Un mendigo se quejaba: “Míreme, por Dios, aunque no me dé
nada…”.
Peor todavía dar sin mirar a los ojos. El contacto visual nos avergüenza. Quizás es porque vemos.
Peor todavía dar sin mirar a los ojos. El contacto visual nos avergüenza. Quizás es porque vemos.
A veces estás tan enfrascada que ni levantas la mirada
cuando te dicen hola o adiós. Y ocurre con las personas que más quieres.
Cuando doy la paz en la misa intento no olvidarme de mirar a los ojos de mi hermano o hermana en la fe. Pero constato que son pocos los que buscan la mirada.
ResponderEliminarEs bonito mirarse a los ojos, Suso. Y es educado, además. Tu recomendación de Oz me está gustando mucho.
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