo porque todo le está estupendo. Es Claudia Schiffer, claro, y de igual lo que se ponga. O lo que se quite, claro.

Vuelve a la calita donde aguarda el marinero y espera, en fin, espera a ver qué hace él.

Se acerca el marinero con los ojos encendidos por la pasión, como loco, la coge del brazo, la sienta de un golpe y con voz emocionada le dice:

"Hombre, Manolo, no sabes las ganas que tenía de verte,

¿a qué no sabes cón quién me estoy acostando?

¡Con la mismísima Claudia Schiffer!"


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Creo que escribir es algo así, uno puede acabar siendo un poco marinero italiano.

PD: El chiste era mejor, yo es que los cuento fatal. Y no puedo evitar meter morcillas varias, perdón, es como una necesidad básica.

miércoles, 17 de junio de 2009

Oficio



Escribía el otro día Javier Sánchez Menéndez de la desaparición de algunos blogs. Me quedé con la copla pensando en que en esto de tener una bitácora, de escribir quizás, hay tanta variedad como en la cocina, distintos grados, no mejores o peores.

Una cosa es la afición, otra el gusto, otra el estilo, y luego viene la técnica, el oficio. Y detrás la materia, siempre la materia. Intentaré explicarlo.

La afición en general es genial. Que te guste algo que te mueres. Que lo disfrutes. Como sujeto pasivo -aunque nunca se es pasivo- uno se inicia en muchas cosas como simple aficionado. Oyes música, te encanta la pintura, la cerámica, la cocina. Quizás a base de ver mucho, de leer mucho, de escuchar mucho, uno desarrolla algo que se llama gusto.

Hay algunas personas que tienen un gusto innato, pero yo creo que la exposición a lo que sea nos hace desarrollar el gusto.

Cuando hablo de gusto no quiero entrar en el mal o buen gusto, es otra cosa. El gusto tiene que ver con el paladar, con el olfato, el tacto, con un mundo de reconocer vía sensible e intelectual, ambas. El gusto es que tu ojo aprenda a ver, tu oído a oir, tu paladar a gustar: colores, tonos, volúmenes, ritmos, ácido o salado, agridulce. A identificar, a distinguir, que se acostumbre a un amplio rango de registros, que no sea monocorde, romo, analfabeto. Luego ya otra cosa es lo que prefieras, pero el gusto original al que me refiero es saber reconocer, identificar gracias a la exploración, a la exposición, al hábito, sea de lecturas, de comida, de pintura, es igual. El gusto es el cultivo que se inicia con la afición digamos que pasiva -insisto, nunca lo es- de algo como espectador, lector, o hasta comensal.

Sobre gustos precisamente está todo escrito, o mucho al menos.

A veces a base de disfrutar mucho comiendo, es mi caso, prende la afición a la cocina, a lo activo supuestamente. A base de disfrutar leyendo prenden también las ganas de escribir. Te haces entonces un aficionado activo, o una palabra que todavía me gusta más, amateur. No tiene nada de peyorativo en mi opinión. Y conserva lo de amante de algo que me encanta.

Soy cocinera amateur y escribo también por amor, por ganas, por deseo, por afición, llámalo zeta, me es igual.

Recuerdo este verano en Le Gargantua. Abriendo un salmón, deshuesando un pollo, haciendo cosas que nunca he hecho pero a las que les hace falta algo más que gusto por comer o afición por cocinar. Les hace falta técnica, oficio. Algo que mi amiga Raquel tiene, impresionante verla cortar, simplemente cortar, las verduras. Cocinar bien conlleva que te guste comer, haber comido variado, haber experimentado, amor por el material -por la materia prima-, conocerlo mucho, pero también técnica.

Como en la escritura, sé que no tengo técnica, algo me han enseñado pero no soy una cocinera de técnica como es Raquel y como creo que es Mirna que sin perder el gusto, el amor o la afición, tienen técnica, mucha. Tienen oficio. Algo envidiable.

La técnica hoy en día está muy denostada porque vivimos en el país de Lola Flores para lo bueno y para lo malo. El complejo Lola Flores es ese que dice "yo too lo llevo dentro". Y pensamos que no hace falta técnica, que con nuestro gusto y nuestra afición, nuestro amor también, suplimos la técnica. Yo creo que no es así.

Tengo un gran respeto a la técnica, al oficio. Al de escritor para empezar. Porque por familia sé lo que cuesta escribir algo de verdad, no algo que te nace y lo pones en media hora en internet o en un papel. No. Hay artesanos de la palabra que dedican media hora a un párrafo, y luego otra, y luego otra.

Creo que escribir conlleva ser lector para empezar, un gran lector, desarrollar el gusto, dosis de amor a raudales, afición, pero luego exige técnica. No tengo de la última, nada, por eso respeto mucho a quienes la tienen. Y se pelean con ella. Y echan horas. Afinan para decir algo y para decirlo bien, fabulan, juegan. La técnica tiene mucho de juego, pero de juego esforzado que da como resultado aciertos pero antes algunos fracasos hasta que limas, hasta que sabes. Y se nota cuando lees a otros.

En moda es igual, trabajé con un diseñador muy conocido y caí en la cuenta. Era un hombre de simple y excelente buen gusto, pero no tenía técnica ni oficio. Eso lo tenían otros a su alrededor, pero no sabía de patronaje, de cortar. Nada. En España esto se da mucho, la mayoría de los diseñadores no saben trabajar con la materia, ellos mismos, con sus manos. Pueden tener amor, afición incluso, y haber desarrollado un gusto excelente, pero no son couturiers, eso está en vías de extinción casi.

Creo que hay que alentar siempre la afición, antes el gusto, pero también creo que hay que valorar la técnica, el oficio, porque sin ello cocinar o escribir es un ejercicio no diré que peor, tampoco mejor, sólo diré que es distinto. En las bitácoras se nota, no tengo ni idea de si son un género literario o qué son, doctores tiene la blogosfera

Vivimos en un país, en una sociedad en general, en que hay poca valoración de los oficios, de todos. De ese enfrentarse como artesano, como obrero más allá de la, con perdón, "vena creativa propia" que no lleva habitualmente a ningún lado, o más bien siempre demasiado cerca, es evidente.

Vivimos en un mundo que aborrece de la materia, que no sabe enfrentarse a ella muchas veces, y al escribir hay materia, mucha, que pide una técnica, muchas, juego. En el caso de escribir, la materia de la palabra, las palabras, la gramática y la ortografía para empezar -parece una obviedad pero no lo es en absoluto-, el ritmo y otras muchas cosas que yo desconozco son básicos, elementales. Desde ahí se trabaja jugando.

Claro está que el tema de escribir o tener una bitácora a menudo no está en llegar a ningún lado, a veces es sólo divertirse, que está muy bien. Está muy bien, pero no es lo mismo.

Estilo. Creo que cada uno tiene cocinando, escribiendo, el suyo, propio. El estilo es algo uno, pero no es uno, es un uno mismo superficial, interesante, pero nada más, ni menos. Hay que serle fiel, pero no hay que idolatrarle, ni como lector ni como escritor, creo. Porque el estilo, que es mucho, no es nada sin técnica, sin oficio, sin trabajar. Y a veces uno se encierra en el estilo porque desconoce o no le interesa la técnica, también porque es infinitamente más cómodo, la verdad.

Creo que un escritor con oficio no es que no tenga estilo, que lo tendrá, uno o varios, es que ya no está prendido de él, lo ha trascendido. Y luego hay estilos más falsos que Judas, a mi entender, impostados, nada auténticos, repetitivos, o simplemente gente también que te gusta más no lo que escribe sino cómo lo hace, estilos que aborreces y otros que enganchan. Pero un escritor de oficio pienso que está por encima de eso, creo, no sé, el estilo, en las bitácoras también, tengo la sensación que puede llegar a ser una pesada cárcel, como en la vida.

Yo creo que no se puede ni se debe exigir a todo el mundo lo mismo y es fantástico que haya variedad de todo, y modos de hacer las cosas, y resultados, faltaría más. Las bitácoras, además, no pretenden ser siempre literatura, o un ejercicio de escritura siquiera. Son un divertimento a menudo, fenomenal que lo sean.

