martes, 21 de abril de 2020
Capítulo 1: Tía Marta en el jardín con el perro Pancho (Aventuras y desventuras de tía Marta, 6)
Yo todavía me acuerdo cuando era pequeña y vivía la madre de mi padre, la abuela Eulalia, que no es la abuelastra que tengo ahora.
Estaba entonces mi abuelo en Madrid con mi abuela y tía Marta vivía con ellos. Ese es el primer recuerdo que yo tengo de tía Marta, ella en el jardín ese tan grande de los abuelos con un perro que se llamaba Pancho y que no se le separaba, le tenía siempre pegado.
—Pancho es bueno, mira, Elvira, mira qué bueno es el perrito…
Y así poco a poco yo me acercaba. El perrito para mí era perrazo porque yo era muy pequeña. Todavía veo en las fotos su tamaño frente al mío. Yo estaba empezando a andar y para que me hiciera caso el perro, como le hacía a mi tía Marta, que no se le separaba, yo le tiraba del rabo, le cogía las orejas, le metía la mano en la boca y tía Marta se reía y me decía “mira que eres mala, pobre Pancho...”
Tenía entonces mi tía Marta el pelo muy liso, no rizado como ahora, y su cuarto en casa de los abuelos estaba lleno de fotos de la serie de televisión donde actuaba, porque mi tía entonces era actriz y famosa, no paraba en casa de los abuelos, salía y entraba. Era muy guapa. Bueno, lo es todavía, pero es distinta a cómo era antes. “Ha pasado mucho tu tía” dice mi madre, “han sido muchas cosas, demasiadas, en tan pocos años”. Mamá se lleve bien con tía Marta aunque la considere un poco locatis.
Tía Marta viste raro de siempre. No es como mamá, que se pone una falda y una blusa o unos pantalones o un vestido normales. Por ejemplo, un día la ves con lo que tú crees que es una falda larga y distinta, nueva, que no se había puesto antes, y de repente te empieza a recordar a algo que viste en su casa. Y es así, se ha colocado como falda una colcha grande que ha tenido encima del sofá durante años, se pone luego un broche de lado y así sale a la calle. No le da vergüenza ir con una falda que no es una falda. A ella en general no le da vergüenza nada, tiene mucha cara.
Tía Marta tiene los ojos verdes, la piel muy blanca y el pelo rojo, es de alta un poco menos que mi padre, y de flaca ahora más. Dice él que se parece mucho a la abuela, que es su vivo retrato.
—La veo a ella y estoy viendo a mi madre.
Papá se la queda mirando a veces cuando está en casa. Como es su hermana pequeña, y le lleva siete años, yo creo que se siente responsable como yo con Jaime, aunque con él yo me llevo menos años, y además Jaime, de momento, no se deja cuidar nada, es como papá, independiente, va a su aire.
Se queda tía Marta dormida en el sofá un rato y va mi padre y le echa la manta. Riñe luego con ella bastante. Bueno, mi padre parece que riñe con todo el mundo, para empezar, con mi madre, pero es porque él cree que sabe lo que tienen que hacer las personas y ellas a veces no lo hacen y él ve cómo sufren mucho o se hacen todavía más desgraciados. Mi padre es psiquiatra y en cambio en la consulta no riñe a nadie, ahí es que no puede hacerlo, pero luego en la vida diaria "se desquita", en opinión de mi madre, y nos dice a todos cómo debemos comportarnos y qué nos pasa.
—Marta, estás muy guapa hoy…
Mi padre sabe también decir a veces cosas agradables que a mi tía le encantan. Otras veces tiene poco tacto en familia y se le escapan “inconveniencias”, según dice mi madre, cosas que podrían decirse de un modo más suave o que no hay que decir según mi madre.
—Marta, el tipo ese del que me hablas es un imbécil integral, no hay más que verlo, tienes una atracción especial por los hombres que no te convienen nada…
Así le suelta a la cara mi padre delante de todos a mi tía cuando está más entusiasmada. Ella le llama "aguafiestas", "cenizo" y se va a veces dando un portazo.
Mi tía Marta siempre está alegre salvo cuando está llorando. La verdad es que yo la he visto llorar bastante. Para animarse siempre se repite en alto cosas del tipo “Marta, tú puedes…”, “Esto pasará por algo…”, “Lo que no te mata, te hace más fuerte…”, “Será que tengo que aprender”, “ya vendrán tiempos mejores”… A veces hasta escribe estos mensajes en papeles de colores y se los pone por toda la casa para no olvidarse.
Mi madre, que es creyente y cristiana, no como mi padre, que dice que no cree porque no le da la real gana (esto lo dice él así para hacer rabiar a mi madre), dice que tía Marta es la encarnación de la esperanza.
Promete tita Marta, seguiremos pendientes...
ResponderEliminarBesos.
Juanma, gracias, me hace ilusión que lo leas... Un abrazo, guapo, vaya comidas que te pegas ¡tengo hambre yaaaaa!
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