jueves, 24 de octubre de 2024

Difíciles. Difícil. Tejedores

Hace tiempo que quiero escribir sobre antipáticos ilustres y no ilustres. Tengo cierta, precisamente, simpatía por algunos cascarrabias, gente incómoda a veces. En tiempos de tanto buenismo lelo y siseñores a lo que sea, no vaya a ser que... (me echen, no me ajunten, no forme parte del grupito ese, no progrese, etc.), algunos antipáticos, gente "difícil", hasta desabrida a veces, digamos que son necesarios y el contrapunto que se debería tener cerca.  

Si uno es un, pongamos, partido político, empresa, universidad, claustro de profesores, etc., conviene tener gente que no siempre te da la razón y que te pone, digámoslo así, pegas. Quizás hay que escucharles y no pensar automáticamente "ya está aquí el pelma". A veces el pelma puede tener algo de razón, creo. 

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La susceptibilidad, por ejemplo, puede mostrarse como antipatía. Y puede llegar a ser comprensible si uno se mira por dentro. Todo el mundo tiene heridas, más visibles o menos. Y te pueden tocar justo ese tema con el que saltas. 

Me decía una persona muy observadora que casi todas las posiciones ideológicas o no ideológicas tienen una "raíz" vital, que todo es biografía. Estoy bastante de acuerdo. 

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Supongo que hay un término medio entre decir lo que se piensa cuando se piensa, a veces hay que  no saltar a la primera por lo que es puro sentimiento, reacción emocional, susceptibilidad precisamentey decirlo bien, sin dar mandobles al que pasaba por allí. Y escuchar también (y antes) a terceros a los que no les va nada en ese concreto tema. 

Ser independiente es bueno, ir por libre, no rendir pleitesía al dinero, al poder, a "estar en candelero" que sea. Pero la línea que separa esa valiosa, y hoy rarísima, independencia de juicio ser un Cyrano de un ego dañado y un erre que erre es pelín difusa a veces. Y no es tan fácil darse cuenta. 

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A mí me hace gracia lo de tender puentes cuando constatas que se tienden a todos menos... sí, a esos. Esos no. Esos, justo esos de ahí, no. 

Que el diablo es padre de la división está claro. Y hoy, en España, muy especialmente. Y no sólo donde se piensa. La labor que (se) ha hecho y (se) sigue haciendo es espantosa. Cuando leo u oigo un "contigo no, bicho" personal o colectivamente, ese zarpazo, paso de largo, no me interesa. 

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Lo comentábamos algunos amigos hace unos días. 

Necesitamos tejedores, personas que unan sin ser unos sinsorga ellos. No, no es el puñetero consenso. Es otra cosa que tiene que ver fundamentalmente con el carácter, con la virtud personal. Porque no son estrategias ni tácticas. Es tratar de unir de verdad porque uno libra primero su lucha personal dentro, y como la tiene continuamente, es precisamente capaz de trabajar por tejer: porque no está saldando cuentas ni heridas ni alimentando su ego. 

Cuántas luchas y divisiones son producto del ego fundamentalmente. 

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Este sábado veré de nuevo Un hombre para la eternidad. Estoy segura que la voy a disfrutar de nuevo. No sale en la película lo que sí se lee en la correspondencia de Tomás Moro y su hija Margaret. Creo que fue a través de ella como supe de las mortificaciones a las que se sometía el hoy santo y que sólo conocía su hija (por razones diversas)



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