Una de las cosas más diferentes que tiene mi tía es que nadie sabe bien qué hace, a qué se dedica.
Mi madre, por ejemplo, da clases en la universidad de lo que ella piensa que ya no le interesa a nadie. Tiene pocos alumnos, pero está todo el día de arriba y abajo. Sin embargo, yo creo que en el fondo le gusta mucho enseñar precisamente eso que no sirve para nada, le hace más ilusión. A mi madre le va mucho nadar contra corriente. Es tan contreras como mi padre, pero de otro modo. Mi padre, ya lo he contado, es psiquiatra, no hace más que trabajar en el hospital y luego pasa consulta en otro sitio por la tarde. Siempre comenta que él en esta sociedad tiene mucho que hacer y que nunca le faltará trabajo.
Tía Marta actuó en una serie de televisión que tuvo mucha fama. Era de un supermercado. Hacía de una chica que trabajaba de cajera. Allí empezó y acabó su carrera de actriz. Luego trabajó en el cine, detrás de las cámaras. Después, como ayudante de un fotógrafo en Londres tras casarse. Cuando volvió a España estuvo en casa enferma, no salía casi. Al poco de ponerse buena de nuevo empezó en algo relacionado con el arte, en una galería. Luego quiso volver a estudiar y se matriculó en una escuela de teatro para hacer creo que dirección de arte, que es quien controla las cosas que salen, el decorado y eso, la dirección que no es de los actores, sino de lo que tú ves en la pantalla o en el escenario, según ella me ha explicado. Así ha estado una temporada, pero no lo ha llegado a terminar. Le quedan sólo dos asignaturas que mi padre le anima a que acabe.
"Y tú, Marta, … ¿qué haces ahora?” es la pregunta que más le molesta a mi tía cuando se la hacen en las celebraciones familiares, en alguna boda, en reuniones de amigos de mis padres.
“La hacen con retintín, parece que no hago nada solo porque no tengo un trabajo de 9 a 6 como el resto de los mortales… ” se queja ella.
“Eres muy susceptible, Marta, no es así. Es que es muy difícil seguirte con tanto salto. La mayoría de la gente está acostumbrada además a que uno sea una cosa toda la vida, médico, ingeniero, profesor, secretaria. No lo hacen a mala idea ¿sabes?... ” Mi madre intenta explicarle lo que pasa, la anima para que no se sienta dolida o rara.
En el fondo a mi tía Marta sí que le importa lo que piensan de ella, yo creo que al final no tiene tanta cara. A mí me parece que a ella le gusta sentirse algo diferente a los demás, pero no demasiado.
A mi abuela por lo visto no le hacía ninguna ilusión que mi tía fuera actriz, más bien nada. Opinaba que era una profesión muy inestable y que su hija ya lo era bastante. Por eso discutían, según me ha contado mi padre. Antes de morir, mi abuela le dejó una casa a mi tía para que no estuviera agobiada por si no ganaba suficiente dinero con eso del teatro. Además encargó a mi padre que cuidara siempre de su hermana, pasara lo que pasara.
Mi abuela me han dicho que murió de cáncer cuando yo tenía tres años. Fue todo muy rápido y tía Marta se quedó con el abuelo que estaba muy triste en la casa. Entonces en el verano siguiente el abuelo conoció mejor a Doris, que es inglesa, y se consoló bastante. Doris vivía en Mallorca, era de las vecinas de mi abuela, aunque más joven que ella, unos años mayor que mi padre. Al final del verano dijeron mi abuelo y ella que se casaban y que se quedaban los dos a vivir en Mallorca. Doris dijo que a Madrid no venía ni atada.
Tía Marta entonces decidió que ella también se casaba con un novio que tenía entonces, el que llamamos ahora “el innombrable”. Era actor también, y salían y eran novios un rato, pero luego no, lo dejaban y volvían otra vez. Y así estaban, cogiéndolo y dejándolo, según me han contado. Eso dice mi padre que es muy mala señal antes de casarse. Pero mi tía Marta estaba muy sola y muy necesitada. Se había quedado, como dice mi madre, “desangelada”, sin su madre con la que discutía tanto. Y sin su padre, que primero estuvo muy triste, pero luego ya no, porque encontró a Doris que le hizo caso y se enamoraron los dos. Eso pasó, se enamoraron.
Mi padre dice que entiende que su padre se casara. Opina que la soledad es muy dura tengas la edad que tengas, estés o no acostumbrado a vivir o estar solo, mucho peor si has estado acompañado toda tu vida como el abuelo, que se casó a los veintipocos años y se quedó viudo a los sesenta y tantos.
Doris es mi abuelastra y no es mala, solo que es muy distinta a como era mi abuela y ha costado algo en la familia acostumbrarnos a alguien tan diferente, se nos hace raro. Pero ella no nos cae mal ni nada.
