domingo, 28 de febrero de 2010

Chéri (una historia que podría ser corriente, sin coña)


Decido ir al cine el lunes. Duran poco algunas películas en cartel. Voy al Renoir a ver Chéri antes de que la quiten. Creo que intenté leer la novela hace muchos años. El caso es que la recuerdo vagamente.

Nada más empezar me acuerdo de otra película, la de Chanel, sobre la que escribí hace un año. Y la diferencia que hay entre una mantenida –alguien que da afecto y sexo a un solo hombre a cambio de la protección económica de él- y una prostituta –alguien que se acuesta con cualquiera que pueda pagarle por hacerlo-; no es lo mismo y a menudo se confunden. Chanel fue, por ejemplo, mantenida una temporada por el barón Etienne de Balsan y luego por Boy Capel del que sí estuvo muy enamorada. La protagonista de Chéri es una prostituta, Lea, de alto nivel de la Belle Epoque, contemporánea, por cierto, de Chanel en sus inicios. En este caso mucho Poiret y todavía muy poco Chanel, excelente puesta en escena, vestuario, exteriores e interiores.

El caso es que Lea de Lonval es una cortesana casi retirada interpretada por Michelle Pfeiffer. Es riquísima, ha hecho una fortuna considerable, como también la ha hecho otra colega, Madame Pelaux, Kathy Bates, ésta ya ajada, gorda y cruel, mala hasta decir basta. Lo hace la Bates de muerte, está estupenda. Pues bien, esta Madame tiene un hijo de 19 años que pone literalmente en manos de Lea porque le preocupa al parecer que el chico no acabe de “centrarse”, aunque ella realmente no se ha ocupado nunca de él. Ese hombre joven es Chéri, así le llama Lea.

Yo no recuerdo bien si en la novela Chéri tenía ese amaneramiento que le hace tan repelente y tan poco atractivo como hombre. Si de eso se trataba el actor da el tipo fenomenal. El sujeto es un chisgarabís de espanto, débil, inconstante, un niñato, un inmoral y encima lerdo, o al menos así pintado me pareció a mí, quizá es solo mi mirada. Eso sí, da mucha pena lo de que su madre no le haya hecho ni caso nunca, muchísima, pero no tanta.

No es que tengan un lío Lea y Chéri, es que dura 6 años su relación. Vamos, parece que se aman. Ella lo mantiene ese tiempo. Joé, pues sí que debía de amarlo. El caso es que transcurridos esos años a él su madre lo quiere casar con la hija de otra prostituta que está en la profesión todavía, muy ocupada, y quiere deshacerse de la lata de su hija Edmée, una pobrecita que acaba de salir del colegio y que no sabe de la vida nada. Y les casan a ambos. Lea la pobre sufre una barbaridad porque quiere a Chéri de verdad, pero le deja ir hasta elegantemente. Eso Michelle lo hace de muerte. Pero él, malo y cruel como su madre, trata a su mujer como un borrico, un animal, como el cerdo que es. Muy literario y todo lo que se quiera, pero es de tirar el tipo, lo abofetearías tú misma por mucho que no haya tenido madre. Lea se va a Biarritz, que es muy bonito, a ver si se le pasa la pena y se lía con otro tipo también joven, que ya es afición al tema, y no por dinero, sino porque realmente está muy colgada de Chéri y parece que es el modo que tiene de intentar olvidarle, yéndose a la cama, aún sin amor ni tampoco con dinero de por medio, con otro, aunque luego pasa de este último joven, porque le acaba por aburrir al poco. El caso es que… en fin. Sigue la película y la novela pero no voy a destriparla... ya es bastante.

Así visto y contado… parece todo una inmoralidad y lo es, como es también una historia de amor muy interesante en el fondo. Pero creo que no es la inmoralidad que se piensa, ni quizá tampoco del todo la historia de amor que muestra. A ver si lo puedo explicar, porque la película, coñas aparte, no lo puedo evitar, me ha gustado mucho. De verdad que me ha gustado, es muy buena, como lo es la novela. Es la vida, por Dios, por eso hay que reírse un rato y pensar otro, ambas cosas preferentemente.

