- … solo sé, mi amor, que a las mujeres les gusta cuidarse, y yo intento estar guapa para ti siempre… Y tienes razón que de las cuentas ni me entero, me pierdo...
Lo dejé caer y cambié de conversación, como si no me interesase el tema, como si dudase de mis capacidades y no tuviera nada en la cabeza. Mejor siempre necesitada de su ayuda, débil, como él me quiere. Seguimos así como cualquier jueves.
-¿Cenamos antes, cielo…?
Cenamos primero. Se quedó dormido en el sofá como tantos días hace:
antes o después, o antes y después a veces. Tiene su edad ya. Él dice que cuarenta
y pocos, pero sé que pasa los cincuenta. Y suele estar agotado cuando viene. En lo suyo se
hacen muchas horas, venga a entrar y salir y estar con unos y otros, un trajín
continuo de comidas y cenas. Aunque sea fijo en lo de la política esa, lleva ya casi
treinta años en ello, no deja de tener que echarle horas, tiene su mérito. Así
que luego le desperté como sé hacerlo, suavemente, despacito, y con
el ritual habitual que no es nada del otro jueves precisamente. Pablo es un hombre muy cómodo para mí. Y nunca se queda a dormir en
mi casa, otra ventaja a tener muy en cuenta porque soy muy independiente. Él dice a su
mujer que es su día de amigos y ella acepta que vuelva a las dos o
tres de la madrugada sin pedir explicaciones. Para mí que prefiere tenerlo media noche fuera. Se lo mando relajadito, más descansado y siempre sobrio porque él conmigo no bebe.
Así que el día que empecé a contarle lo del centro de estética no le
volví a sacar el tema, lo cerré en seco. Ni al siguiente jueves, ni tampoco al otro, ni al otro. Esperé
tranquila unos cuantos meses, le eché paciencia. Pero, en
cambio, le dije que no a un viaje de fin de semana que él había planeado con muchas
ganas.
-Al final tengo que trabajar, ¿sabes, cariño? No puedo ir esta vez, tengo muchos gastos y trabajo pendiente. Pero el jueves que viene nos vemos, ¿vale?
Una de cal y otra de arena. Luego, de nuevo, volví a decirle que no a otro viaje, al siguiente, y se tuvo que ir solo por segunda vez ya bastante molesto. Eso acabo por ponerle alerta. Así que él mismo terminó por recordármelo un jueves.
-Al final tengo que trabajar, ¿sabes, cariño? No puedo ir esta vez, tengo muchos gastos y trabajo pendiente. Pero el jueves que viene nos vemos, ¿vale?
Una de cal y otra de arena. Luego, de nuevo, volví a decirle que no a otro viaje, al siguiente, y se tuvo que ir solo por segunda vez ya bastante molesto. Eso acabo por ponerle alerta. Así que él mismo terminó por recordármelo un jueves.
-Mandy… ¿y aquel centro de
estética que querías montar, del que me hablaste hace un tiempo…? He pesnado que podría ser
una buena idea...
-Pero Pablo, mi amor, ¡cómo eres! Si fuiste tú el que me lo sugeriste, ¿no te acuerdas?... Pero es que no lo veo claro, ¿sabes?, tengo miedo... No sé nada de llevar una empresa,
un negocio me supera… Claro está que, si tú me ayudases, a lo mejor me atrevería...
Así pude reconducir el tema a pesar de mi metedura de pata inicial, a base de no estar disponible siempre cuando él quiere. Cuando me lo mencionó tanteándome varios meses después de mi imprudencia, yo ya tenía todo
buscado y apalabrado. Fue coser y cantar hacerle creer que había sido idea
suya, que me ayudase a pagarlo, y, especialmente, con los líos
de los permisos y las licencias, que mira que son pesadas las
cosas de los ayuntamientos. Ha sido una suerte tenerle echándome una mano, pensando en el fondo que es gracias a él que cambiaré de vida, tan contento creyendo que con el centro de estética le debo algo y le voy a poder dedicar tiempo.
Un pajarito, Mandy. Hay que ver.
ResponderEliminarGracias, Lolo. Un abrazo.
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