En la boda de mi tía Marta yo llevé los anillos. Fue en la playa. Ella llevó un vestido de campesina con las zapatillas de esparto como si fuera pobre. Justo lo contrario que otras bodas en que yo he estado donde todos vamos de punta en blanco. Parecía que estábamos de picnic o de paseo, decía mi madre.
Ahora todas las fotos de la boda de mi tía Marta están cortadas por donde aparece el innombrable. Hace raro verlas así, con ese hueco donde él estaba.
miércoles, 22 de abril de 2020
martes, 21 de abril de 2020
Capítulo 1: Tía Marta en el jardín con el perro Pancho (Aventuras y desventuras de tía Marta, 6)
Yo todavía me acuerdo cuando era pequeña y vivía la madre de mi padre, la abuela Eulalia, que no es la abuelastra que tengo ahora.
Estaba entonces mi abuelo en Madrid con mi abuela y tía Marta vivía con ellos. Ese es el primer recuerdo que yo tengo de tía Marta, ella en el jardín ese tan grande de los abuelos con un perro que se llamaba Pancho y que no se le separaba, le tenía siempre pegado.
—Pancho es bueno, mira, Elvira, mira qué bueno es el perrito…
Y así poco a poco yo me acercaba. El perrito para mí era perrazo porque yo era muy pequeña. Todavía veo en las fotos su tamaño frente al mío. Yo estaba empezando a andar y para que me hiciera caso el perro, como le hacía a mi tía Marta, que no se le separaba, yo le tiraba del rabo, le cogía las orejas, le metía la mano en la boca y tía Marta se reía y me decía “mira que eres mala, pobre Pancho...”
Tenía entonces mi tía Marta el pelo muy liso, no rizado como ahora, y su cuarto en casa de los abuelos estaba lleno de fotos de la serie de televisión donde actuaba, porque mi tía entonces era actriz y famosa, no paraba en casa de los abuelos, salía y entraba. Era muy guapa. Bueno, lo es todavía, pero es distinta a cómo era antes. “Ha pasado mucho tu tía” dice mi madre, “han sido muchas cosas, demasiadas, en tan pocos años”. Mamá se lleve bien con tía Marta aunque la considere un poco locatis.
Tía Marta viste raro de siempre. No es como mamá, que se pone una falda y una blusa o unos pantalones o un vestido normales. Por ejemplo, un día la ves con lo que tú crees que es una falda larga y distinta, nueva, que no se había puesto antes, y de repente te empieza a recordar a algo que viste en su casa. Y es así, se ha colocado como falda una colcha grande que ha tenido encima del sofá durante años, se pone luego un broche de lado y así sale a la calle. No le da vergüenza ir con una falda que no es una falda. A ella en general no le da vergüenza nada, tiene mucha cara.
Tía Marta tiene los ojos verdes, la piel muy blanca y el pelo rojo, es de alta un poco menos que mi padre, y de flaca ahora más. Dice él que se parece mucho a la abuela, que es su vivo retrato.
—La veo a ella y estoy viendo a mi madre.
Papá se la queda mirando a veces cuando está en casa. Como es su hermana pequeña, y le lleva siete años, yo creo que se siente responsable como yo con Jaime, aunque con él yo me llevo menos años, y además Jaime, de momento, no se deja cuidar nada, es como papá, independiente, va a su aire.
Se queda tía Marta dormida en el sofá un rato y va mi padre y le echa la manta. Riñe luego con ella bastante. Bueno, mi padre parece que riñe con todo el mundo, para empezar, con mi madre, pero es porque él cree que sabe lo que tienen que hacer las personas y ellas a veces no lo hacen y él ve cómo sufren mucho o se hacen todavía más desgraciados. Mi padre es psiquiatra y en cambio en la consulta no riñe a nadie, ahí es que no puede hacerlo, pero luego en la vida diaria "se desquita", en opinión de mi madre, y nos dice a todos cómo debemos comportarnos y qué nos pasa.
—Marta, estás muy guapa hoy…
Mi padre sabe también decir a veces cosas agradables que a mi tía le encantan. Otras veces tiene poco tacto en familia y se le escapan “inconveniencias”, según dice mi madre, cosas que podrían decirse de un modo más suave o que no hay que decir según mi madre.
—Marta, el tipo ese del que me hablas es un imbécil integral, no hay más que verlo, tienes una atracción especial por los hombres que no te convienen nada…
Así le suelta a la cara mi padre delante de todos a mi tía cuando está más entusiasmada. Ella le llama "aguafiestas", "cenizo" y se va a veces dando un portazo.
Mi tía Marta siempre está alegre salvo cuando está llorando. La verdad es que yo la he visto llorar bastante. Para animarse siempre se repite en alto cosas del tipo “Marta, tú puedes…”, “Esto pasará por algo…”, “Lo que no te mata, te hace más fuerte…”, “Será que tengo que aprender”, “ya vendrán tiempos mejores”… A veces hasta escribe estos mensajes en papeles de colores y se los pone por toda la casa para no olvidarse.