Chéri es la historia del amor (no vamos a poner adjetivos como “loco” o "de madurez”, etc, porque sería limitarlo… y es lo que no creo que se merezca esta historia) como una posibilidad que se tiene o se abre, que se plantea sin plantearse. Más bien una posibilidad que te (nos) "encierra", de poca o nula libertad y mucho miedo al que uno o una se pliega ante el paso del tiempo, la soledad y la decadencia propia, o sea, la vejez. Es también el modo en que un amor puede ser manipulación soterrada, admitida desde luego, mutua incluso, aunque a veces de la parte que ama más a la que ama menos, aunque pueda parecer lo contrario.

Que Cheri sea mucho menor que Lea es, más allá del dato en sí, menos sustantivo de lo que parece. Es otro modo de expresar esa otra “minoría” más patente de alguien en otros temas, para empezar en inteligencia y en corazón, -él no tiene ni de una ni del otro- de modo que Lea se hace la maestra de él. Un papel de madre y guía que, como se sabe, resulta muy sugestivo en pareja, como lo es el de papá, mentor o hasta salvador de la otra persona si fuera Lea un hombre y Chéri una mujer. Esto sirve para muchas cosas. En esta historia para que ella le retenga un tiempo, no mucho, aunque sí bastante: él es bastante corto o quizá no, quizá muy bueno en la cama o lo que sea, ya me lío hasta yo de por qué duran tanto tiempo... En otros casos esto de salvador - salvado (papá o mamá y niña o niño) es variado: paso revista y te repito lo que he hecho por ti, dónde te encontré y hasta dónde te llevé, lo mucho que te amo y te he amado, etc. Lea es más elegante, pero tiene eso dentro también, aunque no lo diga ni manipule cuando podría hacerlo muy fácilmente. De nuevo esto la Pfeiffer lo borda, aunque ya lo he dicho dos veces, pero es que impacta. Pero Chéri le llega a reprochar a ella el papel de madre que ha tenido, porque está en la relación, claro, y al final no le mola tanto al que es "hijo" (protegido, protegida, lo que sea) aunque parezca que le es cómodo. Y ella le acaba dando la razón, la pobre. Aunque en cambio no parece dolerle tanto el ser madre y no tanto compañera, curioso esto.

Que Lea sea una prostituta retirada tampoco es relevante en sí, creo. Sí lo es el hecho de que es la parte más experimentada, por así decirlo en “amores”, y que debería, teóricamente, ser más cauta en ellos, estar ya casi como inmunizada a ese "fall in love", que mira que lo dicen bien los ingleses. Y no lo es, es la que parece que ama más que la “contraparte”. Ese amor que describe Colette es un amor donde precisamente la categoría humana del otro, su peso, su calado humano, no importan absolutamente nada: cuanto menos sea el otro por dentro, cuanto menos valga, a veces es mejor, más se puede crecer uno en el fondo y a la vez engañarse con la baratija de algo, sea juventud, belleza u otra cosa externa. Porque es sobre todo el miedo quizá lo que parece mover a Lea a amar a Cheri de ese modo desesperado, incomprensible, tanto por la experiencia de ella como por “los valores” de él, que ya digo que está pintado como un chisgarabís de espanto. Porque es ella la de calidad humana por goleada, con todo lo es y la novela lo demuestra. De nuevo aquí la actriz da el do de pecho, también porque ya digo que al otro ser humano te dan ganas de llevarlo al jardín de infancia y que empiece por el principio de todo. O quizá simplemente: que tenga una madre que le quiera primero, así no tiene que buscarla luego ni estar tan desvalido afectivamente hablando.

Es muy interesante ese aislamiento en el que vive un amor así. Aquí se explica porque ella ha sido una prostituta y estaban aisladas socialmente. Pero si se piensa un poco se puede ver ese rastro de aislamiento, a veces deseado, otras doliente, de esos amores como éstos, ese no necesitamos a nadie, querer ocultarse por necesidad o por prudencia. Pero también porque un amor así, de ese calibre y perfil, se tiene que vivir de ese modo, aislados, es lo que demanda: el dramatismo, la aventura y ese profundo romanticismo de lo que tiene que quedar opaco a la luz pública. En fin, la leche. Si un amor es público es como menos, ya se sabe.

