lunes, 31 de mayo de 2010

Flores, estrés animal y "Pink Martini" para siempre



Hay en mi barrio un vivero que se llena los domingos de gente, especialmente ahora, que viene el buen tiempo. Está detrás del asilo de ancianas, el de los Condes del Val, en el mismo alto que la parroquia de San Jorge. A veces paseo por él con Olimpia. Tiene una parte de plantas de interior, otra de exterior muy grande, libros, muebles, muy bien puesto todo. Hasta tortugas hay en un pequeño estanque donde han puesto un cartel avisándonos que no debemos ni cogerlas ni tirarles nada porque "se estresan". Las miro un momento, nadan y están gordas. Al parecer, hacemos caso.

El estrés animal existe. Cuando te traes a un perro de una protectora se pasa al principio durmiendo días enteros en tu casa porque ha dormido mal los años que estuvo en la perrera, ladridos toda la noche siempre de algún perro. Durante el día luchan por atraer la atención que no tienen, o entre ellos por el territorio, por la comida, por lo que sea. Nada como un amo y un territorio propio para un perro. Recuerdo a Olimpia, y antes a Pepa, en esa fase de adaptación a la nueva situación mediante el sueño que les liberaba del estrés perruno y, a la vez, sin saber utilizar las escaleras o meterse en un ascensor, con miedo a los coches, a la gente, un poco como Paco Martínez Soria en una película de aquellas que llegaba del pueblo. Y después cada vez más sueltas, dominando el terreno, contentas.

Quiero poner flores en el balcón orientado a sur que tengo. Pero ¿cómo voy a sujetarlas para que no se caigan? A veces hay mucho viento en mi calle, me da miedo que se caigan las macetas. Me paseé un rato y decidí volver otro día a Casla y que me expliquen cómo hago y si pongo zenias, petunias, geranios o tagetes.

Otro día iré a la feria del libro. Hoy tocó flores, preparar clases, leer correos y disfrutar con "Pink Martini", un grupo distinto, singular, que se atreve con todo y lo borda, con mucho sentido del humor, además. Me han regalado "Splendor in the grass", que contiene un CD y un vídeo con otras canciones, entre ellas este "Hey, Eugene" que me ha hecho mucha gracia (fiesta, borrachera, contacto en fase avanzada, alguien pide el teléfono ... y jamás llama, un clásico como otro cualquiera). China Forbes, la vocalista, es fantástica, y es la que compuso esta canción, también la de "Over the valley" en plan romántico y vieja orquesta. Tienen muchos registros diferentes, los iré poniendo esta semana.


domingo, 30 de mayo de 2010

Sed y agua





Pide agua mi sobrino. Los armarios de los vasos están altos. La jarra en la nevera pesa demasiado para él, no puede con ella. Bebe Javier y me mira por el rabillo del ojo mientras le observo, nos reímos los dos y casi se atraganta.

Olimpia también bebe constantemente. A veces viene y me pone la pata encima de la pierna, se le ha acabado el agua y la reclama. Es curioso ver beber a un animal, la lengua trabaja para hacer subir el liquido haciendo entre cuchara e impulso. Lo vi una vez a cámara lenta y era impresionante.

Me encanta el gesto humano de hacer cuenco con las manos para coger el agua cuando estás en el campo y no hay vaso. O beber del caño directamente, poniéndote de lado, siempre acabas mojándote. Otras veces metes la cabeza entera debajo si hace calor, da mucho gusto.

Los ancianos, como los bebés, no piden agua, pero la necesitan. Hay que estar al tanto, se deshidratan con facilidad. Los primeros muchas veces no sienten ni siquiera la sed. Por lo visto es algo normal con la edad, la sensación de sed se pierde a menudo. Según me dicen, van al hospital a veces y lo que les pasa, entre otros males, es que están deshidratados muchos de ellos, se han olvidado de beber. Veo en el parque a niños de los que no hablan todavía y sus madres o quienes les cuidan llevan un biberón con agua.

“Qué buena está el agua” decía mi abuelo Felix, “no hay nada mejor”. La agradecía siempre. La sorbía poco a poco, paladeándola, como si fuera un tesoro. Luego seguía leyendo el ABC, página a página, hasta que lo acababa. A veces añadía "Ni Onassis vive así de bien, vamos, ni Onassis con Jaqueline...".

viernes, 28 de mayo de 2010

Lelas (Como son mujeres... / Como somos mujeres...)


