Ayer vivimos el día de la ilusión, día de Reyes. Creo que es bueno tener ilusiones. Pero las ilusiones, fuera del ámbito infantil, tienen mala prensa. Especialmente en comparación con los deseos, que parecen como la forma adulta y madura, sustitutiva quizás, de la ilusión.
Creo por eso, que el día de Reyes puede ponernos a veces un poco nostálgicos. O todas las Navidades. También pienso que el motivo de la tristeza, o hasta odio, que inspiran estas fiestas, es que nos recuerdan que vivimos casi sin ilusiones, que vivimos de deseos.
No digo tener deseos, sino vivir de ellos.
Y eso nos pone tristes, es natural. O incluso nos puede molestar levemente. Queremos pasar de puntillas y en silencio, o, al contrario, ir de jarana: la fiesta de año viejo (¿año nuevo?) a veces va de esto.
Las ilusiones tienen que ver con la esperanza y la alegría.
Son los deseos los que tienen que ver más con la mentira y la tristeza si vives de ellos, no con ellos.
Los deseos no se culminan, se consumen. Las ilusiones, en cambio, se alcanzan, a veces con la punta de los dedos. Pero nunca son tuyas. No las posees, ni aunque hayas llegado a ellas.
Cada vez que consumes un deseo, no que alcanzas una ilusión, envejeces un poco. Por eso necesitas otro y otro y otro. Antes y después del deseo, sigues igual de sola, tu muerte permanece en la misma certidumbre y tú, en cambio, eres ya un poco más vieja.
Con perdón por la comparación, como el botox. Una vez que empiezas, no lo puedes dejar: te haces adicta. Como en el retrato de Dorian Grey, mientras pareces mostrar una apariencia más joven a los demás, tu alma de cada vez se arruga y enturbia. Es tu retrato real, no el que ofreces a los demás.
No hay mucha alegría en el deseo, su consumo es solitario, aunque no sea a solas. Especialmente cuando no es a solas. Y por eso necesita a veces de publicidad, de reconocimiento, aunque sea a posteriori. Su satisfacción en privado no basta a menudo.
La ilusión hace feliz tanto en la espera como, si se da, en la llegada. También se puede compartir, suele ser generosa de entusiasta y comunicativa que es. Si necesita algo, es el aliento inicial de los demás, su ánimo.
En cambio, de tan solitario y breve en su consumo, el deseo necesita a los demás a veces a toro pasado. Llega a ser indiscreto y hasta cotilla. No comunica, no comparte, es a menudo simple y llanamente exhibicionista.
El deseo te mantiene alerta, que no consciente, y, sobre todo, entretiene mucho a los que se aburren. Mientras saltas de uno a otro, piensas poco. Nos ciega más, nos embota para percibir lo que es uno, lo que son los demás. No hay tiempo en el deseo, ni siquiera su recuerdo perdura, es sepultado pronto por otro deseo, tan viejo como el anterior.
Porque estamos hechos para las ilusiones, cuando nos olvidamos y las sustituimos por vivir de deseos, nos volvemos peores. Nos quitan sensibilidad y acaban haciéndonos vulgares, horteras y casposos, romos, cuando, de natural, no somos así nadie.
Creo que la ilusión es más fuerte, más vital, más plena. Más verdadera. Más humana.
Las ilusiones no sólo nos mantienen jovenes, nos hacen más jóvenes de verdad. Tener ilusiones es una muestra no sólo de esperanza, sino de consciencia y admiración. Es también una forma de elegancia muy olvidada ese admirar con pausa, con corazón. La ilusión puede contemplar, no necesita devorar como el deseo. Hay brillo, curiosidad y matices en su mirada.
Tener ilusiones significa poder y querer esperar en algo y alguien, propio o ajeno. Significa confiar y creer. Y todo esto da miedo, claro.
