miércoles, 24 de marzo de 2010
Velar a alguien (La muerte en casa) (Luto y duelo II)
Otra costumbre que había antes, cuando muchas personas morían en su casa, en su cama, era velar al difunto. Hasta las 24 horas de la hora de la muerte creo que no se podía, ni se puede, enterrar a alguien. Se pasaba así esa noche a su lado, habitualmente rezando, haciendo también una compañía extraña al cuerpo que alojó el alma. No era solo estar con la familia, era estar en cierta manera con quien ya no estaba.
No sé cómo será encontrarse con un espíritu sin cuerpo, solo sé que en esta tierra amamos con los ojos y con las manos y que en el cuerpo ajeno, y a través del nuestro, reconocemos al otro, nos reconocemos, no me parece una simple carcasa. Por eso creo que, como el luto o el duelo, tenía el velar otro sentido, aparte de rezar por el alma, que se puede hacer con el cuerpo del difunto presente o ausente, siempre y en todos lados. Quizá la vela de alguien antes de darle tierra podría ser hasta una señal de respeto, de reconocimiento hondo de que somos (no tenemos) cuerpo, incluso cuando el cuerpo humano deja de serlo porque le abandona el alma.
Ese velar como acompañar, en señal de respeto y reconocimiento, me recuerda también a esa otra vela de antaño, la de los caballeros en ciernes a sus armas, toda la noche, vestido él de blanco, rezando también, presentando lo que iba a servir para defensa y servicio de los más débiles, él y sus armas.
Tenía a veces el velar a los difuntos hasta su gracia, precisamente porque de tanto como se hacía –como pasa en los funerales irlandeses- perdía la gravedad o el sentido trágico, que no la seriedad ni su significado. Es la muerte vista como parte de la vida diaria con esa presencia más constante, en la propia casa, no fuera de ella.
Recuerdo por ejemplo cómo algunos niños pasábamos a la habitación del finado y ni nos inmutábamos, era lo más natural ver a un muerto así, de cerca, y no los de la televisión o las películas que nos parecen irreales. Y luego otra vela, ya mayor, en la que acabamos los familiares riéndonos que se nos saltaban las lágrimas por un chiste de alguien.
El pasado año en el tanatorio corrían mis sobrinos viendo muertos de un sitio a otro y sin impresionarles, haciendo unos comentarios entre ellos que te hacían sonreír. Tenían asumida la muerte del abuelo, de su tío abuelo o del bisabuelo para algunos, y encontraban todo, dentro de la tristeza reinante, interesante, curioso y nada estremecedor, angelitos.
PS: La ilustración actual es de Kasia Spiewak, interesante ilustradora (creo que polaca) afincada en Alcalá de Henares, con blog propio. La otra es de Gustav Doré del Quijote.
Porque somos cuerpo velamos, ahora lo entiendo. Para que dé tiempo de despedirse de las manos, los recuerdos, de lo que hemos sido.
ResponderEliminarQué quieres que te diga, Master...
ResponderEliminarYo recuerdo de pequeño y no tanto eso de estar en casa con el fiambre, o con el fiambre ausente y el que la familia cercana organizaba tamùbien meriendas para agasajar a quienes iban al entierro.
Yo debia de ser muy grave en aquella época porque me escandalizaba. Me daba la sensacion de que el muerto se la traia a todos al pairo y me daba una angustia espantosa. Debia pensar eso de "qué poquita cosa somos".
Ahora sigo pensandolo, pero le he quitado mucha mistica a las cosas y ya no me escandalizo. O no tanto...
Oí que cuando llega la muerte, cuando hay que comunicarla, sobre todo a niños, es bueno que haya mucha gente para que al recordar luego el momento no la asocien con la soledad ni el vacío. Lo decía un amigo psicólogo que pedía aquel día; más gente, que suba más gente...
ResponderEliminarY pienso ahora en la mayor de las pobrezas: morir solo. Enfermar solo, sufrir solo. A cuánta gente nuestro duelos le parecerán el colmo de la riqueza.
Por cierto, que mal me explico ultimamente.
ResponderEliminarDebe ser el ron de Venezuela o el de Guatemala, que tengo aqui de sendos ambos...
"Y pienso ahora en la mayor de las pobrezas: morir solo. "
ResponderEliminarCreo que es una de las cosas que mas me aterra. Yo que he cambiado de residencia unas cuantas veces ya, me suelo preguntar eso... y me entra muuuuy mal rollo.