Que una persona haga una cena para 12 en una hora, sin respirar apenas, y que lo que comen les guste y aplaudan está fantástico. Pero que otra dedique 5 horas a un menú elaborado con primor, producto no sólo de una buena materia prima, o de su gusto, sino de mucha técnica, de experimentación, de juego esforzado es también estupendo, a mi entender.

No sé si me he explicado. Todo está bien, pero no todo es lo mismo.

La técnica, el juego, implican paciencia, constancia, tiempo también. Y no nace de la nada, detrás siempre gusto, afición, amor, conocimiento de la materia, elementos básicos.

Cualquier oficio parte de reconocer que uno dentro lleva bastante poco, muy poco, parte de la humildad. Y no del arrebato aunque sea en la calma.

Ser consciente de esto te da cierta perspectiva. Y, con todo, mucha paz, qué se le va a hacer.

Nota: canta Sting, de su disco "Las canciones del laberinto", con un laudista, Edin Kamarazov, poemas de un contemporáneo de Shankespeare, John Downland. Fine knacks for the ladies quiere decir bonitas baratijas, abalorios para las damas.

martes, 16 de junio de 2009

Síndrome del planificador excesivamente optimista (ponga un pesimista en su vida)


"Overly optimistic planner sydrome", dicho en inglés suena todavía... peor. Y son bastantes quienes lo sufren aunque no esté tipificado medicamente.

El optimismo creo que es algo agradable, pero a veces puede ser peligroso.

A largo plazo soy optimista por fe, nos espera la vida eterna. A medio y a corto lo soy por naturaleza, vitalmente, por entrañas, un error como otro cualquiera quizás. Bueno, no, es un error garrafal que se corrije mal, es muy difícil de cambiar.

Y ya planificando -es un decir- padezco además el síndrome ese.

El excesivamente optimista no ve sus límites o si los ve piensa que se los saltará a la torera, tampoco mide bien sus fuerzas, considera además que los otros recursos naturales o no naturales siempre le serán propicios. Si es el clima, nunca lloverá ni hará un calor de narices, tampoco nevará, por eso no importa no llevar cadenas. Respecto al dinero ¿qué decir? Nunca faltará. ¿Demasiado trabajo? Nada, hombre, esto lo saco yo en dos horitas. ¿Has pensado si... ? Nunca ha pensado, está demasiado entusiasmado planificando optimistamente todo, que será naturalmente perfecto o casi. No habrá nubes, ni viento en contra, nada, hombre, por Dios, ¿a quién se le ocurre pensar que algo malo puede suceder, o algo no del todo favorable? Sólo a alguien con ganas de fastidiar, a los cenizos.

Por eso los muy moderadamente optimistas o incluso ligeramente pesimistas y estoy por pensar que hasta los declaradamente pesimistas, son gente muy necesaria: como amigos, en la familia, en el trabajo. Pueden ayudar mucho a los excesivamente optimistas, estén planificando o disfrutando de la vida, a veces ambas cosas. O, también, lamentándose por los rincones, en el fondo hundidos en la miseria piensan que no pasa nada, que nunca pasa realmente nada serio, grave. Están hechos polvo con 23 cosas que no salieron bien, sí, pero siguen siendo optimistas y son capaces de meterse en otro lío como te descuides, no aprenderán jamás.

Sí, a los pesimistas se les dice que son unos puñeteros aguafiestas, unos tristes, "anda ya, no me fastidies". Pero ¿y la de veces que acaban teniendo razón? Un montón de veces. Y a veces son tan buenos que ni nos lo recuerdan con ese "Ya te lo dije" tan molesto.

Excesivo optimismo: intentar dejar de fumar cuando tenías exámenes y a la vez te había dejado el novio. Bueno, tú podías con eso y con más, por Dios.

Excesivo optimismo (en este caso del planificador): pensar que en dos horas tú te haces con una cena para 8, sacas a las perras y además tienes tiempo para arreglarte antes de que venga la gente.

Excesivo optimismo: qué dices, chaval, pero ¿qué tontería es esa de que una casa con jardín da mucho trabajo, que la piscina es un inmenso error, que no vas a poder sola con todo, que a dónde vas con dos perras, tan aislada, que no aceptes más curro, que no digas que sí a trabajar gratis, que...?

Afortunadamente los amigos, los hermanos y la familia están ahí cuando todo se tambalea y tienes ganas de prender fuego a la casa y a lo demás. Te quitan las cerillas de la mano, te escuchan y se toman una cerveza contigo. Y ni siquiera te dicen "¿la próxima vez podrías escucharnos?" o el "ya te lo dije", o peor "pero ¿tú piensas las cosas o actúas siempre por impulso?". Y te sonríen con mucha comprensión. Muchas gracias.

Son moderadamente optimistas, ligeramente pesimistas y hasta pesimistas. Funcionan sin tanta alegría ni ímpetu pero mucho más eficazmente. Y si tienen influencia -sé que hay gente inmune a la influencia de otros- pueden acabar por ayudar a los excesivamente optimistas si están muy cerca.

Ponga un pesimista en su vida si Vd. es excesivamente optimista, esto se cura por fuerzas contrapuestas, por exposición constante, por contaminación, nunca por convicción propia.

Anuncio en el periódico: mujer exageradamente optimista busca hombre de ligero a moderado pesimismo para que le pare algo los pies. No se promete hacerle caso siempre, los milagros a Lourdes.

lunes, 15 de junio de 2009

Cetrería


Leo en el ABC que varios halcones anidan por Azca, cerca de casa de mi madre. Ya hace unos años me contaron que el edificio del BBVA tenía un par de halcones, no de los financieros, de los de verdad. Me encantan los halcones y, en general, todas las rapaces, los buitres incluidos. Pero el halcón es de mis favoritos, tan pequeño, tan rápido.

Vi hace unos meses un reportaje sobre cetrería, algo precioso, el ave vuela y vuelve a su dueño, es una relación muy especial entre ambos. Al parecer en los países árabes es muy popular, en España también hay bastante afición.

Lleva mucho tiempo, mucha dedicación. No son animalitos domésticos, son otra cosa, libres pero sometidos por voluntad propia, si es que los animales tienen voluntad propia. A la vista de Tana creo que sí la tienen, vaya que si la tienen. Claro que se les entrena para volver, que se les alimenta, pero el ave no vuelve porque le des de comer solo, ese es el inicio para hacerle fiel, luego hay otra cosa más profunda.

Conduces y conduces y siempre hay un par de milanos que sobrevuelan la carretera, con sus manchas blancas en ambas alas, su cola tan distintiva. Te acompañan siempre.

Recuerdo todavía un alimoche en Picos de Europa, blanco, sobrevolando. Y los eternos buitres, parejas siempre, muchos, en tantos riscos, lejanos y más cercanos. Luego ya con las águilas me pierdo totalmente, necesitaría ir con amigos que las sepan distinguir.

Con los halcones siempre me acuerdo de los versos de San Juan de la Cruz, "Volé tan alto, tan alto que le di a la caza alcance".

He perdido toda la información de un USB ayer, dos años de trabajo; luego perdí el tren esta mañana, debí de apagar el despertador a las 5 y ni me acuerdo; y dos horas más tarde he perdido a Olimpia paseándola.

No pasa nada, empezar desde 0 es bueno a veces, te obliga a hacer las cosas nuevas, no a copiar y pegar. Veré si puedo tener la reunión vía teléfono, santa paz. Y lo más importante es que Olimpia volvió sola a casa aunque no sea un halcón.

Me gusta pensar que los halcones sobrevuelan Madrid altos, altos.

domingo, 14 de junio de 2009

Un par de oceanos/ Capitán James McKay




Se caen del calor los pájaros, han callado todos en este mediodía. La piscina se vacía poco a poco. Ponen Horizontes de Grandeza (The big country) en Telemadrid pero no voy a poder verla otra vez, es una de mis favoritas.

Quiero hablar con un amigo por teléfono y tengo que trabajar.

