lunes, 18 de noviembre de 2024

Altarcitos y privilegios


Es un privilegio entrar en casa de alguien siempre. Y así lo tengo, por privilegio. 

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Subimos a casa de I., su piso soleado, la luz entrando con toda su fuerza. Y él con su andador y esos ojos traviesos. "Creía que no veníais ya..." 

Y allí en el aparador su altarcito con las pequeñas esculturas de la Virgen y santos junto a las fotos de la familia. 

Rezamos tras la comunión "Alma de Cristo"... que no me sé entera y sólo si la dice alguien conmigo me sale. 

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L. nos espera leyendo con su chaqueta de punto impecable sentado al lado de la camilla. En la cocina el puchero con su gorjeo, la suerte de tener alguien que te cuida, la casa reluciente. 

Comulga y se queda en silencio. "Alma de Cristo"... 

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Fuimos a casa de D., estuvo enferma.  En su dormitorio tiene un espejo como las actrices los tenían en los camerinos de antes: todo estampas de santos, vírgenes y el corazón de Jesús y el de María metidas en el marco. 

Se lo digo y nos reímos. "Parece el espejo de Nati Mistral". Antes actrices y hasta vedettes, por mucho que enseñaran la pierna, eran muy creyentes.

En una pequeña mesa el libro de la liturgia de las horas abierto. 

"Yo nunca estoy sola, Aurora, Dios está conmigo siempre." 

Y es así. Donde está D., donde va D., Dios está siempre. Por eso hay que tenerla cerca. 

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D. es la primera persona que nos ha invitado a comer a su casa tras doce años viviendo yo en Ávila. Mi llorada Teresa fue la primera que me dijo que fuera a su casa a tomar el aperitivo, cómo no voy a echarla tantísimo de menos. 

Esta ciudad es así, hay que aceptarlo, pero no dejar que te "pueda": que vivan en un castillo otros, que pongan la muralla ellos.  

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Lo dicho. Entrar en una casa ajena es un privilegio siempre. Y también que quieran compartir contigo mesa, un vino, un café, lo que sea. 

domingo, 27 de octubre de 2024

Poder y autoridad


Vamos a Valladolid a ver a un amigo y se suman otros. No hay nada como lo presencial cuando buenamente se puede. Luego vamos a ver la película "Un hombre para la eternidad" porque viene Enrique García-Máiquez a comentarla y a todos nos interesa. La película es preciosa y siempre sacas algo nuevo de ella. 

Enrique comenta al finalizar un tema que a mí me ronda desde hace tiempo. Y me alegra que lo haga, me confirma que alrededor de ello hay tela. Es sobre poder y autoridad; en la película se muestra que el rey tenía poder, pero "quería" la autoridad (moral) que Moro tenía. Él sabía que Tomás la tenía, y lo sabía el pueblo. Y pretendía que lo confirmara en sus desmanes. No pudo ser. 

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En 1995 leí por primera vez la palabra "empowerment" en un documento de Naciones Unidas a raíz de la preparación de la Conferencia de la Mujer (la preparatoria en Nueva York). Hoy el uso del palabro "empoderamiento" está extendido (y es un espanto, por cierto). Es sintomático esto. 

Pero lo que me interesa, como buena conservadora que soy (y me tengo), es precisamente la repugnancia que suelo sentir ante el poder, mejor dicho, el temor, a ese "poder del anillo" que -valga la redundancia- puede llevarse por delante a personas en principio bien intencionadas y buenas a poco que no tengan... ¿contrapesos?, ¿conciencia?, ¿una persona o personas al lado que les "pongan los pies en la tierra"? Es variado esto, pero lo tengo comprobado, y no sólo en la política, desde luego. 

Y, al contrario, constato lo mucho que me interesa y "sigo" a la autoridad. Esto ya se lo comenté a un tipo estupendo con el que me río mucho y que me encanta, porque él es como ácrata, y yo no lo soy, y me gusta él precisamente por eso. Y porque escribe fenomenal y me alegra la vida (o sea, es Contreras Espuny). 

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Me interesa la autoridad moral, intelectual, social. Y hoy la autoridad es como ¿fea?... ¿está ausente? 

Hace falta autoridad en una familia, me parece. Yo recuerdo la mirada de mi madre que no necesitaba decirme las cosas dos veces habitualmente. Y recuerdo a mi padre que decía "Hasta que un hijo tuyo no te diga "no te quiero" porque no le has "dejado" hacer tal o cual... no sabrás lo que es ser padre". Lo he escrito en un cuento porque me impactó mucho aquello. Y creo que es verdad. Hay que perder el miedo a que "no nos quieran", creo. 

Hace falta autoridad en un aula. Desde la más tierna infancia, y por justicia ante los que sí quieren aprender -y porque te pagan para eso, para que enseñes-, creo que no se puede permitir de ninguna manera quitar la autoridad al maestro, al profesor. Pensar que aquello es, como dice Luri, un parque de atracciones es un error, una completa faena para los alumnos lo primero. 

Más adelante, en la universidad, entiendo que el marco es diferente y que el diálogo -si lo hubiera- es fundamental. Pero habitualmente estoy más interesada por lo que me puede contar un buen profesor, que es quien sabe de ese filósofo o lo que sea, que por la opinión de un tercero a mi nivel. 

Entiendo que se pida diálogo y poder intervenir y, sobre todo, que un buen profesor sea capaz de dar una clase partiendo de las preguntas, como se hacía en la Edad Media... Pero creo que las preguntas buenas se hacen si sabes algo antes, si no, suelen ser estupideces que al profesor le sirven malamente. Y al resto de la clase igual. Eso sí, hacemos que hacemos. Mareamos la perdiz, o sea. 

Y no cuento ya en otros ámbitos. Ya se lo dije a alguien un día: entiendo la dinámica de "opinar" y dejar que la gente se explaye (primer anuncio), pero es que a mí me interesa más lo que dice Santo Tomás o el Magisterio de la Iglesia que lo que tal o cual (yo incluida) opinamos sobre aquello. Dicho sea esto con todos los respetos. Creo que hace falta reconocer que no sabemos (nada o muy poco habitualmente) y que nos tienen que enseñar: es mi deber aprender y es, también, mi derecho. Y es el deber de la Iglesia. Pero hoy todo el mundo cree que sabe y que su opinión es más importante que el conocimiento de veinte siglos. 

Creo en definitiva que hay una inflación de opinión y muy poco amor a la autoridad que da el conocimiento. 

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Hay poder no sólo en política. Hay poder... doméstico. Y hay que tener cuidado con él también. Se puede ser una mandona o un mandón. Que no es tener autoridad, es abusar del poder. El anillo siempre tienta estés donde estés. 

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Lo hemos comentado varias amigas, con A. hace tiempo. Ayer lo vi en X de nuevo. Sin duda alguna había y hay abusos -mujeres sometidas-, pero la autoridad que tenían y tienen algunas mujeres en las familias -y socialmente-, ese "que no se entere la abuela", aquel dar el jornal al llegar a casa desde padre hasta hijos a la "amatxu", ese "lo que diga tu madre", ha sido un formidable pilar y una contención para mucho mal comportamiento. 

Cada uno se organiza hoy en su casa como cree que debe... y puede. Y sabe. 

La influencia -real- en la vida de las personas, en la sociedad entera, no la marca el poder simplemente, la marca la autoridad moral, académica y social. 

Nuestro gran problema es que hoy todo pretende ser poder, se mete el poder en todas partes, y quiere  sustituir a la autoridad, es un fenómeno curioso este: se vacía la autoridad... para que entre el poder, el Poder. 



jueves, 24 de octubre de 2024

Difíciles. Difícil. Tejedores

Hace tiempo que quiero escribir sobre antipáticos ilustres y no ilustres. Tengo cierta, precisamente, simpatía por algunos cascarrabias, gente incómoda a veces. En tiempos de tanto buenismo lelo y siseñores a lo que sea, no vaya a ser que... (me echen, no me ajunten, no forme parte del grupito ese, no progrese, etc.), algunos antipáticos, gente "difícil", hasta desabrida a veces, digamos que son necesarios y el contrapunto que se debería tener cerca.  

Si uno es un, pongamos, partido político, empresa, universidad, claustro de profesores, etc., conviene tener gente que no siempre te da la razón y que te pone, digámoslo así, pegas. Quizás hay que escucharles y no pensar automáticamente "ya está aquí el pelma". A veces el pelma puede tener algo de razón, creo. 