Hale, master, mañana habla de futbol o de carnestolendas, por favor.
Aurora... Los chicos en el tanatorio. Me ha recordado al tanatorio de Huesca. Estábamos velando al abuelo, al padre de Jesús. Todos con la idea de que descansaba paz, con la seguridad de que estaba mejor que nosotros.
ResponderEliminarEl abuelo era un bromista. A veces, cuando hablaba en serio nadie le creía. La sala anterior a la del cuerpo presente del abuelo estaba a tope. Mi cuñada y yo acabábamos de rezar un rosario con los nietos. Y va Carlos y dice:"¿Os imagináis que ahora el abuelo se levanta y dice: ¡Que era broma...!" Todos muertos de risa.
De verdad que no era, ni mucho menos, una falta de respeto. Nos miraron como si estuviéramos chalados.
Estoy convecida de que al abuelo Antonio le encantó la salida de Carlos... Seguro que pensó: "Tiene mis genes"
Un beso, Aurora. El comentario va dedicado a Asier... para que se le pase el yuyu.
Lo de las risas en los velatorios es bastante cómún y es una forma de liberar tensiones.
ResponderEliminarEn el mío espero que se rían mucho y que no se sientan culpables.
Igual que las armas de los caballeros la primera noche después de cazar un halcón o azor para usarlo en cetrería el cetrero lo mantenía en vela hablándole y acariciándole con una pluma.
Yo sólo quiero que me rece alguien cuando me muera. Lo que sea, en alto, en bajo, o en mudo, oraciones varias, avemarias, glorias, responsos..pero que me recen, en católico a poder ser.
ResponderEliminarLas manos dicen mucho, conservan gran parte de la humanidad cuando el rostro se transmuta.
Lolo: desde luego que despedirse cuesta un rato. ¿No te pasa que tienes miedo a olvidar cómo era alguien, físicamente también?
ResponderEliminarAsier, puede pasar, de hecho pasa, no sé, depende de cómo se tome todo. Si vas a un funeral irlandés te mueres tú, ya te contaré, ya...
ResponderEliminarLolo: me comentaron lo mismo un día, esas noticias no se dan a los niños sin más gente delante.
ResponderEliminarLa experiencia que he vivido con niños no de abuelos sino de padres es que si están muy rodeados de afecto, de personas, lo llevan mejor casi que tú. Bueno, no casi, lo llevan mejor, sin duda alguna...
Asier, soy de familia de Valladolid, lo siento, la muerte está presente, en fin. No obstante tomo nota y por si acaso cambio de tema y pongo la crítica de cine mañana y dejo la tercera parte de esto para pasado mañana.
ResponderEliminarPa que veas que te hago caso.
Un abrazo.
Aurora
Sunsi, me ha encantado tu anécdota, anda que sois... En fin... Un abrazo fuerte a esos ojos azules (bueno, a la portadora, tú, vamos)
ResponderEliminarDorda: me ha impresionado lo que cuentas, bueno, me ha emocionado, estoy blanda!!!
ResponderEliminar¡¡Con lo que me gustan los halcones y en general todas las rapaces de ese estilo, y la cetrería, claro, si no fuera por lo que me contaste un día que me dejó un poco mustia... !!! Siempre mejor en libertad las aves, pero ya si no la hay, es bonita la cetrería y todo lo que conlleva...
Qué bonitos son los halcones, por Dios, qué pico, qué patas, qué vuelo y qué inteligentes parecen. Y ese modo de lanzarse, zas, a por la presa, bueno, me encantan...
Elena, sí, claro, lo de que recen por uno es importante, sin duda alguna, aunque Dios en su misericordia nos tendrá de su mano, pero si es posible también no morir solo, vamos, si se puede buenamente ;-) que te sientas un poco acompañado en el paso..;-) pues como dice Lolo también lo pido si se puede... Y si no es dar mucho la lata, claro.
ResponderEliminarEn estos tiempos extraños se tiene muy mala relación con la muerte.