Estupenda película la de William Wyler, yo querría ser como Gregory Peck, el capitán James McKay.

No hace falta montar el caballo ese indomable cuando todo el mundo lo ve, ni aceptar el desafío público a ver quién es más macho, o más listo, o más lo que sea, da igual.

Las victorias siempre privadas, nunca públicas, son más densas, más tuyas, más verdad. No ver enemigos de cada vez donde no los hay, el peor y más difícil de vencer suele ser uno mismo.

"¿Y qué le parece Texas? ¿Ha visto algo más grande?" pregunta un tejano orgulloso de lo suyo.

"Un par de oceanos" contesta Peck, marino, viene de Nueva Inglaterra. El universo no empieza ni se acaba donde uno se encuentra, esté uno donde esté.

Choca su mentalidad con la texana, con tantas cosas buenas, pero con una testosterona mal encauzada. Tranquilos, chicos, que no se trata de a ver quién la tiene más grande.

Al final es una simple lucha por el agua y un patio de vecinos malhumorados por amplio que fuera el lugar.

Ay, Dios, qué de pueblo (en el mal sentido, lo hay bueno) podemos ser todos, hasta los de Texas, si no, veamos la reciente historia, la más cercana, la propia.

Mundos pequeños en todas partes, los realmente grandes suelen ser interiores, los horizontes están dentro, la grandeza es la de alma, tan poco frecuente.

No pelearse, no armarla de cada vez, no entrar a trapo tampoco, mucho menos provocar.

Un caballero es al que no le hace falta batirse para demostrarlo, justo al revés. La valentía no es el simple arrojo, es la resistencia a veces. Pero la hija del Mayor, Patricia, no lo entiende, piensa que es un cobarde. Y James se queda con la maestrita, más lista, Jean Simmons.

Lo dicho, querría ser como Gregory Peck, Capitán James McKay. Y me pilla lejos, mucho, ay.

sábado, 13 de junio de 2009

Extraña compañera


Día del Corpus pero trabajo, la vida es así. Despertar católico, o sea, cuando Dios quiere, paseo con la perras y a las 12 cojo el coche, destino Casasimarro. Tengo suerte, día espléndido, la salida por la A3 no presenta problemas, y la perspectiva de conducir un par de horas (que luego son casi 3) en silencio, sin música siquiera, me encanta. Salvo por la copilota extraña, pelmaza, que te he dicho que si vienes, vengas callada. Pues nada. Mira que me gusta que pasen las horas sin hablar ni que me hablen, pues no podrá ser esta vez.

Paso por donde está enterrada Pepa, mi primera perra, "El último parque", soy incapaz de incinerar, de quemar, lo que he querido, a quien he querido, nunca jamás, todo que vuelva a la tierra y que produzca vida. Tierra a la tierra y mis recuerdos, de esta perra y de más, siempre ahí, lo lejano y lo cercano, pero nada de quemar, qué bonito recordar cómo te han querido y cuando has querido, sin rencor jamás, con suavidad y agradecimiento siempre.

A la altura del kilómetro 70 en esta Castilla la Nueva (lo siento, mis demarcaciones son de antes de la Constitución), en plena llanura comida por el sol parlotea mi amiga y no calla. Joé, tía, eres una plasta. Y va y viene, y que si demasiado, no me pidas, bailar, y otras cosas más. Llego tarde a Casasimarro, más allá de Cuenca, pero me paro antes. No es por ella, tengo ganas de hacer pis y comer algo, debería llamar al cliente y decirle que llego tarde, lo hago, sin cobertura casi o es la Storm que es un tongo, también puede ser.

Y en mitad de un descampado con lapiz y papel, en la portada y márgenes de una vieja guía, en un hueco blanco, escribo antes de que se me olvide, sobre todo para que me deje de dar la lata y pueda estar en lo que estoy, conduciendo.

Llego tarde a Casasimarro, trabajamos bien y rápido, como me gusta, presento luego a la junta directiva de la asociación todo el proceso de consultoría en comunicación, pueblo rico éste, aprenderé otras cosas que no sé, me encanta la variación y lo desconocido.

A las 7 vuelvo a Madrid, sol en la frente, así no se puede conducir, juro en arameo, me la voy a pegar, pero mi compañera extraña duerme ahora a mi lado, gracias a Dios.

jueves, 11 de junio de 2009

La risa les hace fuertes


Conocí a Tamara Kreisler hace ya 9 años, empezaba ella con la Fundación Theodora en España, payasos para nuestros niños hospitalizados. Jovencísima entonces, sigue jovencísima hoy, comenzaba en solitario la tarea de montar la Fundación, que reúne en la actualidad a un equipo de nueve personas mas 26 "Doctores sonrisa" que trabajan en 20 hospitales en España.

He tenido la suerte de poder compartir ayer con 3 de los citados doctores una tarde en el Hospital Niño Jesús, vamos a ver si Dios quiere e internamente aceptan el proyecto de colaboración que les he planteado y puedo seguir con ellos durante los próximos meses.

Los Doctores Sonrisa son artistas.

Uno podría pensar que payasos, sí, pero un payaso es un artista, esto vaya por delante. Cada uno es diferente, cada uno tiene una personalidad. Pero sobre todo, como artistas, son gente a la escucha, sensibles, adaptables a lo que hay, no al revés. Un artista escucha antes, y siempre.

Ayer estuve con la Doctora Zepi, con la Doctora Dora que te adora y con la Doctora Muela Partida.

Cada Doctor Sonrisa ha tenido con la Fundación un año de formación, y luego una formación continua, cuidadísima. Y se nota, mucho.

Esto no va de ponerse una nariz y ya, no. Esto es otra cosa, porque un niño es siempre un niño, pero un niño enfermo, hospitalizado, requiere además un trabajo muy personal, fino, sensible, adaptado, mil cosas más.

Ya sentía un profundo respeto por los payasos, ahora siento mucho más, los veo con otro prisma.

Si el trabajo de un payaso, de un artista, tiene siempre algo de artesanía, nada se repite, el de los Doctores Sonrisa es casi como la alta costura, así lo veo.

Cada visita a cada niño enfermo parte, como me explico la Doctora Dora, de lo que hay, de lo que ese niño en esa habitación quiere, necesita, donde él está, desde la transparencia, no se puede ir con nada previo.

No se trata de arrancar una risa siempre, sería muy gratificante -y para el ego del artista más- pero no va por ahí las visitas de los Doctores Sonrisa.

Hay veces que es una sonrisa, otras un simple time out, diez minutos que el niño se olvida, que la familia se relaja. Y no hay más, ni menos. Estoy impresionada.

Lo vi ayer, me encantó. Me emocionó, me hizo pensar mucho. A veces con lo que hay, y no hay que empeñarse en nada, nunca, sólo jugar, escuchar el ambiente, el latir del otro, y ya.

Me quedé impresionada de las horas que compartí con ellos. Qué finura de trabajo. No es lo mismo, para nada, el trabajo de un payaso con una audiencia de varios, que esa visita niño a niño, personal, en cada habitación, adaptándose al momento, "bailando" en el momento diríamos en coaching. Estoy impresionada de la sensibilidad de estos doctores, y del buen hacer de la Fundación

Dora era la doctora como amorosa, siempre hablando del amor, con un gallo de plástico en el bolsillo entre otros muchos artilugios. Zepi iba con una flauta y hasta cantamos una jota con ella, y Muela Partida hacía juegos de magia potagia, de repente 3 conejitos donde sólo había uno. Cada uno con una bata preciosa, con su nombre, batas que se hacen a mano, tienen que durar, pasan por el tinte de cada vez.

Trabajo de artistas cuidadísimos por la Fundación, todos tienen que mantener un trabajo fuera para seguir creciendo y aportando, también por un tema, asumo, de equilibrio emocional. No pueden hacer, creo, más de 6 visitas al mes dentro de su trabajo con la Fundación.

La risa les hace fuertes, siempre.

Su risa nos hace fuertes.

Yo sé que con este trabajo voy a hacerme más fuerte de verdad, a aprender mucho.

Es un honor trabajar con vosotros, espero que todo esto siga adelante, Tamara, Patricia, Eva, Ana, Leticia y todo el equipo.