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La susceptibilidad, por ejemplo, puede mostrarse como antipatía. Y puede llegar a ser comprensible si uno se mira por dentro. Todo el mundo tiene heridas, más visibles o menos. Y te pueden tocar justo ese tema con el que saltas. 

Me decía una persona muy observadora que casi todas las posiciones ideológicas o no ideológicas tienen una "raíz" vital, que todo es biografía. Estoy bastante de acuerdo. 

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Supongo que hay un término medio entre decir lo que se piensa cuando se piensa, a veces hay que  no saltar a la primera por lo que es puro sentimiento, reacción emocional, susceptibilidad precisamentey decirlo bien, sin dar mandobles al que pasaba por allí. Y escuchar también (y antes) a terceros a los que no les va nada en ese concreto tema. 

Ser independiente es bueno, ir por libre, no rendir pleitesía al dinero, al poder, a "estar en candelero" que sea. Pero la línea que separa esa valiosa, y hoy rarísima, independencia de juicio ser un Cyrano de un ego dañado y un erre que erre es pelín difusa a veces. Y no es tan fácil darse cuenta. 

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A mí me hace gracia lo de tender puentes cuando constatas que se tienden a todos menos... sí, a esos. Esos no. Esos, justo esos de ahí, no. 

Que el diablo es padre de la división está claro. Y hoy, en España, muy especialmente. Y no sólo donde se piensa. La labor que (se) ha hecho y (se) sigue haciendo es espantosa. Cuando leo u oigo un "contigo no, bicho" personal o colectivamente, ese zarpazo, paso de largo, no me interesa. 

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Lo comentábamos algunos amigos hace unos días. 

Necesitamos tejedores, personas que unan sin ser unos sinsorga ellos. No, no es el puñetero consenso. Es otra cosa que tiene que ver fundamentalmente con el carácter, con la virtud personal. Porque no son estrategias ni tácticas. Es tratar de unir de verdad porque uno libra primero su lucha personal dentro, y como la tiene continuamente, es precisamente capaz de trabajar por tejer: porque no está saldando cuentas ni heridas ni alimentando su ego. 

Cuántas luchas y divisiones son producto del ego fundamentalmente. 

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Este sábado veré de nuevo Un hombre para la eternidad. Estoy segura que la voy a disfrutar de nuevo. No sale en la película lo que sí se lee en la correspondencia de Tomás Moro y su hija Margaret. Creo que fue a través de ella como supe de las mortificaciones a las que se sometía el hoy santo y que sólo conocía su hija (por razones diversas)



martes, 22 de octubre de 2024

Heridas y parques


Intervengo en algo (con algo) que me importa, pero lo hago mal, 25 minutos se quedan en 15, cosas que ocurren con la gestión del tiempo en congresos. Pero no pasa nada, la verdad es que cada vez creo más en que "la intención es lo que cuenta"... o en aquel "el que hace lo que puede no está obligado a más". 

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Todo el mundo tiene una herida. O varias. Más visibles o menos. Ser humano es llevar una herida, la del pecado original primero. Incluso los que no creen en el pecado original creen en él finalmente, sólo hace falta mirar alrededor y mirarse uno por dentro. Luego están las cruces, invisibles también a veces. Y los mandobles que se pueden dar con ellas a quien se acerca, ese pobre incauto que pasaba por ahí justo en ese momento. Mea culpa. Caes en la cuenta cuando lo ves en otro, qué curioso esto, hasta entonces en la inopia, como un carnero.

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Cuando escucho a Jacques Philippe me entra una gran alegría. Son seis conferencias sobre la Presencia de Dios, conmovedoras las seis. La quinta sobre la Presencia de Dios en uno mismo reconforta. Existen los bárbaros del sótano, las miserias, a veces secretas, pero también dentro de uno está el amor de Dios presente y su misericordia. Y en el prójimo (la sexta conferencia) igual. 

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Sabes que tienes un buen amigo o una buena amiga cuando no son incómodos los silencios y no "tienes" tú que hablar y el otro tampoco. Andar por el campo sin tener que hablar pensando cada uno en sus cosas es estupendo. 

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En mi época lo llamábamos redil, como si fuéramos una oveja. Tenía a veces barrotes o una red y un espacio suficiente para que durmieras tú o varios (bebés) la siesta sin peligro de caídas. Te ponían los juguetes dentro y a veces compartías el espacio con un primo o un hermano. Estabas allí con tus cosas sin necesidad de atención permanente. 

Me refiero al corralito o parque, que fue como se llamó (creo) ya a finales de los 60 y los 70. Permitía que un niño que gatea o empieza a andar no se hiciera daño, también que padre y madre y el resto de la familia no tuvieran que estar mirando todo el tiempo al niño pequeño.  Hoy, según veo, no existe "el redil", o yo por lo menos no lo veo. El niño tiene que estar suelto y todos pendientes. No sé cómo hemos salido adelante sin problemas los búmers estos que somos. 



viernes, 11 de octubre de 2024

Cotillas


En mi juventud mis primas y yo en el verano veíamos juntas el Hola. Tumbadas en la piscina, años 70, lo bueno del Hola era compartirlo y reírnos.  En aquella época -hablo como si fuera el Cuaternario- a los hombres en cambio no les interesaba ni el Hola ni nada similar, les parecía una pérdida de tiempo propia de mujeres, aunque no nos daban la lata. Eso sí, no se sumaban. 

Los hombres, adultos y jóvenes, estaban en otras guerras. Algo ha pasado. 

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Trabajé en Telecinco entre 1996 y 1997, todo pecador tiene un futuro, eso vaya por delante como consuelo. El caso es que fue precisamente en esa cadena donde se dio un vuelco a lo que era por aquel entonces la "prensa del corazón" o "prensa rosa", con un programa que se llamaba "Qué me dices" (QMD) presentado por Belinda Washington y Chapis y producido por Globomedia. Ese programa marcó el giro de la cosa "rosa", se reían de todo pero en público, se trataba de desmitificar y poner a ras de tierra a todos aquellos "personajes públicos" que aparecían en tales medios. Ese programa, creo, fue el inicio de la debacle. 

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Hoy no leo el Hola ni en la peluquería. Ha dejado de interesarme fundamentalmente porque no "conozco" -en sentido general,  no personal-  a nadie. Como no veo la televisión en abierto, todos los supuestos "famosos" actuales me resultan desconocidos y absolutamente carentes de interés, incluyendo uno que se llama Rolando o así y que debe de ser futbolista. No, tampoco sé de fútbol, eso sí es una desgracia. 

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Esto lo he comentado con alguna amiga periodista de esas que saben de elegancia y les mandas una foto con "me voy a poner esto en la boda" y te dicen que sí o que no. Es bueno tener amigas o conocidas que te ayudan. La debacle de la prensa del corazón es un síntoma más, añadido, al declive del nivel moral de la sociedad española. Hemos pasado de admirar casas fantásticas, salones preciosos (yo siempre digo cuarto de estar porque salones tienen los nobles y eso, en mi casa hay cuarto de estar y me bato en duelo por el nombre), señoras elegantísimas y personas que tenían que contar algo interesante de lo que hacían -porque hacían algo- con una panda de indocumentados, horteras y chonis con ínfulas y, muy especialmente, unos petardos que no tienen nada que contar salvo si se han divorciado o quién es el último con quien se han liado. 

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La prensa del corazón era una prensa digamos que hasta razonable e inofensiva a cierto nivel hasta los 90 (no hablo del 10 minutos ni de Garbo). Pero hoy ya no hay prensa del corazón, es "prensa" del hígado y está ya en todas partes. Lo tienes en la tertulia mañanera donde -oh, cielos- un señor que parece culto o cultivado se regodea que da auténtico asco con el último salto de cama de alguien. Y por salud mental y espiritual apagas la radio si es que no la has apagado mucho antes. 

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Todo el mundo parece estar de acuerdo en que antes había mucha hipocresía, oh, ah, qué espanto la hipocresía de nuestros padres. Qué auténticos somos ahora, pensamos. Es posible, pero la censura social a mí me parece algo importante y tiene dos filos, y uno de ellos definitivamente no es tan malo. 

