domingo, 4 de septiembre de 2022

Trabajos de amor y un cielo estrellado

Con algunas películas del cine francés me siento conmovida. Hay un modo de mirar a las personas, al campo, a los objetos, que me encanta. 

Acabo de ver Le facteur Cheval, traducida como El palacio ideal, de Nils Tavernier, el hijo de Bertrand Tavernier, una historia delicadamente contada. 

No tuve duda alguna de que el protagonista, el cartero Cheval, era un hombre al que le podría pasar "algo" cuando su personaje, ante la vista de Laetitia Casta, no cae de rodillas. Esto, que parece una broma, no lo es. Además de un papel precioso y de ser una estupenda actriz esta mujer es descacharrante de guapa. 

La muerte en la época -la historia comienza en el siglo XIX y acaba en 1924- formaba parte de nuestra vida: muertes infantiles a miles; muertes habituales de madres, tanto viudo siempre. También la separación de hijos de sus padres era  abundante a edades relativamente tempranas. Así que ese modo de no reaccionar ante la desgracia en los primeros cinco minutos en que se nos presenta a Cheval no da muchas pistas iniciales. 

Todo el tiempo esta película me ha recordado a nuestro Justo de Mejorada del Campo y su catedral. Pude hablar con él en dos ocasiones y la sensación que tuve fue parecida a la que he tenido al ver Le facteur Cheval. 

Hay trabajos de amor que nadie entiende, que son inexplicables, incomunicables, vidas dedicadas a algo fuera de lo normal o esperable. Sí, posiblemente ayude tener algún tipo de rasgo que te haga inmune a lo que los demás digan para poder volcarse 33 años en una tarea que es un sinsentido a los ojos humanos. 

Además de una buena historia real de base, hay un guion finísimo y unos actores medidos y sólidos. Ver a Jacques Gamblín como el cartero Cheval  ya mayor es impresionante, cómo clava lo que es anciano ensimismado. 

Hay también un cielo estrellado y un padre y una hija hablando mirando a la estrella más brillante, Sirio, ahí en lo alto. El mismo cielo con las luces abajo y un baile con que se cierra la película. 

El palacio, como me ocurre con la catedral de Justo, es lo de menos, Dios me perdone. Bueno, personalmente a mí me espantan ambos, palacio y catedral, pero es que da igual. No va de resultados, va de seres místicos, tocados, de personas que viven no al margen, sino elevados. 

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