Es un honor haber conocido a los Doctores Sonrisa, ahora podré hacer mejor mi trabajo, si Dios quiere, con vosotros.

PS: Dios tiene algo de Doctor Sonrisa, no sé, me da por ahí hoy. Un beso a todos.

miércoles, 10 de junio de 2009

Y tú ¿por qué eres tan guapo? / Time sharing y McGuffin 2) y final.


Subí contentísima un día a casa porque él estaba en el parque y mientras intentaba no perder de vista a Tana ni a Olimpia -ambas sueltas, con correa sólo lo imprescindible, viva la libertad- intentaba también no perderle ojo a él. Una cosa es que no resistiera mirarle a los ojos y otra que no supiera en qué lugar del parque se encontraba y con quién estaba hablando. De eso nada, monada, seguimiento y monitorización aunque sea a distancia. Suelto, pero supervisado,como yo (es un decir).

Subí a casa y claro, se lo conté a Josianne, que no es sólo la persona que trabaja en casa de mi madre, es mi amiga, confidente y una de las personas que más admiro porque tiene todo muy claro.

Lo sabía. Sabía que a Josianne no se le podría haber pasado él tampoco. Bingo. Ella también le había visto. Y él a ella, faltaría más, eso sobre todo. Cuando estoy yo, saco a las perras, pero si me voy de viaje en el día, las saca ella. Y no es tonta y también él le había gustado mucho. Quien es simpático con una mujer lo suele ser con todas, ay, ay, ay.

Quien espere encontrar un duelo de mujeres tipo "Pasión de Gavilantes" se equivoca, aquí hay una sana camaradería y mucho choteo. Mi madre nos escuchaba muerta de risa porque se lo contamos. Es que todo es más divertido si lo cuentas, es como el blog o el Hola, que leído sola no es ni la mitad de divertido que con tus primas. Luego me dicen que qué bien está mi madre, claro, es que hay que volverla loca de vez en cuando con estas historias u otras, así se mantiene más joven a los 85 años. No te puede seguir, pero algo se divierte.

Lo cierto es que caí en la cuenta que una cosa es lo que una desea y otra lo que una necesite y/o puede dar. Un ataque de racionalidad que tuve al diferenciar, es lo malo de tener cabeza y que funcione a ratos.

Estoy con mucho trabajo, con la renta, tengo que poner la piscina en marcha, varios viajes por trabajo, escribir, en fin, de todo. Quizás no me convenga del todo un hombre a tiempo completo en este momento de mi vida.

A la hora de la verdad los hombres necesitan que les dediques mucho tiempo y no es justo no dárselo. No cabe emocionarles y luego "mira, que hoy tengo esto y mañana lo otro". Hay que estar en lo que se está, si a setas, a setas, muy centrada, al principio desde luego, y después tengo la sensación de que todavía más. Todo es cuestión de tiempo y las personas, todas, necesitan mucho tiempo.

Y cavilé.

Cavilé, porque una ocasión como esta no se presenta todos los días y no quiero perderle, pero tengo que ser sincera. No puedo engañarme, ni engañarle. No.

Por un lado, la verdad, creo que no debo competir con Josianne, sería una locura.

Es brasileña, punto número uno. Lo exótico siempre atrae.

Está como un tren, es mulata, impresionante, punto número dos. Uf. Esto pintal mal (para mí, digo).

Tiene una cuenta corriente mucho más saneada que la mía, punto número tres, dónde va a parar. Ahorra y ahorra y ya tiene un terreno en Brasil y se está construyendo una casa. No quiero explicar mi situación financiera en este momento, casi mejor que no.

Así que ni de broma puestas en competencia me llevo yo a este sujeto. Y quiero estar en guerras que voy a ganar, nunca me meto en nada que no le vea alguna posibilidad, por mínima que sea, pero una posibilidad al menos. Y con Josianne como competidora no tendría ninguna, bien lo sé.

Por otro lado, tampoco quiero renunciar a él, qué dices, con lo difícil que está todo y lo encantador que es, y lo guapo, claro.

Ya está. Time sharing. ¿Y si lo compartimos Josianne y yo por tiempos alternos?

Tranquilidad, era sólo una idea. Total, que saliera en buen plan unos días con una y otros con otra, nada más. Nada de pareja compartida, simple y llana amistad, que nadie se piense nada extraño. La verdad es que una se conforma con muy poco, salir por ahí. Y no porque me mueva poco y necesite que alguien me lleve al cine, o a Dublín, o a Nueva York, o a donde sea, que sé ir perfectamente sola o liar a otros con cierta facilidad. Es que es más divertido todo siempre con otra persona y si es encantador mejor.

Josianne al principio me dijo que sí, que ella también tiene mucho que hacer, le atraía la idea. Días o semanas, o tú de lunes a jueves y yo de viernes a domingo. Tengo horario flexible, no hay problema. Ella también se organiza muy bien, somos las dos muy apañaditas, ella con orden, yo en un caos total que solo entiendo yo.

Pero luego lo pensó mejor, es más reflexiva y dice que me ve a mí muy embalada, muy entusiasmada, que me lo cede (es chulita Josianne, sí, un rato). No me tiene miedo, ni de broma, pero creo que es más inteligente y sabe que el time sharing ese, que todavía no le habíamos propuesto al susodicho -lo que opine es totalmente secundario, hay que dar las cosas hechas para facilitar la vida a la gente- podría no funcionar y acabar como un culebrón venezolano. Que lo de amistad ella no lo ve tan claro y que me conoce, se conoce, y sobre todo, conoce a los hombres bien. Tiene razón en todo. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.

En fin.

Que aquí estoy.

Al final mi gozo en un pozo.

Mira que le dije a Josianne que unidas, con su dinero, su belleza, su orden, su ritmo y mi.... (no sé qué poner aquí, la verdad, no encuentro nada significativo), lo teníamos a huevo o, al menos, mucho más fácil que cada una por nuestra cuenta. Mucho menos yo sola. Pura teoría de juegos (de cooperación), pero no la convencí.

Al final ha sido que no. En fin. Pues sola ante el peligro. Uf. ¿Podré? Creo que...

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Con estas dos entradas sobre semejante chorrada ya puedo escribir de cosas más serias.

Dejo en suspense si no escribo más al respecto si es porque la cosa marcha (y mantengo un pudoroso silencio) , o simplemente, porque aquí no ha pasado nada de nada.

Me encanta Hitchcock, el suspense y cierta tensión, de todo tipo. La resuelta y la no resuelta.

Hala, con Dios. Se me pasó el enfado del lunes. Se fue. No hay nada como reirse de una misma.

Viva el parque de San Fernando, un ratito a pie y otro andando.

Correr el corazón no corre, pero andar, anda. Las perras por ahí, y yo a lo mío.

Ahora en serio.

Tú.

Sí, sí, , no mires a otra parte, que eres .

Tú que estás leyendo ahora

y no te das ni cuenta,

bobo.

¿Por qué eres tan guapo? Y tan encantador, tan amable, tan educado, tan ... ay.

Cómo me gusta el McGuffin ese, Dios mío.

Debería trabajar en el cine, voy a hablar con Angeles González Sinde y que me subvencione.




martes, 9 de junio de 2009

Y tú ¿por qué eres tan guapo? / El parque de San Fernando 1)

Ay, menos mal que tiene alguna compensación la educación perruna. Dios es grande y tengo un aliciente a la pesadez de salir cada 3 horas. Apareció hace unas semanas.

Estaba yo un día en el parque de San Fernando y de repente

él.

Nunca he visto a un hombre tan guapo con un perro tan pequeño.

No suelo callarme ni con agua caliente, pero en esta ocasión me quedé muda.

Joé, tío ¿por qué eres tan guapo? me dieron ganas de decirle. Me pasa a menudo.

Me dan ganas de ponerme en jarras y decirle a uno ¿Y tú por qué escribes tan bien?

Y al otro ¿y tú por qué tienes tanta gracia?

Y al de más allá ¿por qué eres tan amable?