Creo que escribí sobre esto hace año y medio. Pero el lema, aún en crisis, sigue siendo “A la liberación por la Visa” o eso parece. Fui a la peluquería el martes y leí unas cuantas revistas femeninas. ¿Está España llena de snobs y cursis o son solo imaginaciones mías? No doy crédito. No puedo entender cómo las heroínas hoy son un cuarteto de mujeres muy limitadas de cabeza, corriendo detrás del primer par de pantalones que se les pone delante, derrochonas y con trabajos imposibles ¿Se puede ser columnista en un diario y vestirse cada día con un modelo carísimo diferente? Vamos, hombre. Me refiero a “Sexo en Nueva York” pero, por extensión, a la deriva de estupideces, al perfil de mujeres de las que hablan y salen en los medios –femeninos pero también “generalistas”- de modo casi preferente. Pero, además, no puedo entender el éxito de la serie, ni de la película, entre las propias mujeres. Y no es que piense mal por sistema del llamado chick lit (literatura para mujeres) tanto en libros como en películas. No es el género literario o cinematográfico lo que critico, es el contenido.

Personalmente no me parece mal escribir, por ejemplo, novelas de amor "para mujeres", se puede hacer bien, regular o fatal. Se puede hacer “literatura para mujeres” de modo consciente o inconsciente, por lo visto leemos más las mujeres. Me es igual la intención o el por qué, es el resultado lo que cuenta. Creo que se puede tocar un palo, uno solo, el que sea, muy bien, o incluso tocar ese palo –en literatura o en cine- con profundidades diferentes, desde el más ligero al más hondo, hay muchos ejemplos. No pienso que sea un desdoro para nadie escribir “para mujeres” o tener mujeres lectoras o como audiencia preferente, que les guste más a ellas. Lo que no puedo soportar son dos cosas que se dan mucho a veces, se mezclan, con esto del “género” y “géneros”.

Una, es esa queja que, por ejemplo, pudimos ver hace unas semanas en la reunión de un plantel de escritoras muy leídas, por cierto, en Mujer Hoy del ABC, donde flotaba algo que está omnipresente, que se saca en cualquier conversación a veces y no siempre con justicia: el sentimiento de discriminación. Pero ¿qué me están diciendo Vdes.? Pues no será por las editoriales ni por los lectores que tienen. Otra cosa será la posible y tan humana envidia de escritores hombres que quizá venden menos y no publican tanto y se meten por sistema con quienes venden (sean hombres o mujeres). Pero eso es otra cosa que pasa, como a los ricos, a los que tiene suerte en el amor, a los guapos, etc.: es por envidia, no por ser mujer, de Murcia o de Albacete por lo que algunas personas quieren hacer el vacío o minimizan el éxito ajeno, me parece.

El otro tema que me pone de mal humor es el elevar la más absoluta nada al rango de icono, de ídolo, o sea, la estupidez al cuadrado, que es lo que es “Sexo en Nueva York” donde, por cierto, si mal no recuerdo la serie, se dedicaban más tiempo al modelo o los zapatos que al sexo. Tras un par de capítulos te quedabas pensando ¿Pues ese es el sexo que hay en Nueva York? Perdóname, pero a mí me parece que tenéis un empacho del Vogue más que de sexo. Quizás sea sustitutivo, es una idea.

Creo, en definitiva, que se puede hacer comedia romántica o películas destinadas a la audiencia femenina –a propósito o porque da la casualidad- que no sean lelas y que, además, convendría no esgrimir la discriminación de género (sexo, vamos) por sistema cuando alguien tiene o no tiene éxito. Nancy Meyers y Nora Ephron, por poner dos ejemplos, tocan el palo de la película comedia para mujeres con inteligencia la mayoría de las veces. Yo no espero que la gente sea siempre un maestro, Ford o Cervantes, cuando voy a ver una película o leo. Sólo pido que no se sean bobos al escribir un guión o una novela y no nos tomen por tontos a quienes leemos o vamos al cine.

Y, por último, me parece que cuando no se tiene éxito en estas áreas, y lo tienen otros, otras, o sí se tiene, no es cuestión de parapetarse ni en “es que como somos mujeres”… ni tampoco en “es que como son mujeres”. Creo honradamente que hoy no ha lugar ni de un lado ni del otro habitualmente. Lo digo como lo pienso.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Balance / Demasiados velos


Demasiado cerca,
demasiado adentro,
demasiada delgadez
con demasiado peso.

Demasiado suelo,
demasiado cielo,
realidad, ilusiones y sueños.

Demasiada intensidad
y todo, ay, lo sé, siempre
demasiado extenso.

Demasiado aire,
agua y fuego,
demasiados elementos.

Muchos, demasiados registros,
temas, tonos, demasiada rapidez
con demasiados ... ¿pensamientos?

Y de fondo,
maldita sea,
siempre el eco,
siempre el puñetero ego.

Demasiadas palabras,
sustantivos, nombres propios,
adjetivos y verbos.

Demasiado genio,
duelo y risas,
con demasiada claridad
y sentimiento.