Al final el amor así visto es como una fuerza imparable, un destino al que uno no se puede enfrentar de una manera libre y consciente, con corazón, pero también con cabeza. Es un ciego esclavo por ese miedo tan humano y comprensible ante la vejez sola, también como una tarea de extraña y manipuladora maternidad cuando no se ha podido ejercer en su caso, eso desde Lea. Desde el otro, de él, Chéri, como una necesidad entre voluble y enfermiza, nada atractiva, de alguien que no ha madurado, incapaz de tomar una decisión como una persona, que no tuvo en su día la madre que necesitaba: de algo propio de un niñato bueno solo para la cama pero sin nada más detrás, o sea, poquísimo, me parece. Nada que ver pues con un hombre de verdad, un compañero en todo el sentido de la palabra compañero. Joé, Lea, guapa, ¡tantos años para caer en algo tan malo y tan elemental! Pues para eso la carrera te ha servido de bien poco. Yo creía que las putas de alto nivel eran más listas, más sabias. Y luego además con esa casa en el norte y la otra que tú tienes en París, con todo eso y tú ya, a tu edad, ¿te buscas ese tipo de problema? Si fuera un pedazo de tío que te tuviera como una reina se entiende, pero ese niñato, por Dios... Pues nada: continuamente pasa esto. Por eso es tan buena esta novela.

En fin, los franceses y otros son capaces de escribir estas cosas y bordarlas de tan reales que parecen.

Se pueden cambiar el sexo de cada personaje, las edades, la época, la profesión de ella o cómo es Chéri en concreto, que la historia se podría hasta repetir bastante, me parece. No sé, he creído ver detrás de ella el rastro de algo más permanente, a menudo más constante y más aterrador por ser más cercano. Claro que habrá quienes hablen de que Chéri al final es "solo" una historia de sexo, pasión o fuerzas similares. No sé, creo que, aunque fuera así, en ello suele haber todo lo que explico. Pero quizá es solo mi mirada, quizá analizo demasiado y me río otro tanto. Insisto, es buena la historia, y la película, y se puede ver llorando pero también muerta de risa, o a medias, es lo más aconsejable.

sábado, 27 de febrero de 2010

Silencio, charla y alerta naranja

Quedé el pasado martes con N., amigo excelente. Vamos a tomar algo al final de la tarde a una cervecería cercana de mi casa donde, como en todo Madrid casi, no hay quien pare: no nos podemos oír. Me espanta el ruido, no es solo aquí, lo sé, es en toda España salvo en el campo si te aíslas. Hace dos semanas en Sevilla llegué descolocada a casa de un amigo tras una comida en otro sitio también muy ruidoso. Los españoles hablamos altísimo, los establecimientos no están insonorizados y a eso se suma el horror de la televisión eternamente presente y encendida, o la música constante ambiental habitualmente a todo trapo, o a veces esa "propia" que hay que incorporar (al coche, a la casa, el ipod, etc.), un horror. Me manda luego N. un artículo sobre el silencio como derecho básico que no tiene desperdicio. Me afiliaré a eso de la quiet society ya. Es lo que más echo de menos del Boalo y venirme a Madrid otra vez, el silencio ambiental.

N. tiene un libro en las manos al que echo un vistazo, parece bueno. ”Fueras de serie. Por qué unas personas tienen éxito y otras no” de Gladwell. Más allá del título, un horror hecho para vender, me gusta su tesis, nada de autoayuda o tópicos: 10.000 horas dedicadas a algo hacen la diferencia junto al contexto social, cultural, familiar y educacional. Todo eso, más que el genio de nacimiento, es a veces la clave. Me interesa también porque habla de la “cultura del arrozal”, por qué los asiáticos destacan en las universidades americanas… y no es por nada más que porque trabajan más.

Tras una semana de preparar clases y escribir y una fructífera entrevista el viernes por la mañana, organizo reunión de amigas en casa para el mismo viernes. Diez somos. El silencio es compatible con la charla tranquila en casa propia, donde no te molesta nadie y nos podemos oír las unas a las otras. Esta época tan incierta laboralmente hablando, con la que está cayendo, que es de órdago, y con problemas añadidos varios, a veces más gordos que los de trabajo, es tiempo de verse más, también de echarnos todas las manos que podamos. De 7 a 9 están mis amigas, más o menos, luego unas se van a cenar y otras seguimos un rato. “Al entrar en quirófano le dije a mi marido lo siguiente: mira, por si acaso, si no salgo, te pido que te busques una tía estupenda, guapa, joven, de las de parar el tren, la vida es corta y tienes que disfrutarla. Pero, si no te importa, busca también una Mary Poppins para nuestras hijas, que se la merecen, una que les haga mucho caso, que las cuide, que se ocupe de ellas. Pero no se te ocurra bajo ningún concepto pretender que la tía buena sea encima madre. Tú búscate 2, una para cada cosa, y santas pascuas”. Nos reímos todas con la anécdota y el coraje de quien no sintió miedo en la operación. Luego salió bien y el santo no tuvo que buscarse ni a una ni a dos, con la misma sigue.