Incluso tengo serias tentaciones de decir a veces a alguien ¿Y tú por qué eres tan pesado?

Pero claro, en la vida no se puede decir siempre lo que se piensa. Y menos soltárselo al interesado a la cara o virtualmente, como en jarras. No hace falta la presencia, se nota la actitud esa de ponerse en jarras hasta por internet.

Suena como a provocacion o que quieres algo, y no. Es simplemente el gustazo de decírselo a alguien, te nace. Si tengo confianza, no hace falta mucha, lo voy diciendo y me quedo más ancha que larga, el otro que piense lo que quiera, que me es igual, que el gustazo ya me lo he dado.



En el caso de este hombre tan guapo es que me quedé muda de verdad. No fue así una decisión de un silencio como esas ocasiones en las que me freno a veces (muy pocas, la verdad ) para que no haya equívocos o que el personal no se asuste, en la que espero a un mejor momento. No. Muda de verdad.

Pensaba que no me gustaban los guapos. Es un género que he cultivado poco. Para que se vea que no se puede decir de este agua no beberé.

Pero es peor, no sólo es guapo. Es encantador. Amable. Simpático. Ay.

He averiguado su nombre ayer. Bajo habitualmente a las perras arreglada pero informal, como Martirio. Estoy en Madrid por trabajo, pero una mujer es una mujer siempre o se intenta.

Pero por un día que bajo a toda prisa y con gafas, -estaba cabreada con el blog y me pilló descuidada- zas, me lo encuentro casi solo. Ay.

Mira, suerte, pudimos hablar. Por fin. Ya no podía rehuirle más.

Nos reímos. Tiene sentido del humor. Marditos roedores, con sentido del humor encima.

Repito, qué majo. Me encanta.

Ya le puedo mirar. He estado un par de semanas que no quería ni mirarle ni hablar con él porque me conozco y ponía una cara de cordero degollado de espanto cuando mi cara de natural no es así, pierdo mucho con la cara de cordera esa.

Así que me iba a otro corrillo, cruzaba dos palabras y ya, fus, fus, que no me mires, que no quiero ni que me veas. Hasta ayer que no hubo escapatoria.

Miro a los ojos siempre, tengo más cara que espalda, pero con éste, joé, lo mala que es la primavera, he tenido que entrenarme varias semanas hasta que no se me pone la sonrisa de oreja a oreja cada vez que le miro.

Estamos en el mejor momento de una relación que es cuando no hay relación (ironía, ver n. de la a.).

Si la hubiese, naturalmente, no la contaría en el blog, porque cuando no hablo es cuando más me importan las cosas y además ya lo dije, nunca mi amor en otros labios, pero es que no es amor, afortunadamente (es otra ironía, ver n. de la a.).

Seguiré informando, bueno, la verdad, preferiría no informar, ya veremos. Ay.

El parque de San Fernando, y eso que estamos al amparo de la iglesia, es muy malo. Y en primavera más, letal.

Dios ¿Tú de verdad me quieres? Pues no permitas esto, que tengo mucho trabajo y no tengo tiempo. Y si estoy en una cosa no puedo estar en la otra, no soy polivalente, mi cabeza es muy limitada.
En el corazón si que cabe bastante gente, huy, esto ha sonado fatal.

N de la a.: No soy cínica, es una simple provocación decir esto, como todo el resto de la entrada. A ver si así algún bienintencionado me explica lo que son las relaciones. O que la belleza está en el interior. Me apetece un poco de debate, me va la marcha, qué le vamos a hacer.

lunes, 8 de junio de 2009

Días ingleses /Cabreo español



Hemos tenido un par de días ingleses en Madrid, de esos de cielo encapotado, feísimo, temperatura en torno a los quince grados, amenaza y realidad de lluvia.

Es como el verano inglés, que sólo ves el sol de pascuas a ramos. Y tú con tus sandalias que te hielas o, peor, te mojas.

Los ingleses tienen muchas cosas buenas, pero el tiempo no es una de ellas. Claro está que los ingleses ahora ya no son los ingleses, son otra cosa.

Eso nos ocurre un poco a todos, los españoles ya no somos los españoles. Y no va por el tema de la inmigración, o de la mezcla, aunque también sea por dicha causa.

Pongamos la flema británica como tema. Qué envidia. O su sentido del humor, veo a los Monty Pyton y me muero de risa.

Vive mi madre cerca del Estadio Bernabeu, se te olvida la flema y te acuerdas de sus padres si juega un equipo inglés. Claro está que te sigues acordando de los padres de otros si el equipo es escocés, que también se las traen.

Días ingleses, me encantaría que se me pegara algo de flema "antigua", y no entrar a trapo. Y algo del sentido del humor, por Dios. Y pasar.

¿Será la furia española? ¿O más bien esa figura tan española como es el cabreo, que no el enfado? Pues sí, yo creo que no pocas cosas más españolas que el cabreo. El español es un señor que se puede cabrear mucho. Y la española no digamos.

Hablaba el otro día de anticlericalismo Jesús Cotta y caí en la cuenta al pensar sobre el tema de que tenía que ver con el cabreo español, algo muy nuestro. Por eso se oyen aquí las cosas que se oyen, o se vivió lo que se vivió. Y todavía. Unido a una falta de sentido del humor, porque nuestro sentido del humor no sirve para aplacar o modular cabreos, sirve para otra cosa.

El anticlericalismo español es una figura de cabreo, o se reviste fundamentalmente de cabreo, también de otras cosas, por supuesto, lo intentaré explicar. Cabreo contra los curas, contra la iglesia en su caso, contra Dios, contra la religión y más.

Escribiré sobre el tema cuando no esté cabreada.

Es que soy española, y me cabreo hasta en el blog y en directo. Y está fatal, lo sé porque se pierde energía y gracia, y tengo pocas de las dos. Luego se pasa en cinco minutos, pero en el momento es mejor apartarse. Ay.Con la música se pasa porque como todo el mundo sabe la música amansa a las fieras. Venga, Drexler, con eso de que la vida es más compleja de lo que parece, ejem, a ver si ... Nada, no digo nada.

domingo, 7 de junio de 2009

La pequeña amante




Fui ayer a ver la película de Coco Chanel, “Coco avant Chanel”. La traducción del título al castellano es tan horrorosa que prefiero no decirla. Me recordó mucho al libro de Paul Morand “El aire de Chanel”. El personaje de Cocó creo que está muy bien interpretado por la Tautou.

La mirada de una mujer como directora se nota. No creo que sea ni mejor ni peor, hay buen o mal cine, como la escritura, nada más. Pero hay miradas que se ve que proceden de una mujer, y éste es el caso, no pasa nada. Es normal y hasta puede ser bueno, creo yo.

Te pone el corazón ya tiritando esa niña abandonada con su hermana por un padre que ni las mira al dejarlas, y luego los colegios con niñas de segunda y de primera categoría, otro horror; las tocas blancas de las monjas, edificios grises y fríos, ese campo verde y precioso de Francia, Cocó niña, ojos negros y grandes. La infancia es una caja que se cierra con la adolescencia y en la que no puedes poner ya nada dentro, sólo mover, cerrada la tapa, aquello que hay, a la espera quizás de que se recoloque, de que encaje. Esa ausencia de presencia paterna explica quizá la falta de esperanza de Cocó en los hombres, su desconfianza, también esa lucha por llegar a ser independiente de una manera un tanto brutal.

"Siempre supe que nunca sería la mujer de nadie, pero a veces se me olvida" llega a decir Cocó.
Fue esa pequeña amante. Sin apellidos, sin familia, sin marido, el trabajo para las mujeres de su clase y condición a veces apenas les permitía malvivir. Buscarse un “protector”, de una forma u otra, era algo relativamente común. Primero fue amante de Etienne Balsan, que al final es menos canalla de lo que parecía. Y luego de Boy Capel, que es un poco peor de lo que aparentaba y que fue del que estuvo muy enamorada. Lo que parece a veces no es en esta vida, los malos no son a menudo tan malos, ni los buenos oficiales son, a veces, tan buenos. Da que pensar.