Demasiada contundencia,
mucha seguridad y, a la vez,
dudas constantes,
pasos en falso, giros,
equivocaciones gramaticales,
ortográficas, de trama o planteamiento.
Poco detalle y demasiado movimiento.

Demasiada libertad,
aunque nunca será la suficiente,
demasiada independencia
con demasiada soledad
durante demasiado tiempo.

Demasiados años
y todos demasiado ligeros.

Demasiado ruido,
pero también silencios.

Siempre demasiado.

Nunca lo bastante.

Ni lo cierto.

Ni lo justo.

Ni lo bueno.

Demasiados velos.
Vuelta a empezar de nuevo.

(Escrito el 19 de Junio de 2009, reescrito hoy, 26 de Mayo de 2010. Minutero y contador a cero)

martes, 25 de mayo de 2010

El placer de eliminar y tener dos meses o menos



Hay muchos placeres en esta vida, pero en estos momentos estoy dedicada a uno apasionante: eliminar papeles virtuales, tirar. Ya sé que no ocupan espacio, pero es igual, acaban molestando. Y da gusto que las cuentas de correo se queden en cueros, es por lo primero que he empezado.

Tenía alertas a rebosar, suscripciones, novedades, noticias y mensajes que ni siquiera leía y que no mataba (sí, es matar el verbo apropiado) o, al menos, colocaba por separado, cada uno en su carpeta. No puedo ni decir el número de mensajes sin abrir, superan las cuatro cifras con creces, a las cinco llegan entre todas las cuentas que tengo. Así que, para empezar, me he dado de baja del 90% de lo que estaba suscrita y no quiero recibir. Si en un año no he leído tantas cosas que me mandan, asumo que no lo voy a leer en los próximos meses. Luego he ido matando a una velocidad pasmosa y alegre, me he ido entusiasmando a medida que avanzaba, cada vez más contenta. Al final ya he decidido matar todo –y todo es todo- lo que tenía más de dos meses, nada, ni leerlos. Si no lo hice en su día o los archivé ¿a qué leerlos o guardarlos ahora? No tengo tiempo para el pasado, necesito tiempo para el presente, es un tema de simple supervivencia, de sostenibilidad humana, por cierto.

Ahora me siento muy ligera. Es como empezar de nuevo, sin miedo, lo importante, si lo hay, está en la cabeza (o en el ordenador, espero), el resto ha muerto. Cero correos nuevos o sin abrir, todos los que están ordenados, cuentas sin pasado apenas, salvo lo que tengo entre manos de clases y trabajo reciente.

Mañana empezaré con la realidad, con los papeles materiales, impresos, y no voy a dejar títere con cabeza salvo lo que Hacienda ordena, claro. Aunque lo cierto es que necesitaré varios días ¡la que me espera! Podría montar una hoguera de San Juan que iluminase medio Madrid. ¡Y qué ganas me entran! Y la semana que viene voy a ordenar los archivos de los dos portátiles, que dan miedo, y la otra el armario de ropa, a seguir tirando sin miedo, necesito ver el fondo y tantas cosas, sean virtuales o reales, no me dejan: fuera con ellas, no las necesito, no las quiero y ocupan espacio en algún lugar, el que sea. Y eso que en las mudanzas o con los cambios de ordenador se elimina mucho y yo llevo dos de los dos en año y medio.

Más madera, que es la guerra. Voy a cenar y a coger fuerzas. Las necesito.

Sin ese orden no puedo escribir lo que quiero, va unido, nuevo orden, fuera y dentro, realidad y ficción. Tarde de orden, buena mañana de escritura.

lunes, 24 de mayo de 2010

La buena estrella siempre

Leyendo hoy el blog de Paco Gómez Escribano rebusqué en youtube la letra de Ricardo Franco y la música de Eva Gancedo cantada por Inma Serrano en la película "La mirada de Ouka Leele" de Rafael Gordon. Y no tanto porque hable precisamente de una isla desierta a la que Paco quiere irse, no me extraña, sino porque cuando hay tanta vulgaridad mirar la excelencia que pasa a nuestro lado puede consolar y dar cierta esperanza. Suena ingenuo, pero es un remedio a veces.

Ricardo Franco fue un ejemplo de buen cineasta, Eva Gancedo es una compositora fantástica, como buena cantante es Inma Serrano, sin concesiones ninguno, a su aire, ndependientes, creo que es parte de la clave, además del talento y del oficio que tienen, ese cuidar el detalle. En el vídeo de arriba se ve, ya lo he puesto otra vez cuando hablé de Rafael Gordon y Ouka Leele, pero repetir lo bueno no me importa.