Hoy sábado alerta naranja, se esperaban vientos en la Comunidad de Madrid de esos de “la tormenta perfecta” pero sin Clooney, lástima. El caso es que aproveché para leer más, estar un poco con mi madre, ir al Prado a la hora de comer con J. y ver Velázquez y Goya. A la salida yo hubiera vuelto andando a casa, se quedó un día precioso, paró de llover. Han florecido los durillos por aquí, la mimosa también y pensé que los almendros estarían a punto de caramelo, que podía ir a la Quinta de los Molinos... (ver también en youtube). Cambié de idea porque el viento se puso a soplar demasiado fuerte. Las nubes han corrido a toda velocidad por la tarde, como en las películas esas en las que las horas pasan en unos minutos y la cámara registra un cielo que cambia rápido.

En el barrio cierran Búcaro, una tienda de flores muy cara y emblemática. Es la crisis. Llamo a una amiga y quedamos al final para ir a ver “Kafka y la muñeca viajera” en el Larra. Leí la historia en "Brooklin Follies" de Paul Auster y me gustó, no tenía ni idea de la historia. Quería haberme pasado por el Teatro Larra el pasado viernes porque esradio emitía desde allí esa mañana, pero no pude por temas de trabajo, otra vez será. Mañana iré al mismo teatro pero a ver la obra.

El supermercado de debajo de mi casa de los chinos, estupendo y no caro, tiene ahora otra tienda, ferretería-papelería o similar, de los mismos chinos, dos parejas, trabajadores sin parar. La cultura del arrozal aquí está, a nuestro lado. Tomo nota: trabajar más, ser más constante, no tirar la toalla, todo es cuestión de resistencia y de carrera de fondo, muy de fondo. Hago cuentas: al año una jornada de 40 horas semanales llega a suponer (si se trabajan 11 meses) unas 2.000 horas anuales. Ergo, 5 años se tardan en hacer algo decente de la nada, en ser medianamente bueno en ese algo, en saber de eso un poco. Mucho camino por delante… si se pudieran dedicar 40 horas enteras cada semana a eso. Moraleja: incrementar horas, no hay otra forma.

viernes, 26 de febrero de 2010

Y en esta casa ... ¿cuándo se cena?



Todos los días a eso de las ocho sé que no debo de llamar a ninguna amiga o sobrina con niños pequeños. Comienzan los baños y las cenas de muchas de ellas y el teléfono molesta. Tengo que esperar más adelante y a veces la cosa se complica, se me pasa llamar, lo dejo para el día siguiente a ver si las pillo.

Todos los días también a esa misma hora quienes tenemos padres y ancianos cerca comenzamos a notarles inquietos, depende también del tipo de persona mayor que sea. La vida se les puede hacer muy larga a algunos, lo queramos o no ese es también el tema.

Mi madre se revuelve en su sillón, aunque esté viendo la tele, y, aunque yo no esté, ya se sabe que hay que darle de cenar a las 8, como mucho a las 8.30 o se le hace todo interminable, se desespera pensando eso de "Y en esta casa ... ¿cuándo se cena?"

El otro día compartía con amigas experiencias de ancianos y sus manías que se juntan con las nuestras en un tejido de pequeñas cosas nimias, tontas, a veces divertidas que hacen la convivencia y la familia un conjunto de anécdotas a veces muy parecidas.

"Le dijimos a mi padre con mucha prudencia que mi hermano, su hijo, había muerto. Pensamos que le íbamos a dar un disgusto gordísimo, que de esa no iba a recuperarse. Siguió adelante, como si no le afectase. Luego caímos en la cuenta. Está tan mayor que no es que no se entere, es que le supera ya tanto todo, ha vistoya tantas cosas que es su modo de reaccionar a estos años."