Mi madre, que es creyente y cristiana, no como mi padre, que dice que no cree porque no le da la real gana (esto lo dice él así para hacer rabiar a mi madre), dice que tía Marta es la encarnación de la esperanza.
De Julialaprofesora@hotmail.com a lareinadelosmares@hotmail.com (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 5)
De: julialaprofesora@hotmail.com
A: lareinadelosmares@hotmail.com
Asunto: Re: Guión sobre tía Marta y dudas
Fecha: 6 de julio 2010, 8.30 pm.
Querida Elvira:
He recibido tu correo con el guión o índice que propones sobre los apuntes de tu tía Marta y algunas dudas que me planteas de contenidos y términos. El guión y los capítulos me parecen bien. Respecto a tus preocupaciones, yo que tú escribía según me fuera saliendo aunque cuidando la gramática (laismos especialmente, que ya sabes que los tienes a mares) y la puntuación y las comas, porque te embalas.
La ortografía también hay que mirarla, aunque en esto último fallas menos. Luego ya tendrás tiempo de corregir y cambiar si se da el caso. Es cierto que siempre te digo que debes pensar antes porque eres por carácter algo precipitada. Pero en esta ocasión te aconsejo que te sueltes. Escribe “tetas” si quieres poner “tetas” y sobre ellas, aunque la verdad es que no entiendo mucho la relación de tu tía Marta con las tetas de la que tú llamas “abuelastra”. Estoy francamente extrañada. ¿No te estarás yendo por las ramas, Elvira? Ya sabes que tu tendencia natural es a la dispersión y el escritor tiene que hacer foco, iluminar sólo lo que él quiere y la historia pide, no contar todo lo que le pasa por su cabeza a cada rato. Toda historia es un iceberg y el lector sólo ve lo que está en la superficie, que es sólo una pequeña parte.
Por otro lado preocúpate de momento poco de "la elegancia", aunque le hayas oído a tu madre lo contrario. Estate tranquila con esto. Ella se referirá a otra cosa casi con seguridad, ya te lo explicaré cuando nos veamos. Escribe sobre la vida amorosa de tu tía si crees que es importante o dice algo. No vayas pensando en qué opinará tal o cual cuando lo lean, ni siquiera la interesada. Es bueno que no quieras hacer daño a nadie, dice mucho de tu parte. Pero hay algo que los escritores deben evitar a toda costa. Una es intentar caer bien o mal, hacerse los buenos, los sensibles o los delicados, una tentación muy femenina ésta última, ten muchísimo cuidado, Elvira. Otra es ir de malos, de terribles con lo que escriben o relatan, pretender ser azote o adoptar la pose de provocar, otro extremo que también atrae mucho hoy a jóvenes y no tanto. La última, la peor casi, es autocensurarse. La libertad es muy importante, Elvira. Acuérdate todo lo que hemos hablado en el colegio, en las clases: la verdad nos hará libres, pero sin libertad no hay verdad que valga. Y la interior, libre hasta de una mismo, es clave para un escritor y se gana a pulso, no sin batalla.
Hay más cosas que deben evitarse, aunque creo que no es tu caso, porque quieres muchísimo a tu tía Marta y se ve que el tema ya te puede, el personaje. Son cosas que podrían meterse en lo que escribes, sostenerlo por debajo, y perdería en calidad la escritura, quedaría contaminada y falsa. Por ejemplo, querer ajustar cuentas con alguien o algo por venganza o afán de justicia, a veces hasta loable; o pretender ser moralizante o catártico (mira "catártico" en el diccionario), lanzar un discursito de cada vez en vez de contar algo que pasa o le pasa a alguien.
Después de escribirte esto me he quedado pensando que, a pesar de todo, hay escrituras que son de ajuste de cuentas, con pretensiones moralizantes o catárticas, hasta con discursitos velados, que pueden ser buenas y tienen su valor. En fin, Elvira, es más complicado de lo que parece, o más sencillo si cabe. Mejor dejamos todo eso de lado. Borra todo lo que te he dicho. A ti todo esto de momento te queda lejos por ahora, tienes solo once años. Así que tú sólo escribe y disfruta. El resto que te acabo de decir, y mucho de lo que os cuento en clase, olvídalo. Casi es mejor que te centres en pasarlo todo lo bien que puedas con la historia de tu tía Marta. Yo ya estoy esperando el primer capítulo como agua en mayo.
No tengo más tiempo. Confío en que seguirás tu instinto como a menudo haces. Como en el balonmano, no es por técnica ni experiencia cuando aciertas, es por la intuición, por tus ganas. Pues ahora es igual: échale lo que puedas y escucha tu corazón, las tripas, al escribir. Si metes la pata ya la sacarás más adelante. No tengas miedo a equivocarte ni con la escritura ni con nada aunque sea delante de todos.