Cuando hay reprobación social de una infidelidad supone que el matrimonio tiene algún significado. Se puede no valorar a la persona en concreto, pero sí considerar al menos con pena que un matrimonio se rompa o se lo salten a la torera como algo terrible para los dos interesados y, desde luego, para los niños. Y entonces ya no se entra a hablar de infidelidades, sean las de al lado o las de nadie. 

Cuando deja de importar todo esto y nos hace a todos muchísima "gracia" el ir saltando de cama en cama y tachamos de retrógrados a los que no se suman al comentario general algo pasa. No sé, me parece. 

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¿Natalidad? 

No la habrá mientras no haya más matrimonios y más matrimonios estables y mientras no demos a la fidelidad el honor que se le debe. Y a la infidelidad la censura correspondiente. 

Y la mejor censura a veces es el silencio. Por quienes más sufren además. Un poquito de corazón de verdad, que parece que somos de piedra. 

Por la dureza de vuestro corazón... Estaba claro. 

Por una prensa rosa donde el corazón, de verdad, esté presente. 

El corazón, las entrañas, de quienes la hacen y quienes la leen en su caso. 

domingo, 6 de octubre de 2024

Meribá (agua / hijos de las piedras)



Querido Miguel:

Acabo de colgar a tu padre que me ha contado, vamos a llamarlo así, “lo tuyo”.

Ahora entiendo tu empeño en el zoom a tres bandas y tu disgusto por no ponernos de acuerdo los tres. He tenido que vencer las ganas de llamarte inmediatamente, pero como me embalo, prefiero decirte antes por escrito lo que pienso.

Me ha dicho tu padre que se enteró en casa de la abuela Pilar. Que a ella se le escapó un comentario sobre ti que a él le sonó raro, y que te llamó luego para ver qué pasaba. Ante su insistencia, se lo contaste. Ya me explicarás cómo tu abuela lo sabe antes que nosotros, estando, además, como una tapia, que ni oye por teléfono.

Lo primero de todo: siempre has sido un buen chico y, como tu hermano, no me has dado ningún problema serio. Me dirás que a buenas horas, mangas verdes, con las discusiones que hemos tenido. Pero yo supe desde el principio que, si alguien iba a pagar el pato con lo de tu padre, eras tú. Te pilló en la peor época, así que no te lo podía tomar en cuenta. Necesitabas chocar con alguien, y yo estaba ahí, justo enfrente, tu puching ball de entrenamiento.

Ni aquella primera (y única) bofetada que tuve que darte a los trece, ni perseguirte ese curso en la universidad, que renqueaste porque estabas con tu primera novieta, ni luego aquel susto en mitad de la carrera han sido cosas importantes. Ser madre es eso: estar ahí siempre. ¿Os caéis? Os ayudamos a levantaros. ¿Nos dais un portazo? Pues depende de cómo nos pille de edad… –la vuestra o la nuestra– o el momento, os podemos dar un bocinazo, un abrazo o echarnos a llorar. Yo esto lo sé bien porque no soy una madre perfecta.

Fíjate cómo es tu padre que, ante mi sorpresa por tu “novedad”, me dice que hice muy mal yo en llevaros a aquel colegio, que fui yo la que se empeñó contra viento y marea. En fin, parece que, encima, tengo que ser la que dé explicaciones en este momento.

Pues sí, hice lo que creía mejor teniendo en cuenta las circunstancias. Era un sitio con buenas familias, chicos de vuestro estilo y, lo más importante, exigente académicamente. Eso último lo esgrimí como argumento ante la resistencia inicial de vuestro padre. Y gané.

Y vaya si os encarrilaron a los dos: os ayudaron a prepararos para este mundo tan competitivo y donde cuesta tanto hacerse un hueco, bien lo ha reconocido vuestro padre luego. La parte “problemática”, la importancia de la religión en el colegio y eso, no pareció que os afectara especialmente. Sorteamos buenamente el tema, la mayoría de vuestros compañeros y las familias eran como nosotros, el tema de la religión les importaba un bledo y casi todos estabais allí fundamentalmente por el prestigio académico…

Por cierto, he tenido que recordar a tu padre lo que él mismo dijo, el muy cínico, al acceder que fuerais: “bueno, no hay como la dosis justa de religión en la adolescencia para inmunizarle a uno eficazmente para el resto de la vida”. Él ha sido un buen ejemplo. 

Miguel, hijo, perdóname, pero no lo entiendo. Y, sobre todo, no te entiendo. Estas cosas no se dan ni a tu edad ya ni con tu trayectoria ni con circunstancias como las que tú tienes.  

Es verdad que en la familia hubo ya hace tiempo algunos “afanes místicos”, por decirlo de alguna manera. No es sólo ese rosario va y viene de tu abuela Pilar, que es como los últimos mohicanos, la resistencia; por mi parte también los tuvimos, aunque no hablemos de ellos. Un primo de mi abuelo fue seminarista y murió con veintidós años en Barbastro durante la guerra. Mártir, dicen.  En fin, unos chicos jovencísimos, una España diferente y ya superada, barbaridades se hicieron en ambos lados, por supuesto. En aquellos tiempos era, perdóname el adjetivo, “normal” tener un cura en la familia. Y monjas. O hasta misioneros. Pero vamos, yo, en mi generación y de cerca, no conozco a nadie a cuyos hijos les haya dado por eso. Ni tampoco a sus hermanos, por cierto. Lo teníamos superado afortunadamente. O eso creíamos yo y tu padre, desde luego.

Ahora encajan algunas piezas de la visita que te hice en noviembre. Lo primero que pensé es que estabas silencioso para lo que tú eres. Luego me contaste lo del asilo. Que me pareció fenomenal, ayudar a los demás está bien siempre, sobre todo si te entretiene. Y en tu caso con más mérito, teniendo en cuenta tu trabajo y las responsabilidades que manejas. Cómo te enfadaste cuando te dije justo eso, que me contestaste “¿Por qué yo no, mamá?”  Y aquellos tochos, Santo Tomás –vaya peñazo, te comenté– en tu biblioteca. Y los evangelios en la mesilla con el crucifijo de tu abuela. 

Decirme que ibas a misa desde hacía meses me desconcertó totalmente. Y lo de acudir a rezar de noche a la iglesia, lo de la “adoración nocturna” esa, que pensé que era una broma y que te ibas de juerga, esa cosa de no dormir una noche, en fin, creía que era una broma o una chica al menos...  En cualquier caso no te dije nada entonces porque pensé que era una etapa más que necesitabas y que te había dado fuerte, ya se te pasaría, son fases que se superan habitualmente.  Y a mí no me interesaba en absoluto el tema.

Bueno, lo que quería decirte es que yo estoy que ni me encuentro con la situación en España, que tú viviendo fuera te lo estás perdiendo, un absoluto desastre, desesperante es todo esto. Vamos a la ruina, Miguel, y la oposición ni se aclara. Se me llevan los demonios continuamente, estoy furiosa. Yo lo que quiero es volver a mi vida de antes, a lo de siempre, tranquilidad, seguridad, orden y concierto, como hemos vivido siempre. No llego a entender cómo hemos llegado a esto.

Así que, si a mí me ha dado por esta rabia que tengo, que no puedo, que los odio con todas mis fuerzas, a ti se te ha podido activar el gen místico recesivo ese que debemos de tener. Mira, de verdad, ya no sé ni lo que te escribo, perdóname, estoy de los nervios.  

Que bien está que uno crea, tener fe, porque creer ayuda en la vida, la fe es, como todo el mundo sabe, un consuelo para los malos momentos. Y claro que yo creo en Dios, por supuesto. Pero se puede ser buena persona y no ser cristiano, ni católico, ni mucho menos sacerdote. ¿No puedes creer tú en Dios como tanta gente sin liarte la manta a la cabeza? El mismo Papa es quien lo dice el primero, que todos los caminos llevan a Dios igualmente. Así que no entiendo todo esto ahora, a tu edad, en tu situación, en fin, es un tirar por la borda todo que no entiendo. Solo toda tu vida, Miguel, y luego lo del sexo. Vamos, que me parece una locura total de los pies a la cabeza.

En fin, que quiero hablar contigo y que me cuentes.  

Tu madre, que te quiere

 


 (cuento presentado a un concurso de una bodega hace años, lo ganó Inma, cosa que me alegró enormemente) 

miércoles, 2 de octubre de 2024

Cuidar la esperanza

Oigo el último Dalroy en el último insomnio. Es sobre la Iglesia en Alemania con el padre Rubio, aquí lo tenéis, episodio 3x05. Me quedo pensando. 

