Discover Charlie Haden Quartet West!
Ruth, la mujer de Sean, era más joven que él. Ambos eran objeto de ese tipo de comentarios tan frecuentes en estos casos, tan inmisericordes a veces.
El pasaba de los 6o y ella no llegaba a los 40 cuando se casaron. No sé cómo se conocieron, creo que fue por internet o un match maker profesional. Nunca pregunté ni tampoco me interesó, la verdad.
Un día estando en casa, cuando ya habían llegado mis sobrinos, apareció Ruth con su impermeable azul y las botas de agua, como si fuera un cartero.
Llovía intensamente como ocurría algunas tardes en Beara, en Tir Na Hilan. Nos habíamos cruzado ya en el supermercado, ocasión que aprovechó Sean para presentarnos brevemente. Pero fue esa tarde en la que Ruth vino a Stone Cottage cuando comenzamos a conocernos de verdad. Ella y yo.
Así la recordaré siempre, Ruth en mi zaguán y la lluvia fuera. Traía unos bizcochos para los chicos.
Hay personas a las que tratas en pareja. Amigas que vienen a verte siempre con su marido, o amigos con su mujer, o novia o lo que sea.
Y hay relaciones en las que la amistad no es por parejas, sino individual. Tal fue el caso de Ruth. Y de Sean. Fui amiga de cada uno, no de los dos juntos.
Ruth cambió la ciudad de Belfast, donde vivía antes de casarse, por un campo duro, ovejas y vacas que dan mucho trabajo, un invierno largo, húmedo y con mucho viento, y un hombre mayor.
El día que entré en su casa no podía creer semejante desorden. Era un batiburrillo todo de ropa, comida, revistas y papeles. Pero te encontrabas acogida por Ruth, a pesar de no saber dónde sentarte, tal era el desastre.
Al año siguiente, cuando cambié Stone Cottage por una casita que Ruth y Sean me alquilaban al lado de la suya, nos hicimos más amigas. Y me invitó a una fiesta en la rectoría, un mercadillo de esos para conseguir fondos.
Porque Ruth era protestante, mientras Sean era católico. Le sentó fatal a Sean que fuera a la rectoría, me lo dijo. Pero yo aquel día del mercadillo descubrí un mundo genial, como de Agatha Christie, mujeres vestidas en tonos pasteles y con sombrerito, el señor obispo con su mujer, esa Irlanda protestante del sur, y un par de personas interesantes, entre otras, el jardinero inglés.
Nota: La foto es de Stone Cottage, mi primera casa en Irlanda. Con su tumba y todo. Un día de sol.
Ruth en la lluvia... parece el título de una novela.
ResponderEliminarHermoso.
Cualquier foto de la verde Irlanda me fascina.
Esta más.
Hola, Toi. Ruth era mucha Ruth, si te acuerdas del Libro de Ruth del Antiguo Testamento, tenía algo de ella. Esa especie de constancia, esa bondad. "Tu pueblo será mi pueblo".
ResponderEliminarLa foto no es mía porque me dejé el CD con las fotos de Irlanda en casa de mi madre. Esta es la tomó asumo que el dueño y está en internet.
Fascinante.
ResponderEliminarHedbanna nada-pastoril, envidia me das (un poco)
A tu lado me siento más de pueblo que las cebollas.
Lo más divertido, el mercadillo en plan ágatha; impagable haberlo visto.
También a mí me fascina Irlanda. En mi imaginario es un país feérico, fabuloso, ahora más tras tú relato, bonito, bonito, bonito...
ResponderEliminarQuerida Pepa, lo cierto es que conozco muy poco de Irlanda, sólo esa zona, Beara.
ResponderEliminarY no te cuento la cantidad de sitios a los que me gustaría ir: no he estado jamás en ningún país de Sudamérica, tampoco de África, de Asia sólo en China y trabajando, no vi nada. Y de Europa me queda practicamente todo: países nórdicos, Grecia, todo el Este, Rusia. Y todo el sur de Italia que me encantaría. Y luego volver a Portugal, Escocia, mil sitios de Francia que no conozco (me encanta Francia).
Lo que ocurre es que lo poco que conozco lo menciono mucho ;-)
En cualquier caso si te animas hay unos viajes muy baratos a Dublín que tampoco conozco. Podríamos ir...
Me suele gustar más el campo pero las ciudades de vez en cuando no están mal.
Muchas gracias, Suso, eres muy amable.
ResponderEliminarSí, es mágico, lo que yo vi me recuerda mucho a Galicia, o la Galicia que yo conozco me recuerda a esa Irlanda, ya no sé qué fue primero...
Hummmmmmmmmmmm!
ResponderEliminar¡Tendremos que buscar fechas!
Cómo me gusta que cuentes historias. Supongo que venir a leer es lo más parecido a acercarme a tomar un café si fuésemos vecinas (o incluso un te, aunque a mí del te no me gusta más que el olor, el ambiente y la cosa de estar con otros).
ResponderEliminarDas la sensación de hablar de cerca, y de que juzgas muy poco a la gente. Es una sensación muy buena, Aurora.
Eso es un piropo, ademas de una forma muy bonita y muy atinada de explicar lo que se puede sentir leyendo algunos de estos relatos.
ResponderEliminarUf, Olga, gracias. Como un piropo lo tomo. Y me ha hecho gracia, porque estaba leyendo tu blog, entradas antiguas. Ay, Adrián, Adrián y los secretos, y los Monegros... y ese no saber qué hacer. Me gusta mucho. Te iré comentando "a toro pasado" si no te importa...
ResponderEliminarGracias por venir, Olga, y ya sabes que aquí tienes café o té, lo que gustes.
Gracias, Asier, por eso y por escribir, te iba a escribir yo ahora.
ResponderEliminarPues sí, como un halago lo tomé, pero es que Olga empieza a ser amiga "virtual".
Echa un vistazo a su blog y ya verás. Te va a gustar, lo sé.
Hala, thank you, que me sonrojo:-)
ResponderEliminarComenta cuando quieras, mucha gente viene a toro pasado y hace que las entradas sigan vivas , yo también me leo tus entradas antiguas. No todos llegamos a la vez a todos los sitios, oye:-)
No había tenido tiempo de escuchar la canción de Charlie Haden que nos regalas
ResponderEliminarentre otras cosas me pasa que siempre tengo música sonando en mi estudio
pero hoy antes de pensar qué me apetecía con el chaparrón que está cayendo al otro lado de la ventana, he pinchado en tu musicplayer, y me has dejado alucinado
esta es la música que va a sonar esta mañana, es perfecta
qué grata es tu casa
La tuya también, Toi, siempre acogedor...
ResponderEliminar