Por último, te pido por favor que no estés pendiente de si te contesto o no comentándote lo que me vas mandando. Ahora estoy en Tegucigalpa y el acceso a internet es fácil, pero en unos días nos marchamos y no estoy segura de si podré entrar en mi cuenta ni cuándo. No tiene nada de especial la ciudad en la que estamos, es bastante feíta. Hace calor, pero, eso sí, los compañeros son muy majos. Estoy aprendiendo a enseñar de otro modo y otras cosas que no enseño en el colegio y deseando que entremos en faena, irnos al pueblo que nos ha tocado. Me gusta mucho daros clases, Elvira, pero aquí es otro desafío, otras personas, otro mundo casi. Aprender a enseñar de nuevo, comenzar desde cero en lo que sea, es siempre interesante.
Un beso y ponte buena. Escribir es la mejor cura a veces para la neumonía y otros males. Con cariño, tu profesora que te quiere muchísimo, pero tú eso ya lo sabes
Julia Lázaro
PS: Se me olvidaba: no dejes de leer ni un solo día, Elvira. Sin leer no se puede escribir nada que valga. Lee y cuéntame lo que lees de paso.
Un índice o guión aproximado (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 4)
“Orden, orden, orden”, me repito todo el rato. El personaje está claro, mi tía Marta, la hermana pequeña de mi padre a la que lleva siete años. Es sobre la que voy a escribir no una biografía, sino apuntes, como dijo Julia, que es más sensato. Y menos "pretencioso", dijo además.
Pretencioso es una palabra que utiliza mucho mi padre. Y en inglés suena genial "pretentious", me hace gracia.
Para contar todo lo que sé voy a seguir un guión, un índice que estoy pensando. Notas que he tomado en el cuaderno rojo de espirales azules esta mañana nada más despertarme:
-Contar cómo es físicamente tía Marta, cómo viste, cómo habla. Esto es un capítulo claro. Mi tía tiene mucho estilo, dice mi madre, y no se parece a nadie. A mí me parece muy guapa.
-Contar que fue actriz y las cosas que ha hecho luego. ¿Un capítulo podría titularse “Los trabajos de tía Marta”? No, quizás “Lo que hace tía Marta”. O “Marta, tú ... ¿qué haces?” suena casi mejor y más aproximado a lo que pasa, que le pone muy nerviosa que le pregunten que qué hace.
-Contar su vida amorosa actual y pasada. Ser discreta con esto, “elegante”, que diría mamá. Que no parezca un programa de televisión o una revista de esas de corazón que papá odia tanto. Pedir consejo a Julia sobre si le dedico un capítulo o lo voy metiendo en otros para darle menos importancia. Al final como nunca acaba en nada quizás es mejor no tener un capítulo entero sobre el amor y la tía Marta. No sé, estoy dudando.
-Contar la relación de la tía Marta con la abuela, con el abuelo Fernando y con Doris, la abuelastra, la de las tetas de plástico. Y con papá y con mamá, y con nosotros. Creo que da para un capítulo o dos. Duda que me viene a la cabeza: ¿hay temas que no debería contar? No estoy segura. Consultar a mamá cuando venga por si acaso, no vaya a ser que meta la pata. También palabras, por ejemplo “tetas” creo que no queda nada elegante, pero es que no voy a decir "pechos" ni "mamas" escribiendo, ni tampoco voy a mentir sobre algo.
-Tía Julia y el día que fuimos a ver “Chicago” (y a mamá le dieron los siete males porque no es para niños), o el que me llevó a la exposición de Barceló, un pintor mallorquín que a ella le encanta, o al Museo del Traje y me vestí como una señora del Renacimiento. Esto es importante, mi tía me lleva a muchas partes y todas me gustan aunque a veces no sean para niños. Capítulo seguro, o dos a lo mejor. Mi tía no para.
-El cuarto de baño de tía Marta en su casa. Esto merece un capítulo entero, no sé incluso si me va a salir más largo. Luego puedo seguir por toda la casa, que no tiene nada que ver con la nuestra, es como un bazar oriental, dice mi madre. Debería hablar de Chesire, su gato, y del cabecero de su cama. Y del desorden que a veces hay. De esto último casi hago otro capítulo aparte.
-La enfermedad que pasó. Creo que esto es un capítulo importante. Y tengo el título ya, “Ella venció el cáncer”. O mejor no, en primera persona, como en esa foto que está calva y abajo pone escrito “Yo he vencido el cáncer” para recordárselo todas las mañanas y darle ánimos.
-El divorcio de tía Marta y el bebé que estaba esperando ¿debería contarlo? Yo creo que es importante, pero no estoy segura de si es mejor callarlo porque en casa nunca hablamos de esto y menos con ella ¿Puedo nombrar al "innombrable" o no? Consultar a mamá cuando venga, no hablar con Julia de esto, es secreto de familia. Yo callada, aunque me cueste. Duda de nuevo: no escribir de esto NADA hasta no estar segura de que no voy a hacer daño a nadie. Preguntar a Julia sin decir por qué cómo hacer para no hacer daño al escribir sobre alguien.
