lunes, 1 de marzo de 2021

Jose Julio Perlado


Hace ya casi una eternidad (veinte años nada menos), estaba yo dando clases en una universidad privada y coincidí con José Julio Perlado. 

Creo no obstante que ya antes le había visto en alguna tertulia en casa de Pedro Antonio de Urbina, aquel maravilloso piso en pleno barrio de Salamanca donde literalmente (literariamente también) estábamos sobre los libros que se guardaban en un "falso piso" de madera. Con una especie de ventosas Pedro Antonio te abría el suelo y ahí estaban los libros, a nuestros pies. 

Qué buenos recuerdos de Pedro Antonio, tan bueno, tan correcto, tan culto, tan todo lo que era Pedro Antonio, aparte de abrir su piso a indocumentados como la que esto escribe, que ya era bastante. Una vez me dormí en una película de un director ruso, Tarkovski. 

Me lío, al grano. 

Allí estuvo en una tertulia José Julio cuando volví yo de la conferencia de Pekín del 95 de "la mujer", o sea, fijo que lo vi antes de coincidir en la universidad en 2001, el 96 sería o así, al hilo de alguna película con algún debate sobre el papel de "la mujer". En fin, vaya tiempos y a dónde hemos llegado. 

El caso es que, con esa seguridad que sólo tienen los tontos y que yo exhibo tantas veces (aunque la vejez y la depresión tienen la ventaja de que vas perdiendo esa seguridad y todo te hace temblar, hasta lo que has hecho 200 veces en tu vida), yo aseguraba que era fundamental lo de la conciliación de vida familiar y laboral como "el gran paso" que dar para que la presencia pública de la mujer tuviera menos trabas. 

Me miró José Julio tras sus gafas y muy correctamente me dijo: ¿de verdad tú crees que eso se "soluciona" con la conciliación?

En fin, ya digo que exhibo habitualmente mi ignorancia con gran seguridad. 

El caso es que luego, y sin quizás acordarme, volví a coincidir con José Julio en el Centro Villanueva. Correctísimo de nuevo, un señor. Yo daba Relaciones Públicas y él una asignatura seria o normal, digamos.  

Y luego más tarde, en un curso sobre escritura que él impartía en una librería justo frente a la casa de Pedro Antonio, y que creo que ya ha cerrado y que llevaba Rocío, una librera maravillosa. Como hace 12 años que no vivo en Madrid a lo mejor no ha cerrado. 

Nunca aproveché bien esas clases que me dio José Julio, que era un profesor estupendo y que nos hacía escribir sobre fotos que nos presentaba entre otros ejercicios que nos proponía. Y ahí que yo me atrancaba en una señora con un velo negro de la que no sabía decir (escribir) nada. Luego, cuando ya casi ni me acordaba, pasados algunos años me puse a escribir, empecé este blog, de nuevo con gran seguridad, insisto: la seguridad en mi caso no es muy buena amiga. 

José Julio Perlado es de esos profesores a la antigua usanza que sabe todo. Y desde luego sabe de literatura, de lecturas y de escritura un rato largo. Lo sabe todo porque ha leído todo lo importante con aprovechamiento. 

Mi siglo es de esos blogs imprescindibles. A mí cada noche me llega lo que publica y vale la pena suscribirse porque justo antes de dormirte puedes leer una brizna de algo interesante. Siempre. Sea algo sobre alguien, una cita de alguien, un cuadro o textos de novelas inéditas o de relatos suyos que José Julio nos ofrece a los interesados. 

José Julio es como un contador de historias de esos con barbas muy largas, como chino, como oriental, o como aquella tata mía que nos contaba unas historias impresionantes, se te mete en casa y de un cuento saca otro, y de ese otro, otro. 

Así engarza José Julio las historias. Es un mago. Es un contador de historias. Me encanta. Literalmente. Literariamente. 

No está en redes José Julio, por eso dedica tiempo a lo importante que en su caso es escribir para que otros leamos. Y nos animemos también a leer y a mirar. Y a hablar menos. O a tener menos seguridades. 

Es uno de los grandes, uno de nuestros maestros, mío desde luego. 

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