martes, 15 de septiembre de 2009

Por



Por primavera, ya bien entrada ésta, cuando Mario se puso muy mal y estaba en los huesos, dejó de salir y yo lo hice por los dos. Fue entonces cuando conocí a Nati y empezamos a ir juntas a pedir como yo con Mario al principio, ella, como yo, aprendía rápido.

Un día cuando se puso a hacer calor, como pasa en Madrid de repente, que no tenemos un respiro y pasamos casi del frío a no poder parar sin darnos ni cuenta, quiso Mario acompañarme a San Fernando, se empeñó. Llegamos muy malamente, pero llegamos. Quiso ir con el carro suyo de siempre, el del Topo Gigio atado al frente, el ratón ese que él había crucificado extendiéndole las patas en aspa. Él, vestido como Cantinflas, la ropa se le caía de verdad, todo le venía muy grande, estaba hecho un cuadro.

Se sentó en las escaleras de donde viven los curas, y allí se fue quedando dormido, con su carro al lado, apoyado en la verja y al sol que pegaba lo suyo ese día a últimos de mayo. Nosotras, la Nati y yo, estábamos a lo nuestro, cuidando a la perra negra peluda, esperando a que acabara la misa de mediodía. Salieron todos, primero en tromba y hablando sin parar, todo mujeres, luego al final ya de uno en uno. Iban a cerrar la iglesia y pasó al lado de Mario Don José, el  cura gordo y calvo, y se le quedó mirando mientras dormía. Le tocó, luego nos llamó y nos acercamos todos rápido. Al intentar despertar a Mario se cayó de lado.

Hubo un poco de revuelo aquel día. Se lo llevaron y a los dos días murió en el hospital. Le enterraron no sé muy bien dónde. Yo ya estaba con Nati que, como es mujer y más joven que yo, no me pega. Por eso no llegué a llorar a Mario como tampoco lloré a Martín, aunque a los dos les quería.

Hemos conseguido mantener nuestro puesto, antes de Mario y mío, ahora de mí y de Nati, en la parroquia de San Fernando. Estamos ya casi todo mujeres, hombres van quedando menos o no aparecen por aquí.

Aunque hace tres años una banda de gente de fuera, de rumanos, búlgaros o de polacos, no sé bien, pero todo hombres, jóvenes y fuertes, nos amenazaron, nos querían echar.

Pero resistimos y aquí estamos.

3 comentarios:

  1. Sigo viva, Aurora. Te leo todos los días. Menuda tenacidad la tuya.

    Un beso, guapa.

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  2. Sé que lo sigues porque te leo pero es que además nos hablamos por teléfono, aquí ya sabes, colaborando para que Telefónica gane todavía más dinero a pesar de la tarifa plana, y de Vodafone ni te cuento ;-)

    Un beso, hermosa, siempre en el amanecer y en esos minutos de diferencia entre Tarraco y El Boalo los ángeles viajan, ya lo sabemos.

    Aurora

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