Por eso, la ilusión es propia también de adultos, no sólo de niños. En cambio, el deseo es de inmaduros prematuramente viejos que tienen terror a ser defraudados. No pueden enfrentarse a ese riesgo. ¿Qué mejor que correr de deseo en deseo? El deseo es como la linternita de los niños que tranquiliza de la oscuridad. Nos impide levantarnos y mirar debajo de la cama o en el armario de una vez por todas. ¿Lo ves como no hay nadie, boba?
Nada hay más mentiroso que el deseo, eso sí que es wishful thinking, pensamiento ilusorio. Su discurso o vida le hace difícil admirar a otros, alegrarse de lo que otros tienen: “En el fondo no se quieren tanto. En el fondo todo el mundo está jodido. En el fondo sólo nos queda el deseo. Así nunca moriré.” Mentiras y triste consuelo de viejos. De quien, sin haber ido, pretende estar ya de vuelta.
Para tener ilusiones, una vez superada la infancia o la adolescencia, hace falta haberse desilusionado una antes consigo misma, a ser posible varias veces y de modo fuerte. Haber caído que quien falla es una misma y por goleada.
A veces podemos ser mucho más conscientes de la desilusión que nos causan los demás que la que nosotros mismos podemos causar. Nuestra altura puede parecernos mayor, pero no lo es ni por asomo. Los mismos miedos, soledades y parecida capacidad de hacer daño, de hacerse daño, sin querer o incluso a conciencia. De mentir y mentirse.
Aunque otras, también puede ocurrir que la conciencia de nuestra pequeñez nos avergüenza tanto que nos mantiene limitados al deseo. No creemos merecer más, tampoco queremos provocar más. “Quita, quita, que como soy yo, como para que se ilusionen conmigo. Sólo quiero que me deseen. Mejor así. Menos responsabilidad. Que luego la fastidio”.
Las ilusiones no son responsabilidad de nadie, afortunadamente. Que se ilusionen con una, con uno, no es una responsabilidad, es un privilegio. No te da peso, sino alas.
Ilusionarse por un hombre, un trabajo o un viaje, por la cocina, la fotografía, una reunión de amigos o lo que se tercie, a pesar de cómo está el patio y de muchas cosas más, nos hace estar vivos.
A veces parece una excelente coartada esa desilusión que causamos o nos causaron, normal en la vida, para abandonar el bando, que creemos infantil, de la ilusión. Y pasarnos a los partidarios del deseo, que son legión hoy. Deseo de cosas, de personas, es igual. Las personas son cosas para los partidarios del deseo.
Todo está preparado para que vivamos del deseo. Hasta los niños lo tienen difícil. Hasta a ellos les hablamos más de deseo que de ilusión.
Vivir de deseos es retirarse de la vida, como en Matrix. Es hasta cómodo para uno y, desde luego, un soma estupendo para mantenernos a raya.
El mundo es un lugar hoy mucho más cómodo y fácil para los escépticos, los cínicos, el buenismo (que parte precisamente de no reconocer la desilusión o que la vida mancha), los canallas, los quejicas, el victimismo y el mirarse el ombligo en un ejercicio que no lleva a ninguna parte. Todos ellos son inofensivos para el poder.
Los peligrosos son los que se ilusionan, que es distinto a ser un idiota idealista o utópico.
El mundo no está preparado para que tengamos ilusiones: lo hacemos cada vez más inhóspito para ellas, para nosotros.
Cuando somos capaces de reconocer la desilusión, casi inevitable –causarla y que te la causen-, tenemos muchas más cartas para ilusionarnos de verdad, de nuevo y mucho más. Un sano escepticismo sobre uno mismo, y hasta sobre los demás, es un buen punto de partida, totalmente compatible con la ilusión en la edad adulta.
La edad, también, de la ilusión.
Hola, hedbanna nada-pastoril, de nuevo aquí nos tienes.
ResponderEliminarIlusión y deseo, interesante disgresión entre vivir de ilusiones y vivir de deseos.
Se me ocurre una frase nada oportuna, pero muy al caso, que me abstengo de reproducir.
En fin.
Creo que se ha de vivir de realidades, con metas y objetivos, pero de realidades.
Lo cual, naturalmente no es óbice para que, además, el camino hacia el objetivo o la meta trazada te ilusione y estimule.