Vale, me salen unos siete capítulos claros y dos dudosos, y dos más por si me enrollo y no pueden ser tan largos. Los títulos ya los iré pensando con más calma. Las ideas ya las tengo en la cabeza y en el papel por si me olvido. Y el título del libro, que no puede ser “Tía Marta” que suena soso, tengo todavía que decidirlo. Ya se me ocurrirá algo. Luego he pasado las notas al ordenador, salvo lo que no sé si se puede contar fuera de la familia, y se lo he mandado a Julia como un documento adjunto al correo que le he mandado ¿Estará ya en Tegucigalpa?, ¿cuándo me contestará? Lo malo de los correos electrónicos es que todo parece que tarda mucho más de lo que tarda. Nada más enviarlo, casi me pilla, ha entrado tía Marta en la habitación con el desayuno y la medicina, se ha sentado en la cama y me ha dicho “Te encuentro más contenta, será que estás poniéndote mejor…”
Yo he sonreído "misteriosamente", como pone en las novelas que sonríen las mujeres que tienen algo entre manos o que son interesantes, y me he callado. No sabe tía Marta que la voy a hacer famosa porque esto lo voy a publicar con toda seguridad casi. No me voy a dedicar a escribir un cuaderno entero de casi 100 páginas para que solo lo lea mi familia, que ya nos sabemos todos la historia de tía Marta de cabo a rabo. Esto es para que el mundo conozca a mi tía, que es fantástica. Y además a lo mejor así se la sale un novio, que falta le hace. Pero tiene que ser de los “decentes”, que dice mi madre.
lunes, 20 de abril de 2020
Tengo al personaje (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 3)
—Ya sé sobre quién voy a escribir. Voy a escribir sobre mi tía Marta, que creo que es una persona sobre la que sé bastante y no hay nada escrito, que yo sepa. Y mira que es interesante mi tía Marta.
Estaba y estoy emocionada.
La verdad es que he pensado que en algo a lo mejor me puedo llegar a parecer a mi tía Marta, y me he sentido menos sola. Y no sólo por eso de parecerme por fin a alguien de la familia, sino porque gracias a ella no estoy aquí abandonada. Que es como me sentía cuando oía hablar a mis padres sobre si yo no puedo quedarme, pues yo tengo mucho trabajo, en fin, el rollo de siempre.
—Tu tía Marta como personaje me parece perfecto, no me podría parecer mejor, la verdad.
La señorita Julia conoce a mi tía Marta porque fueron compañeras de colegio. Han ido al mismo que mi padre, al que vamos mi hermano y yo porque mi padre se empeñó y se puso muy pesado por lo visto. Aunque mi madre prefería que fuéramos a otro, a uno religioso, porque éste es laico, aunque hay un cura, pero no pinta nada, según dice mi padre "afortunadamente". Así que vamos a un cole con cura, pero de los que no mandan.
— El título todavía no lo tengo claro, Julia… —en casa ya le puedo llamar Julia sin el señorita, hay confianza—.
—No pasa nada, ya se te ocurrirá. Lo más importante, y perdona que te lo recuerde, que te veo lanzada, es que tengas una idea de lo que quieres contar, aunque luego lo cambies. O sea, hazte un índice, un guión, con lo que vas a relatar en cada capítulo. Cada uno debería medir más o menos lo mismo de extensión con pequeñas excepciones. También es importante que vayas al grano, porque tienes tendencia a enrollarte a menudo, Elvira.
Pero yo ya no oía casi a la señorita Julia o Julia a secas, estaba totalmente entusiasmada. Recuerdo, eso sí, que me dijo que leyera todo lo que escribiera luego en voz alta, que es la prueba de oro lo de leer en voz alta lo que uno ha escrito. Que así se ven muchas faltas. Que después, si está bien, lo pase al ordenador, y que se lo vaya mandando, que aunque esté ella en Honduras, lo irá viendo cuando pueda y me lo mandará corregido de vuelta.
Es estupenda Julia, es la mejor profe. Y no sólo lo digo porque me haya venido a ver cuando estoy mala con la neumonía, es que de verdad es la profesora que mejor me cae. Mañana voy a ponerme con el índice. Estas páginas son sólo el prólogo o introducción que tienen muchos libros. Casi me estoy alegrando de estar enferma, de tener que quedarme en la cama y solo poder leer y escribir "sin fatigarme", como dijo el doctor a mamá antes de marcharse de viaje.