Recordé algo más. Una tarde triste, tristísima hace un año casi. Una noticia que te descoloca, ya sabemos que entre salud, amor y trabajo las malas noticias pueden ser terribles, durísimas, que te quiten el hambre y las ganas durante meses. Y la vez...

A la vez, si tienes un anciano cerca, seguro que te pregunta sea cual sea la noticia que han recibido a eso de las ocho u ocho y media... "Y en esta casa... ¿cuándo se cena?".

Benditos ancianos, benditas cenas, como benditos sean los baños y las otras cenas de niños que nos hacen seguir viviendo a veces sin darnos cuenta.


lunes, 15 de febrero de 2010

"En tierra hostil" e "Invictus" (Esa cosa del valor que hoy tanto falta)



Leer cansa más que ver cine. Así que me aplico el cuento. Cuando no puedo más de trabajo, de escritura o de lectura en su caso, voy a al cine, que es lo que más me relaja. He visto dos películas fantásticas. No sé cuál me ha gustado más, la verdad.

La primera fue “En tierra hostil" (The hut locker), que me ha impresionado. Su directora, Catherine Bigelow, tiene también en su haber otra que me apasionó igualmente, “The widow maker”. Me gusta el cine de guerra,  el clásico y parte de lo que ahora se hace. Creo que en la guerra está lo peor de lo peor del ser humano, pero también hay destellos de aspectos interesantes. O yo tengo esa sensación, vamos. En este caso, es el valor que hoy, a todos los niveles, me parece, brilla por su ausencia en nuestro occidente, tan adormecido, blando, cómodo y terriblemente cobarde en líneas generales. Hay excepciones, por supuesto. Y no sólo en lo físico: intelectualmente hablando hay más cobardes en la actualidad que estrellas en el firmamento. España es casi paradigmático en esto: eramos valientes y grandes, pero somos hoy un país de cobardes y pequeños que hablan mucho, pero que están dispuestos a hacer en general poco. Y cuando alguien da un paso al frente es una sorpresa. Nos parece hasta raro y buscamos el rastro de la locura o del interés propio, tan mal acostumbrados estamos a que haya eso: gente más valiente que otra y más generosa que nosotros.

A mí el valor, la valentía, me interesan. Es uno de los temas que más me atraen. Creo que hay que diferenciar el valor o la valentía del simple arrojo o de la imprudencia, también de la locura de aquel a quien no le importa nada y, como no tiene nada que perder a veces, se arriesga a lo que sea. O sea, hay locos que no son valientes, simplemente no están en sus cabales. Pero hay valientes a quienes hoy llaman (llamamos) locos y no lo son en absoluto: es que son más valientes que otros, que somos (son) más cobardes, más cómodos. No todo el mundo es igualmente valiente, me parece. Sin embargo en la actualidad la valentía tiene mala prensa, es incómoda y no gusta nada. Y luego, como hoy todo y todos somos "iguales" por el maldito igualitarismo que se confunde con la igualdad, no se reconoce que hay gente más valiente, y es, en eso, mejor que otros,  digna de admiración, quizá no en todo, pero sí en eso, en esa valentía que demuestran en un momento dado. A mí por lo menos me parecen dignos de emulación también, ejemplares. Otra palabra o concepto maldito, ser "ejemplar" en algo. No: hoy lo mejor es ser mediocre, así no se molesta a nadie. Y por eso son los mediocres quienes suelen estar al frente, no solo en política, aunque ahí se nota más y es clamoroso. También en la empresa, en la universidad, en muchas partes, en todo este país donde estos años de progresía rancia se han sumado a los otros de franquismo y papá estado, y en donde una casta nueva de intocables mediocres se ha sumado a aquella otra casta ya antigua formada igualmente por mediocres. Aquí el mérito es visto bajo sospecha y el riesgo -empresarial o el que sea- es minimizado y nos da miedo. Solemos preferir las confortables faldas de alguien que nos proteja y cuya figura no sea grande, sino pequeña.  "Vivan las cadenas", bien lo sabemos, de antiguo ya viene, da igual aquel monarca o lo que tenemos, nos gusta ser esclavos, no libres: ser libres cuesta.

