Le llevaba dando vueltas al tema del silencio desde hace años. Y eso que vivo en un lugar donde sólo se oyen los pájaros y el sonido de las campanas a lo lejos. Pero el ruido interior, o el que una permite alrededor o hasta impulsa -radio y redes sociales en mi caso, también consumo audiovisual vía plataformas- era cada vez mayor.
Junto a Max Picard y el trabajo, que espero terminar estos días (D.M, ya me vale), sobre "El mundo del silencio", he leído "Sobre el arte de leer" de Gregorio Luri (y releído "El recogimiento. La aventura del yo" que tanto me gustó este verano), "En el enjambre" y "Cierra los ojos, por favor" de Buyng-Chun Han, "El arte de hablar y callar" de Anselm Grün y "Minimalismo digital" de Cal Newport, de quien leí hace años "Deep work" (sale en febrero en español, "Céntrate").
El silencio es importante porque es constitutivo del hombre y nos permite, para empezar, escucharnos por dentro: llámalo conciencia, interioridad y otros nombres variados. También hace falta silencio para leer y no un mero acumular lecturas.
La habitación propia que pedía Virgina Woolf o ese "entra en tu habitación" del evangelio no existen sin el silencio.
El silencio es importante también para hablar y escribir, para decir, para crear en su caso. Porque es otra cara de la palabra. Y sin silencio no hay palabra que valga.
Y no se puede escuchar al otro, al Otro también, sin silencio.
No hay diálogo, eso que tanto se lleva teóricamente, sin silencio. Conversación me gusta más a mí llamarlo. Conversación de verdad, el arte de la conversación es el de los silencios y las palabras.
El libro de Cal Newport me ha gustado mucho. No se trata de un "no radical" a las redes, sino de replantearse el uso que hacemos de cada una, plataformas de consumo visual incluidas. O sea: cuánto tiempo paso con una pantalla, beneficios que obtengo en cada caso. No dejarse dominar. Y a veces hacen falta parones, desintoxicación, retiros, etc.
Cuando Max Picard escribió su libro en los años 40 sólo había radio. Se añadió la televisión más adelante. Y desde hace muy poco, porque han sido muy pocos años, todo lo que ha supuesto internet, pelín más tarde las redes. Hay un estruendo constante que uno mismo facilita, permite, eternamente conectado. Hay un indudable interés comercial en que estemos pegados a la pantalla, quizás otros intereses.
Hace unos meses dejé twitter porque me dominaba, no sabía gestionarlo. Y el Máster y otros proyectos me pedían tiempo, silencio y calma. Perdí luego la cuenta y me la hackearon, Y pensé que era providencial no poder recuperarla. A veces el cielo te manda señales claras. Me abrí otra, pero de momento no estoy casi.
Debo mucho a las redes sociales.
Gracias a que alguien leyó este blog hace más de catorce años y pensó que había algo interesante, se editó "Fernanda, las magnolias y el rey mago". Y, sobre todo, conocí a gente fantástica, los Mercuriales, Jesús Cotta y su familia entre otros. Y escribí más. Y me lo pasé maravillosamente.
Gracias a twitter, tengo unos pocos amigos más con los que sé que puedo contar incondicionalmente, gente con la que tengo conversaciones interesantes. A la que quiero de verdad y me quiere.
Me divierte instagram.
Con whats up estoy en contacto con familia y amigos. El grupo del Máster es fundamental para poder estar al tanto de trabajos y otros temas.
Pero sé que tengo que aprender continuamente a gestionar las redes, a redefinir periódicamente qué quiero con cada una. Y que debo vigilar muy cuidadosamente los tiempos dedicados. Yo, a mis 60 años y en función de mis circunstancias familiares y laborales. Cada uno es diferente. Y no soy mejor que nadie. Mi lema es más presencial (y mejor de uno en uno) y menos virtual. Verse. Hablarse. Compartir mesa. No somos avatares ni tampoco los que somos en redes por mucho que vayamos con nuestros nombres reales. Estamos hechos para vernos cara a cara y tocarnos. Dios nos creó con cuerpo y alma, a su imagen y semejanza, en un mundo real, no en pantallas.
