Hace unos años fui a una escuela de negocios, asistí a un seminario. En el descanso estuve en el jardín un rato. Era como aquel de Ásterix y Obelix en Bretaña, ese que un inglés regaba y cortaba con dedicación cada pequeña hierba que salía mientras decía “me faltan 300 años para que sea perfecto” (antes de que pasaran los galos y no sé cuantos más por encima dejándolo todo hecho polvo y a él anonadado). Le dije a quien me guiaba que era muy bonit -vi hasta un picapinos, el primero de mi vida-, pero que era un jardín "protestante" y le hacía falta un poco de imprevisión, flores que salen donde no esperas, árboles un poco dejados a su aire, algún yerbajo en un rincón esperando, para que aquel jardín fuera "católico". Me salió del alma y nos reímos los dos, mi amigo y yo.
El caso es que hace unos días en una peluquería vi un pequeño jardín portátil japonés de los que llevan un rastrillo, con piedrecitas, su fuentecita y una pequeña planta. Pensé que cada tipo de jardín tiene que ver con la religión a veces, con el modo de mirar al mundo, no a Dios solo, a las personas y a la vida. Este pequeño jardín llamaba a la calma, al orden, a la visión, en cierto modo, de la armonía. Pero una armonía suspendida en la nada. Lo oriental –es una forma de hablar, hay 20 maneras de ser oriental- tiene su atractivo. Especialmente lo de la paz y el equilibrio, en fin. Hasta la nada tiene a veces su atractivo. Pero ese no desear nada que implica a veces -me acuerdo hoy de Tamara y las clases de yoga en El Boalo, "liberaros del deseo"- creo que es poco humano, o a mí por lo menos no me sale.
Pensé hoy, al hilo de una conversación en la comida, en las casas del Escorial esas que están en el monte Abantos hechas de granito, con sus pinos alrededor, su tierra roja, sus jardines a menudo dejados un poco de la mano del dueño, pero con sombras, rincones, frescura en verano. O en la casa de mis abuelos en Valladolid, hoy de mi tío, y ese jardín donde se riega y se riega y no sale nada. Es arena, tierra de pinares, se filtra el agua y cuesta que nazca. Aunque al final algo sale y todos nos ponemos muy contentos. En ese césped de grama que mi tío logró que creciera cuando éramos chicos había “pesetas”, así las llamábamos. Eran unos pinchos pequeños, irregulares, con un púa más larga en un lado que en los otros, que nos clavábamos en los pies descalzos a veces.
No sé si me he metido en un jardín con esta entrada. Pero bueno, es igual, ya saldré.
Me he quedado pensando en los jardines franceses, es esos otros romanos sin flores, sólo verde, en járdines árabes. Creo que mi teoría no se sostiene o necesita mucho más trabajo. Lo tengo que pensar mejor otro día o buscarme otra teoría que diría Groucho (creo).
Mientras tanto, Pink Martini, en francés aquí debajo y arriba en español. Me he hecho fan, me encantan.
PD: No un jardín, todo un bosque inauguran hoy en Espartinas, "El bosque de los libros", donde uno de los árboles llevará el nombre de Siltolá. Espero que no les haga mucho calor y ese árbol y otros crezan con mucho espacio. Y den sombra, que falta nos hace.
Bonita entrada, Aurora. En ese tipo de diferencias entre Oriente y Occidente insistía Chesterton (el budista con los ojos cerrados y el santo cristiano con los ojos abiertos de par en par), y es muy interesante ese reflejo que buscas en la materialidad del jardín.
ResponderEliminarUn abrazo.
Uf, mi jardín es un desastre, no tengo tiempo, no tengo dinero, no tengo ganas... pero tengo la tierra, Aurora, aun con plantas desaliñadas y salvajes (qué hermosura de sorpresa a veces!)e incluso con alguna culebra que no nos atrevemos a matar. No me imagino a cargo de un jardín que no tenga algo de selva, y de manzana, y de paraíso perdido. Yo con la calma me pongo muy nerviosa, "tolojoro".
ResponderEliminarBesotes, jardinera fiel.
A mí lo que no me gusta de lo oriental es que el místico se funde en el Uno y deja de ser él. A mí me gusta el gran Tú que no aplasta a mi yo, sino que lo engrandece. Un beso.
ResponderEliminarPues yo la encuentro bastante sostenible, tu teoría. Y aunque no quieras trabajar... deberías ampliarla.
ResponderEliminarMira, los jardines esos zen son bastante mentira. Tienen algo de jíbaro, me parece. Jibarizan el deseo de exuberancia y magnanimidad que tiene la naturaleza.
A otros jardines muy trabajados y meritorios les pasa algo parecido; no se les perdona una mala hierba, un capricho auténtico o torcido (oh,la reforma)
Por lo demás creo que sin deseos somos más bien poco.
A ritmo de pink martini es posible que tu teoría acabe en cuento...
JM, tienes algo de oriental tú con la paciencia, qué suerte que los alumnos te lo reconozcan y que tú la tengas ;-) ...Aunque la paciencia también puede ser franciscana ¿no?, que es un adjetivo que se pone siempre a lo de la paciencia... Un abrazo, oye, Pink Martini lo utilizan algunos profes para enseñar francés, pero claro, a lo mejor sólo nos gusta a los cuarentones ;-) Un abrazo fuerte y SUERTE en tu nuevo destino.