Fue esa pequeña amante con orgullo, fiereza (fierté) dirían los franceses, digna incluso en la indignidad que marcaba la época para "las otras"; una pequeña amante que, sin ser guapa para los cánones de la época, tenía algo que atraía, quizá la independencia de cabeza, algo que da miedo y a la vez puede hipnotizar a algunos hombres. Si no, no se explica muy bien el cuelgue con ella de aquellos individuos tan acostumbrados a que les rieran las gracias, les hicieran reverencias por su dinero o posición, rodeados siempre de señoritas muy necesitadas de su protección fundamentalmente financiera y, sobre todo, ellas muy acostumbradas y dispuestas ellas a agradarles siempre, a darles la razón sin rechistar. Por lo menos mientras no les tenían amarrados, luego quizás ya sería otra historia casi con toda probabilidad.

Dos mundos, el de riqueza y ese otro de pobreza en el que Cocó se crió.

Entró en el primero de refilón, pero se quedó por trabajo propio, toda una empresaria, algo insólito en la época. Reclamó una forma de sobriedad, de pureza, propia del segundo, eso era su moda también. Otra cosa es que hoy lo hayamos estilizado tanto, interpretado y declinado de un modo tan intenso y extenso, que del estilo Chanel, que era eso, un estilo, más que una moda, no quede nada o muy poco; digo de lo esencial del estilo, no de la anécdota de los botones o las perlas o la combinación del beige con el negro, que es lo de menos, me parece a mí en lo que Chanel fue y es.

Es el estilo por dentro lo que me gusta de ella: la limpieza, su sinceridad y huída de lo barroco, esa especie de independencia no sólo externa, interna. Eres quien eres sin tanto fru- fru, sin tanta ropa, zarandajas ni complacencias propias o ajenas.

Antes de Chanel, mujeres orondas, curvas porque sí, no porque las tuvieran, todo puesto encima, artificio y exposición, cuanto más inútiles parecieran ellas, mejor, para mostrar así de forma más palmaria el nivel del marido o del amante. Me acordaba de Veblen ayer y esa teoría de la clase ociosa, un espanto de vida y de sociedad vista desde hoy, claro. Frente a eso una Cocó que monta a horcajadas a caballo y se pone pantalones por primera vez. Luego los tejidos masculinos y algunas prendas que adapta a su pequeña anatomía. Lo mismo con los jerseys marineros, los tejidos de punto y mucho más como el pequeño traje negro como de huerfanita, los otros de colegiala. Siempre mejor sugerir que enseñar, el atractivo del recato, algo también fuera de la época, de ésta también, de la de ahora.

Me encantó la película. Ya sé que a Rodríguez Merchante, del que me suelo fiar, no le gustó. Es cierto que en algunas ocasiones es un poco repetitiva, se apoya demasiado en la Tautou e insiste en cosas ya dichas, pero en general está bien.

Sentí pena también, la verdad, porque Cocó era una mujer muy sola, por dentro eternamente sola, y también por fuera. Lo de vivir en un hotel, que así es como vivió, dice mucho de ella, un espanto ese estar como de paso sin hogar propio, da pena.

Creo que hoy todo puede ser más fácil. Y en algunas cosas, no en todas, bastante menos injusto, me parece. Tenemos mucha suerte algunas mujeres, algunos hombres también la tienen, pienso a veces, en Occidente al menos.

sábado, 6 de junio de 2009

Y de repente me haré mayor


Llegará un momento, ama, en el que no habrá
más pises ni cacas a destiempo
ni en el lugar equivocado,
tampoco esa alegría mañanera
sin razón alguna,
ese entusiasmo que me hace correr
calle arriba,
doblar la esquina de Búcaro
y perderme sin hacer caso a tu llamada
de mujer adormilada todavía.
Me haré mayor, ama, como te dijo
el dueño de Bas ayer,
de repente y entonces
tú echarás de menos
la locura del cachorro,
ese no vivir,
la desesperación del
"no tires de la correa", "no tires o me paro",
ese cabreo que te entra cuando paso de ti
y no te obedezco a la primera
ni a la segunda,
ni a la tercera,
ni a la cuarta.

Estás mucho más divertida
cuando te enfadas,
me provocas más,
es un juego
y tú, boba, no lo entiendes.

Cumplí seis meses ayer
¿qué quieres, mangas verdes?
¿qué me porte como el bachiller de perros?
¿qué te mire arrobada como te mira Olimpia,
fiel, tranquila, obediente aunque,
como yo, perra basurera?

Qué obsesión con los restos,
con lo que nadie quiere,
con el residuo
tenemos las dos.

Da que pensar
ese indagar olores putrefactos,
ese comer sobras
aunque hayamos comido
el pienso de primera calidad
Hills, que hay que ver lo que
cuestan estas perras.

De repente me haré mayor, ama.

Será una mañana de junio
como la de hoy,
dentro de un año,
no te pongas optimista,
más bien de dos.

Los boxer,
como algunas personas,
maduramos tarde,
muy tarde,
es una cruz,
o una gloria.

Entrarás en tu casa
y no habrá una novedad.
Todos los zapatos en su sitio,
tus calcetines,
tu ropa interior
también, y mira que me gusta.
El sofa isabelino
dormirá tranquilo,
la terraza mostrará sus flores
intactas,
no habrá ningún desastre doméstico.
Josianne no te contará ninguna maldad mía,
tu madre no esperará para mostrarte
una vez más lo que soy capaz de hacer
con un solo rollo de papel higiénico,
me tendrían que contratar
en una galería de arte pero muy moderno
tal es el mi creatividad con
la celulosa.

Ese día me habré hecho mayor
y tú, conmigo,
serás no ya madura
serás vieja,
no sé si has caido en la cuenta.

Así que tú verás lo que deseas.

viernes, 5 de junio de 2009

Moby Dick: Alberto y la ballena



Mi sobrino Alberto es pintor y está exponiendo en Madrid en una pequeña galería, EM 04, en la calle Fernández de la Hoz 22, su dueña es encantadora.

"Moby Dick" tiene por titulo la exposición. He comprado un cuadro que voy a colocar en mi despacho, me pondrá de buen humor, las ballenas son unos animales impresionantes.

Alberto es también restaurador. Ha viajado a Egipto y ha trabajado restaurando monasterios coptos. Aquí, ahora, me acaba de contar que ha restaurado un cuadro de María Blanchard sobre la que estoy documentándome.

Recuerdo una noche de Pascua de Resurección memorable donde se juntaron Alberto, mi sobrina Lucía (es la que aparece en el cuadro) y José María, Iñigo y Carla, José Miguel, también un amigo mío, Javier. Nos encontramos en misa en San Jorge, en la vigilia pascual, tan larga y a la vez tan bonita, el coro canta de muerte, se nos pasó el sueño bebiendo y hablando en casa de mi madre.

Tengo un par de cuadros de Alberto, los dos anteriores abstractos y ahora éste de la ballena que no he podido colgar en la web, ya lo enseñaré.
Es una ballena blanca pero que no asusta, parece hasta que sonríe un poco, amigable, nada impositiva, con una letras blancas que narran un trozo de Moby Dick. Es como un contraste entre el texto sobre lo terribles que pueden ser las ballenas y la imagen de la ballena, pobre, que es un poco infantil por muy blanca que sea, quizás porque lo es. Más ballenato que ballena parece.

Me iba a llevar el cuadro de otra ballena que se utilizó para la invitación de la exposición, más seria, más feroz, más adulta, como más cuadro, pero Tito, marido de mi prima Luisa, se encaprichó de él y aunque yo ya le había colocado el circulito rojo se lo cedí y me llevé ese otro que también me gustaba pero quizás no tanto.

Ahora pienso que incluso me gusta más el que me llevo que el otro. A veces ceder compensa mucho, te acaba gustando más no lo que eliges, sino lo que te acaba eligiendo a ti. Como los Reyes, lo que te ponen, y tan contenta.

Alberto es de esas personas que hacen muy fácil todo, la vida para empezar, y para seguir.