Esta película muestra el trabajo de los artificieros que desmontan bombas. En este caso en Irak, un lugar difícil, complicado, donde las tropas americanas con otras de otros países llevan ya unos años. Mal todo, complejo,  difícil. Realmente no sabes bien cuál es la solución si es que la hay, digo a nivel macro, de escenario político internacional. Esta película muestra parte de esa complejidad, no es lineal, no es de buenos, ni de malos, a Dios gracias. Cuenta casi como un documental (tiene la misma factura)  la pequeña historia de un hombre, de unos hombres, y sus contradicciones, pero también ese algo tan insólito como es el valor, que también puede ser en algún caso, como el del protagonista, la falta de encontrar un sentido al confort y a la vida “pacífica” de cuando uno vuelve a casa, cierto atisbo de locura hasta comprensible.

La escena del supermercado es de antología y una acaba por entenderle. Si la alternativa es poder (y saber, ay) elegir entre 200 tipos de cornflakes… o jugarse el tipo... casi te quedas con la aventura, el riesgo y la muerte, que es vivir al menos, lo otro son sucedáneos. En la vida muchas personas necesitan desafíos y no un sofá donde tumbarse, mucho menos un lugar donde arrodillarse y rendir pleitesía cada mañana de modo obediente y rutinario al consumo, al poder, al partido, a lo que se lleva, a lo que sea... para luego seguir quejándose. Cobardía y queja, mientras no se hace nada, hoy van de la mano: es seña de identidad muy propia en algunos lares. O, desde otro punto de vista: solo los cobardes que dicen "sí, señor" siempre y comulgan con ruedas de molino son los que progresan en política, en empresa y socialmente, por eso estamos como estamos.  Es sólo una opinión, aclaro.

La segunda película, "Invictus", es también estupenda, sobre Mandela, un personaje que parece, por así decirlo, todo lo contrario, pacifista. Pero es la otra cara del valor, de la valentía, creo, tan importante y necesaria como la otra, la del paso adelante: el líder sudafricano representa la resistencia, el valor de no devolver el mal con mal siempre, la concordia, etc. Otro modo de ser valiente.

Me interesa también mucho la paz que no sea el “no nos metamos en líos por si acaso”. O sea, algo más que dejar que el mal avance, no vaya a ser que le molestemos y nos haga daño, mejor calladitos y a lo nuestro. Un caso que se me ocurre muy tonto: el de Europa antes de que los americanos entrasen en la 2ª guerra mundial, que se ganó gracias a ellos, a los yanquis, siempre tan malos. Siento este dato, porque si es por los europeos, no se gana: dejamos que Hitler o la Unión Soviética avanzasen por pacifismo y no molestar a los grandes.

Tengo que reconocer que, más allá de Mandela, a mi me gusta mucho Clint Eastwood, el director de "Invictus", que es un tipo muy inteligente, nada políticamente correcto, que sabe contar historias como pocos (sabe la diferencia entre la piel dura y ser un tipo fuerte, son dos cosas distintas). Algún lelo ha querido "desmontar" a Eastwood con una biografía sobre sus debilidades o su "lado infame": hace falta ser tonto, por Dios. Que Clint no era una hermanita de la caridad ya lo sabíamos, no hace falta ser un lince para imaginarlo. Pero sus películas son estupendas... y la envida es siempre muy mala; de nuevo ese afán "igualitarista" de querer tirar por los suelos a los grandes: nadie dice que Eastwood sea el yerno o marido perfecto, me es indiferente ese dato a este efecto, sólo digo que hace unas películas estupendas, mejores que las de muchos otros. Todavía tengo en la retina ese final de "Gran Torino": toda una impresionante declaración de principios para el que fue pistolero del oeste, Harry el sucio, etc.