Lo de "fatigarme" lo digo mucho. Ya me he dado cuenta que lo he escrito dos veces en este cuaderno rojo, ya me he dado cuenta y lo corregiré más adelante. Es que suena a novela, según me ha dicho Julia cuando se lo he contado que se lo dijo el médico a mamá así: "no puede fatigarse". Me ha dicho Julia que algunos escritores empezaron a escribir precisamente porque estaban enfermos y leían y escribían mucho al no poder salir de casa. Que aprovecharon, como yo, una enfermedad para hacerlo.
A Julia le entró la risa luego cuando seguimos con lo de "fatigarse", siempre acaba riéndose con algo. Me dijo que lo de la neumonía es un catarro mal curado, que no pasa nada y que ni me preocupase, que ni que tuviera una tuberculosis, que es una enfermedad que se tenía antes y la gente se moría, y se contagiaba mucho y era un espanto.
Luego me contó otra cosa sobre la ópera y una señora que se moría de tuberculosis, pero me he olvidado porque a mí la ópera no me interesa nada y siempre pienso en la Castafiore cantando, que es un personaje de Tintín que a mi padre le encanta. Y a mí también, dicho sea de paso.
—Lo siento mucho, hija, ya sabes que no puedo dejar a los alumnos tirados, pero vas a estar genial con tu padre y tía Marta.
Mamá se despidió así tras darme un achuchón fuerte bien temprano antes de ayer. Yo hice como si siguiera dormida para que se sintiera peor por marcharse. Lleva dos días mandando mensajitos, la muy pesada. Pero yo ahora estoy muy animada con esto de escribir sobre tía Marta.
Estaba y estoy emocionada.
La verdad es que he pensado que en algo a lo mejor me puedo llegar a parecer a mi tía Marta, y me he sentido menos sola. Y no sólo por eso de parecerme por fin a alguien de la familia, sino porque gracias a ella no estoy aquí abandonada. Que es como me sentía cuando oía hablar a mis padres sobre si yo no puedo quedarme, pues yo tengo mucho trabajo, en fin, el rollo de siempre.
—Tu tía Marta como personaje me parece perfecto, no me podría parecer mejor, la verdad.
La señorita Julia conoce a mi tía Marta porque fueron compañeras de colegio. Han ido al mismo que mi padre, al que vamos mi hermano y yo porque mi padre se empeñó y se puso muy pesado por lo visto. Aunque mi madre prefería que fuéramos a otro, a uno religioso, porque éste es laico, aunque hay un cura, pero no pinta nada, según dice mi padre "afortunadamente". Así que vamos a un cole con cura, pero de los que no mandan.
— El título todavía no lo tengo claro, Julia… —en casa ya le puedo llamar Julia sin el señorita, hay confianza—.
—No pasa nada, ya se te ocurrirá. Lo más importante, y perdona que te lo recuerde, que te veo lanzada, es que tengas una idea de lo que quieres contar, aunque luego lo cambies. O sea, hazte un índice, un guión, con lo que vas a relatar en cada capítulo. Cada uno debería medir más o menos lo mismo de extensión con pequeñas excepciones. También es importante que vayas al grano, porque tienes tendencia a enrollarte a menudo, Elvira.
Pero yo ya no oía casi a la señorita Julia o Julia a secas, estaba totalmente entusiasmada. Recuerdo, eso sí, que me dijo que leyera todo lo que escribiera luego en voz alta, que es la prueba de oro lo de leer en voz alta lo que uno ha escrito. Que así se ven muchas faltas. Que después, si está bien, lo pase al ordenador, y que se lo vaya mandando, que aunque esté ella en Honduras, lo irá viendo cuando pueda y me lo mandará corregido de vuelta.
Es estupenda Julia, es la mejor profe. Y no sólo lo digo porque me haya venido a ver cuando estoy mala con la neumonía, es que de verdad es la profesora que mejor me cae. Mañana voy a ponerme con el índice. Estas páginas son sólo el prólogo o introducción que tienen muchos libros. Casi me estoy alegrando de estar enferma, de tener que quedarme en la cama y solo poder leer y escribir "sin fatigarme", como dijo el doctor a mamá antes de marcharse de viaje.
Lo de "fatigarme" lo digo mucho. Ya me he dado cuenta que lo he escrito dos veces en este cuaderno rojo, ya me he dado cuenta y lo corregiré más adelante. Es que suena a novela, según me ha dicho Julia cuando se lo he contado que se lo dijo el médico a mamá así: "no puede fatigarse". Me ha dicho Julia que algunos escritores empezaron a escribir precisamente porque estaban enfermos y leían y escribían mucho al no poder salir de casa. Que aprovecharon, como yo, una enfermedad para hacerlo.
A Julia le entró la risa luego cuando seguimos con lo de "fatigarse", siempre acaba riéndose con algo. Me dijo que lo de la neumonía es un catarro mal curado, que no pasa nada y que ni me preocupase, que ni que tuviera una tuberculosis, que es una enfermedad que se tenía antes y la gente se moría, y se contagiaba mucho y era un espanto.