Tiene sentido del humor, lee mucho, le gusta la Guiness, Chesterton -entre otros muchos-, es anglófilo y nunca pone mala cara para nada. Se vino a Irlanda conmigo hace unos años y luego repitió en Carnota este pasado verano para cuidar de Olimpia en mi ausencia. Al final se trajo a varios amigos suyos que ahora son también muy queridos míos y eso que podría ser casi la madre de todos (una madre muy joven, lo sé).

Alberto me ha dicho que sea su marchante, su agente, no sé si en broma o en serio. Yo por si acaso me lo estoy pensando, la verdad. Nunca se sabe dónde está ni tu pan ni tu felicidad. Me encantaría serlo, no tengo ni pajolera idea de qué hace un agente, ni de arte, ni nada.

Pero esa minucia de no saber de lo que se trata, de no tener la más remota idea de lo que tienes que hacer y cómo tienes que hacerlo no ha sido para mí jamás un problema a la hora de emprender algo nuevo. Es al revés, todo un aliciente, un reto, para qué nos vamos a engañar. Hacer o hablar de lo que se sabe no tiene ninguna dificultad, para hacer o hablar de lo que se ignora hay que echarle cierto valor y algo más.

Alberto no tiene cara dura, es humilde y no se da jamás importancia. Su tía se la pisa, no tiene vergüenza, él lo sabe.

Nunca he podido decirle que no, me cuesta en general decir que no, pero a mi sobrino me sería totalmente imposible.

Y a lo mejor acabamos los dos ricos, aunque lo más seguro es que acabemos riéndonos y con una pinta en el pub irlandés más cercano. Eso es lo más probable. Y con dos perras, pero animales, no de dinero.

PS: Relájate, Alberto, no me lo he tomado en serio, pero tenía que escribir en el blog. Y ya sabes, si non é vero, é ben trovato. (Si no es verdad, al menos está bien contado, no sé si está bien escrito en italiano)


jueves, 4 de junio de 2009

Guardianes de la ortodoxia / Misión imposible



Hay un estilo personal que cada bitácora tiene. Por lo menos las que yo leo tienen un estilo propio, reconocible, el suyo. El de una persona.

A mí me interesa el estilo porque me interesan las personas concretas.

Cada estilo es una persona. Y tras el estilo me interesan los contenidos, pero casi en segundo lugar.

Me podrán gustar unas bitácoras más que otras, pero interesarme me interesan estilos y contenidos diversos, individuales. Cada uno el suyo.

Hay gente a la que lees por la mañana y ya se te queda una sonrisa de oreja a oreja para el resto del día. Nunca podré agradecérselo lo bastante.

Una sonrisa ayuda a pensar. Me pasa con muchos, leo bastantes bitácoras, comento en pocas.

Funciono directamente en este ámbito con lo que me apetece y con una limitación de tiempo.

Yo creo que en esto de los blogs lo mejor es lo que apetece, pero asumo que hay personas que hacen las cosas por otras razones.

Personalmente tengo un blog y escribo en él porque me gusta, no hay más.

Lo hago cuando quiero, sobre lo que quiero y, también, como quiero. Lo he dicho muchas veces, es un ámbito de mi libertad, con vergüenza lo digo, me viene grande esa palabra, bien lo sé.

De igual modo leo otras bitácoras y comento en ellas cuando me apetece simple y llanamente. Y lo dejo de hacer por días, temporadas o lo que sea sin ninguna razón por lo mismo. No hay nunca nada más: ni filias, tampoco fobias, ni malos rollos, ni tribus, es como si hoy me tomo un vino hoy con un amigo de toda la vida y mañana una cerveza con un chino y al día siguiente me intereso por el Bloody Mary en una compañía al menos insólita.

En el mundo bloguero no creo que nos debamos nada, o yo no me siento obligada a nada, la verdad. Como creo que sucede a la mayoría el blog es un divertimento, no algo donde te juegues tu carrera o que te aporte profesionalmente, mucho menos dinero. Por eso se es tan libre.

Si alguna vez he tenido un malentendido personal lo aclaro a la cara o al teléfono o en privado con el interesado o la interesada. No quiero un blog para ajustar cuentas, no lo necesito, y salvo cuando el mensaje, como hoy, quiero que sea público porque no conozco a los destinatarios, arreglo mis desaveniencias de forma privada.

De igual modo, aunque me encante que la gente lea y comente en mi blog, tengo que reconocer que escribiría sin comentarios y que, cuando alguien deja de comentar, o cuando hay pocos comentarios, también cuando hay muchos, no le doy más importancia.

Asumo que la mayoría de la gente hace las cosas cuando le apetece y no hay más.

Curiosamente los comentarios de las bitácoras suelen tener también su estilo propio, el del comentarista que a menudo adapta lo que dice al contexto, al blog, aunque hay de todo. Comentarios más cortos, más largos, más literarios, más humorísticos, menos, más precisadores, menos, da igual. De todo como en botica.

Creo que cada comentario debería ser una persona con su manera de ver las cosas, de eso van los blogs, de personas que escriben y otras que comentan, ellas, individualmente.

Pero hay excepciones muy interesantes, si se me permite la observación.

Cuando el comentarista adopta el papel del guardian de una supuesta ortodoxia oficial, de un "dar doctrina" no sabes muy bien por qué ni para qué.

A veces ni siquiera son conscientes de hacerlo, bien lo sé. Otras no, están bien vestidos para la ocasión.

Joé, qué afán, por Dios.

Es un estilo más bien institucional aprendido y repetido, mantra tras mantra.

O sea, realmente no es un estilo.

Porque el estilo es siempre personal. Y no lleva un sello reconocible que aúna en un tonillo igual y monocorde lo que se dice. Las mismas palabras, los mismos argumentos, en fin.

Digamos que estos guardianes de la ortodoxia son una soberana pesadez más que un estilo.

Los reconozco a la legua, sean anónimos o firmados con seudónimos, me es igual, rara vez con su nombre y apellidos, da que pensar ¿no?

Habitualmente no se atreven a dejar un comentario en mi blog porque ya he dado varios avisos y algunos lo han entendido rapidito, pero hay excepciones o gente recién llegada. En otros blogs los guardianes son legión y están obsesionados. Son tronchantes.

Me provocan una sonrisa enseguida porque no deja de ser una encantadora manera de "aportar" en unas cuantas frases o lugares comunes de una simpleza apabullante unas supuestas ideas madre, doctrina, para liberar a este mundo (en general, pero al mundo bloguero en particular) de la confusión en que nos hallamos unos y otros, pero habitualmente los más próximos. Tiene delito.

Con mucho respeto lo digo, estos guardianes de la ortodoxia suelen ser unos pelmas y casi más a menudo unos cursis de tomo y lomo. Aunque en el fondo hay una gran ternura en ellos, en lo que dicen y en cómo lo dicen, se crecen si no les paras los pies, así que a eso voy. He pedido ayuda al ángel implacable y ha venido raudo.

Porque hay que ver "qué cantidad de tiempo que perdemos al escribir y otros al leer o al comentar en los blogs", ya me lo dijeron. Mucho más tiempo dedican algunos a monitorizarlos, esos son los que más tiempo dedican, permitáseme decirlo a quien me lo dijo y a otros. Que para perder tiempo, con perdón, aquel que se lee páginas y páginas de una tacada y firma como anónimo y con un seudónimo, ¿por qué será que nunca dicen quién son?

Es imparable internet. Lo es el fenómeno bloguero, con sus limitaciones y muchos vicios, seguro. Nada ni nadie es perfecto.

Ojalá sea imparable para Castro (el dictador).

Y que lo sea también en muchos otros ámbitos.

Dios escribe recto con renglones torcidos. Para que se vea que yo también tengo frases aprendidas.

Porque uno dice lo que piensa sin necesidad de que le corrijan o se lo impida la peor de las censuras que es la autocensura. Cualquier persona que piensa y escribe sabe que la peor censura es la de uno y no por prudencia, siempre buena, sino por miedo a lo que sea: no caer bien, caer mal, ser echado del círculo de corrección política o no política, estilística o literaria, ser llamado la atención, que se rían de uno, que no lo consideren, lo que sea.

Hay muchos tipos de autocensura, muchos.

