sábado, 21 de febrero de 2009
Vida perra VIII) La anciana
Tiempo extraño éste. Mi ama está con un ojo y un pie aquí y otro allá, bajamos a estar con su madre, no es momento de que esté sola.
La muerte de un anciano siempre produce inquietud a quien ve la suya más cerca. Eso que llevamos ganado o no, vaya Vd. a saber, los perros, inconscientes de nuestra edad y nuestro fin.
Los ancianos tienen un olor diferente, como los bebés tienen el suyo. Notas esa vida que se va o que llega. También tienen su propia temperatura. Menos calor en los cuerpos con la edad, se quedan fríos en seguida. En cambio, los bebés como Tana, cachorrita, desprenden un calor constante, llevan la calefacción incorporada.
Se levanta la anciana y va a desayunar. Vuelve luego a echarse en la cama. La miro como va y viene con su bata azul. Se oye el ruido del agua del baño. "Mamá, no te cierres mientras te bañas, por favor".
Ritmo lento, es un descanso estar en esta casa, mi ama lo tiene acelerado y puede agotar a cualquiera.
Me gusta esta casa, soy ya perra que inicia su vejez con casi nueve años, y la juventud de Tana o la velocidad de Aurora me marean a veces.
Me siento a los pies de la anciana. Sé que molesto, pero me gusta estar a su lado. Yo negra e imponente todavía, ella cada vez más pequeña, ojo azul, pelo blanco y encorvada.
Te comprendo bien, anciana, te sientes a veces sola y apartada. Vienen a verte, te llaman, están contigo, pero tú ya no estás en sus cosas, te pierdes en idas y venidas, te marea el trajín. Quieres ver a los niños y a la vez te cansan. Quieres sentirte útil y necesaria y ellos no lo saben hacer. Otras veces te agobias si tienes que hacer un recado o tienes algo pendiente.
Olvidas lo que te dijeron o dijiste. No recuerdas por dónde ibas en el libro que comienzas una y otra vez y vuelves a leer sobre lo leído. Te entretienen ya pocas cosas, tu mundo se va cerrando a lo de fuera, ya sólo tus hijos y poco más.
Te gustaría salir más pero luego te da pereza y dices que no. A los diez minutos de ver un museo te quieres ir. Tu noción del tiempo cambia, vienen a comer y dos horas antes ya les esperas. Se te hacen largas las películas, larga la tarde, larga la vida ya.
Me empieza a pasar lo mismo. Tana me rejuvenece y a la vez me agota, todavía la puedo dar un ladrido, te recomiendo que hagas lo mismo cuando te den la vara.
Mi independencia de perra, siempre relativa como animal doméstico, se hace mayor y sin embargo menor. Necesito estar sola y, a la vez, acompañada.
Nos entendemos bien, anciana. Llega lentamente la vejez a mi vida perra.
Qué tierna y a la vez qué tremenda descripción de lo que me espera. Ojalá tengamos quien nos quiera en la vejez, aunque sea una perrita tan simpática como la de la foto.
ResponderEliminarOye, Jesús, que tú tendrás a tus hijas y a tu mujer, por Dios.
ResponderEliminarMi madre, como otras de su generación, está teniendo una vejez "de lujo", con 3 hijos y ninguna preocupación más allá de lo normal.
Otra cosa es como ella se siente por dentro (y a veces por fuera;-), que es lo que describe Olimpia. Y es lo que creo que hay que "entender" o respetar al menos.
Contra eso realmente se puede hacer poco, muy poco. Estar, que es lo más que podemos hacer a veces, acompañar. Pero saber que aunque lo hagas la vejez tiene una tristeza propia a menudo. Y no te puedes agobiar como hijo.
En cualquier caso, si quieres un perro me lo dices. Nunca sobran ;-)
Ese tono tan tuyo, tan personal... Me encanta.
ResponderEliminar¡Viva el sol, que luce a raudales! Una caricia para tu perra anciana.
Un abrazo y buen fin de semana.
Gracias, Suso, no sé si personal es bueno ... o malo, la verdad.
ResponderEliminarY Olimpia da las gracias. A los mayores hay que achucharles (uy mira, un juego de palabras a-chuchar...;-)
Me alegro por tu madre. Una hija que percie cuándo y cómo ha de estar con ella. Tela Olimpia lo que capta. ¿Se lo has enseñado tú?
ResponderEliminarCuando leía el post recordaba a mi abuela María, prácticamente ciega, que murió a los 98 años. Siempre decía : "Los viejos estorbamos". Se me quedaba una pena dentro... Por mucho que le dijeras que no, no la sacabas de ahí. ¿Cómo conseguir que no piensen que al final de su vida son un estorbo? Porque mira que la queríamos. Mi abuela moderna, la de los tacones altos, la del pitillo en las fiestas... Se murió con esa idea. Tal vez no supimos demostrarle que para nosotros era la bomba, la de las mil historias...
Precioso post, Máster.
Te he dejado un comentario en mi blog. Casi que me arrepiento porque me parece que es infumable.
Besos
Desde el primer día que acaricié a Olimpia, supe que sabía más la perra por vieja que por canina.
ResponderEliminar¡No tiene kilómetros ni nada mi compi!
Ideal compañía para viajes largos.
Sus silencios son...
Atronadores.
Sólo una cosa, los abuelos, tienen una mirada especial, llena de serenidad y sabiduría, reflejo de toda una vida; basta con pasar unos minutos con ellos para darse cuenta, siempre tienen historias qué contar,y a mí me encantaría llegar a ser una anciana con todas estas cualidades.
ResponderEliminarPor cierto, Aurora, una foto de tana, quiero verla!!!
Ah. Mi incipiente blog:
http://sinestesiagastronomica.blogspot.com
Aún no le he dicho a nadie que lo tengo, porque quiero que vaya cogiendo forma. Besin
Raquel Contador