De Ricardo Franco todavía recuerdo el impacto de “La buena estrella”, un guión impresionante (por cierto, en él participó Ángeles González Sinde, para que se vea que toda persona es capaz de lo bueno y de lo menos bueno a veces), unos actores de diez, incluidos los secundarios, y esa música, también de Eva Gancedo, que acompaña a un drama durísimo y a la idea de que puede haber esperanza, aunque ya no la haya. Para mí es una de las mejores películas del cine español.

Personas, artistas así, obras pequeñas, pero grandes, me animan ante la tristeza que siento y el enfado por la mezcla de maldad, vulgaridad, fealdad y falta de misericordia, siempre tan unidas, que son hoy la televisión y gran parte de los medios de comunicación hechos por muchos irresponsables. El peligro es que todo se puede acabar pegando, qué horror. Por cierto, no me gustó nada la foto del pobre Aparicio atravesado en todos y cada uno de los periódicos de hace tres días. No creo que haga ninguna falta sacarlo y me parece una brutalidad que haya sido primera página.

Pues eso, coloquémonos cerca de una buena estrella, de las muchas que hay, a la luz que dan siempre, qué a gusto se está a su lado disfrutando.

sábado, 22 de mayo de 2010

Tiempo o Chill Out

Me gusta el tiempo. Se desliza o corre a nuestro favor, aunque a veces no lo vemos. El tiempo es bueno. De la distancia y de la soledad también soy amiga.

Con tiempo, espacio y a solas todo puede acabar por ser ligero, se evapora o desaparece tan deprisa como llegó. Y ya está, tiene su valor, aunque pase. Otras veces, en cambio, acaba por hacerse fuerte, se instala dentro. Pero para saber si es una brisa que se irá pronto o un viento que quiere quedarse, hace falta reposo, un recorrido lento, detenerse de vez en cuando.

El corazón late con dos movimientos, se expande y se retrae: alegría y miedo, alegría e incertidumbre, alegría y no quiero hacerte daño, ni que me lo hagas, mucho menos hacérselo a terceros, eso de ninguna manera. Sólo quiero tu bien, que puedo no ser yo, y viceversa.

El resto es elipsis y silencio. Como en esta canción de Hooker y Santana, el tono lo dan dos breves pausas (en el contador, del minuto 0,43 al 0,46, y luego del 3,09 al 3,12) situadas en el lugar exacto entre las dos guitarras que juegan, la percusión que marca el ritmo y la voz de John Lee, profunda y negra, con su letra sobre el cambio. Son esas dos inflexiones de tiempo a modo de silencios, de aparente vacío o nada, lo que hace que Chill Out sea Chill Out, perfecto. No se escapan esos 6 segundos, se ganan. Todo silencio justo acaba por revelar el significado verdadero.

No todo es luz, afortunadamente. Si no, estaríamos muertos.

jueves, 20 de mayo de 2010

Jazmín y rap, fiesta y esperanza (Por favor, hagamos tres tiendas)


Me acogen los Toi en su casa y me tienen dos días a cuerpo de reina; finos, sonrientes y espléndidos hasta la prodigalidad, como son ellos. Me traen y me llevan, doy la vara como siempre. J. comparte su cuarto generosamente conmigo. El jueves es estupendo con un amigo y sus hijos tras una entrevista de trabajo. El viernes tengo despertar católico, o sea, cuando Dios quiere. La casa de Marga y de Toi es como un vodevil donde entra gente por una puerta y sale por otra, dice uno una cosa, luego otro otra, es divertido. Me pregunto cuándo saldrá la chica ligera de ropa de un armario cualquiera. Comemos en el jardín, hace buen tiempo, aperitivo amplio primero, se está en la gloria. Marga de repente dice “mira, jazmín”, y coge una flor blanca, al parecer la primera. Huele suave y delicado, me encanta, me la guardo, no quiero que se pierda. Luego nos enseñan L. y J. buenas letras de rap, música que yo odiaba cordialmente. Reconozco mi equivocación. En todas partes hay cosas buenas. A veces solo hay que escuchar, poner la oreja. Y que alguien te enseñe, muchísimas gracias. Me baja Toi a Sevilla, le hago un pie agua, en fin.

Por la tarde de Sevilla a Málaga en coche, con R. conduciendo, una pelirroja en la carretera (sin querer me acuerdo de Thelma y Louise, pero no sé quién es Susan Sarandon y quién Geena Davies), en dos horas hablamos de todo prácticamente. “¿Qué es la eternidad? Dos mujeres hablando … o despidiéndose”. Una niña se duerme, claro, somos para dormir a cualquiera, la otra no despega la oreja de lo que contamos. Concluimos que lo único que importa es el amor y que Dios tiene un plan para cada uno, aunque no nos lo cuente, y no hay que preocuparse en exceso, la niña está de acuerdo. Cenamos pescado buenísimo, estamos agotadas, dormimos como piedras tras cantar “los tres cerditos ya están en la cama”. Les ha encantado, es una canción que siempre tiene éxito entre el público infantil. Vamos a la comunión el sábado, lloramos a su tiempo, saco dinero (me acuerdo, ay, del número, que había olvidado de repente, demasiadas contraseñas), nos tomamos un café y nos vamos a la casa de campo, fiesta, fiesta, fiesta, fiesta.