La tentación del desaliento, del derrotismo, puede ser fuerte. Por la situación propia o la "general", por ambas a veces. Y puede suceder cuando eres joven y también cuando no lo eres. 

Me acuerdo de un alumno que a sus 19 años me decía con  resignación "Es que soy vago, soy el vago de la familia, ya es muy difícil cambiar eso..." Verle ahora sacando una familia adelante es una alegría inmensa. Nada es un destino, menos a los 19, sambenitos qué malos son siempre  ni a los 80. 

Porque de mayor todos los defectos se acentúan y se solapan, se es consciente. Y ante el escenario, curioso, las ganas de quedarte con un librito te pueden (o de dedicarte a pasear por la dehesa). Y puede ser incluso peor, se puede sumar una valoración sumaria tanto sobre ti como sobre lo que te rodea, el "no así los impíos, no así" agorero.

Cuidar la esperanza propia y ajena es un deber. 

Como cuentan en el último Dalroy, primero se pierde la esperanza, luego la fe por derrotismo o acomodamiento, y nos puede pasar a cualquiera. 

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Cuidar la esperanza empieza por el silencio. Hacer silencio exterior e interior y darte cuenta de la misericordia de Dios... ¿cómo no esperar que esa misericordia te siga cubriendo?, ¿cómo no, en su caso, entender que igual que te ha cubierto a ti cubre a los que más quieres y te preocupan? O, más allá, cubre a tu país, a tu comunidad. Y, sin duda, a su Iglesia. 

El segundo paso para cuidar la esperanza es rodearse de personas con niños pequeños, como si fuera una prescripción del médico.

Toda vida nueva es una esperanza. Todo padre y madre hacen un voto de esperanza siempre. Es fundamental estar con padres con niños pequeños, aprendes mucho de su confianza en la Divina Providencia. En muchos casos viven aún más literalmente de ella que en otros, en todos de una u otra manera. Algunos no saben aún que es la Providencia lo que realmente les, nos, sostiene. Pero antes o después serán conscientes de esto, porque ese supuesto control que se cree tener en la vida sobre algo —mucho menos sobre los hijos desaparece pronto si tienes dos dedos de frente, no hace falta fe siquiera. 

En este sentido, también creo que es alimentar la esperanza estar con quienes acompañan en el dolor, en la decadencia, en los largos años de vejez. 

No hay mejor comunidad que la que se asienta en el valor que las personas mayores tienen, incluso aquellas que más deterioradas nos parecen y que nos sostienen con su oración: esa que hacen al desprenderse de su memoria, del "yo sé", "yo creo", un  final vital "en Ti vivimos, nos movemos y existimos" ya absolutamente pleno.  

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"No seas derrotista, es tan de clase media", le decía la Condesa Viuda de Grantham a su nieta, que pensaba que iba a quedarse de tía soltera... En fin. Pues eso. 

No estamos hechos para "vencer" en vida nada, realmente está todo hecho. La Condesa Viuda también consideraba que la vida es primero un problema, luego otro, y así todo el tiempo. 

Isobel, precisamente burguesa, quería sentirse útil, esa pretensión curiosamente tan de clase media con la que una puede identificarse con bastante facilidad. 

Ser católico es saber que uno es de una "utilidad" relativa siempre. La utilidad no es lo que importa, no va de utilidad esto. Y, con todo, como Isobel, hay que ponerse manos a la obra. Quizás sin esa actitud (digamos que de anglo bastante ingenua) de que podemos "arreglar" nada realmente. 

Me encanta Downton Abbey por muchas razones, la disfruté enormemente, soy fan acérrima. Pero hay algo en ella, algo que no puedo explicar, que elude, que esquiva, mi "marco mental" si es que lo tengo. Algo que echo de menos. A ver si puedo explicarlo en otra ocasión. 

Dios tenga en su gloria a Maggie Smith, que tan feliz me ha hecho con la serie y en tantas películas. 



domingo, 15 de septiembre de 2024

Septiembre, el manso

Salimos a andar Marta y yo. La temperatura ha bajado bastante, así que quedamos a una hora "impropia" para el verano que aun es, las cinco y media de la tarde. Más que la hora, es el día lo que me pesa. Siempre ando mejor a primera hora de la mañana, un paseo son esos 8 kilómetros casi hasta Brieva si lo hago temprano. Si es después de comer ya me cuesta algo. 

La foto es de Trofeocaza
Pese a la hora nos encontramos a una liebre. La ve Marta primero y me avisa. Esas marcas negras en unas orejas largas y erguidas, la pose de boxeadora, se queda quieta mientras la miramos y luego echa a correr. Es preciosa. 

También vemos un zorro echado en mitad del camino. Se despereza al notarnos y cruza tranquilamente la valla para meterse en el campo. Nada mal para este horario intempestivo en el que hacíamos a todos durmiendo. 

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La Hna. M. Jesús es una monja "portable", como de bolsillo. Pequeñita, ojitos claros, ella ha movido la Adoración en la Capilla de las Nieves en Ávila. 

Hablo con ella de vez en cuando, me llama o la llamo. El otro día me quejaba yo de que a veces me canso de ser yo la que llama a tal o cual conocida. Le contaba que no quiero ser pesada y que al final acabo ya por no llamar si no veo (creo) que hay interés por la otra parte. Ese undécimo de no molestar de los Igea pesa algo, en fin. Y va y me dice ella "pues yo ya sé que tengo yo que ser la que llame a la gente", y añade "si Jesús pensara eso, no estaríamos donde estamos". En fin, tiene razón, la gente tiene muchas cosas que hacer habitualmente, también hay mucho tímido o tímida, hasta solitarios o quejosos que no llaman por si molestan, en fin, muchas razones. 

Quizás es mejor pasar por pesada (y pesar)  ponerse a tiro siempre, que sepan que estás. 

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Se desliza septiembre y acabo algo que me ha tenido muy ocupada. A veces creo que mido mal mis fuerzas, que me sobreestimo. O peor, que me sobrestiman. Ya está acabado. Descanso dos días, estoy agotada. 

Es un mes precioso éste en Ávila. También en Carnota, donde nos regalaron unos días brillantes "mejor que el verano", me comentó una paisana. Cuarenta minutos es lo que aguanta mi perra Anita andando, una hora si hay sombra. No puede subirse luego al coche, le queda alto, tenemos que comprar una rampa.

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Manso septiembre, apagándose el verano, con sus días ya más cortos, con ese campo agostado de la dehesa y con el verde perenne en Carnota ya afortunada y maravillosamente solitaria. Oí otra vez a los faisanes al caer la tarde y luego ya a varios zorros por la noche chillando (los chillidos que yo oigo en Carnota de los zorros es algo como el 3, 6 y 7) 

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Comemos de barbacoa con unos amigos. He descubierto el vacío, el corte argentino ese de carne, una maravilla, bien de precio y sabrosísimo. También  llevé chuletitas de lechal, un lujo total -y excepcional, hacía años que no las tomaba- que disfrutamos. Como tengo confianza luego me eché una maravillosa siesta en casa ajena. Qué bien se está cuando hay confianza. 

lunes, 2 de septiembre de 2024

Agua I)

"Aurora, bebe... ", me lo digo a mi misma cada mañana para recordarme lo importante que es beber agua.

Porque a veces se me olvida, y te encuentras luego desfondada, y lo que te pasa es que estás deshidratada, simple y llanamente deshidratada. 

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Hay paseos de una hora, y para esos no suele hacer falta llevar agua, sólo haber bebido agua antes de salir.

Pero hay otros que superan la hora para los que tienes que llevar agua, la botellita llena. 

Y si aquello es largo, y con poco arbolado (como pasa a veces al ir subiendo montañas), y hace sol, hay que tener la suerte de poder encontrar una fuente de agua potable. Y allí beber y rellenar la botella, porque te hace falta, el camino es largo. 

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Hay fuentes de muchos años, ahí puestas por alguien. Pone habitualmente "agua potable", así, bien claro. 

Qué alegría saber que en un ratico vas a dar con esa fuente. 

Pero hay veces que esa fuente ya no es potable. 

La sorpresa es mayúscula cuando has estado años rellenando el agua justo en ese punto, justo en esa fuente, y bebiendo de ella. Y, de repente, ya no puedes hacerlo. Se ha contaminado en algún punto del tramo de agua subterránea o en superficie. 