En cuanto a vivir de deseos estoy de acuerdo contigo (uffffff ¿has visto? debe ser la magia d ela Navidad) en que pocas cosas hay más decepcionantes y que la gran trampa de nuestro mundo civilizado es, precisamente, llenarnos de la "convicción del deseo", idiotizados e infantilizados en estado de permanente adolescencia (o sea, "adoleciendo" de casi todo)
Por otra parte, también estoy de acuerdo contigo (¡y van dos! ¡óle!) en que la vida, generalmente, nos pone en nuestro sitio, si tenemos suerte, aprendemos y maduramos; en otro caso, nos quedamos agilip******* ejerciendo de maduros inmaduros, prepotentes y soberbios.
En mi caso, he tenido la gran suerte de "cagarla" clamorosamente varias veces, con público y todo, incluso con fanfarrias; lección impagable de humildad que, cuando se es tan "chula" como yo (y tan necia en numerosas ocasiones) me ha costado superar sangre, sudor y lágrimas.
Y de nuevo aquí nos tienes, con flores e ilusiones, objetivos, metas y, sobre todo, muuuuuucha realidad.
Con Dios, hedbanna.
Pepa strikes back!
ResponderEliminarPero la frase, la frase, pido la frase... por favor, esto no se hace...
¡Que alegría que vuelvas!
Yo estoy muy ilusionada contigo. Es bonito que entres, comentes, des un paseito por aquí...
Si, de la época de la ilusión la Navidad ha pasado a ser otra "fase más" del deseo revisited 2nd part...
"Siempre vivió de ilusiones el tonto de los cojones"
ResponderEliminarAvisada estabas, hedbanna nada-pastoril.
¿A que es bonita? Juaaaaaaaaa, juuuuaaaaaaaaaa, smurffffffffffffffff.
Me encanta ser la tonta de los c.
ResponderEliminarY es de lo que va la entrada: esa mala prensa de la que "gozamos". De falta de sentido práctico o de irrealidad.
Y es al revés.
Porque somos pragmáticos, tenemos ilusiones. Porque abrimos los ojos vemos el pedazo de personas que hay. Y la cantidad de cosas que te divierten, con las que te ríes y con las que disfrutas acompañada mayormente.
Puro utilitarismo, Pepa. No sólo convicción de una tonta de c. que vive con ilusiones.
La gente con ilusiones vive mejor casi seguro. Salen menos arrugas, no nos hace falta ni el botox.
Voy a encargar el estudio a la Wisconsin University o algo así y ya verás...Patronizado y todo que me ve a salir.
Hedbanna nada-pastoril, en contra de lo que parece (o lo que yo creo que parece) soy la REINA de Tontilandia, investida por aclamación popular, inasequible al desaliento (bueno, de tanto en tanto) impasible el ademán (ya me gustaría) y EMPERATRIZ de Gilipoll********landia, entre otros títulos que adornan mi poco decorosa y nada edificante biografía, pregúntales a la hedbana rana, pregúntale.
ResponderEliminarReferencia para el estudio ONE, primera de la listas, los demás a la cola...............
Voy a dar una vuelta a Olimpia.
ResponderEliminarAnoche un comentario sobre la esperanza y la eficacia me tuvo pensando. Y luego Suso en su blog habló del enamoramiento y el amor.
Y es que todo se mezcla.
El deseo tiene que ver con el enamoramiento y formas "más primitivas" todavía.
El querer, es cuestión de varias cosas, pero también de nuestra capacidad de ilusión, creo. Cuando nos han decepcionado. Antes. El mismo. U otro.
Y eso. Que diría no se quién.
Pues mira tú, pasear a la Olimpia es lo que me haría ilusión a mí hoy.
ResponderEliminar¡Destrozaito me dejó el corazón!
¡Lo que la echo en faltas!
Esto es un 10. Preciosa, precisa y rigurosa reflexión. Además así, como quien no quiere la cosa. ¿Y tú te creías pragmática? No me lo creo: hablas demasiado bien del mundo como para conocerte a ti misma tan poco. Además, ¿quién es capaz de cursar un "Master en Nubes" con la mirada puesta en el pragmatismo?