Castillo hinchable, un gran invento, los niños –muchos, ni los cuento- ahí están todo el tiempo. Santiago con cara de bueno, pero no es la comunión, es que es así. Su madre, de verde, muy guapa, otras nos cambiamos, bendito sea el vaquero. Mesas, bancos que ha hecho esa mezcla que es D. de legionario y San José carpintero . Toldos y viento. Me siento con una de las abuelas con la que soy muy zalamera porque le quito su cuarto cuando vengo. Trabajan varios hombres preparando todo fuera, dirige el servidor de los servidores, G., comida para un regimiento. Se me ocurre pedir un platito para las cáscaras de los langostinos. Bueno, no se me ocurre a mí, es la abuela que me dice que lo pida y yo, sumisa como soy siempre, obedezco. Todo perfecto, una semana currando y solo a una que viene de Madrid se le ocurre pedir un platito, un puñetero platito para las cáscaras. Me coge manía G. y yo lo entiendo. “Todo el mundo en Málaga sabe que a mi madre no se le hace caso jamás”.

Conozco al resto de los C., la familia al completo, voy a pedir que me adopten inmediatamente, entre todos seguro que pueden. JC no tendrá problemas jamás con su ego, su hermano mayor, aunque ganase el Príncipe de Asturias o el Cervantes, se seguiría metiendo con él, es una suerte. Lo pasamos en grande, gracia malagueña, planteamos dudas teologales de no te menees al cura que no ha hecho nada para merecer esto, acaba por irse, claro. Algunos somos de la idea que resucitamos con el cuerpo nuestro pero en plan esplendor en la hierba, o sea, en nuestro mejor estado (si alguna vez lo tuvimos, yo ya ni me acuerdo), uno mismo, pero en plan impresionante, el cura no parece estar muy de acuerdo. Hablamos luego de pilates varias mujeres y una recién parida (hace dos semanas) dice que le gustaría probarlo, luego se sube al castillo hinchable y hace piruetas. Honradamente creo que el pilates le sobraría, no doy crédito, del Circo del Sol prácticamente. Luego, entrada ya la noche, empieza a hacer frío, nos traen mantas, nos arrebujamos en ellas, alguien me pone un ron, está muy bueno. Muy bueno. Insisto: muy rico estaba.

Buenos amigos muy buenos. La risa de Dios en Marga, en la familia de Toi y en la de los C.

Esperanza, mucha esperanza. Por favor, hagamos tres tiendas.

(De la cena del club de los poetas vivos -nada de muertos- del pasado miércoles 12 haré referencia a mi manera otro día, ahora me muero de sueño).

lunes, 17 de mayo de 2010

La reserva y yo






Yo quería ser reservista. Se me ocurrió el pasado mes de noviembre en casa de Rose y Alfonso, en Jaca. Vino un amigo suyo militar y su novia. No sé, empezamos a hablar y de repente me contaron lo de la reserva y vi el cielo abierto. A ver, siempre he creído que la defensa (como la política y otras cosas) corresponde a todos. Me gusta la participación de verdad, la práctica, la de remangarse. Por otro lado, las campañas institucionales del ejército me parecen de pena, las de publicidad y todo eso. Si yo fuera Marruecos nos invadía inmediatamente con esos soldados de los carteles y anuncios abrazando niños y con cara de buenos. Por eso pasó lo de Perejil, estoy convencida.

Bueno, el caso es que me dijeron que uno puede ayudar para lo que sirve, desde lo que es uno profesionalmente, un mes de formación o así y luego te llaman cada x tiempo. No se cobra, claro. No es por el dinero, naturalmente, es por el honor que es servir a tu país y todo eso y porque me gusta estar activa en lo que sea. En fin, que me apeteció un montón, y además de comer como una bruta en el Pirineo y ver románico, volví a Madrid todavía más contenta y anuncié a mi familia en pleno que me iba a hacer reservista, ea.

Mi madre ya está acostumbrada y no dijo ni mu; mi sobrina, 12 años, pensó que me iba a ir a Afganistán y le dio mucha pena; mi sobrino y ahijado Javier, de 9 (pretendiente de las hijas de Jesús Cotta, si Dios quiere) me miró con un poco más de respeto, tampoco excesivamente; y mis hermanos, Paco y Juan, se rieron de mí, como siempre hacen. “Pero Aurora, ¿reservista tú?, si no puedes matar ni a una mosca…” “No es cierto, dado el caso estoy segura que podría hacerlo con una frialdad extrema, pero además, perdonad, a mi me van a llamar para lo de la inteligencia…”.

