Amortiguado el ruido, ya casi inexistente, desplazando agua con el movimiento. Mil peces distintos, corales, algas y estrellas, también extrañas criaturas a las que hay que mirar de frente.
Más adentro la oscuridad se hace presente, salir a la superficie solo cuando necesite coger aire, mientras pueda sigo nadando, dejándome llevar por la corriente.
Todo en calma, cada cosa sucede a su tiempo. Mil colores, como me dijo Perlado, muchos de ellos imperceptibles al ojo humano, puestos ahí, en lo más hondo del mar para que nadie los vea. Es el derroche de la naturaleza.
Se está bien suspendida y flotando en el agua salada que sostiene todo, pasado, presente y futuro. Agua de mar, en ti no hay miedo.
Intento detectar las señales que emiten otros seres vivos que están muy lejos, también en el fondo marino, el ruido exterior imperceptible ya. Es el propio, el interior, la contaminación acústica y lumínica más fuerte, la que hay que hacer callar poco a poco hasta hacer silencio, más silencio, mucho más silencio. Más adentro, todavía más lento, a la escucha, observo, me muevo. Paciencia.
Creo que por ahí vas bien.
ResponderEliminarUn beso.
relajante.
ResponderEliminarDe todos modos, a mí el mar me da mucho miedo
ResponderEliminarBesos, Lolo, y gracias por todo ;-)
ResponderEliminarGracias, Jordim, por tu visita, bienvenido.
Todos venimos del mar, Miguel, aunque nos dé miedo. Mientras no sea Matrix, -que eso sí que daba angustia- estar flotando en el agua salada y pudiendo respirar como pez o como ballena, todo más sordo, más lento, como cuando buceas, me gusta. Un abrazo.