El caso es que esta película es sobre el perdón y la concordia, también sobre la inteligencia. Fue curioso hablar con Pepa, una buena  amiga, y que coincidiésemos las dos: es una película muy para España. Quizá debieran verla las altas instancias políticas del país, pero también formar parte de la educación para la ciudadanía y no tanta chorrada. No sé, me vino a la cabeza, ¿por qué será?, lo de la memoria histórica y personas concretas,  ese afán constante por querer dividir y no unir, intentar hurgar en viejas heridas, no por justicia -siempre importante-, sino para sacar tajada y rédito propio cuando no se sabe por dónde tirar, cuando no se vale ni se tiene peso. Da la sensación de que cuando alguien simplemente no sabe qué hacer, ni dirigir, ni gobernar, hay muestras más que suficientes, le da por abrir heridas que es lo más fácil. O cuando alguien no puede sacar adelante el trabajo de un juzgado, que es mucho, y le tienta la cosa mediática de estar en el candelero y ser importante, pues a lo mejor le da por ahí: no hay riesgo alguno en abrir heridas viejas, creo, eso es estar en la demagogia y encima a toro pasado, me parece. Es más difícil unir que dividir, sobre todo si se hace cuando no hay ya peligro alguno, a más de sesenta años vista. Es más difícil ser magnánimo que un resentido, que solo hay que saber azuzar y se suele ser cuando no se tiene valor, ni corazón, ni inteligencia . Pero es algo que se me ocurre al hilo de una buena película y de un líder nato, válido y valiente como Mandela, que hace todo lo contrario a lo fácil  y, encima, se reduce el sueldo, eso también: nada que ver con nuestra realidad política y judicial. No sé cómo se me ocurre esa asociación de ideas, ese contraste, tras ver "Invictus".

Mandela estuvo 27 años en una celda, preso, en unas condiciones infrahumanas. Esta película narra la celebración del mundial de rugby en Sudafrica y cómo el equipo nacional (odiado antes por ser identificado con el apartheid y lo peor de esos blancos afrikaaeners) logra “aunar” voluntades y entusiasmo gracias a que Mandela, ya presidente, no es un lelo, es alguien inteligente y bueno, ambas cosas. Al lado de otras cintas de Eastwood es menos interesante, pero es excelente. Freeman está muy bien, aunque el óscar espero que vaya al protagonista de "En tierra hostil", la verdad, y Matt Damon también. El rugby es un deporte de caballeros que juegan como si fueran hooligans mientras que el fútbol es lo contrario, hooligans que juegan como si fueran caballeros; que cada uno elija qué prefiere.

La figura de Mandela es lo que es un líder: alguien que, para empezar, se lidera a sí mismo, y no se permite la gran debilidad que es la venganza, el ajuste de cuentas o el resentimiento. Eso una persona no debe de permitírselo nunca, pero un presidente de una nación, alguien que hace cabeza, mucho menos: sin comentarios.  Luego, para añadir, Mandela es alguien que "pasa" de perder votos o apoyo: para eso está un líder, para decir lo que resulta a veces incómodo y no va a gustar nada, para empezar, a "los suyos", el sangre, sudor y lágrimas que dijo ya Churchill. La escena con su jefa de gabinete diciéndole que va a perder apoyo de "los propios" y él pasando es de las mejores, para que muchos tomasen nota, la tomásemos. Da igual caer mal, es lo de menos casi siempre: es una gran libertad que no importe nada lo gordo que se puede caer a veces, que el fondo de las cosas (la verdad, lo bueno) importe más que los votos o la popularidad.

Transcribo el poema de Henley, "Invictus", que Mandela recitaba en la prisión, un poema que inspira, la poesía tiene que ver con la supervivencia casi siempre.  Es el poema que da al capitán del equipo nacional de rugby. Se lo he mandado a hijos, a hijas, de amigos míos, en plena adolescencia: ser el capitán de uno mismo es mucho más difícil que cualquier puesto o mando en plaza, incluyendo la presidencia de un país. La valentía no es sólo el saber avanzar venciendo el miedo, sino la resistencia, el aguante, el extender la mano o el abrazo, a menudo mucho más difícil que el saltar para que te disparen  a ti el primero, el mostrar el pecho o la cara para que te la partan, porque no te importa y hasta le encuentras cierto placer a que te den y tú ya estás habituada a que lo hagan. Bien lo sabemos los adultos, bien que nos cuestan ambas cosas, el avance, pero también la resistencia. Cada día cuestan las dos, y se llega a hacer uno sangre si lo intenta de verdad, creo.

Lo dicho, dos películas estupendas sobre dos hombres en todo el sentido de la palabra (no de masculino, de persona). Faltan, con todos mis respetos lo digo, pero faltan.

INVICTUS (William Ernest Henley, 1849-1903)
Out of the night that covers me,
Black as the Pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul. -
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed. -
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds, and shall find me, unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate;
I am the captain of my soul.

INVICTUS
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.