Nos enzarzamos en una discusión, claro, pero no me pudieron quitar la idea. Hace una semana convocaron las plazas y mandé una solicitud para una cita, todo ilusionadísima, como siempre. Había unos puestos estupendos relacionados con comunicación institucional, “Joé, vaya suerte que tengo”. Aclaro que no he cursado periodismo, aunque he trabajado quince años años en comunicación de empresas y organizaciones. Como el inglés: trabajo y doy clases en dicha lengua, traduzco libros y los adapto, escribo y leo en dicha lengua, pero título, no tengo más que el First o algo así que me saqué a los diez años, creo.

Total, me levanto hoy muy animada porque había pedido cita a primera hora, a las 8 y algo. Si hay que morir por la patria se muere, pero temprano (que tontería es esa de morirse al mediodía, nada, yo la primera). Naturalmente, pese al entusiasmo, lo que me muero es de sueño –este fin de semana he dormido poquito- y llego 10 minutos tarde. Me pasan un cuestionario de salud, luego un test psicológico donde parece ser que he dado aceptable pero que era muy lento al principio, ¿a qué tanta instrucción para contestar en una escala 1 a 5 y decirte que no pienses mucho la respuesta? Como si alguien se parase a pensar las respuestas. Pero luego han venido los títulos. Y ahí mi gozo en un pozo.


-No puede solicitar Vd. esas plazas. No tiene la titulación correcta…


-Oiga, pero los cursos de doctorado que hice son de Ciencias de la Información, la tesina, el dea, he trabajado desde el 95 en esto, mire, mire, las referencias, y he traducido "Liderazgo y capital moral" -prometo que se lo he dicho-, vea, vea…”


Nada. Impasible. Incorruptible. Inamovible. Tenía que ir de reservista a algo de derecho, que sólo de pensarlo me muero porque no sé nada, es como si me preguntan los reyes godos, ni me acuerdo de la carrera que cursé hace ya veinticinco años.

He salido muy triste, con el ánimo francamente bajo. Ni mi patria me necesita ya, ni el ejército me quiere. Pero se me ha pasado rápido, porque he ido a ver a Rose luego, he desayunado una tosta muy grande con sobreasada, he pasado por la Casa del Libro (siempre sin visa en estos tiempos), he llegado a casa y he preparado clases intensamente. Después me he echado una siesta. Y a mí todas esas cosas me quitan las penas. En fin, Carmen Chacón, tú te lo pierdes. Yo estaba muy dispuesta a hacer algo por mi patria.

domingo, 16 de mayo de 2010

Contemplaciones y miramientos


No estés triste, por favor. Si lo estás, me da mucha pena. Cuando ríes, por ejemplo, no te estás riendo, haces como si te rieras. Y yo luego venga a darle vueltas a qué podría hacer o decir, cuál sería la palabra o el gesto para que tu risa fuera verdadera.
Y, de repente, zas, caigo en la cuenta.

¡Qué gracia! Sólo hay que contemplarte, es lo que estás pidiendo. Y por eso tienes a veces esas salidas de pata de banco o por peteneras, que me das hasta miedo. Es lo que necesitas, que te contemplen, pero una barbaridad, me parece... Podría decirse que tu diagnóstico es el de "estado carencial grave o muy serio de contemplación", como si estuviera viendo a tu médico de cabecera con las gafas en la mano mientras tú le contestas "Ahora, doctor, me deja Vd. muchísimo más tranquilo. Con un nombre así, ya sé a qué puedo atenerme..."

A veces la causa de nieblas que se cierran es que no hay quien nos mire con ganas y detenimiento. No sientes los ojos del otro que se recrean despacio, por arriba y por abajo, por fuera y sobre todo por dentro, una vez, y otra, y otra, para volver luego a empezar de nuevo.
"Y tú..., ¿qué miras?, ¿se puede saber qué estás mirando?", "Pues a ti, naturalmente ... ¿a quién voy a mirar si no, lelo (o lela, si es el caso)..?", "Ah, bueno, pues si es eso, nada, nada, tú sigue por donde buenamente puedas..." Y ahí la risa ya es cierta, se pasan unos pocos males o se van un rato de paseo.