Se puede analizar cuidadosamente ese agua por los expertos y ver que hay bacterias. El análisis de los laboratorios es clave, pero a menudo es a posteriori. 

Porque pasa a veces que quien da el aviso es alguien que bebió o ni llegó a beber, el olor ya le pareció raro, muchos años bebiendo y de repente ese olor... o ese sabor extraño al primer sorbo. 

Fantásticos los laboratorios, pero hay algo así como el estómago humano y la, perdón, cagalera que te entra cuando bebes, que algo señala:  sabes que esa fuente concreta ya no es fiable. Ya vendrán luego los expertos y sus análisis. 

Habrá que traer una botella o una cantimplora más grande con agua de casa. 

Paz y cabeza, no pasa nada. Agua hay. 

***

El agua es una de las mejores cosas y de las más importantes. Sin ella no podemos vivir. 

"Qué buena está el agua" decía mi abuelo con su vasito al lado. 

En las visitas a mayores y enfermos veo a veces ese vasito de agua en la mesa. Los ancianos pierden la sensación de sed. Por eso ellos -y yo- tenemos que estar más vigilantes y beber, aunque no sintamos sed. Beber de modo habitual, constante. La hidratación continua y desde (y en) casa.  

Porque afortunadamente en España no tenemos que ir a buscar agua a la fuente del pueblo, que ya tenemos todos agua corriente en casa. Abres el grifo y bebes. Potable. Gratis. 

Yo, además, tengo en mi barrio una famosa fuente a la que viene gente con garrafas. 

Hay que intentar que haya fuentes, diversas, en los caminos largos,  en los jardines. Agua. 

La casa es el centro de mucho -el centro discreto, que decía Esquirol, creo-, es en el ámbito doméstico donde casi todo lo importante pasa. Históricamente ha sido así en muchos casos. 

Vamos a tener agua, nos lo han prometido. 

Agua hay y habrá. 

Calma y prudencia. Y olfato. Y las papilas bien entrenadas. 

domingo, 1 de septiembre de 2024

La casa


Hace casi un siglo un médico compró una casa en un pueblo a pocos kilómetros de la ciudad donde trabajaba, un caserón de ladrillo bastante imponente. 

Siete hijos tenía. Y una mujer que mandaba mucho, como pasaba (y pasa) habitualmente. 

Chicos pescando y cazando antes de que comenzara la guerra. 

***

Suelos de barro con azulejos en medio. Los chopos o álamos blancos, la casa de Teresa, la casa más arriba de los aperos, la era. Grandes ventanas de madera. El espejo colgado en el techo en el que te veías de camino a la cocina. La fresquera. La despensa. Los muebles del comedor de auténtico estilo remordimiento (castellano o español). 

Y aquel pilón, que luego fue piscina y que hizo el abuelo para que tuviéramos cómo refrescarnos mejor cuando íbamos creciendo. Reflejos en el agua. 

***

22 primos. Risas. Carreras. Confidencias. También algún aburrimiento veraniego, tan necesario siempre. 

Tres mujeres listas y buenas que siempre supieron  convivir y llevarse estupendamente. 

Cuatro hermanos que se quisieron entrañablemente. 

Tres generaciones en una misma casa y un cuarto de baño. 

Aquellas "olimpiadas", aquellos "entrenamientos", el tenis -a muerte- y el ping-pong (jugando a metro y medio de la mesa, unos expertos). 

Canelones para un regimiento. El tomate con sal y aceite. Las moscas, sí, muchas (y tábanos, y pinchos -"pesetas"- que te clavabas si ibas descalzo). La piel reseca, ese agua dura. 

La tormenta en verano, el rayo que cae. Las campanas tocando a incendio. Las mañanas de domingo. Andar hasta "Los escoceses". Las bodegas. La tienda de Isaac en la plaza del pueblo. Y, por supuesto, las fiestas del 8 de septiembre con vaquillas. Pandillas.

Y cantar siempre. 

***

Crecer con amparo sabiendo que te quieren y que eres querida como eres. 

Cumplir años. 

Ver a tus padres cada vez mayores. Cada verano se hace más patente la vejez; primero, la ajena; luego, la propia. 

Alegrías. Nacimientos. Ausencias. Muerte. 

***

Una casa así es mucho más que una casa. 

Con agradecimiento y bastante melancolía. 

Ha sido una despedida como merece, comiendo (bebiendo) y cantando. 

jueves, 29 de agosto de 2024

Indefensión (pero de ningún modo aprendida)

La sensación creciente que tengo es de indefensión. Es algo muy molesto. Y que no quiero que se transforme de ninguna manera en ese otro fenómeno que observo y que se llama "indefensión aprendida", evidente en comportamientos particulares, también institucionales, diversos. 

Indefensión aprendida = agachar la cabeza. Aprender a vivir con el violento. Que no se dé cuenta de tu existencia. Pasar desapercibido. Aceptar los golpes. 

Si se puede variante esto de la indefensión aprendida, callarte como un muerto cuando la víctima es otra... así a ti no te molestan (esto en el cole con el bullying es un buen ejemplo). 

Y otra versión, de todos conocida, de la indefensión aprendida: "Todo esto le viene muy bien a los fascistas"... mientras tu país se va por el desagüe tú con tu virtue signaling "eh, que yo no soy de esos"... 

***

Indefensión en un país que no tiene fronteras. Que da igual que las tenga. ¿Para qué, entonces, el Estado, si no hay fronteras? No voy a abundar más en lo que cualquiera que ande por la calle ve. Si es que no vive en una fortaleza, urba con seguridad privada, etc. 

Indefensión jurídica absoluta ante cualquier problema que tengas con cualquier "gran empresa" en líneas generales, de suministros -y seguros, y bancos, ponga Vd. lo que quiera- me refiero, con puntualísimas excepciones. 300 llamadas para que te cambies de compañía, te engañan como a un chino, te mienten, vete a reclamar tú al maestro armero. Tengo ejemplos propios pero muchos más de personas (más) mayores que son sangrantes. 

Indefensión también si se te ocurre coger un tren que "puede" llegar a tener un atraso de una hora, y esto de modo frecuente. Como para hacer planes de trabajo. 

Indefensión si tienes un okupa en tu piso o en el edificio. No se "puede" hacer nada. Estás al pairo de ellos. 

Indefensión ante, yo qué sé, constructoras que se retrasan más de 2 años en la entrega del piso que hacen, además, con unas calidades peores que las pactadas, espantosas. Y no te dan ninguna explicación. Pasan de ti literalmente. A veces tienes la cintura posible para salirte del barco que se hunde, pero pilla a muchas familias. Y sucede con cierta frecuencia. Familias que quedan absolutamente indefensas. 

Indefensión total ante Hacienda. Primero, pague Vd., porque yo, inspector, voy a cobrar antes, aunque no tenga razón, y aunque Vd. tenga el tiempo y el dinero para reclamar... y, en su caso, pasados los años, le den la razón, yo ya me habré llevado lo mío. Esto es una absoluta vergüenza. 

Indefensión ante la injerencia constante del Estado y de gente perversa en la vida de la gente. Sólo hace falta escuchar a padres con niños en edad escolar y su lucha. Y también ver el goteo continuo en el entretenimiento; hay mucho de bueno y mucho también que es una absoluta m. Van a por los niños, a por todos los que puedan. 

***

Una sensación de indefensión creciente también ante el silencio precisamente, éste sí, producto de la indefensión aprendida de instituciones que deberían defendernos y defender la verdad  ante cosas muy serias que ponen en riesgo toda nuestra convivencia. Y cuando hablan, peor: vean, por favor, el último párrafo de este texto. 

Añádase la cobardía de los llamados intelectuales por goleada, el pasteleo que se traen mayoritariamente. 

***

Se puede tener esperanza y saber que este mundo es pasajero la Redención, que es lo importante, "ya" está hecha, tener fe, tener amigos, tener familia, gente a la que quieres y que te quiere, intentar en la medida de tus posibilidades "construir" algo duradero, trabajar en silencio, poder comer todos los días y tener un techo que ya es mucho en este país nuestro, lo digo como lo estoy viendo, dramas por todas partes, y tener, a la vez, la espantosa consciencia de que estamos, muchos, indefensos humanamente. 

