sábado, 1 de junio de 2024

El gran lector

Él lee lo mismo la b con la a "ba" de las cuadernillos de un niño de siete años que una tesis doctoral bien armada (o mal armada). 

La columna.  El poema mejor o peor logrado.  El post it  garabateado. Un ensayo. Un guion. Un examen en el que te lías más que la pata de un romano (y que pasa, afortunadamente, desapercibido para quien corrige 233 exámenes).  Esa carta de despedida.  Tu diario. 

Las palabras escritas.  Las pronunciadas. Las que no decimos, pero pensamos. Las que querríamos escribir. Y los hechos, que son los más elocuentes, especialmente los que no ve nadie. 

***

No se pierde una línea. Ahí está, leyéndonos a cada uno, y todo el rato: el gran lector. 

Y no es que no "caiga" en esas comas mal puestas o en las faltas de concordancia. O en un tono que no llega a ser el adecuado. 

O en ese "tener" que contarlo todo y no utilizar la bendita elipsis. 

Como verlo, lo ve. Y se sonríe, claro. 

***

Perdón. Bendita Elipsis, con mayúscula siempre ambas, en cursiva y subrayado. 

Ese regalo precisamente suyo para poder sobrevivir  (y soportarnos) y no volvernos majaras. 

***

Y es que sólo Él es quien puede contarlo todo. Y leerlo todo. 

Como no hay tiempo en Él, todo sucede todo el rato. Pero el que es el Verbo nos da a nosotros, por estar sometidos al tiempo y al espacio, la Elipsis, que es otra formidable forma de gracia. Una más y nada desdeñable. 

***

El Gran Lector no se pierde nada, pero nos da el silencio, callar poco o mucho, de vez en cuando, como pausa o descanso largo, clave de la escritura y la palabra. 

Y nos ha dado saber que tampoco nosotros podremos leer todo lo que deseamos. En la vida eterna ni lo echaremos en falta. 

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