No es tener a un simple testigo, “sí, sí, por supuesto, en el 4ª b vive el señor ese, se lo digo yo, que soy el portero y llevo toda la vida en esta finca... y le veo cuando sube y baja.” Ni siquiera que estén a tu lado físicamente, te lleven los papeles del banco o te hablen, que a veces es casi lo de menos (lo de hablar, no lo del banco, por supuesto). Es que te contemplen poco o mucho, depende del momento que el corazón atraviesa. Sin contemplación sobrevivimos a duras penas. Y en determinadoa estados carenciales deben administrarse dosis extras en forma de complejos vitamínicos que, francamente, tienen muy poco de complejos.

Creo por lo tanto que quizá no es fe lo que te falta, sino esperanza, que es más serio. Así que, si puedes hacer que te vean de paso lo de la esperanza, no lo dejes. Esa ausencia cronifica y luego su tratamiento sí que es complicado y bastante más lento.

Por lo que a mí respecta, ni una palabra más te diré, tampoco esperes razones o respuestas. Ni preguntas ya voy a hacerte. Todo es resto y nada, sobra, mejor que quede fuera.

Contigo en adelante solo contemplaciones y miramientos, prenda, alegría mía. Tú sí que eres un recreo.

viernes, 14 de mayo de 2010

Compasión, con pasión



Qué importante la compasión, el ir más allá de la pena momentánea o duradera y querer cobijar al otro de alguna manera.

Me parece que la compasión es antes que nada una mirada capaz de poder ver la necesidad, tanto hueco como hay. Hace falta tiempo y ganas para pararse y contemplar los bordes amplios y negros de muchos sufrimientos, de tristezas ocultas o abiertas. Hasta algunas maldades pequeñas son también dignas de compasión. Son una llamada de “hazme caso, hazme caso...”, una petición a través de la envidia que se desliza, la crítica áspera, la dureza de corazón, etcétera. Al final somos dignos de compasión todos y cualquiera.

Qué necesaria la pasión. Es la honda convicción, una extraña forma de certeza que nos acompaña en una tarea o en el amor. No es el simple entusiasmo, ligero y volátil, que va y viene. Es no poder realmente hacer aquello de otra manera que no sea entregándote hasta los huesos. Es la pasión lo que te confirma de un modo sorprendente que tienes razón en lo que quieres o a quien quieres, y por eso pones no sólo corazón sino cabeza. Hay pasiones que están ahí y tú sabes que estás haciendo justo lo que debes porque es lo que quieres: dar clases, trabajar, escribir, lo que sea. Estás segura porque sientes pasión. Y no cuentan las horas, o sí cuentan, pero da igual lo que resulte al final. El saldo es lo de menos. Te entregas. Otra cosa es el cansancio, los altibajos, algunas dudas y los miedos. O estar tantas veces harta, que se puede estar hasta las narices literalmente.

Sucede lo mismo en la pasión de amiga, de hija, de hermana, de madre o mujer. Creo que es difícil querer a alguien sin pasión, sin eso que te entra que te le (o la) comerías a besos, sea niño, anciano, amigo, madre, en fin, lo que fuera. Pero no ciega esa pasión, me parece. Incluso ves con una mayor claridad, y por eso también acabas mirando con algo de compasión a quien quieres, eres consciente de su debilidad y su maldad sean grandes o pequeñas. Es otra señal más de estar en lo verdadero.

Pero a veces, sin saber bien por qué, se juega un partido de fútbol entre compasión y pasión. No sabes muy bien lo que sientes. ¿Puede más la compasión o la pasión? ¿Dónde está la separación, el corte ese? ¿Realmente qué te mueve?

Creo que en algunos casos concretos, aunque la compasión sea tan humana y buena, tan importante en este mundo que es de una frialdad de muerte, sin pasión no se puede. O mejor dicho: no se debe. Porque no se quiere realmente. Compasión 1, pasión 2. Gana la segunda casi siempre.

lunes, 10 de mayo de 2010

Diálogo arbóreo


Árbol nuevo-Hazme sitio, anda, hazme un hueco...

Árbol 2 -Perdona, pero eres el que me estás invadiendo, ejem, no sé si te estás dando cuenta...

Árbol nuevo -Es que me han plantado a tu vera...

Árbol 2 -Pero yo necesito mi espacio, contigo tan cerca no puedo...

Árbol nuevo -Pero podrías crecer un poco hacia abajo, más adentro de la tierra ¿no? Así cabríamos los dos, es una idea...

Árbol 2 que vamos a llamar antiguo o viejo (que resulta ser también de la misma especie, que ya es mala suerte, si no, no habría tanto problema) -No puedo. Soy superficial, tal y como tú lo eres. Y me extiendo en consecuencia hacia los lados. Rompo hasta las piscinas si las tengo cerca, las reviento, acabo con ellas...

Árbol nuevo -Ay, qué pena... Tendrían que habernos puesto un poco más lejos para poder crecer los dos juntos ...