ResponderEliminarPor ejemplo, alejamos a los niños de su vivencia. Todo ha de ser más naturales, porque como dice Julián Marías en su "Breve Tratado de la Ilusión" somos moriturus, es decir, hemos de morir...
http://magnisitineribus.blogspot.com/2009/11/un-caballero-de-negro.html
Creo que en esta súplica casi irracional de que me recen al morir va implícito el deseo de compañía, a poder ser, y si una está consciente, durante el trance, pero no sólo eso, sino también intenta asegurar una participación de los demás en positivo y su buen procesamiento del duelo y del recuerdo.
ResponderEliminarAsistir a un velatorio donde se prohíbe expresamente rezar añade más angustia a la tristeza de la despedida. Aunque uno pueda comprender y respetar ese deseo, se desgarra el alma sin consuelo.
Ya nos contarás de los velatorios/funerales irlandeses. Algo conozco y el tema promete.
El duelo en los niños es un tema complicado. Su percepción del tiempo (depende también de la edad) es incompleta todavía, "siempre" y "nunca" se entienden pero no se abarcan en su totalidad. En general la noticia se procesa mejor que en los adultos en un primer momento (muy importante ese instante como dice lolo, se fija para siempre) pero la tristeza se distribuye y aumenta progresivamente en los meses/años posteriores que tiran como losas cuando te vas "coscando" lentamente de lo que significa "nunca más", un poco a la inversa de los mayores.
Y perdón por este novelón..Hablas en el fondo en tu serie "luto y duelo" de "el fondo y las formas" y cuando se pierden algunas formas se desdibuja el fondo. Pero en términos antropológicos "la función crea el órgano".
Disculpas de nuevo..
Enrique, qué ilusión que hayas venido (virtualmente hablando, claro).
ResponderEliminarTe he devuelto la visita a ese retrato tan estupendo y a esa entrada tuya tan ilustrada... Anda que no sabes ná, por Dios bendito. Eso sí, a mí el panteón de reyes bueno, pero el de infantes me parece una pesadez y me lo salto cada vez que visito el Escorial...
Un fuerte abrazo, guía preclaro (de Madrid, se entiende)
Me interesa a mí esta serie. Quizá otro motivo de velar al difunto sea el prestarle un gran honor que nunca se le prestó en vida, en desagravio porque sus deudos se ven obligados a entregar su cuerpo a los gusanos..
ResponderEliminarElena, guapa, tú aquí eres bienvenida siempre y dices lo que te parece. Asumo que lo que dices era no rezar en voz alta, pero es que rezar se puede rezar por dentro ¿no?
ResponderEliminarY mira, no se puede ir así en plan Grace Kelly,que claro que las rubias os podéis permitir el negro porque ya os ilumina la cara el pelo ... y no hay derecho ;-)
Joé, Cotta, pues estoy de acuerdo, es de las cosas que más cuesta, entregar ese cuerpo a la tierra y saber que no lo vas a ver en vida. Cuesta que es que no puedes...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDespués de algunas dudas, he pensado que quizá seria bueno que se conociera el impacto real de la muerte de un niño en una familia.
ResponderEliminarA este respecto existe un blog impresionante, que aún que en su mayoria está en catalán, creo que puede ser esclarecedor para comprender un dolor tan intenso como este y el camino de un duelo largo y penoso....
Blog de David Rovira Alsina
Un abrazo.
Tal como lo dice Cotta es como lo entiendo yo.
ResponderEliminarNo me causa impresión excesiva ver a un muerto, sobre todo si era una persona cercana, pero si puedo evitarlo lo evito. Prefiero recordarlo cuando se movía y hablaba y se relacionaba...
ResponderEliminarPor supuesto que el cuerpo es mucho más que una carcasa, es el que nos hace ser nosotros mismos ante los demás. Pero cuando queda inerte pierde esa capacidad de interactuar que nos hace humanos.
Las ilustraciones de esa edición del Quijote, que está en casa de mis padres, me han maravillado desde chico.
Besos
Montse, gracias, eché un vistazo al blog ayer, me impresionó mucho. Yo decía al revés, cuando muere un padre o una madre los niños chicos a veces es como si se recuperaran más rápido que el adulto que queda vivo.
ResponderEliminarAsier, nos vemos ;-)
Alegre Opinador: Sí, a veces porque no te quede a ti o a otros ese recuerdo es por lo que no quieres ver a alguien muerto o que no lo vean, especialmente si ha sufrido mucho y le queda en la cara el sufrimiento. Siempre mejor una foto de una persona alegre que te recuerde cómo era ella viviendo, tienes mucha razón.