domingo, 17 de enero de 2021

Lectura furtiva de "Feria"

Todo el mundo es importante y cada uno es de su padre y de su madre, aparte de las diferencias de, por ejemplo, edad, educación, experiencia vital, gustos, manías, intereses, etc. Como creo en esto de verdad, me parece que es maravilloso que existan tonos diferentes al escribir. Porque más que lo que se cuenta, del argumento o argumentos -sea ficción y desde luego no ficción- el tono es la clave para llegar con lo que se cuenta. 

El tono lo es todo escribiendo. 

Bendito sea Dios por el mandoble de una o la amabilidad de otro. Todo es bueno. 

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Hago una lectura furtiva de Feria de Ana Iris Simón. Llamo lecturas furtivas -que tengo algunas- a aquellas en las que no es un libro comprado, sino que lo leo en la biblioteca a trozos (sin sacar el ejemplar, lo hacía hace tiempo porque me gusta estar en la biblioteca, voy, cojo un libro y leo allí). También esas otras en las que es un libro que regalo luego (y leo yo antes rápidamente) como éste. 

Lo siento, he comprado dos ejemplares y ninguno era para mí. No me daba el presupuesto, así que lectura furtiva de Feria (a toda mecha, tuve un día solo, pero también un viaje y aproveché el tiempo).

Me encanta el libro, me apasiona, es muy verdad, es auténtico. Y lo es -creo- porque no "pretende" nada, y menos embelesarse con qué bien escribo, cuánto sé de esto, o ir de víctima, o decir mira qué escena erótica estoy escribiendo, o hacer un ajuste de cuentas, cosas últimamente muy petardas (y comunes) de la literatura digamos que contemporánea o del momento. 

Ya, cierto. Con todo eso habrá veces que se llegan a escribir cosas buenas, pero yo creo que pocas, francamente. 

Ana Iris Simón ha escrito desde una sencillez que hoy diría que es rara para el panorama de pretenciosos y postureos que es la literatura (la literatura es un reflejo de lo que somos, o sea). 

Resuena lo que leo en mí, nacida en 1961, podría ser su madre. Y no es que resuene: me emociona. Me río también. Me río mucho. Y pienso en mi infancia totalmente diferente, pero tan igual en cierta manera. En mis padres. En mis abuelos. En mis hermanos. En las casas en las que hemos vivido y en los barrios donde estaban. También en los veranos. 

Parece que esto que escribo sobre Feria contradice el primer párrafo y ese "hay tonos diferentes para personas diferentes", etc. Pero no lo hace. Porque quizás la sencillez es el tono que llega siempre. A todos. O a muchos al menos. A una gran mayoría de personas. 

Así que, aunque no lo hice intencionadamente (compré el libro para regalos porque me lo recomendó EGM, pero no lo había leído yo antes, hay personas de las que me fío a muerte), esto supone un experimento "de rebote": un ejemplar va a un familiar de menos de 30 que trabaja en marketing digital -una moderna, vamos a llamarla así a la pobre, se va a reír cuando se lo cuente-  y el otro a la persona que viene a casa a limpiar, de mi edad, lleva trabajando desde los 12 años, la persona más buena que yo conozco, muy lectora, por cierto. Ya contaré qué les ha parecido. Estoy segura de que les va a entusiasmar a ambas. Que va a resonar también en ellas. Una ya me ha llamado emocionada (la otra tiene el regalo pendiente). 

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Me compro -porque una fuga de agua y 5 viajes a Valladolid y sus respectivos fontaneros, administrador, vecinos, geófonos, etc, lo merecen y no he tenido Reyes por no vernos, snif- el libro de Julia Child sobre cocina francesa y el de Nestor Lujan sobre gastronomía. 

A veces pienso que soy muy feliz. Pero tengo mucho trabajo pendiente, así que lo soy menos. 

Pereza y agobio se entremezclan. 





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