Árbol 2, antiguo o viejo -Pero ya no tiene remedio. Y serás tú o yo. Lo estoy viendo venir. Tú espera...

Árbol 1 o nuevo -¿No eres un poco drástico? A lo mejor crecemos ambos pero un poco menos... ¿no podría darse el caso de dos árboles iguales creciendo en el mismo terreno?

Árbol 2, antiguo o viejo -Ojalá fuera así, pero no lo creo. Es la distancia, ¿sabes? No se puede plantar un árbol como tú o como yo sin un par de metros al menos entre ellos. Esas raices tuyas, las mías, las nuestras, se alargan demasiado hacia los extremos. Son delgadas, pero muy extensas, van en la misma dirección. Chocan enseguida. Y ahogan al que se acerca, mucho más si son de la misma especie. Demasiado parecidos, mejor que fuéramos diferentes... Ya lo siento, árbol nuevo, ya lo siento.

Árbol 1 o nuevo - Bueno, pero yo, si me dejas, voy a intentarlo. A lo mejor somos la excepción biológica a la regla.

sábado, 8 de mayo de 2010

Agradecida, contenta y sin tiempo (Vida Perra XII)


En vista de esta pelmaza que tengo por ama no actualiza su bitácora, he tomado el mando. No soy como Quequi, que tiene blog propio, aunque escribo ya desde hace año y medio por aquí cuando me deja. Y en esta ocasión, qué menos. Aurora está agotada y con trabajo hasta las cejas, clases que preparar y viajes de por medio, uno ayer mismo para celebrar otro libro de Olga Bernad, lo pasó estupendamente, y dos viajes más la semana que viene.

Así que yo, su perra, Olimpia, les cuento. Miren a la foto, por favor, y no me digan que no soy guapa para ser mestiza o chucha, ejem.

Aunque a mí NO me invitaron porque no admiten perros en las librerías –un error como otro cualquiera-, la presentación de “Fernanda, las magnolias y el rey mago” fue estupenda. Un montón de gente en Diálogo: familia, amigos y amigas, la Santa Hermandad en pleno (son unas amigas que se reúnen un viernes al mes, y Aurora no las mencionó en los agradecimientos expresamente, espera ser perdonada… pero me temo que tendrá que hacer penitencia). Y, además, muchos colegas de trabajo o ex colegas que son amigos también. Todos generosos e incondicionales. Aurora sabe que no es por el libro ni por lo que escriba: es que la gente es muy buena.

Javier Sánchez Menéndez allí estuvo venido desde Sevilla, y Beatriz Becerra y Ouka Leele o Bárbara. A los tres el ama les está muy agradecida porque fueron muy generosos con lo que dijeron. Ella leyó al final porque sabía que sin papel la lágrima sería casi segura. Y se emocionó cuando recordó a las profesoras del colegio, el mocó ahí, casi colgando, y el editor a su izquierda, un numerito, vamos. Luego a firmar, a cada persona una dedicatoria sentida (y larga, no podía ser menos). Y en Bo Finn con todos celebrando, mucho ruido, eso sí, demasiado. Y cierre con cena con Ouka Leele, Beatriz, Toi y Marga, venidos desde Sevilla, y Paco, uno de sus hermanos, y Javier Sánchez Menéndez.

El ama está muy contenta, intentará agradecer uno a uno a quienes estuvieron (a algunos ya lo ha hecho) y a otros que se disculparon porque no pudieron ir, pero ella sabe que estuvieron.
A sus pies, señoras y caballeros.

PS: Las 2 fotos de arriba -no la de Olimpia ni la de abajo- son de Antonio del Junco, Toi, amigo de los buenos. Me falló el fotógrafo "oficial" (se olvidó, ay, madre, aunque JM Nieto, un encanto, me mandó fotos, mil gracias, la de abajo es la suya), pero ahí estaba Toi al quite, las que cuelgo ahora arriba son las suyas.

Por cierto, ¿a que es bonito el detalle del corazón encima de Marga y Toi en el restaurante...? Se nota que se quieren...

Otro tema de la misma foto: el hombre guapo -sin menoscabo alguno del resto de los presentes, por supuesto, que eran mi hermano Paco al fondo (con entradas, ejem), JSM y Toi- es mi querido sobrino Alberto Guerrero Gil, el pintor (ver a la derecha su web, lo recomiendo vivamente, y no es por ser de la familia, lo prometo)

Y el barbudo sonriendo detrás de Javier Sánchez Menéndez, también sonriendo, en la librería... es otro familiar (cuñiprimo) llamado Javier o The Navy entre los amigos.

Tengo más fotos de barbudos diversos sonriendo... incluyendo a del Río, Toi y más gente (si es que Sean Connery a vuestro lado palidece, donde esté el producto nacional que se quiten los escoceses...)