Luego me contó otra cosa sobre la ópera y una señora que se moría de tuberculosis, pero me he olvidado porque a mí la ópera no me interesa nada y siempre pienso en la Castafiore cantando, que es un personaje de Tintín que a mi padre le encanta. Y a mí también, dicho sea de paso.
—Lo siento mucho, hija, ya sabes que no puedo dejar a los alumnos tirados, pero vas a estar genial con tu padre y tía Marta.
Mamá se despidió así tras darme un achuchón fuerte bien temprano antes de ayer. Yo hice como si siguiera dormida para que se sintiera peor por marcharse. Lleva dos días mandando mensajitos, la muy pesada. Pero yo ahora estoy muy animada con esto de escribir sobre tía Marta.
La visita de Julia (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 2)
Mamá me había dejado su portátil porque es mejor que el mío y ella se llevó el mío, aunque es una caca. Yo ya estaba enganchada horas y horas pesar de las advertencias de papá antes de irse al trabajo y las de tía Marta para que no pierda tanto el tiempo con bobadas.
Pero a la señorita Julia no hay quien le oculte nada. Y además hay que hacerle caso. Te mira con sus ojos negros así fijamente y es como si te viera por dentro, no puedes engañarla.
—¿Y de qué escribo? —le he preguntado no muy convencida mirando el cuaderno rojo y grande, tan lleno de páginas—.
—No me digas que no tienes temas tú, que te salen veinte historias sin pensar casi, será por imaginación, melona.
La señorita Julia nos llama melones de vez en cuando. Pero es cariñoso, no es para hacer daño.
— Ya, pero es que ahora no es así, estoy muy cansada.
—Pues no te voy a decir yo sobre lo que tienes o no qué escribir, faltaría más a una chica de casi doce años…
—Ya está… —le he dicho muy rápido mirando todos los póster que tengo en el cuarto— voy a escribir la biografía de alguien. Por ejemplo, podría escribir sobre Robert Pattinson, el de la saga Crepúsculo…
No me ha dejado acabar la señorita Julia.
— No es por desanimarte, pero creo que no es una buena idea, ¿sabes? Es un actor sobre el que habrá doscientas biografías en internet, y además no es para que hagas corta y pega, que nos conocemos, sino para que escribas tú lo que a ti te salga. A lo mejor una biografía no, pero sí algo así como unos apuntes de la vida de alguien que tú conozcas bien, algo más cerca, más a tu alcance...
—Apuntes cuando se escribe es como si en vez de pintar un cuadro completo voy primero con el lápiz haciendo pequeños dibujos, tomando notas, como hace papá con su cuaderno de campo, ¿no?, que también los llama apuntes.
Mi padre tiene un cuaderno pequeño lleno de cosas así, a mí me encanta: una ramita, un pájaro, una roca de una montaña que sube con mamá, cosas que él ve, no que imagina, y que llaman su atención y las dibuja en el papel con un lápiz que lleva siempre guardado. Luego a veces las utiliza para algo que pinta aparte, en su estudio de abajo, cuando tiene tiempo y ganas.
—Exactamente, y mejor de alguien cercano, y no por nada, es porque te va a ser más fácil… y así no lo vas a dejar a la primera de cambio.
Uf. La señorita Julia sí que me conoce bien y siempre da en el clavo. Llevo con ella ya muchos años y sabe que comienzo cosas con las que luego no puedo, me canso, y las dejo a la mitad o colgando. Es mi gran problema, la constancia. Y no lo entiendo, porque mi padre y mi madre son los dos súper machacas. Pero yo no he salido a ellos. Y en cambio Jaime sí se parece a mi padre, hasta anda como él. Yo no sé a quién he salido en esta familia, la verdad.
Me quedé pensando sobre quién escribir.
Sobre mi padre prefiero no hacerlo, no vaya a ser que no le guste. Tiene mucho genio y ningún sentido del humor, según opina mi madre. Con mi madre ahora estoy enfadada por dejarme aquí e irse a Grecia con sus estudiantes, así que no voy a escribir sobre ella por lo menos hasta que vuelva de viaje. De Tesa, la cuidadora, que es ecuatoriana, ya escribí mucho en el colegio este año porque su vida es apasionante. Hasta tiros daban en su pueblo y había bandas.
Y entonces se me ha encendido de repente la lucecita esa que se enciende cuando a alguien se le ocurre algo al aparecer la tía Marta con la merienda para Julia y para mí y al pensar a quién he podido yo salir de la familia, que no soy para nada como mis padres. Pero he sido por una vez prudente y me he callado. Sí, además de inconstante soy, encima, una bocazas, pero hoy me he contenido. Mejor que no lo sepa la interesada. Cuando se ha ido y mientras estaba merendando se lo he dicho a la señorita Julia.