Lo hable con M. Si no fuera por las nuevas tecnologías, esta pandemia nos hubiera colocado en el siglo XIX. Gracias al teletrabajo y a muchas otras cosas que hoy tenemos, parece (parece) que vamos a poder "bandear" este espanto. Aunque no todo depende de esto (ni de las vacunas o lo que sea), hay otros muchos factores (para mí muy peligrosos y más importantes) que están en juego.
El enganche a lo virtual, el miedo al prójimo que es el próximo, la desconfianza o falta de interés en lo real son síntomas de una sociedad en la que algo no marcha. Lo he experimentado en carne propia: es más fácil tuitear que tener una conversación con tu hijo cara a cara.
"Minimalismo digital" es un buen libro, me recordó al primero suyo de "Deep work" y desde luego que a "Superficiales" de Nicholas Carr, que leí hace años. Los de Byung- Chul Han, autor que he descubierto ahora, también, ya volveré sobre ellos, creo que es un buen analista, pero noto que falta algo. Me gustan el ritmo y la mirada de Anselm Grün, me parece humano, aunque no siempre esté de acuerdo con él.
Por el de Newport leí el de "Solitude" de Michael Harris del que sólo me gustaron las 20 o 30 primeras páginas. La soledad, que no es el aislamiento, es importante. Como lo es la compañía. Soledad y compañía reales, caras de una misma moneda, como lo son silencio y palabra. Tenemos que saber estar solos. Y saber estar acompañados. De verdad, realmente.
Lo primero que noté al volver a estudiar este año, con las clases en la UFV, es que necesitaba lentitud y silencio. Es uno de los grandes regalos que me ha hecho el Máster. Sólo uno. El Máster está siendo un formidable regalo.
Voy probando. Catorce horas diarias sin móvil -desde que entro en misa por la tarde hasta las 9 de la mañana- y 24 horas a la semana totalmente desconectada (puedo permitírmelo laboral y personalmente), móvil apagado.
Cuidado con las series, ¿un atracón de 3 horas viendo capítulos seguidos es "razonable" en mi caso? Me estoy replanteando qué hago con Kindle y el ipad, porque sé que no leo igual que en un libro de papel. Mi cabeza cambia.
Estoy pensando incluso en meses enteros sin series ni películas que no vea con otros. Y radio sólo una hora al día, no es sólo redes.
Y no es el "no", la negación, es el sí que doy a otras actividades, a otros y a Otro: andar sola o en compañía de otros (ha sonado genial ese en compañía de otros), mirar más el paisaje y los pájaros (sin cámara), con cuántas personas quedo y me tomo algo, conversaciones cara a cara, cartas escritas a mano o, en el peor de los casos, enviadas por email. Dimensión humana, necesito recuperarla.
Mi vida sin móvil -por horas, por tramos, por temporadas- ha empezado.
No es Walden, pero es mi Walden, mi habitación y mi cabaña. Y mi mesa compartida con dimensiones humanas, reales.
Aurora,muchas gracias por escribir este post y sobre todo por tu generosidad: la colección de autores y obras que propones es muy sugestiva, aunque lo que más me ha llegado es el planteamiento que te haces y que nos regalas. El año nuevo es una oportunidad para pararse y hacer propia tu propuesta. Me apunto sin duda. Y tu blog, a mis favs! Un abrazo y feliz año nuevo,
ResponderEliminarPaula
Pd: que alegría que estés en la UFV, ojalá coincidamos también allí.
Paula, gracias por tu visita y tu comentario. A ver si nos "desvirtualizamos" en la universidad o en otros lares. El libro de Minimalismo es sensato y con herramientas (ya sabes que estos yanquis son pragmáticos). Luego ya para profundidades Luri. El coreano - alemán me contaba una amiga que le parecía pelín superficial, a mí me pasa un poco eso, me gusta el análisis pero creo que le falta algo. Claro que el de Minimalismotampoco da para profundidades, pero es bueno y acertado (y encima él se dedica a temas interneteros, así que mérito tiene). Grün es otra cosa, es alemán y monje -monje prolífico a tenor de lo mucho que escribe-, es otro tono y ritmo, no pretende dar "recetas", va más a lo hondo. A mí es un autor que me ha ayudado mucho, la verdad.
ResponderEliminar