Llevo preparándomelo 6 semanas casi.
Quiero dar con el tono y los contenidos adecuados para personas de 14 a 18 años. Pero creo también que debo tratarles como adultos que pueden apreciar y comer carne roja. A esa edad tienen ya dientes para cortar, desgarrar y masticar, paladar y también olfato. No les voy a dar una papilla o un potito, ni tampoco leche maternizada. Una buena pieza de carne siempre que el presupuesto alcance. O sea, lo mejor que puedo en la medida de mis limitadas capacidades, como cuando invito a comer a casa.
Había leído a Ana Frank, pero he ampliado estos meses al Cuaderno Gris de Pla (la edición de Espasa Calpe), algo de Trapiello –por cuestiones de tiempo inabarcable, en Almadí solo tenían un tomo además-, Virginia Woolf, Katherine Mansfield, George Sand, Dostowieski, luego a un cuaderno de bitácora precioso de quien acompañó a Magallanes (anda que no pasaron hambre). Después Sándor Márai, tristísimo, lúcido e impresionante. El domingo pasado me hice con los diarios de Amiel, un clásico que no encontraba por ninguna parte y que estaba aquí al lado, en Urueña, en El rincón escrito. Rafael y Mercedes tienen una librería fantástica, pequeñita, donde encuentras de todo. Y eso es lo malo, siempre caes. He descubierto también otros diarios de desconocidos, de gente de la calle. Los hay preciosos y voy a incluirlos. También antologías que he encontrado, retazos que hay en internet. He leído también enfoques didácticos al respecto, el diario como ejercicio escolar, y estudios sobre diarios.
Al final he decidido hacer esto de los diarios con un esbozo de teatralización, desde varios escritores de diarios. Me parece que será más ameno, que podré hacerme con los estudiantes. Solo dos rasgos: los zapatos –merceditas de adolescente de los 40, zapatillas de payés o botines de dama británica- y otro pequeño detalle -estrella de David, boina, broche, gafas...-. Leeré un fragmento desde ahí, desde el escritor de diarios. Cada texto dará pie a una proposición de lo que escribir un diario puede suponer hoy, las he resumido en cinco o cuatro, todavía estoy dudando.
Creo que el diario personal es un ejercicio de pausa vital, no sólo de escritura. Ayer, que lo vi aquí, gracias a En Compostela, sentí que no íbamos descaminadas. No son exactamente las mismas razones, pero la intención de Lola y la mía al preparar esto están en cierto modo relacionadas.
Diario de vida. Diario íntimo. Dietarios que son casi agenda de puro telegráficos. También diarios de campo con sus preciosos dibujos o acuarelas. Hasta cuadernos de viajes y modernas bitácoras.
Me gustaría mostrar algo con lo que puedan disfrutar, que les anime a escribir cinco minutos al día. Así acabaremos la sesión: cinco minutos de silencio (no sé yo si esto va a ser posible) para su primera anotación en su diario.
En fin, me lo estoy pasando genial a pesar de la incertidumbre y del trabajo que conlleva hacer algo nuevo. Del miedo también. Tengo miedo, a qué negarlo.
Creo que voy a empezar una etiqueta aquí mismo, “La lectora de diarios”.
Es muy buena la charla del tal Connor ¿verdad? Yo llegué por un amigo que la enlazó.
ResponderEliminarTodavía no he tenido tiempo de curiosear más por esa web, pero sí que vi otra charla del mismo Connor, muy buena, sobre cómo hablar en público.
Pues sí, ayer al finalizar la entrada vi tus recomendaciones y la he puesto porque me ha gustado.
ResponderEliminarMe dan envidia algunos profesores americanos por lo didácticos que son, aparte de lo que enseñen a veces. Éste es un caso.
Lo de Estonia tuyo muy interesante. Entre las mejores alumnas que tuve en el CEU dos erasmus estonias, unas verdaderas fieras: currantas, curiosas y sin tirar la toalla nunca.
Los distintos tomos de los diarios de Ernst Jünger constituyen, a mi modesto entender, una lectura que nunca decepciona. Están, además, repletos de observaciones sobre el campo. En especial, ahora que entra el otoño, son muy recomendables.
ResponderEliminarSaludos.
Muchísimas gracias, D. Retablo, a ver si les echo un vistazo. Creo que Rafael los tiene, me parece que me habló de ellos. Lo de los mesones suyo muy interesante. Debería Vd. escribir una novela histórica, si me permite la sugerencia, ¿o ya la ha escrito?. En fin, es una sugerencia bienintencionada de su lectora. Saludos cordiales.
ResponderEliminarUna original iniciativa, Aurora, seguro que le sacarás partido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo harás muy bien, con esa mezcla tuya tan curiosa de entusiasmo, buena voluntad, rigor y ansiedad. No he sido muy lectora del género y no puedo recomendarte ninguno, pero te doy ánimos y te deseo suerte. Estas pequeñas "aventuras" son importantes.
ResponderEliminarJM, a ver cómo sale, por horas echadas no será...
ResponderEliminarOlga, guapa, qué alegría "verte", gracias por los ánimos, ya he parado de leer nuevos diarios porque si no no cierro el tema y tengo que cerrarlo, demasiados frentes abiertos en estos momentos ;-)...
Hay algunos diarios que encierran auténtica literatura. A lo mejor porque están escritos deprisa y sin tiempo para ponerse solemnes...
ResponderEliminarLos adolescentes son jóvenes pero no tontos. Los editores no acaban de entenderlo, y apenas les ofrecen unas historietillas con moraleja.
ResponderEliminarSaludos.
Miguel, sí, hay diarios muy bonitos. Qué razón tienes sobre la solemnidad. Abrazo.
ResponderEliminarSombras, no entiendo de literatura juvenil, mucho menos de infantil. Tengo la sensación de que hay mucho, como de todo hoy, muchísimo. Pero que a veces no hay nada debajo. En niños, por ejemplo, ilustraciones maravillosas pero narrativamente muy pobres (personalmente creo que hay un abuso de ratoncitos, avecitas y itos), en jóvenes creo que alguien de 15 años tiene dientes ya formados, y si no, hay que mirárselo. (No para Madame de Bovary pero sí para John Silver, pongo por caso)