Luego ya si eso que me levanten la naricita y el meñique y ese "no digas guerra cultural, que es muy feo", que "la guerra es con uno mismo", etc.  En fin, que naturalmente que la guerra es interna, pero que "fuera" estamos absolutamente indefensos.  Y que bajes de tu torre, so pelma. 

 Ya, otro modo de indefensión aprendida, creo.  A lo mejor si somos más educaditos y aseaditos nos "ajuntan"... O se olvidan de nosotros. En fin, eso. 



lunes, 26 de agosto de 2024

Haikus, greguerías (y algún aforismo) de La Moraña

 

Agua (invierno)

 

Es la Moraña

duro suelo y agua

subterránea.

 

Bodones, charcos,

lavajos que brotan,

hogar de aves.

 

Campos helados,

estrellitas de agua

como diamantes.

 

La Candelaria:

la calle se llena de velas,

Belén quitado.

 

Un chopo o varios,

zahoríes sin paga,

señalan agua.

 

En esa fuente

las lavanderas lavaban,

rojas sus manos.

 

Herida la tierra,

acoge la semilla

como un cuenco.

             

Ese frío duro, inclemente y largo ojalá fuera sólo en invierno, hace de la Moraña tanto como el sol la hace en verano.  

Pero siempre hay pájaros que invernan en nuestras lagunas y lavajos, porque hay climas más duros, y las aves saben bien lo que se hacen.

 

Aire (primavera)

 

Noche cerrada,

pero él ya canta,

mirlo temprano.       

 

Cola en uve,

manchas blancas en alas,

es un milano.

 

Crecen los días,

cruel engaño, de pronto

¡la cencellada!

 

Semana Santa,

lirios en flor cárdenos,

llora el campo.

 

Pardillo macho,

enrojecido pecho,

ya cortejando.

 

Todo jilguero

va siempre en comanda,

acompañado.

 

Sólo tres semanas, cuatro a lo sumo, dura la primavera en esta tierra áspera.  Días gloriosos, restallantes de ese verde brillante con que se pintan portones de garajes y patios en tantos pueblos de España.  Pueden caer esas escasas semanas en mayo, o atrasarse a junio, como el año pasado.  Luego nos entregamos al duro verano, al rastrojo, al abrojo, a la desnudez y a lo árido.

Atenta mirando, no vaya a ser que, por estar yo despistada, me pierda esa gloria de la fugaz primavera cuando cruza, con tanta prisa, nuestra Moraña.

Fuego (verano)

Niños en junio,

pájaros liberados,

abren sus alas.

 

Cuatro collalbas

vuelan sobre el campo,

ya es verano.

 

Sudor humano,

dignas casuchas en pie,

no queda nadie.

 

Desde el Carmen

a la Asunción hay noches

interminables.

 

Mustio refugio

es un bar escondido

sin parroquianos.

 

El sol le presta

nombre, color y porte,

y él le sigue. 

(Haiku/ Adivinanza: el girasol)

 

Granizo, temor

de verano, cae hielo,

piedras del cielo.

 

Bajo este cielo tan grande, tan de película de Ford o foto de Ortiz Echagüe, nació un gran santo que se quedaba embelesado mirando a la eterna llama blanca ardiendo y escribía “nada, nada, nada, nada”.

Tierra (otoño)

 

Cada septiembre

la sombra se alarga,

interminable.

 

Agua cerrada

espesa y morena,

barro de cántaro.

 

En Tiñosillos,

último alfarero,

oficio de Dios.

 

Modesto arco

en ladrillo, pared blanca,

casa honrada.

 

Un cementerio,

ciprés y blanca tapia,

cielo y cárcel.

 

Al caer la tarde, caminando, abro una cancela donde reza un cartel “Servidumbre de paso”. Fogonazo: siervos de lo temporal, todo es pasajero, nada es estable.

 

Como San Juan de la Cruz, 

como esta tierra frugal y sobria, 

quiero despojarme,

yo también,

de tanta palabra.

******

Nota: esto era un "trabajito" para una asignatura que cursé este año. Me costó un poquito... bastante

miércoles, 21 de agosto de 2024

La entrega

Hace unos meses escuché un  Dalroy con Ángel Barahona donde él decía que creía poco en las palabras. Mejor dicho, que siendo éstas importantes, es el testimonio lo que mueve. 

Estoy totalmente de acuerdo. 

Me encanta leer. Y conversar.  Y escuchar a gente que habla maravillosamente. Y escribir. No seré yo quien desprecie o minusvalore el peso de la palabra que ordena (especialmente cuando el orden es, ay, una de mis muchas asignaturas pendientes, corramos un tupido velo). 

El peso de la palabra que nombra, narra, inventa, que explica o razona lo que es o puede (o pudo) ser (me acuerdo de aquel "del ser se dice de muchas maneras"), ahí queda. 

Sin embargo, creo, me parece, o al menos yo así lo siento, que es testimonio, encarnadura, lo que más necesita nuestra era. Yo al menos. 

"Ven y lo verás...", así lo relata el propio Evangelio. 

***

Hablando hace meses con la Hermana M. conveníamos las dos en lo atractivo de la entrega. A raíz de San Ignacio era. Las dos fascinadas con el personaje, con el santo. Ella en sus treinta y yo en mis sesenta y...

La entrega. 

Traduciendo estos días ese "devoted" o "devotion" del inglés al español me salía que la palabra adecuada a veces era eso, entrega. No ya dedicaciónentusiasmo ni fervor, simple y llana, y ardua, entrega. 

***

Nada hace más atractivo a alguien que la entrega. No en vano la promesa que se realiza en el sacramento matrimonio es esa: yo me entrego a ti, N. Es bestial realmente. Sólo si crees en el sacramento "caes" en que dicha promesa es posible gracias a Dios, no a tus humanas fuerzas. 

***

Podría decirse que sí, pero mira también que la entrega puede ser ambición, locura, esa idea devoradora de genios "entregados" a lo que sea, común también a aventados diversos en política y un largo etcétera. Pero es que entonces es ambición habitualmente. 

Frente al proyecto del yo, el ídolo siempre, la entrega. Que no puede ser a algo, entregarse a una "cosa" -por "alta" que parezca o suene- es desilusionante por mucho "legado" que dejes, polvo todo finalmente.  Es polvo y, a poco que uno sea pelín consciente, lo sabes y te entra la risa habitualmente. 

***

Entrega. 

La he visto en personas dedicadas a otras muy enfermas. Y la he visto en los propios enfermos. 

La veo en los pasos de D., pa`arriba, pa`bajo. 

Y se ve en otras personas, muchas, diversas. 

***

Ver la entrega a una familia es de las cosas que hoy, a mí, personalmente, más me ayudan.

Luego, sí, leo bastante. Escucho a personas brillantes. Qué bonito esto. Me encanta lo que expresa Zeta tan acertadamente o con tanta gracia. Me entretiene horrores tal cuento. O me quedo fascinada con este poema. 

Pero la entrega, la entrega siempre. 

Nada habla más elocuentemente. Nada es. Es el (V)verbo realmente encarnado (por analogía, disculpen Vdes.)

martes, 6 de agosto de 2024

Ventajas de cumplir (muchos) años. Las alpargatas y la señora de rojo tan guapa.

Hace unos años, hablando con un encantador carlista, me dijo que de los años no se hablaba, que era una vulgaridad. Y tenía razón, creo, no es un "tema" de conversación los años propios,  menos los ajenos, no se debe preguntar por ellos a nadie. Pero esto, como toda buena regla, tiene sus excepciones, así que voy a saltármela en este momento. 

El "tema" es que, como optimista irredenta, más bien esperanzada, creo que hay innumerables ventajas en cumplir años. Me refiero a "muchos" años. Aclaro: "pocos" años es de los 0 a los 60. "Muchos" es superar los 60. "Tantos" -un tantos expresivo- sería a partir de los 80. Hablo aquí de esa franja que va de los 60 hasta los 80. 

Hay 3 puntos en esto, los 3 relacionados. 

Punto 1. Estás más cerca de la muerte. 

Ya siento empezar por aquí, pero es que no queda otra. 

Soy de Valladolid, aclaro, bueno, casi. Castellana. Así que pienso en la muerte casi todos los días.  Cumplir años ya superados los 60 te hace ser más consciente (aún) de que estás más cerca de morirte que, digamos, "antes". Cuestión de probabilidades, vamos. 