ResponderEliminarPerfecto. Recuperas una necesidad fundamental para los seres humanos: organizarse el tiempo de ilusiones. ¡A ver si te hacemos caso!
Un saludo. Quedo más “encantado” aún que ayer
OLIMPIA PARA DRIVER
ResponderEliminarDriver, querido, rescátame de esta pelma que siempre guarda la distancia de seguridad en carretera. Quiero ir otra vez en tu Ferrari, las orejas peludas al viento, 160 km hora por la A6.
Una perra como yo se merece algo más que un Xara lleno de pelos (míos, por cierto).
Y que sepas que las entradas para la Pausini te las tenemos que dar.
Sr. Azuaga: muchas gracias por tu comentario, eres muy amable y de buen conformar.
ResponderEliminarPero fuiste quien me hizo pensar. Me diste pie con la esperanza, la eficacia, SSMM... Luego otros, también es cierto.
Es lo "malo" que tienen los blogs: entras en bastantes sitios, lees y ves mucho, comentas a veces en algunos, piensas en lo que te dicen. Luego escribes. Todo muy coral, casi.
Encantada de nuevo que pases por aquí.
Estás en tu casa.
Mi querida Olimpia:
ResponderEliminarIré a recogerte un día de éstos.
Intentaré coincidir con alguna petición de cuentos de tu ama y señora, y así matar dos pájaros de un tiro. Para ella un cuento, para tí un viaje a toda velocidad.
Me ilusionan los cuentos gratuitos y hechos entre varias personas, son divertidos.
También me gustan los niños, no han aprendido a mentir.
Y los ancianos, ya no necesitan hacerlo.
Pero me gustan más los perros; aunque les intentes enseñar a ser falsos, es tarea imposible.
Los conceptos absolutos me atraen con ilusión: la velocidad, los viajes, las historias inventadas, los niños, los ancianos.
Son conceptos baratos y asequibles a cualquiera.
Son los átomos con los que constuimos las moléculas que conforman los tejidos neurológicos más saludables.
Los que sirven para volar.
Aunque haga un frío del carajo.
Los tejidos de la ilusión.
mi ilusion es cumplir mis deseos (jejejejeje). Es mi punto tramposo.
ResponderEliminarMi blog tiene subtitulo, dice asi: Empieza la esperanza; encontrar algo ilusionante cada dia.
(¿Me puedo apuntar al paseo en ferrari?)
Pues sí, señora Máster. Tras sacarme "el barret", he de decirte que ay que tenerlo muy claro para saber distinguir ilusión de deseo con tanta precisión. Hay que haberse desilusionado alguna que otra vez para saber que, precisamente por eso, la ilusión no se gasta. El deseo sí. Se alcanza, se engulle, se (iba a ponerme soez) y no quedan residuos... luego hay que engullir de nuevo. No sacia por mucho que comas.
ResponderEliminarY sí, afirmativo, lo que te ha dicho Pepa. Tras su pose socarrona, fijo que la ilusión la mantiene... aunque le cueste mencionar esta palabra tan... Cuando te han dado por todos lados pasa eso. ¿Llevo razón, querida excavadora?...
Gracias por escribir, Aurora. Un beso.
Dios mío... Quise escribir "hay que tenerlo muy claro...". Perdón.
ResponderEliminarSólo donde era necesario
ResponderEliminarVaya susto que me he llevado al leer tu excelente post, hermosa! pero creo que se debia de nuevo a diferencias de semantica y gramatica entre sendos ambos.
ResponderEliminarEn mi gramatica parda, "ilusion" equivalia antes a lo que no existe y "deseo" aquello que uno puede conseguir aplicandose.
A mi me ha dado un poco de miedo dejar mis posibilidades de ser feliz en manos de variables que no dependen de mi, que se me escapan. Y eso durante muchos años.
He preferido centrarme en aquello cuya consecucion depende de la suerte tambien, pero sobre todo de lo que yo hago.
