miércoles, 18 de agosto de 2010
Las ceras deshechas
Primera comunión, dos de junio de 1968, once de la mañana. En el banco de San Miguel somos unas veinte niñas inquietas, tenemos 7 años. Todas con su traje de organza blanco, volantes, jaretas, capotitas, mangas de farol, vuelos y enaguas, salvo yo, que llevo una tunica hueso porque mi madre así lo ha decidido, sencilla, recta, como de novicia o postulante. Me ha dejado, eso sí, el pelo largo para la ocasión. Es mi gran ilusión, tener pelo largo, y no corto, como lo llevo habitualmente. Ella me dice que tengo el pelo malo y que es mejor que lo lleve cortito. Pero a mi no me gusta nada, parezco un chico, y no quiero parecer un chico de ninguna manera. No me hace ninguna gracia que me confundan con uno.
Dentona, sonriente y feliz por recibir a Jesús, aunque pensando en las musarañas, distraída, mi madre me llama la atención simplemente con la mirada cuando pasa a mi lado a comulgar. Me he vuelto a despistar, qué desastre. Rezo de nuevo, “Jesús, Jesús, yo quiero quererte, pero es que a veces se me olvida…”. Todo ha salido bien, he podido tragarme la hostia. Don Primitivo nos ha dicho que seamos buenas y nos ha felicitado. Ha sido todo muy emocionante y estoy muy contenta: ahora podré comulgar todos los domingos como papá y mamá hacen, no sólo estar en Misa a su lado.
Salimos de la oscuridad y fresquito de San Miguel, de su olor a incienso y velas, a un día radiante de mucho calor. Por el viejo Madrid vamos hasta la Plaza de Oriente donde vamos a celebrarlo. Antes dejamos en el coche unas ceras que me han regalado, más de setenta, una caja enorme, preciosa, azul y blanca, de Manley. Me encanta pintar y ahí hay más colores de los que una podría imaginarse.
Celebración de chocolate, churros y zumo de naranja en un café que hay allí, enfrente del Palacio Real. Mi madre está esperando a Luisa, está embarazada. Lleva un traje negro y blanco muy elegante. Creo que está de alivio de luto. Jugamos allí y luego deciden los mayores que las niñas vamos a ir a casa de la abuela Aurora, pero solo las niñas, que los chicos arman mucha bulla. Están mis primas de Valladolid, las de Madrid, Marta Huarte, Ana, las Guzmán, doce. Nos hacen una foto donde la más baja soy yo, una foto que tendré toda mi vida en mi cuarto.
Al montar en el coche vemos lo que ha pasado: todas las ceras se han deshecho por el calor y forman ahora una masa multicolor, pegadas entre ellas, ninguna puede utilizarse. Me llevo cierto disgusto, pero tampoco demasiado porque estoy fascinada con el efecto del calor y la explicación de mi padre y de mi madre que no le dan la menor importancia "No pasa nada, es una pena, pero no pasa nada..." Me hacían ilusión las ceras, pero sé que no son importantes.
Llegamos a casa de mi abuela en Avenida de los Toreros, enfrente de la plaza de Toros, jugamos a lo que juegan las niñas desde su más tierna edad, que es a hablar. Todas las niñas planean que van a hacer con su vida y, de hecho, ya lo saben perfectamente. Yo solo tengo ilusiones, pero no planes.
Me tumbo en el sillón de mi abuela, colgadas las piernas de un brazo y la cabeza apoyada e el otro brazo, y me quedo dormida. Estoy agotada.
Un abrazo enorme, querida Aurora!
ResponderEliminarMe he leído todos los recuerdos de golpe, casi han sido una lectura de vuelta a casa.
ResponderEliminarParece que los estás tocando suavemente, uno detrás de otro, como pasaríamos las cuentas de un rosario, con la palabra y con el pensamiento.
Son muy limpios, fuertemente sentimentales sin necesidad de marcar el sentimentalismo.
La verdad es que resultan deliciosos, y supongo que lo resultarán para cualquiera que ya tenga, digamos, "cierta historia" y le guste emocionarse (pero no que le fuercen a ello;-).
Felicidades por la serie.
Nice post and this mail helped me alot in my college assignement. Thank you seeking your information.
ResponderEliminarLos rituales de este post me son tan extraños como el de las tribus africanas del ultimo National Geographic que lei en otro blog. Comunion, luto, juegos de niñas, fotos enmarcadas.... ambas tribus, la africana y la occidental, mantienen ese apego al rito que me alegra no compartir,
ResponderEliminarpero muy bien escrito, saludos!
Preciosa entrada.
ResponderEliminarSiento como si me hubieras invitado a participar en ese gran día,contemplándolo a través de una ventana que atraviesa el tiempo.
Yo no recuerdo tantos detalles de mi Primera Comunión, sólo dos o tres situaciones y mucho nervio.
Gracias por la invitación y por un día tan magnífico.
Y a partir de ese día me pódia peinar con la raya al lado y no con ese flequillito que aparece en cada foto mia de antes de la comunión. Tu tranquila con lo de las ceras. A mi me regalaron una caja de pasteles y nos la dejamos en la plaza del pueblo donde nos retrataron a mis primos y a mi. Malditos barrenderos del pueblo que se la comieron.
ResponderEliminarBeso tu mano Aurorita.
Deliciosa la entrada, yo, comentaré mi primera comunión en mí blog, fué algo singular. Espero que la leas. Le digo a tania jose que es una lástima que no comparta estos ritos, son experiencias que le faltan en su vida, claro que tendrá otras igual de interesantes, o más, pero no estas que marcaron una época,de la españa profunda, que diría Mamé. Naranjito, lo tuyo no tiene remedio. Saludos Aurora.
ResponderEliminarAbrazo de vuelta, Annemarie.
ResponderEliminarOlga, gracias, escribir sobre quienes no están es un modo de honrarles y guardar su memoria, retenerles en cierto modo a tu lado.
Tania, bienvenida siempre,muchas gracias por leer y comentar. Como tú dices, como si leyeras el National Geographic mientras que quien escribe lo recuerda con amor y agradecimiento, con fe y esperanza, es lo bueno de los blogs, que abren ventanas. Un abrazo.
Miriam, gracias por leer y comentar, un abrazo, el cariño dura tras los años y la memoria, aunque falla, acompaña (ayer Jesús Dorda nos contó de Perico el elefante todo todo todo ;-), eso sí es memoria...)
Naranjito, lo tuyo de los pasteles es muy fuerte, veo que no te quedaron traumas, gracias por venir, leer y comentar, y lo de la mano, que me encanta, un detalle.
Impresiones de una tortuga, espero tu relato, hay historias de primera comunión fantásticas y tronchantes... otras tristes, otras cálidas... Da para un libro de recuerdos variados.. Gracias por leer y comentar siempre.
Felicidades. JVH
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