domingo, 10 de diciembre de 2023

Las beatas

 


Hoy a raíz de un tuit de Javier Rihuete volví a recordar un tema en el que llevo pensando hace tiempo. Se trata de las "beatas" y esa especie de condescendencia hacia ellas que a veces incluso puede notarse en gente creyente.

Las Jornadas Mundiales de la Juventud son una cosa muy buena. Este verano fue una alegría, por ejemplo, ver que la capilla de Adoración de Ávila (Las Nieves) se llenaba con jóvenes australianos o neozelandeses de camino (y vuelta) a la JMJ. Bien está todo esto, por supuesto que la fe en los jóvenes me importa, cómo no va a importarme.

Sin embargo, personalmente creo que si hay algo escalofriante en estos tiempos es la falta de fe en quienes nos acercamos, por razones puramente biológicas, más a la muerte. 

Por eso a mí las beatas, las viejecitas (los viejecitos también, pero hay menos, se mueren antes) en las iglesias me encantan. Y las necesito. Espero acabar en beata musitando avemarías y padrenuestros y suspirando mucho. Es mi aspiración. ¿Tú que quieres ser? Beata mayormente. Esto es todo un entrenamiento para acabar en beata y morirme luego.

Que los jóvenes se distraigan tiene, hasta cierto punto, su explicación, no lo justifico, pero el despiste es habitual cuando tienes pocos años. Dios es misericordioso y nos espera a los veinte o a los ochenta. Pero ver a los mayores pendientes de Telecinco o Antena 3 o preocupados por el cuerpo creyendo que sólo la salud es lo importante da mucha pena, la verdad. 

Lo normal es que a medida que cumples años pienses más en la muerte, que tu piedad se acreciente, que pidas más perdones a Dios y al resto, prepararse. 

Menos naricitas levantadas y deditos señalando a las beatas, menos creer que son los jóvenes los que tienen que volver a la Iglesia. Lo realmente preocupante es cuando los ancianos están a por uvas, síntoma absoluto de nuestra decadencia. Pasa como en los funerales: sintomáticos de cómo estamos. 

 

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