Ni campamento ni nada (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 1)
—Esta niña tiene una neumonía, no está ni para campamento ni nada.
Así ha empezado este verano de 2010, con la peor noticia que una puede imaginarse casi después de que se mueran tus padres.
Había acabado el colegio el jueves y yo seguía tosiendo, acatarrada y muy cansada. Las notas bien, como todos los años, aunque mi padre siempre pone peros y dice que soy un poco vaga. Como este curso estaba jugando en el equipo de balonmano y hemos quedado subcampeonas, por eso pensó mamá que lo que me pasaba era que se me habían juntado los estudios con el deporte, que había tenido demasiado. Pero no era eso, tenía algo diferente a un catarro mal curado y cansancio.
Me llamo Elvira y tengo casi doce años. Estoy escribiendo porque ahora solo puedo hacer eso y leer, tengo que quedarme en la cama. No me he ido a Estados Unidos al final. Es posible que no vayamos a Mallorca como todos los veranos si no me pongo bien antes. No puedo bañarme en la piscina de abajo, no puedo salir, solo descansar, comer mucho y leer o escribir “sin fatigarse” dijo el doctor Ramón, que es amigo de papá y el que nos ve a mí y a mi hermano.
— Esta niña además está demasiado flaca ¿cómo no me la habéis traído antes?...
Mamá miró al doctor con esa cara de culpabilidad que tan bien le sale.
—Ramón, la niña ya sabes que es delgada como su padre, no sé, no le dimos más importancia, ha comido como una lima hasta hace bien poco. Sólo está desganada desde hace unas semanas, eso es lo que más nos ha preocupado…
Placas, análisis y no sé qué más. Nos pasamos toda la mañana en el hospital donde papá trabaja, aunque él sólo apareció al final y habló con su amigo aparte.
Mamá desesperada, con un viaje a Grecia que tenía con la universidad, papá dijo que él desde luego no podía quedarse todo el día en casa, que tenía la consulta tanto la de la mañana como la de la tarde hasta los topes. Tesa, nuestra cuidadora, se iba de vacaciones a ver a su familia a Ecuador porque en teoría Jaime y yo no íbamos a estar. Yo me iba a Hartforden (Connecticut) cinco semanas, y él a un campamento en Soria catorce días, que es donde se ha ido tan contento. Sólo quedaba tía Marta en Madrid a mano. Así que papá llamó a su hermana y le explicó todo, y luego le pidió el favor, le oí como puso la voz esa de pedir que le sale genial.
—Marta, te necesitamos, ¿podrías tú quedarte al menos con Elvira las dos semanas que Ana va a estar fuera?
Así que vino tía Marta a casa. Se instaló en el cuarto de los invitados donde estuvo hace años y aquí estamos ahora las dos, ella, que es mi madrina, y yo, su ahijada y su sobrina favorita por otra parte, lo cual no es mucho, porque sólo estamos mi hermano, pero algo es algo. Apareció sin su gato, afortunadamente, Chesire se quedó en su casa seguramente protestando.
— Lo que nos falta es un gato en esta casa.
Papá se lo puso claro, no le gustan nada los animales. A mí sí me gustan los perros, pero nada los gatos, me dan mucho asco. Así que vino tía Marta un día antes de que mamá se marchara. Llegó con un traje de esos de flores que le gustan tanto, el pelo recogido por el calor que hace en Madrid con un pasador de cobre muy moderno, las sandalias de colores y las uñas de los pies pintadas, señal de que está enamorada, según dice mi padre. Y debe de tener razón, porque desde que llegó mira el móvil a cada rato, o sea, que seguro que está pendiente de alguien.
Yo estaba empezando a aburrirme el segundo día en la cama a pesar de que tía Marta me hace mucho caso y me cocina cosas que me gustan, cuando hoy por sorpresa ha venido la señorita Julia, que es la mejor profesora del colegio, o al menos la que a mí me gusta más. Se enteró por tía Marta de que estaba mala y antes de irse de vacaciones me hizo una visita y me trajo un cuaderno grande, nuevo, hojas crema y tapas rojas.
La señorita Julia nos lee en voz alta en el colegio, dice que es muy bueno y no sólo para los niños pequeños. Así nos ha leído a Ana María Matute, a Sánchez Ferlosio y a otros muchos autores españoles de cuentos y relatos. Después de leer ella en voz alta se hace un silencio en la clase que nadie nos atrevemos a romper, tan metidos estamos en lo que ella ha contado. Bueno, lo que ella nos ha contado que cuenta el que escribe, claro. No sólo es que son buenas historias, es la entonación que pone y lo que disfruta la señorita Julia con cada frase y con cada palabra.
—He pensado que podías escribir algo mientras estás en la cama en vez de tanto estar pendiente de esas bobadas de las redes sociales… Y a mano, que es otra cosa, nada de ordenador, escribir como se escribía antes, a mano, luego ya lo pasas al ordenador.