ResponderEliminarLo primero, Olga, es que por las serpientes no te preocupes, yo a vuestro servicio... no para matarlas, claro, para cogerlas con un palito y ponerlas en un sitio que no molesten y sigan a su aire ;-), tele serpiente se ofrece, a ti no te cobro.
ResponderEliminarEn cualquier caso me doy por invitada a vuestro jardín, que de desastre nada, es muy bonito, es de los que me gustan, un poco de caos... Tendré cara, hala, que me voy para allá en cuanto me digas ;-)
Jesús, es verdad, lo de fundirse en el Tú no sale. Y eso que la despedida de yoga es bonita "Namasté" (saludo la luz divina que hay en ti), pero una cosa es eso -que suena hasta cristiana- y otra cosa fundirte con el universo. Qué le vamos a hacer, Cotta, nosotros estamos hechos para Tú grandes y personales o chicos y también personales, de los que tenemos al lado, limitaditos como nosotros, pero con quien sí nos podemos fundir un ratito, al menos en un abrazo. Un beso a L, A y R, Babe me sigue mirando y preside mi mesa de trabajo.
ResponderEliminarLolo, lo valenciano es un poco desmesurado, pero las reformas, sean protestantes o contrareformas, como las mudanzas, me superan. Ya no puedo una más. Creo que Dios no se muda, que dice Santa Teresa, ni se reforma ni se hace obras, ay qué gusto el Inmutable.
ResponderEliminarSeguiré con el jardín ese donde me meto y otros donde luego para salir tengo dificultades... literarias y extra literarias. Aquí sigo, con la novela, ay, Dios, que no me aclaro...
Pues no has dicho ninguna tontería, ni muchísimo menos. En la época de las luchas entre católicos y protestantes, también las diferencias se llevaron a los jardines, unos cuadriculados, rectos, de paseos y calles paralelas, y otros intrincados, sinuosos y con tendencia al laberinto. Cada quien decía de sus jardines que eran un reflejo de su teología.
ResponderEliminarTe imaginas un planeta japones?
ResponderEliminarpequeñito..........
bien tratado.......
Te descubro ahora.
Siento la tardanza...
Para mi el jardín japonés
ResponderEliminares como el haiku
que ni fu ni fa.
Saludos desde el Jardín del Sur,
donde habita el río, el campo,
las flores de la eterna juventud.
Miguel, ¿sí?, me quedo más tranquila, seguiré elucubrando e investigando, seguro que antes lo ha dicho alguien y mejor, voy a ver... (oye, ¿tus ovejas encima de una casa son españolas o extranjeras?)
ResponderEliminarUn abrazo.
Antonio, me encanta un comentarista nuevo, he visitado tu blog, muy interesante. Y mira, ayer de casualidad vi un ratito de Españoles en el mundo, era sobre Japón y no me apeteció NADA. Gente que para excitarse sexualmente necesita que las mujeres se vistan de niñas pequeñas me parece que son unos enfermos. Me dio un asco horroroso. No me apetece nada desde ayer Japón, pero nada. Y eso de trabajar y quedarse a dormir en el trabajo, por Dios, qué gente más triste... No sé, la ceremonia de té quizá y otras delicadezas, pero en sí Japón en estos momentos no me mola nada. Lo siento, estoy influida por lo que vi ayer, me parecieron un horror, no ya freakes, realmente enfermos...
Ramón, me pasa igual, pero no lo digamos muy alto.
O sea, que el jardín del Sur ese es como Shangrilá practicamente ¿no?, pero encima se os entiende cómo habláis, y está más cerca, menos viaje ;-) un abrazo, guapo.
Aurora, me encantan las flores y los jardines, sobre todo los árabes.
ResponderEliminarEs curioso cómo muchas veces las personas nos manifestamos incluso en la forma en que cuidamos y escogemos nuestras plantas, ¿Verdad? A mí me encantan esas flores que crecen en los lugares menos esperados, las pequeñas que tímidamente aguantan el tirón, que casi no se aprecian, pero que son de una belleza impresionante. A mi madre, por otra parte, le gustan las flores grandes y lujosas, le encantan las orquídeas y las amarilis. A mi padre le son indiferentes. Mi hermano, por su parte, se conforma con tener un poto. Le gusta el verde. Yo en caa siempre tengo flores, y a mi hermano no le gusta porque se marchitan y se mueren. Son temporales. tan vez por eso prefiera su helecho...
Un beso,
Irene
A los ingleses les gustan los jardines por su añoranza del campo y su sentido de la propiedad (que frecuentemente suele ir unido al sentimiento de la libertad individual)
ResponderEliminarAdemás la jardinería induce a la introspección y al silencio. Y creo que esto también les gusta a los de las Islas.
Sobre los azucarillos: yo ví una vez uno. Quizás era una pastilla de azúcar bastante grande. Creo que se disolvía en el agua.
Es algo muy siglo XIX.
Si hubiese un poco de sentido común, el azucarillo debería ser la golosina preferida de los auténticos reaccionarios, de los nostálgicos incorregibles.
Que pase usted un día espléndido.