A las 7 de la mañana y a las 10.30 de la noche oigo los aspersores. Están programados para no coincidir con otros aparatos de la casa o la luz se va. Es la señal para despertarme. También la señal de que el día acaba, de hacer balance.
Me da paz oírlos, sensación de orden, como si fueran maitines o laudes.
Dos horas me lleva regar el resto del jardín por mi cuenta, dos por la mañana y dos por la tarde casi, depende del calor que haya hecho.
He descubierto que es mejor regar muy lento, modular la llave del agua, casi cerrarla. Así cala mejor, y esta tierra tan mala parece que va absorbiendo el agua. Tardo mucho más, pero es mejor para las plantas.
Mi riego automático es ir moviendo dos mangueras que tengo y aprovechar las roturas, las fugas, que una tiene para que el agua caiga en determinados alcorques de arbustos o árboles. Arreglé unos escapes con cinta vulcanica, pero se hacen continuamente, así que he decidido utilizarlos a mi favor.
Mientras hago la cena o preparo el desayuno, me ducho, hablo por teléfono o limpio la casa, el agua cae poco a poco. Todos los días así, de 7 a 9 por la mañana y de 7 a 9 por la noche. Si he trabajado en Urueña, más tarde.
Cuando tengo amigos, familia o a Gonzalo, saben que yo estoy de acá para allá regando y no se molestan si desaparezco para mover la manguera, para graduar de nuevo la llave. El ruido del agua de fondo de música ambiental en el jardín, en la casa.
Creo que es fácil caer en una nostalgia excesiva cuando se hablan de estas cosas (bueno, a mí me lo parece, se sobreentiende). Los lugares comunes, en fotografía o en literatura, son habituales, yo soy el primero en utilizarlos.Tú no sueles hacerlo, por eso te leo con mucho gusto. Hay otros veranos diferentes a los mayoritariamente publicitados, cada vez más solitarios.
ResponderEliminarSaludos
Me da mucho miedo ser cursi, José Luis. Tengo que trabajar el punto -como con las claras o el pescado o la carne ;-) al escribir.
ResponderEliminarOye, y digo yo que Urueña no es queda desde el Camino tan lejos... ¿no? Villa del libro, casas de adobe, vistas hasta los montes de León... Por aquí cerca también pasa un Camino de Santiago (no el francés tuyo, el que viene por Segovia y cruza Guadarrama y se incorpora a Palencia luego).
Ah, cuánto echo de menos esas mañanas, cuando el agua se despertaba a la misma hora que Olimpia y yo, y recibíamos el rocío y el sol y la inspiración, mientras los míos dormían a la paz de Dios, y luego el primer café con la conversación chispeante de nuestra anfitriona y, al atardecer, otra vez los maitines del agua. Gracias. Gracias.
ResponderEliminarQué limpio y qué bonito, Aurora.
ResponderEliminarJesús, y yo os echo de menos también: esas cenas preparadas con menos y nada, el manitas de tu hermano, y la conversación, que es lo más importante. Repetiremos, ¿vale?. Os queda por conocer Urueña, San Cebrián de Mazote, la Santa Espina, Cuellar, Iscar, el museo de Villas Romanas de Puras-Adaja, y mucho, mucho más de Valladolid. Gracias a vosotros siempre.
ResponderEliminarLolo, gracias, no tenemos mar cerca así que tenemos que consolarnos con el sonido del agua de otra forma. O le echamos imaginación y ganas o... Un abrazo, guapa.
Regar es un placer de dioses.
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