martes, 28 de octubre de 2008

Thermomix. Un nuevo amanecer.



Mi padre decía que había dos tipos de casas: las que tienen una pata de jamón (ibérico si es posible) y las que no lo tienen. Nosotros siempre pertenecimos al segundo tipo. Mi tío Paco era de los que tenía siempre un jamón en casa, o varios.

Antes, a los médicos se les regalaba jamones, también pavos, gallinas, de todo. Especialmente si no cobraban o cobraban menos, la gente era muy agradecida con los médicos y, como lo fueron con mi abuelo, también lo siguieron siendo con mi tío. A mí me daba un poco de envidia, la verdad, siempre ahí el jamón en la cocina de mi tía Charo, al alcance del que quisiera.

En mi casa, y por petición popular, hemos comprado alguna vez un jamón, pero así como permanente y puesto en la jamonera no lo tenemos, sólo en Navidad, a veces. A ver si éstas tenemos suerte y tenemos un jamón.

Hoy el jamón como signo de clases en las casas ha sido sustituido por la Thermomix.

La Thermomix al parecer es la revolución en la cocina. De hecho muchos restaurantes lo tienen, facilita mucho el trabajo.

Mi primo Paco hace muchas gracias con la Thermomix, su mujer y su suegra son muy partidarias. "Thermomix. Un nuevo amanecer". Yo pensé que era de cachondeo que lo decía, y mira tú que no. Es que el folleto de la Thermomix empieza así "Thermomix. Un nuevo amanecer". Cuando lo vi en casa de mi prima Marta me entró la risa.

Cuando en casa hay poca gente, cuatro, cinco personas, la Thermomix no debe de compensar mucho. Lo digo por el precio. Es bestial. Depende también del modelo. El modelo de Marta lo compró por unos 800 euros, creo recordar. El super nuevo que te mueres, la Thermomix más moderna del mercado, cuesta la friolera de 1.200 euros según me han dicho.

Conclusión: no puedo tener Thermomix, o puedo tenerla sólo de segunda mano. Somos 3 en casa, no puedo hacer semejante dispendio.

La Thermomix es como un robot, pero muy sofisticado: pica, tritura, trocea, calienta, liga, emulsiona, funde, mezcla a temperaturas ferolíticas todo tipo de cosas. Te hace casi las croquetas sola. El gazpacho es como si no lo hubieran tocado manos humanas. Sale trabadito, trabadito, emulsionado perfectamente. La Tarta de Santiago también es otra cosa, la masa de almendras es como de pastelería.

Fui a unas clases el año pasado de cocina con un chef alucinante, Sergui, cordon bleu, era encantador. Nos enseñó mucho, entre otras cosas a entender cómo funciona el paladar y que hay que poner sabores que vayan a lo alto y otros a lo ancho -unos hacia arriba y otros hacia los lados- para que el plato no sea plano, para que, como en los perfumes, haya unas notas que destaquen de salida y otras que hagan de fondo. Aquí resulta difícil de explicar en qué consiste eso, pero en clase, probando las cosas te dabas cuenta. Aprendí muchísimo, creo.

Nos enseñó a hacer platos que son un poco más sofisticados, sin pasarse, era un tipo cultísimo, nos contaba de Napoleón o de lo que fuera, del origen de los alimentos, de las mezclas, de todo, era muy divertido y a la vez era totalmente Perete (lo siento, Driver, me he quedado con el adjetivo).

Es decir, de repente te decía que le encantaban las barritas esas de chocolate guarras que toman los niños, las Mix o Twixt, no sé, una porquería de esas. O los ganchitos esos que te dejan toda la boca naranja y que les gustan tanto a mis sobrinos.

Toda mi vida pensando que los cocineros de alto copete son gente muy selecta y éste echó por tierra mi idea. En cualquier caso Sergui nos enseñó muchísimo, cada clase eran tres platos.

De vez en cuando hacía un guiño a la audiencia que sabía que tenían Thermomix en su casa "Bueno, chicos, y esto lo ponéis con la mariposa y la velocidad X". Y allí que apuntaban los que tenían la Thermomix cómo tenían que hacer el plato en cuestión. Los demás, con la receta habitual. Picando con cuchillo u otras herramientas. Brunoise: es el tipo de corte de verdura como de 0,5 cm, para nosotros sería como jardinera. Concassé: picar más fino todavía.

Aprendí muchos términos, muchas técnicas, era todo muy interesante. Me encantó, estoy agradecida.

Me gusta mucho comer y porque me gusta comer bien me gusta mucho cocinar. No queda otro remedio. Bueno, sí, puedes ir a un restaurante o que cocine otro. Pero es de las cosas que más me gustan de la casa, por goleada y con mucha diferencia sobre otras actividades domésticas que son bastante más aburridas.

Es estupendo poder aprender y mucho de gente que sabe mucho de cocina. No tengo Thermomix, no sé si me la venderá mi prima Marta a buen precio. O si la encontraré de segunda mano algún día a un precio asequible.

Pero sigo cocinando, me gusta meterme en fogones, me encanta que venga gente a mi casa y sacar los chipirones, el salmón marinado, el arroz caldoso o los pimientos rellenos de pescado con salsa de zanahoria, tomate y pimientos, una de las especialidades de mi casa.

El mousse -la mousse ¿no?- que trae Rosario ha completado muchas cenas memorables. Del vino es que no quiero ni hablar, tengo unos amigos que traen unos vinos impresionantes: Tinchu, el que más sabe de vinos; Alvaro, sabe menos pero como es muy generoso acierta siempre; José Máría, otro al que le pirra comer y beber bien; hasta el pitarra ese que nos trajo Raquel estaba rico.

No tiene que gustarle a nadie cómo cocina uno, pero afortunadamente a los que vienen les gusta. Si no, no volverían.

Es estupendo que cada casa haga la paella de una manera, la tortilla a su manera.

Es genial que haya muchos cocineros, cocinillas, gourmets, gourmands o simplemente, como yo, comilones. Y es una suerte no engordar jamás. Lo sé.

Lo importante es que la gente no sólo no pase hambre, que disfrute también con lo que coma.

Hay casas y cocinas para todos los gustos. Tradicionales, de fusión, el sushi ese que no lo puedo ni ver (me dan arcadas), cocina vasca de toda la vida.

Alimentos, cocina, comer. Mientras se coma bien -para vivir y disfrutar, pero no sólo por sobrevivir- yo creo que vamos bien. Me parece.
El vídeo es del musical Oliver basado en Oliver Twist, de Dickens. Pues eso, glorious food.

1 comentario:

  1. Ahora hay mucho científico marisabidillo que dice que los humanos y los monos somos casi lo mismo, que los delfines saben contar y multiplicar por siete, o que los periquitos entienden lo que dicen. Paparruchas.
    Una de las grandes diferencias entre los humanos y los demás bichos del mundo es la cocina. Los animales no cocinan, ni se cepillan los dientes, ni usan tenedores.

    Es curioso que en una época como la nuestra, con exceso de "fast food", haya un ansia de cocina bien hecha.
    Cocinar tiene mucho de amar. Se pone cariño, tiempo, imaginación... Y al final, la "obra de arte" (el cocido, el solomillo, las gambas rebozadas, la tarta de queso) se consume, no queda nada, no se convierte en una estatua de bronce que perdura siglos.

    Ay, el vino, la cerveza, la ginebra, el ron, el huisqui (whiskey), el vermut...

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