Es cierto que las mentiras viajan más rápido que la verdad que suele ser más compleja.

Y las calumnias también, pueden viajar casi sin billete.

Estoy convencida de ello, pero creo también que el disenso, sea cual sea ese disenso, viaja mucho más cómodo en un blog, en muchos sin sacar trapos sucios, ni sucedidos, ni nada.

No hace falta.

Solo con la palabra propia, distinta, la tuya, ni mejor ni peor, pero tuya. Es lo más importante que tenemos a veces, otras es lo único que se tiene o que queda.

Viaja el disenso comodísimo y a una gran velocidad, se extiende.

A veces la posibilidad de que una voz cuente, con sus limitaciones personales, sus errores, sus defectos, sus tics y sus servidumbres lo que piensa se puede percibir como una amenaza, una vía de agua, un goteo, no sé bien por qué tanto miedo.

Y que otros, que puedan leer o comentar, piensen por su cuenta otro tanto.

Sucedió con la imprenta, ya sé que el paralelismo es quizás demasiado y no ha lugar.

Algunos guardianes de la ortodoxia, de cualquier ortodoxia, no pueden soportarlo, les puede. Sean quienes sean. Tontos. Pelmas. Y a menudo cursis, muy a menudo.

Podrían tomar nota quizás para cambiar algo que es posible que no funcione, pero es mejor decir a la gente lo que tiene que decir o cómo decirlo.

Como la imprenta, no se puede leer el libro por cuenta de uno, sea el libro que sea.

Un blog, que no es un libro pero a la vez lo es.

No diré que "la verdad es la verdad la diga Agamenon o su porquero" porque creo que la verdad tiene muchas caras a menudo y porque me horrorizan las grandes palabras como entrega, libertad, familia y otras empleadas como categorías, no en la vida diaria dichas con respeto y mucha vergüenza.

Cuando he dicho "mi libertad" me ha dado vergüenza porque no siempre la sirvo como merece.

En fin, la vida.



PS: No permito comentarios hoy porque esta entrada es una declaración de principios y porque quiero que quienes se den por aludidos se apliquen el cuento rapidito y sin derecho a debate, lo siento.

Quienes no se den por aludidos, que son mayoría, no sabrán de qué va esto o entenderán que con ellos no va. Vamos a confiar en la inteligencia, siempre confio en ella.

Más clarito por si acaso: mi blog no es un lugar de evangelización o de dar doctrina de ningún tipo, por favor. Es un lugar de amigos o de gente que, al menos, se respeta y que no nos damos la vara con "criterios claros" y otras cosillas. Todos los comentarios son bienvenidos, salvo los de los guardianes de la ortodoxia, lo siento, no lo voy a permitir. Hay otros muchos lugares, éste no.

Es mi casa y quiero a la gente muy relajada, no con una misión. Imposible.

miércoles, 3 de junio de 2009

Espacio, tiempo, ritmo



Ayer hablé largo y tendido con un reciente amigo. Estábamos de acuerdo en que toda amistad, cada cariño, piden un espacio, una distancia distinta, su propio tiempo, su ritmo. Pero, además, ese espacio y tiempo, el ritmo, también evolucionan, cambian, al inicio, en la maduración, o en lo recovecos de la vida que son muchos, en todos sus giros.

Y no pasa nada, todo está bien, desde la frecuente conversación y el verse todas las semanas, hasta esas amistades de menor frecuencia de trato pero de saberse ahí, como una música de fondo en tono bajo que puede luego pasar a un volumen más alto.

¿Como averiguar cuál es la distancia adecuada, el tempo justo, el ritmo, de cada vez, con cada uno? ¿Cómo acertar? No por acertar en sí, que da igual, -tan importante es acertar como equivocarse- sino por hacer la vida mejor al otro, la tuya también.

Ambos acordamos que lo mejor era fluir, dejarse llevar, sin acelerar nada, tambien sin ralentizar si, con naturalidad las cosas salían o se ponían de un color o de otro, adquirían un tono distinto de un día para otro, o, quizás al contrario, después de un tiempo, primero rosa, luego más amarillo, o primero allegro ma non troppo, y luego un movimiento mucho más vivaz. ¿Y qué? Todo está bien. Incluso los encontronazos, los roces, eso ajustes hasta dar con el ritmo, con la distancia adecuada, o cambiarlo cuando es menester para que ambas personas estén cómodas.

Nada es blanco ni negro completamente. De 0 a 100 hay muchos números, todos estupendos. Puedes estar en el 22 y en el color amarillo limón de alguien a quien ves de pascuas a ramos y tener una amistad estupenda y muy gratificante, o en el 88 y en el verde agua de un hablarse día sí día no y ser igualmente agradable.

Creíamos los dos que hay aspirar a estar en el momento y vivirlo con plenitud, sea cual sea éste.

Cada vez que uno mira a alguien es un milagro. Si le mira de verdad.

En una mirada, en su recuerdo, en una llamada, en un abrazo, en un beso, en un fin de semana juntos, o en una simple correspondencia epistolar está todo, hay ya mucho.

Todo y ya, y siempre.

Creo cada vez más que el espacio es fundamental, el interior sobre todo, el exterior también, pero antes el de dentro, ahí es donde se encuentra la medida de la distancia, del tiempo.

Todo está en la cabeza y en la yema de los dedos, en la retina, en el oído. En el corazón.

Mantener las distancias y hasta mecerlas, como el tiempo, no agobiar jamás. Y, a la vez, si te nace, tener una mayor presencia en la vida de una amiga, de un amigo, si fluye natural estar más cercana, no dejar pasar la ocasión.

No es un tema de contención ningún tipo de cariño, creo, sino de finura de alma, de querer al otro de verdad, con lo que él es y quiere, con lo que se encuentra cómodo y quiere. Y con la misma naturalidad desaparecer cuando hay hay que desaparecer por días, temporadas, por momentos en que notas que es mejor no estar.

Hay como una intuición que hay que escuchar, un sexto sentido, distinto a menudo de lo que puede ser tu deseo que es la cosa más engañosa que puede haber. Frecuentemente lo utilizamos de coartada, de tapadera, para empujar al otro aunque sea levemente, para interpretarle a nuestro antojo, como quisiéramos que fuera, cuando deseamos que lo que quiera sea acorde a nuestro deseo.

Por eso el deseo es engañoso, no en sí, que siempre es real, sino cuando interpreta al otro o lo manipula, o peor, lo dibuja no como es sino como quisiéramos que fuera.

La intuición cuando es de verdad nos dice qué quiere el otro, qué necesita, cómo está más cómodo, qué pide, espera o simplemente cómo está, cómo es su respiración.

Ese instinto nos habla en voz baja al oído, tiene un tacto suave, se escucha en silencio, tras las palabras y la presencia del otro, o incluso en su ausencia.

Escuchar esa voz que nos habla sobre el otro, sumado a escuchar la nuestra, que también es importante, el ritmo de la propia respiración, tu propio momento, reconocer dónde estás, aunque no puedas poner nombre a ese lugar, dibuja los borrosos contornos de ese fluir del cariño entre dos, sea cual sea ese cariño, mucho más a menudo que sentarse a hablar que puede servir de poco o nada. Al hablar a veces sigues escuchándote a ti misma, no al otro, es complicado poner nombres a las cosas, a lo que sientes, es mejor dejar hablar algo que no es nuestra voz.

Cada vez creo menos en lo que nos decimos y confío más en la intuición, en el olor.

¿Notas que alguien quiere verte? Llamo y quedamos.

¿Sientes que esa persona está ya ahora bien acompañada, no necesita más gente? La piensas en la distancia y esperas, ya habrá momento si lo hay, si no, santa paz.

¿Te apetece escribirla y contarla tonterías? Lo hago, somos ya muy mayores para pensar qué pensará, con el oído puesto una sabe cuando sobra, creo.

Siempre hay una música suave que se escucha de fondo, y hay que bailar a su ritmo, sin más.

Sea la que sea suele ser buena y se puede disfrutar mucho.

Samba o sonata, en rojo o en azul, a 50 km hora o en la quinta marcha. Da igual.