Y ese recuerdo de que no es que hayas dado la vuelta al jamón, es que te "quedan" en el plato un par de lonchas te hace ser más consciente de lo poco que importan las cosas que importan poco... Y lo mucho que importan las (pocas) que importan. Genial esto. Gran ventaja. 

Importa poco: casi todo. 

Importa mucho: irse al Cielo (acompañada, soy sociable). Y ya. 

Atención, que algo de lo poco importa en la medida de lo mucho, así que estupendo lo poco si sirve a lo mucho. Y de algunos pocos se puede apoyar -algo- al mucho. Así que paso al 2. 

Punto 2. Qué bonito es todo. Pero todo, todo y todo...

Llueve. Estupendo. Qué bien le viene al campo. 

Hace sol. Genial. Andamos. 

Calor, vale, sí, incómodo a veces, pero mira, qué gusto que se seca la ropa rápido o la gente está ya de vacaciones y los comerciantes están ganando dinero, que falta hace. 

Frío, estupendo, me encanta el frío, te abrigas y te imaginas que estás en una novela rusa (esto, viviendo en Ávila, es muy útil)

Qué ricos son los niños. Qué guapos estos novios. Lo listo que es fulano. Qué bien se pasa con los amigos. 

Lo que me gusta comer, madre mía, este hambre que no me la quita nada, que suerte tengo con este hambre, podría ser una dama inapetente, pero no, qué gusto poder sentir aún hambre y poder comer cada día. 

Insomnio, peor lo pasan los padres de niños chicos. Elucubro, rezo, oigo un podcast, me levanto y cocino, leo o escribo. El insomnio no va a poder conmigo, oiga. El insomnio es una gran ventaja, voy a buscar algo sobre insomnes que hayan hecho... algo (me río sola). 

Punto 3. Fumarse un puro... por casi todo. 

Hay una libertad fantástica que da ser "mayor". Algunos son libres desde que nacieron, pero otros, creo, ganan libertad con los años. 

Hay una maravillosa libertad en saber que estás con quien quieres estar y no tienes que estar, un poner, por motivos "de trabajo", pongo por caso. 

Cuando desapareces de la arena laboral (identificada como remunerada, no de "ocupación", que se puede seguir ocupada hasta que te mueres) ganas a menudo en libertad. Ganas tiempo. Y, curioso, ganas, mucho, en ganas. Te interesan muchas cosas y otras no te interesan ya absolutamente nada, si es que alguna vez te interesaron. 

Una se puede dedicar así a los siguientes apartados a tiempo casi completo: tu marido, tu familia, tu casa, tu parroquia, tus amigos... los pájaros. Lees. Estudias. Escribes algo. Pero, de verdad, ¿alguien en su sano juicio puede creer que hay una vida mejor que ésta que puede tocarte cumplidos determinados años?

Yo entiendo que a quienes han sido "importantes", o han puesto mucho en lo que llaman "carrera" o como lo llamen,  debe de costarles posiblemente. Como, por otro lado, la vejez debe de costar quizás a quienes han sido muy guapas. Es normal, somos humanos. Pero, si no es el caso, puede ser visto como un añadido de libertad. Y la libertad es lo más grande que tenemos los seres humanos. Tras Dios. Mejor dicho: con Él. 

Nota al margen: Hay una especie de suero de la verdad, es como si te lo metieran en vena al cumplir años. Esto también pasa. Te desinhibes -mal a veces, hay que ser educado- y le sueltas cuatro frescas o un paraguazo a quien se te ponga por delante, como si fueras un personaje de un tebeo. 

...pero, en todo caso, ay... 

Fui a una boda este viernes pasado. Y como todavía no soy lo suficientemente libre, dudé en el calzado. Me llevé unas alpargatas elegantes, por si acaso. Pero no me las puse, me puse unos zapatos, pensé en si iba yo a desentonar, y eso no, por Dios, cómo voy yo a desentonar ¡qué espanto! Sí, es evidente: no he cumplido aún los suficientes años. 

En la misma boda había una señora estupenda -fantástica, de rojo, murciana-, de mi misma quinta, creo, con la que intercambié un par de palabras. Catequista ella, catequista yo, nos entendimos a la primera... Y ella iba con unas monísimas alpargatas, ideales. Cómoda. Y súper guapa (es que era guapa, además).

Conste que no lo pasé mal con mis zapatos, no me dolieron los pies nada, pero, ay, me hubiera gustado haber sido un poco más libre. 

Quiero, definitivamente, cumplir más años. No para que me duelan los pies -yo, que ando siempre con zapato plano-, sino para ser más libre y fumarme de verdad un puro más de los que ya me vengo fumando. Porque nunca son bastantes. 

El mundo está lleno de señoras (y señores) de cierta edad incierta pasándoselo estupendamente. Con tristezas detrás o problemas, nunca faltan. Pero libres, más libres si cabe. 

Al Cielo y libre, como los pájaros. Definitivamente, "Más vale volando". 

jueves, 18 de julio de 2024

Real: provisional, inacabado, imperfecto... y disfrutado

Huimos de la realidad a veces. Parte de esa huida puede ser la pantalla, lo virtual. También idealizar situaciones que no son la nuestra, un estado, una profesión, lo que sea: tener algo que no tienes, algo que tiene otro, algo que el otro es... El deseo mimético, que explica René Girard, siempre a mano y uno vigilándose constantemente. 

Otra huida de la realidad son las ideologías, en cuyo marco limitado pretendemos meter la vida, que es, por definición casi, compleja, paradójica -sobre todo paradójica- y variada. Es como ponerte unas orejeras de burro, no mires a los lados. 

Y otro modo de evasión, que resulta ser bueno porque te reubica en tu realidad y te entretiene de verdad, es la ficción. Entrar en una novela o en un cuento es suspender tu realidad por unos instantes, un paréntesis temporal, inmersión en otras vidas y circunstancias, explorar lo que de primera mano no puedes. Después de esa evasión a menudo entiendes mejor a otros, lo que te rodea o, también, te pasa. 

***

Leo y disfruto mucho con "Elogio de las manos", de Jesús Carrasco, tan consciente de la necesidad que tenemos de ese hacer con las manos, en la misma línea de volver a lo real, que es también lo provisional, lo imperfecto, lo inacabado. Y que puede ser tan disfrutado, tanto... 

Lo real es también eso: casas hechas casi a cachos, no se puede decir que "restauradas", más bien sostenidas a base de apaños. 

Casas que te pueden hacer muy feliz por lo que allí compartes. 

Las vidas a veces son así también, como esa casa que describe Carrasco, con apaños, soluciones que sabes temporales, vivir un poco como buenamente se puede y sabe.

Me ha gustado mucho "Elo gio de las manos", esa provisionalidad y, con todo, esa dedicación, el darlo todo, al instante. Porque es un instante. 

Estamos de paso hasta en nuestra propia casa que no será nunca la definitiva. 

*** 

Una va con una idea firme, por puro cansancio, y luego la cambia. Y está bien. 

Caes en que llegará un momento en que no puedas moverte y es posible que no falte tanto. Nunca sabes. "Otro te ceñirá"... y así será probablemente. 

Así que, mientras se pueda, a qué perderse oportunidades de días brillantes, de otros también en que maldices al Nordés y a tardar 24 horas para que la casa alcance unos razonables 19 grados. Otros no, otros bendices al campo gallego, a las fervenzas, a las fragas y hasta a la Santa Compaña. 

Volveremos en septiembre en todo caso. 

martes, 16 de julio de 2024

Luxury beliefs: creencias o ideas que no podemos permitirnos


Rob Henderson y esas ideas disolventes que, puestas en práctica,

quiebran vidas y sociedades enteras

Hace menos de un año, trasteando en lo que hoy es X, di con Rob Henderson. Alguien le mencionaba, y comencé a leer sobre él y su concepto de luxury beliefs, lo que sería en español creencias lujosas, o, también, ideas lujosas. Y ambos términos, sean creencias o ideas, creo que, en todo caso, vienen al pelo.

Creencias, por cuanto al final es una fe en algo que no vemos, un fiarse de terceros muy ajenos, sean supuestos “expertos”, “ideólogos”, élites, gobiernos, etc.: fiarse en algo vital que contradice la propia experiencia o bien la experiencia acumulada de quienes nos precedieron (esto último se llama tradición y es utilísima, es conocimiento decantado y probado "empíricamente").  