Al final, me he dado cuenta de que eso no esta tan claro. Finalmente, siempre he tenido problemas para tangibilizar mis deseos. Tipo de coche, de camisa, de objetos, de juguetes para mayores... me la traen al pairo. Quizas es que a fuerza de ser idealista "malgré soi" uno se vuelve muy ambicioso y pretende conseguir lo imposible de conseguir, abarcar lo inabarcable, por intangible.
Al final, me he dado cuenta de que lo primero que caracteriza a la ilusion no es, como pensaba,su intangibilidad. Ilusion es al final algo que acaba guiando tu accion. Y solo cuando me he sentido suficientemente fuerte, solo a partir del momento en el que he llegado a llevarme muy bien con mi mismidad, he estado preparado para que esa inabarcabilidad (toma ya palabro) no me preocupoe en absoluto. Solo cuando me he sentido fuerte he sido capaz de abandonarme, por ejemplo, al amor sin miedos ni limites. Solo cuando me he sentido fuerte me he animado a volar solo intentando crear mi emmpresilla (por cierto, las financiaciones estan yendo, aparentemente, por buen puerto, crucemos los dedos).
Lo que mas me gustaria para el año nuevbo y los que siguen es que todo lo que tengo metido en la cabeza, todas esas ilusiones de las que hablas, no acaben prostituyéndose por seguridad.
Por cierto, antes de que a PP (Panzer Pepa :p)le de por aguarme la fiesta, te aseguro que esas palabras no estan para nada reñidas con el pragmatismo y el sentido comun (que a algunos nos cuesta mas domeñar que a otros, pero bueno). Vivir con ilusiones no implica vivir de conceptos. Creo que al final el sentido comun de verdad esta en la puñetera capacidad de cada uno para darse los medios de hallarse realmente en la fonda en la que desea estar. Con los pies en el suelo pero la cabeza en las nubes. En ello andamos!
Driver, me dice Olimpia que, por ella, cuando quieras. Hablamos.
ResponderEliminarJorge, bienvenido, me ha gustado tu blog y, sobre todo, algunos cuadros.
Todos tenemos deseos, y es genial tenerlos. El "poblema" es "vivir de ellos" como se lleva ahora. No conozco gente más plasta -salvo los tristes- que ese/a tipo/a de "quiero esto, quiero aquello, y ahora esto, o ahora éste o ésta y luego el otro o la otra". Suelen ser unos cobardes y no tienen ni media bofetada "vital". No resisten ni fu en cuanto les sacas del deseo. Quizás es mi experiencia y estoy equivocada y luego es gente que puede con lo que la eches, pero creo más bien que no.
Asier lo ha explicado fenomenal, as usual. Totalmente de acuerdo, señor, y vas a conseguirlo, seguro. Bueno, ya tienes muuuuchas cosas importantes ¿Verdad? Ahora ya es "solo" la empresa...
Pepa y Sunsi, hedbanas... creo qu estamos de acuerdo.
Desear es humano y es estupendo, faltaría más. Pero ilusionarse con las cosas y las personas y no ir de "consumidor" ni de unas ni de otras es todavía mejor. No para los demás, para uno también. Creo. Me puedo equivocar.
"En mi gramatica parda, "ilusion" equivalia antes a lo que no existe y "deseo" aquello que uno puede conseguir aplicandose."
ResponderEliminarAsier dixit.
Asier, creo que lo que ocurre es que es al revés. Me parece.
El deseo es lo que te hace perseguir lo que no existe y conseguir al final nada ni nadie. Es deseo te hace perseguir el deseo, no hay nada detrás. No hay realmente una persona, no hay tampoco ni siquiera cosas. Por eso son sustitutivas unas de las otras, y una personas por otras.
La ilusión en cambio es lo que realmente existe, Asier. Porque aspira, anhela, no consume ni al otro ni a tí, ni siquiera a la cosa, a la afición, mira, admira de verdad, desde el mirlo hasta a un amigo. Deja que exista lo que es fuera de mí, no en mí.