"Vivir para contarla", así tituló García Márquez su autobiografía, la de los primeros años.
Desde luego que uno quiere vivir para contarlo, pero también contamos para vivir, es otra manera de verlo.
Mi hermano Paco me contó, valga la redundancia, un chiste el otro día.
Se hunde un transatlántico y se salvan Claudia Schiffer y un marinero. Acaban de únicos náufragos en una isla desierta, por supuesto paradisíaca: aguas cristalinas, selva que te mueres, espléndido sol. Hay tanta gente que describe tan bien islas que no voy a ponerme a ello.
Pasan los días, las islas unen mucho, la supervivencia más, la soledad ni te cuento, y pasa lo natural en estas circunstancias: Claudia y el marinero acaban por vivir un "tórrido romance" que diría el Hola.
Sigue la vida, siguen sobreviviendo y amándose, unas veces más de lo primero, otras de lo segundo, según la disponibilidad de alimentos y la luna, también del carácter de ambos.
Pero un día Claudia encuentra un poco mustio a su marinero.
"Cariño, ¿qué te pasa?" , pregunta la alemana solícita.
"Nada, mi amor, que tengo algo que pedirte y no me atrevo", responde el marinero, pongamos que es italiano, queda mejor.
"Pero, por Dios, dime, dime, yo estoy aquí para hacerte feliz" le anima ella.
"Mira, verás, es que tengo una fantasía sexual y no sé, no sé cómo decírtelo..."
"Nada, nada, tú dime... "
"Mira" - responde el marinero- "pues es que te imagino vestida de marinero y no sabes cómo me pone".
"Huy, hijo, eso está hecho", la alemana tiene arrestos para esto y para lo que la echen.
Coge Claudia y se va a la cueva donde habían guardado los restos del naufragio, encuentra un antiguo uniforme del Perla del Mar y se lo pone. Le está estupendo porque todo le está estupendo. Es Claudia Schiffer, claro, y de igual lo que se ponga. O lo que se quite, claro.
Vuelve a la calita donde aguarda el marinero y espera, en fin, espera a ver qué hace él.
Se acerca el marinero con los ojos encendidos por la pasión, como loco, la coge del brazo, la sienta de un golpe y con voz emocionada le dice:
"Hombre, Manolo, no sabes las ganas que tenía de verte,
¿a qué no sabes cón quién me estoy acostando?
¡Con la mismísima Claudia Schiffer!"
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Creo que escribir es algo así, uno puede acabar siendo un poco marinero italiano.
PD: El chiste era mejor, yo es que los cuento fatal. Y no puedo evitar meter morcillas varias, perdón, es como una necesidad básica.
Casi de acuerdo.
ResponderEliminarLuis Miguel Dominguín se ligó, allá por los 50, a la mismisima Ava Gardner (mujer felina, de ojos verdes preciosos) cuando ésta estaba en un gran momento de esplendor y fama mundial.
ResponderEliminarCuentan que tras pasar la primera noche con ella, se levantó muy temprano y comenzó a vestirse a toda prisa ...
- Dónde vas, torero mio (le dijo la musa)
- Pues adonde voy a ir. ¡A contarlo! ¡A contarlo!
Tu hermano Paco es genial, y del marinero, mejor no hablar.
ResponderEliminar¡Lo que hace la soledad, aunque sea con una modelo!
¡Qué raritos somos los hombres, mujer!
Un abrazo.
Lolo, tengo una sana curiosidad (la curiosidad siempre es sana ;-) ¿En que parte estás de acuerdo y en cuál no? ¿en qué casi... ?
ResponderEliminarLumroc, lo de Ava se cuenta, pero tengo otra anécdota de Ava en la triste Valladolid de la época que ya te contaré otro día... y desde luego, algunas cosas si no se cuentan es como si no existieran... o digamos que existen más cuando se cuentan. En fin.
JSM, de marineros está el mundo lleno y tienen su gracia. Lo de la soledad me ha encantado "aunque sea con una modelo", un 10, Javier. Y los hombres raritos no son, son, somos, las mujeres también, muy previsibles todos, la verdad. Pero es una opinión sólo.
Hala, que me voy a comer.
Y el agua me la han vuelto a cortar, esta casa es verdaderamente una ruina, pero no me voy a amargar la vida, de ninguna manera. Saludos a todos.
Un paisano, en la playa de La Coruña, se encuentra con un genio.
ResponderEliminar- Pídeme un deseo. Sólo uno.
- Pues ...... llevo años sin ver a mi familia, que emigró a las américas. Me gustaría que existiera un puente que uniera esta playa con la costa americana ..
- ¿Un puente?
- Sí
- Pero ... tú sabes, animal, lo que vale un puente de esas características: los millones de m3de hormigón, los metros de acero ....