Ideas, por lo que respecta a teorías, marcos mentales, ideológicos, que no resisten, precisamente, el encontronazo con la realidad .

Así que ambas, creencias o ideas valen como traducción en este caso, ideas o creencias lujosas.

Troubled: yo he estado ahí, ¿qué me estás contando?

El pasado mes de febrero Henderson publicó Troubled; a memoir of foster care, family and social class, el relato sobre su infancia y su juventud, un texto que, a través de lo biográfico que contiene, explica, en gran medida, ese concepto que él acuña.

El libro es conmovedor por lo que cuenta y cómo lo cuenta, no apela a la compasión (aunque la sientas), sino, sobre todo, al sentido común.

Aquí muy resumidamente la historia: Henderson no llegó a conocer a su padre, su madre era drogadicta y él pasó sus primeros años de casa de acogida en casa de acogida (foster home) para finalmente ser adoptado por una pareja que acaba divorciándose siendo él aún pequeño. 

El padre adoptivo desaparece pronto de la escena, la madre empieza una relación con una mujer con la que convive unos años, hay problemas económicos diversos y, al poco, esa pareja también se rompe finalmente.

Henderson tiene así una infancia dura, solitaria y sin casi atención ni referencias. “Aprende” que los adultos van y vienen y que, sobre todo, hacen su vida, aunque luego te cuenten lo que sea sobre el amor, que claro que te quieren, que su ruptura no tiene que ver contigo, etc., etc., etc. 

Y en ese entorno él hace lo que puede: coqueteos con las drogas, bordea la pequeña delincuencia, alcoholismo, compañías no muy recomendables.

Sin embargo, por un golpe de suerte, acaba en el ejercito y, tras su paso por él, consigue encarar finalmente algunos de sus problemas de adicciones e ir a lo que se supone que es una excelente universidad, Yale. 

Y allí, en esa universidad de campanillas, se encuentra con algunas sorpresas.

Defender (de puertas afuera) lo políticamente correcto

Porque es allí, en Yale, donde descubre cómo hay unas élites -sus compañeros son todos ricos y de buenas familias, con pocas excepciones- que defienden públicamente una serie de, eso, creencias, ideas, sobre temas vitales que tanto nos tocan a todos de cerca: la educación de los hijos, el papel del esfuerzo y la exigencia, la vida en familia, etc.

Esas ideas, esas teorías, contradicen todo lo que Henderson ha vivido personalmente, pero también, oh sorpresa, lo que sus propios compañeros (con familias estables, educados en “buenos” colegios) en realidad han experimentado y experimentan. 

No se trata sólo así de que Henderson sepa en carne propia que vivir con un padre y madre es una ventaja evidente y que le choque que haya alguien que defienda que “cualquier modelo es bueno”, es que sus compañeros se han beneficiado de familias estables, por poner un ejemplo, aunque hay mucho más en ese concepto de lujosas ideas que pueden aplicarse hoy a muchos otros temas.

¿Qué es lo que está sucediendo? Pues sucede que, revisitando a Veblen y aquello de la clase ociosa, desde hace tiempo se exhiben determinadas ideas como antaño se exhibía el abrigo de visón o las uñas largas de un mandarín (que significaban que él no trabaja con las manos precisamente).  Ideas que llegan a imponerse socialmente con letales efectos. Ideas que las élites difunde como seña de “prestigio”, como señales de virtud también (virtue signaling), tan a gusto de la progresía siempre y con la inestimable ayuda  de los medios, universidades, altas instancias económicas, etc. 

Ingeniería social, los expertos y lo woke

Esas creencias o ideas lujosas pueden ser puestas así en relación con esa cuidadosa labor de ingeniería social que viene desarrollándose en Occidente.

La cosa empezó en parte en Suecia, pero California ha hecho también mucho por ello, como lo han hecho los pelmas del 68. Incluso esas creencias enlazan en definitiva con lo woke, que no es sino los estertores de todo lo anterior.

Te cuentan que da igual cómo crezcamos, que el sexo es un token, te venden nihilismo en vena, el desastre del cambio climático que podemos evitar si no tomamos carne y no nos movemos y otras mil pamemas.  Te dicen que no tendrás nada y serás feliz, por ejemplo, que no tener casa no importa, que tú eres ciudadano del mundo, etc. 

Pero ¿cómo viven los que predican esto? ¿Y cómo viven, vivimos, los que se lo creen o nos lo creemos? ¿Cómo acabamos viviendo? No hay más que mirar alrededor para ver lo que sucede. 

Ideas que dañan, muy especialmente, a los más débiles

Porque todo esto anterior tiene que ver con lo que Henderson explica.

Realmente el autor no revela nada nuevo con sus luxury beliefs, simplemente le pone un término  acertado: creencias (ideas, teorías) que son un lujo, que no te puedes permitir en general, menos aún si eres pobre o tienes algún tipo de debilidad, porque entonces las consecuencias son brutales, como nuestras sociedades occidentales demuestran.

No es lo mismo aprender que no aprender en el colegio, pero si eres pobre estás destinado a ser un esclavo; no es lo mismo ser mujer y poder llevar una vida dentro que no llevarla a la hora de orientar tu vida y qué quieres hacer con ella o en esa noche en concreto. Si eres pobre no te puedes permitir no creer en el esfuerzo, no te puedes permitir no tener una familia, no  te puedes permitir no luchar por tenerla y no te puedes permitir no luchar luego por ella.

Se puede seguir la lista de cosas que no nos podemos permitir y que nuestros ancestros quizás sabían por "ciencia" infusa... y sin expertos. 

…Frente al hombre corriente o tu propia abuela (sin máster y sin televisión)

Porque también, todas esas ideas o creencias de lujo las podemos mirar justo frente a su opuesto: aquel sentido común de antaño. O sea, el hombre corriente de Chesterton para quien el hogar y su familia eran su reino o, sin ir más lejos, las ideas que pudieron tener nuestras propias abuelas que, sin educación formal ni títulos -sin televisión también- reconocían lo importante de la vida y tenían una sana desconfianza ante cualquier charlatán de feria que les intentase vender un crecepelo. Y hoy, reconozcámoslo, nos venden crecepelos por todas partes. Y se los compramos sin problemas. 

Se tratan así esas ideas de lujo de teorías precisamente, de teorías excéntricas que pasan por encima de la base experiencial de la humanidad o incluso de la propia experiencia. No son otra cosa, pese al daño que personal y socialmente se ha hecho con ellas.

***

¿A quién vas a creer, a tus propios ojos, o a lo que te venden las élites? Ese podría ser el resumen del término que acuña Henderson. 

Y, a tenor de muy diversos acontecimientos recientes, parece ser que se empieza a percibir cierta rebelión  frente a algunas de esas ideas de lujo y los vendedores de crecepelo. 

***

Y de todo esto me he acordado precisamente con la noticia de que Vance, otro que conoce la realidad de cerca, ha sido elegido por Trump como segundo. 

Salvando las distancias y diferencias, también en su Hillbilly Elegy (Hillbilly, una elegía rural) Vance muestra cómo es la vida real. 

Ambos libros nos pueden dar pistas sobre lo que se está moviendo... Y por qué se mueve. 


 

lunes, 8 de julio de 2024

Nadie conoce mejor una casa


Sí, todo es muy poético

y muy profundo

desde la mesa de tu despacho

mirando al monte

o a las musarañas

y escribiendo vaguedades.

 

¿Quién dijo qué?,

        ¿y dónde?,

               ¿y cuándo?...

 

Citas, autores, ensayos,

novelas, películas, poemas,

recuerdos, filósofos,

y hasta datos,

intentando armar un texto 

            incierto,

buscando eso: arraigo.

 

Pero yo te digo, boba,  

que quién mejor conoce una casa

metafísica y, por lo tanto,

poéticamente hablando,

es quien desvela 

el espacio y los objetos

de suciedad,

ese polvo que no sabes por dónde ha entrado,

y vuelve luego a velarlos

con la limpieza y el orden,

luz en medio del caos,

y los trae así de nuevo

a su ser exacto.

 

Es decir, dos puntos:

quien limpia esa casa.

 

La casa (del ser) es si es habitable.


Pero Heidegger no debía de pasar el polvo

ni hacer él el cuarto de baño.


Nota: (Dedicado a mi prima Concha, de la que me estoy acordando en este preciso momento de zafarrancho... y de mi santa madre, qepd,  poniendo orden en los armarios)