martes, 30 de diciembre de 2014

"Y ENTONCES ME DIO POR ASESINAR" -CUENTO DE NAVIDAD. Capítulo 7: Y que no haya manera de conducir un Jaguar con un cadáver detrás y que ni así te dejen en paz (29 y 30 de diciembre de 2012)

Pero no todo es felicidad en este viaje en el Jaguar. Aunque no debiera decir “viaje”, porque realmente no viajo en el Jaguar, él y yo estamos unidos, somos uno de una manera que no se puede explicar. 

Y es que, de repente, por el retrovisor, he visto que una mano de la Zapico asoma ligeramente tras la manta. Tiene una pulserita con uno de esos colgantes de Tous, un osito de plata, ese muy pequeñito que llevan algunas mujeres. Me está mirando, mudo como es, sin boca, dos ojos y dos orejas solo, no puede hablar. 

Sonrío con condescendencia. Le pega todo a Marian el osito de Tous, ese detallito de cursilería final. 

Tranquilidad: nadie desde fuera puede ver el interior del Jaguar por los cristales tintados, no hay cuidado. La Zapico está tras la manta, oculta hasta para mí, tan delgadita que ni se la nota. Sólo el osito de Tous sale por un pliegue del tejido de lana, colgado de la muñeca de Marian, estrecha como la de una niña. Pero únicamente lo puedo ver yo, menos mal. Sólo yo lo veo, está oculto para los demás. 

Nada, venga, yo a lo mío, al Jaguar. Que mire el osito todo lo que quiera desde el asiento de atrás.

Vuelvo a conducir a pleno pulmón, encantada de la vida, feliz, cogiendo una curva y luego otra, a toda velocidad. ¡Qué placer! 

Preciosas las encinas y los pinos más adelante,  el cielo y las nubes más allá amenazando nieve. La montaña de la Maliciosa al fondo, tan azul y misteriosa, acercándose ya, acercándome yo. La hierba, muy verde;  el ganado, suelto y comiendo;  y yo, subiendo hacia el puerto de Navacerrada, con la música a todo volumen, buen soul, blues y rock. Buena selección la de Marian, qué sorpresa, qué bien. Pensé que iba a tener a Celine Dion y al Divo, que era lo que le pegaba de verdad, pero afortunadamente no. 

Más velocidad, más; más comunión, más, entre el Jaguar y yo. Sin frenar ni acelerar, simple potencia en acción, directa y arriba, suavidad y facilidad en cada giro, en cada cambio de la carretera. 

Vaya, hombre. El osito de Tous sigue ahí, qué pesado. Los dos ojos fijos, sin cerrar, mirándome, es un tostón. 

Nada, que le den. 

Venga, otra vez, despego casi, no toco el suelo, huy, qué impresión. 

Pero no hay manera, no. Porque el Jaguar, todo equilibrio y perfección, no se mueve ni tiembla por dentro, permanece muy quieto en su interior pese a la velocidad. Así que el condenado osito desde atrás mantiene bien su mirada en mí, en el espejo del retrovisor, no la quita el muy…. 

Vamos, a lo que hay, la carretera, el Jaguar, yo. Yo. Yo. Yo. 

Definitivamente no hay nada que hacer. El oso continua ahí con sus ojitos de par en par, una pesadez… ¿por qué me mirará?

Mierda, mierda, mierda… 

La vida es complicada: no se puede disfrutar ni cuando estás conduciendo un pedazo de Jaguar verde con un cadáver  o una mujer medio muerta detrás. 

Ni aún así te pueden dejar en paz…

Todo porque a un puñetero osito de Tous le da por estar mirándome sin parar con sus dos ojitos que no cierra jamás, dos puntitos, sin pupilas siquiera, una bobada de osito además. Es una ingenua figura, una caricatura de oso, una representación infantil, una ficción; un oso en definitiva para niñas, no para mujeres adultas como yo, con todo un Jaguar entre las manos, osos a mí.

Y en este momento, ¡zas!, la molestia de la mirada osezna deja paso a algo peor: caigo en la cuenta de que me he cargado o casi a una estrella de la radio, una pelmaza, eso sí, que había llegado a comprar un osito de Tous, o se lo habían regalado, peor aún, toda una muestra palpable de su inocencia total. 

He matado a una inocente, una víctima más. Alguien que lleva colgado un osito de Tous tiene que ser como los santos inocentes, no cabe otra explicación. Y yo la tengo detrás, hecha un fiambre completo o a medio hacer por obra de mi propia mano y de la botella de la Veuve Clicquot que, a Dios gracias, quedó intacta, menos mal. 

Pero, ¡por Dios bendito!, soy un animal, bruta como un arado. ¿Qué he hecho y qué estoy diciendo, además, de la viuda y del champán, con un ser humano detrás medio muerto o cadáver ya? 

Necesito descargar mi conciencia de algún modo de la terrible sensación de haber arrasado con algo, alguien, que debía haber compadecido de corazón, mirado como lo que es: una inocente, una víctima más de su propia maldad o estupidez, de ambas a la vez quizás. 

Una inocencia de fondo total es la suya, la de Marian Zapico del Real. Ahí está el puñetero osito de Tous para demostrarlo, para demostrármelo. Sólo le falta hablar al pobre oso y decir "¿cómo están Vdes.?”, aquel saludo de los payasos de la tele. 

¿Cómo no pude ver yo esa inocencia de Marian tras su tonta maldad? ¿Cómo soy incapaz de darme cuenta, de no saber ver más allá? 

Entonces el Jaguar verde empieza a desvanecerse. 

Se deshace primero el volante entre mis manos, los asientos luego y la parte de atrás, incluyendo, afortunadamente, al osito de Tous, al que tengo una manía totalmente irracional. 

Todo fuera se esfuma también, carretera, vacas y hierba, encinas y pinos, la nieve al final, el cielo azul, se funden en polvo, se los va tragando poco a poco la oscuridad. 

Mientras, la montaña de la Maliciosa se crece ante mí, imponente en su sombra y me abraza con su cálida penumbra ya gris, negra al final. 

Me dejo acoger por sus tinieblas, no se está mal. 

Y aparece algo que no sé bien qué es, un vacío o sólo un hueco,  una fuerte presión en el pecho y una doble llamada de fondo, "ven" y "no te vayas", las dos a la vez y por igual. 

En esta oscuridad y este vacío que no me dan miedo creo que debería saltar.

Pero no sé bien hacia dónde. 

¿A qué llamada seguir? ¿A la de ven o a la de quédate? 

Y ya es rara en mí la indecisión. 

¿Y si mejor sigo donde estoy? 

Porque así, sin moverme, quieta, en la inacción y sin ver, siento una gran paz. 

Quizás me quede un tiempo así. 

Cuento de Navidad por entregas en este blog, cada día (salvo uno) un capítulo, hasta el 6 de enero. 
Y si lo quieres leer entero, aquí lo tienes


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