Anda, anda ... Pide otra cosa.
- Pues... mira, me gustaría entender a mi novia. Cuando me dice que sí es muchas veces que no. Está, a veces, feliz y al rato, sin saberlo, se pone triste ...
- ¿Entender a una mujer ...? ¿De cuantos carriles quieres el puente?
Estoy de acuerdo en la parte que tiene de exhibicionismo el escribir.
ResponderEliminarEscribir para alguien.
Hay otra parte de necesidad de contar para vivir. O de inventar lo que no se vive. O de fabular. Escribir para algo. De ahí el casi.
De todas formas, a lo mejor querías contar sólo un chiste. Que me parece gracioso y con el que estoy de acuerdo, casi.
No sé, es lo que me parece.
Es lo que tiene escribir, cada uno entiende lo que entiende. Y alguno pensaría que el marinero mentía y mentía Dominguín...y todos mentíamos.
A mi me gusta contestar a lo que los que sabéis, escribís.
ResponderEliminarDicho de otro modo: nada interesante que decir y cero imaginación para contar(lo).
Dicho lo cual: Pues no sabría que decirte, sarraceno infiel........................
La historia de Claudia no puede ser cierta.
ResponderEliminarCada vez que he estado con ella en una isla desierta es lo mismo.
Se tumba boca abajo a tomar el sol.
Yo pongo la libreta sobre su germánica espalda.
Ella me pide un cuento.
Saco el lapiz de grafito y escribo con ritmo las parrafadas que ella escucha.
Al final el cuento tiene el ritmo de su respiración.
Arriba, abajo, descanso. Arriba, abajo, descanso.
Siempre es lo mismo, siempre.
Arriba, abajo, descanso...
Qué arte el de Paco.
ResponderEliminarEl chiste es graciosísimo, y es que no podemos hacer algo fantástico sin hacérselo saber a los demás. Necesitamos sentirnos un poquito envidiados sanamente para disfrutar de las cosas buenas que nos pasan.
ResponderEliminarEscribir, yo creo que es como cocinar: te pasas un rato haciendo algo y necesitas de la aprobación de los otros. Por lo menos a mí me pasa así.
El chiste del genio también me ha hecho mucha gracia.
Un abrazo.
Creo que lo de menos es el chiste... me parece. Lo que intuyo que quieres decir, Aurora, (no sé si voy a acertar)es que contar lo que vives a algunas personas las hace vivir dos veces: lo que han vivido y su recreación.
ResponderEliminarContar para vivir se puede leer de muchas formas. Contar para sobrevivir, por necesidad materia(escribo para comer) o psicológica (escribo como terapia... para "vomitar").
Contar para vivir más intensamente porque escribir es gozar de la palabra y si no escribo es como si me faltara algo.
Contar para vivir porque necesito creer que alguien me lee... que alguien me escucha.
Contar para vivir porque estoy solo y necesito la compañía de mis propias palabras.
Etc...
Interesante tema, Máster.
Un beso
Lumroc, bueno el chiste, y como dicen por ahí, las mujeres no estamos hechas para que se las entienda, sino para que se las quiera (se puede decir del otro sexo igual, perdón, género según Bibiana ;-)
ResponderEliminarLolo, jo, tía, que tienes telepatía, por Dios: un poco exhibicionismo, otro mucho de necesidad de fabular y otro mucho más porque es una necesidad el escribir. Y lo de Dominguín era verdad, como dice otro amigo mío "Aurora, desengañate, en este país ligamos los de siempre", pues es así, Lolo.
Sarracena, Pepa, pues porque no te has puesto. Que si te pones no paras.
Driver, verdaderamente creo yo que con Claudia Schiffer uno no escribiría mucho y creo yo que menos sobre la espalda ¿o sí? Bueno el relato, tiene... ¿ritmo? ;-) Y tu mujer, un cañonazo de señora, en todos los sentidos, encantada de conocerla. A pesar de que me dormía por las esquinas, no tengo remedio.
Julio, encantada de tu visita, el chiste bien contado -no por mí- tiene su gracia y mi hermano su arte.
Mirna, ahí le has dado, con la cocina pasa igual, si no lo prueban y les encanta ya puede estar bueno, que es como "menos". Lo de la envidia en cambio yo no lo comparto, creo que las mejores cosas de la vida no las puedes contar, quedan dentro y son in-con-ta-bles, no te salen las palabras y te basta haberlas disfrutado tú, no te hacen falta espectadores a posteriori o durante ;-). Eso sí, las puedes fabular 200 veces en tercera persona. Besos, cocinera colega, que te tengo una sana envidia ;-)
Sunsi, guap, todo lo que dices es cierto, todo. La más cierta a veces es por necesidad y disfrute.
Hala, a hacer la cena y ya.