lunes, 29 de septiembre de 2008
La cárcel del personaje
En las familias, en la vida, a veces asumimos un personaje que nos acaba siendo incómodo y pesado. A veces nos lo imponen sin querer, otras somos nosotros mismos quienes lo alimentamos. "Hay que ver qué lista es tu hermana ... ¡y qué genio tiene!". "Pues ni es tán lista.. ni tiene tanto genio", hay que desmitificar con cariño al personal para lo supuestamente bueno y lo supuestamente malo.
Hay mujeres que van toda la vida de madres sacrificadísimas, otros de padres que todo lo saben y siempre tienen la respuesta. Es agotador tener un papel fijo que te acaba atrapando y del que puedes ser esclavo. Aunque tenga su verdad -ser el mayor, por ejemplo- o realidad histórica -siempre le suspendían en gimnasia-, no hay derecho a que tengas que asumir el ser responsable siempre o que te quedes con el sanbenito de torpe para toda tu vida. Reivindico poder salirse del papel o, al menos, a improvisar el diálogo y meter alguna morcilla que otra.
Esto de creerse el personaje pasa mucho en los medios, por ejemplo con escritores a los que admiras y te gustan. Me encanta Arturo Pérez Reverte, me gusta cómo escribe y muchas de las cosas que dice, creo que es un tipo realmente independiente, algo admirable para mí. También me encanta Juan Manuel de Prada, una especie de Chesterton hispano. E incluso creo que es un valiente en muchas cosas, no en todas, Federico Jimenez Losantos y le escucho, no mucho por temas de trabajo pero sí cuando puedo. Y podría seguir la lista con muchos otros.
Pienso sin embargo que algunos pueden estar a veces un poco atrapados en el propio personaje que han podido crear, ellos mismos o quienes les pueden animar o jalear. No es que me importen salidas de pata de banco que creo que los hace más humanos. Reivindico el derecho a que gente a la que admiro diga lo que a mí me parece que pueden ser tonterías. Y lo que no me parece que lo son pero pueden serlo. Es humano tener manías, fobias, filias, amores, pasiones, temas que te hacen saltar como un jábato y entrar a trapo como un Mihura de cinco años o incluso ponerte cursi y sentimental.
Es otra cosa. Es cuando ya el tipo es tan previsible en lo que va a decir y en cómo lo va a decir que ... no te dice nada nuevo. Cuando abusa tanto de los tics que puede tener, sean tics de contenido o de forma. Cuando está tan atento a ese personaje que tan bien conoce ... que puede caer en su propia corrección o incorrección política, tanto da. Cuando no es que sea fiel a sí mismo, algo loable, sino que lo notas literalmente atrapado en su propio personaje, como si éste fuera una cárcel.
Aunque a veces no esté de acuerdo, leo con avidez y escucho a quien admiro. Precisamente por eso me gustan sin cadenas, sean las suyas o las que algunos lectores o aficionados les podemos crear sin querer cuando somos tan incondicionales.
A mi me gusta Prada, como escritor de novela. En la tele, con el señor Buruaga de maestro de ceremonias, me provoca grima. Como tiza sesgada marcando garabatos sobre pizarra de pizarra.
ResponderEliminarTambién me gustan, de la radio, las señoras que han presentado, sucesivamente eso del "Hablar por hablar", en la Ser y de madrugada.
Y tu página, también me gusta.
Bss
Gracias, Padrino, por el comentario
ResponderEliminarFdo: Pocero, (pero ahora que estamos en crisis ¿qué narices hago yo de Pocero?)
De nuevo, como tú sabes, lo de las cárceles tiene mucha hondura en eso der coachinnnnnnn
VACUNA CONTRA EL ENCASILLAMIENTO
ResponderEliminarSeñora Máster, me alegro de que haya sacado el tema. Debo reconocer que el asunto me produce cierto vértigo, aunque hace tiempo que caí en su problemática y acudí a mi chamán particular para el correspondiente antídoto. Efectivamente, estos encasillamientos son un atentado a nuestro aunque manido y topicazo “encuéntrate a ti mismo”. Yo entiendo por encontrarse consigo mismo el estar a gusto, eso que algunos llaman “ser feliz” o simplemente estar en armonía con todo lo que a uno le rodea. ¿Qué hacer para evitar ese cerco a la libertad, esas “decentes cadenas” que inevitablemente te marcan un camino no del todo deseado, que te hacen pensar “¿qué estoy haciendo yo aquí?” y que además te van marcando unas metas cada vez más difíciles de conseguir y con mayor sacrificio, sólo por no defraudar al auditorio?
Esta es mi propuesta: curas de humildad para los papeles positivos y un pasotismo absoluto para los negativos. Sea el siguiente ejemplo para el primer caso: Cuando a uno le dicen lo bien que ha hecho algo, hay que quitar urgentemente hierro al asunto, así uno se reserva el derecho a cagarla la próxima vez. Malo es no decir nada, malo también es secundarlo, ya nos han etiquetado.
Ejemplo para el segundo caso: Alguien nos hace un comentario acerca de lo mal que hemos hecho algo. Solución: Hacerse el pasota. Creo que con ello damos a entender que lo haremos siempre y cuando queramos. Si no decimos nada o damos la razón estamos perdidos. Es la táctica de los padres cuando no quieren reconocer que sus hijos están fracasando escolarmente o de los profesores para suavizar los suspensos del alumno ante el padre “el niño es muy listo pero es que es muy vaguete o un pasota, si se pusiera…”, no les gusta el término de “fracasado escolar” que al final pueda condicionar al chaval y hacer que al final lo sea de verdad.
No te entiendo, Llanero, la parte 2.
ResponderEliminarO sea 1, si bien, no le das importancia para así poder meter la pata.
Y si te dicen que mal, me dices que hacerte la pasota. Pero luego dices que no hay que "no decir nada" ni tampoco secundarlo.
Me quieres decir cómo se hace hacerte la pasota sin pasar ... ? Es decir sin dejar pasar un comentario o une petición insistente? Yo no sé hacerme la pasota... sin pasar del comentario, lo he intentado y erre que erre algunas personas siguen ...
Bueno, quizás ya no estés ahí, pues nada...no pasa nada, la verdad.